En Tierrabomba nacen los Amigos del Mar
En esta isla ubicada frente a Cartagena, los niños han entendido que los deportes acuáticos y la educación hacen la combinación perfecta para que la vida sea más llevadera, más digna.
Camilo Amaya
Franyerson va al colegio para poder surfear, porque en Tierrabomba el que quiera aprender a hacerlo tiene que saber escribir y leer, o al menos esforzarse en el intento. Y también hace manillas para ayudar en su casa, y estudia inglés, y repite i like english para alardear que ha mejorado en su pronunciación. Franyerson sabe que en ese lugar, que parece un pesebre en la mitad del mar, la mayoría de los jóvenes dejan el colegio para trabajar (60 %). Pero también entiende que el conocimiento permite un mejor futuro y que el deporte puede ser el medio para obtenerlo.
Yeicer Julio Moncaris tiene 10 años y ya sabe reciclar, también subirse en una tabla y mantenerse en pie sobre las olas. “La primera vez me paré y por eso creo que ya soy un gran surfista”, dice escondiendo la “r” en la pronunciación, con la risa del que no solo cumplió el sueño, sino que se rindió ante el sueño de poder surfear. Yeicer ya sabe que en Tierrabomba no puede arrojar basura, que las calles tienen que estar limpias. Y olvida los problemas de su casa cuando está en el mar y distrae el hambre, las ganas de llorar y la rabia.
Kevin Reales tiene 11 años y dice que la familia de su mamá ya no cultiva ahuyama y sandía, que ahora solo siembran maíz y yuca. Y que él quiere ser un deportista famoso para que sus padres no tengan que trabajar más, para vivir en otro lado que no sea Tierrabomba, porque las pandillas hacen daño y porque le llama la atención cuando escucha a los mayores hablar de una vida en el continente (la isla está a seis kilómetros de tierra).
“En la Fundación Amigos del Mar no solo luchamos contra la deserción escolar, sino que aprovechamos el deporte como una herramienta para disminuir las tasas de abandono”, dice Pedro Salazar, un caleño que desde los dos años se fue a vivir a Cartagena y quien tuvo la idea de combinar la actividad física con la educación y el cuidado del medioambiente, sobre todo en las playas de la capital de Bolívar, para que la gente entendiera que el daño a la naturaleza tiene repercusiones.
Amigos del Mar trabaja con 3.500 niños menores de 18 años (la isla tiene una población total de 11 mil personas) a quienes les compra los útiles escolares para que no dejen el colegio. Y como premio les brinda las herramientas para la práctica deportiva a los hijos de una población que a lo largo de su historia ha sido marginada por la aristocracia cartagenera.
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Además de los entrenamientos de los fines de semana, la fundación también tiene un programa para promover nuevos talentos en los deportes acuáticos. Incluso hay jóvenes que ya son campeones nacionales de surf, en categorías menores, que forman parte de la selección de Bolívar y que han estado en eventos internacionales gracias a las ayudas obtenidas por Salazar y por un grupo grande de colaboradores. “Cuando los ven en la televisión o en un periódico se sienten orgullosos y nos buscan para darnos las gracias. Pero todo es trabajo de ellos, nosotros solo impulsamos para que tomen vuelo o, mejor, para que surfeen mucho más, para que quieran y cuiden más el mar”.
@CamiloGAmaya icamaya@elespectador.com
Franyerson va al colegio para poder surfear, porque en Tierrabomba el que quiera aprender a hacerlo tiene que saber escribir y leer, o al menos esforzarse en el intento. Y también hace manillas para ayudar en su casa, y estudia inglés, y repite i like english para alardear que ha mejorado en su pronunciación. Franyerson sabe que en ese lugar, que parece un pesebre en la mitad del mar, la mayoría de los jóvenes dejan el colegio para trabajar (60 %). Pero también entiende que el conocimiento permite un mejor futuro y que el deporte puede ser el medio para obtenerlo.
Yeicer Julio Moncaris tiene 10 años y ya sabe reciclar, también subirse en una tabla y mantenerse en pie sobre las olas. “La primera vez me paré y por eso creo que ya soy un gran surfista”, dice escondiendo la “r” en la pronunciación, con la risa del que no solo cumplió el sueño, sino que se rindió ante el sueño de poder surfear. Yeicer ya sabe que en Tierrabomba no puede arrojar basura, que las calles tienen que estar limpias. Y olvida los problemas de su casa cuando está en el mar y distrae el hambre, las ganas de llorar y la rabia.
Kevin Reales tiene 11 años y dice que la familia de su mamá ya no cultiva ahuyama y sandía, que ahora solo siembran maíz y yuca. Y que él quiere ser un deportista famoso para que sus padres no tengan que trabajar más, para vivir en otro lado que no sea Tierrabomba, porque las pandillas hacen daño y porque le llama la atención cuando escucha a los mayores hablar de una vida en el continente (la isla está a seis kilómetros de tierra).
“En la Fundación Amigos del Mar no solo luchamos contra la deserción escolar, sino que aprovechamos el deporte como una herramienta para disminuir las tasas de abandono”, dice Pedro Salazar, un caleño que desde los dos años se fue a vivir a Cartagena y quien tuvo la idea de combinar la actividad física con la educación y el cuidado del medioambiente, sobre todo en las playas de la capital de Bolívar, para que la gente entendiera que el daño a la naturaleza tiene repercusiones.
Amigos del Mar trabaja con 3.500 niños menores de 18 años (la isla tiene una población total de 11 mil personas) a quienes les compra los útiles escolares para que no dejen el colegio. Y como premio les brinda las herramientas para la práctica deportiva a los hijos de una población que a lo largo de su historia ha sido marginada por la aristocracia cartagenera.
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Además de los entrenamientos de los fines de semana, la fundación también tiene un programa para promover nuevos talentos en los deportes acuáticos. Incluso hay jóvenes que ya son campeones nacionales de surf, en categorías menores, que forman parte de la selección de Bolívar y que han estado en eventos internacionales gracias a las ayudas obtenidas por Salazar y por un grupo grande de colaboradores. “Cuando los ven en la televisión o en un periódico se sienten orgullosos y nos buscan para darnos las gracias. Pero todo es trabajo de ellos, nosotros solo impulsamos para que tomen vuelo o, mejor, para que surfeen mucho más, para que quieran y cuiden más el mar”.
@CamiloGAmaya icamaya@elespectador.com