Los anhelos de Leidy Soto
La capitana de la selección llegó al rugby por la ilusión de jugar los Olímpicos. Con apenas 21 años, la antioqueña lideró el combinado nacional en su primera clasificación en la historia a un mundial y sueña con llegar a París 2024.
Leidy Soto y su hermana Juliana jamás sintieron miedo al choque. Cuando empezaron a golpearse en serio, después de haber aprendido las técnicas básicas de contacto del rugby, y de hacer sus primeros tacleos, jamás dudaron de ir a chocar en la cancha.
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“Mi hermana y yo veníamos de vivir en el campo y, después, de crecer en un barrio difícil. Cuando empezamos no nos afectó el miedo de golpearnos, de cierta forma ya estábamos acostumbradas”, dice Leidy, actual capitana de la selección de Colombia, que por primera vez en la historia consiguió un cupo para un Mundial de Rugby 7 el fin de semana pasado en el Suramericano de Montevideo.
Leidy Soto no era deportista, pero llegó a esta disciplina gracias a la Escuela Popular del Deporte del barrio Castilla, en Medellín. Era 2016, tenía 15 años, uno menos que su hermana. La curiosidad estuvo ahí desde el primer día. Recuerda que una amiga, una vez se terminó el entrenamiento, le contó la historia de la selección femenina de Colombia que se había clasificado a los Juegos Olímpicos de Río ese año. Para Soto eso sonaba lejano, imposible de imaginar, y aún así, desde que escuchó esa historia, en lo único que podía pensar era en llegar algún día a los Olímpicos. Por eso siguió yendo con su hermana a la Escuela del Deporte y nunca faltó a ningún entrenamiento. Se inscribía en todos los torneos que salían, se levantaba temprano a entrenar todos los días y así, poco a poco, se fue metiendo en los procesos de selecciones nacionales.
Su familia no las apoyaba mucho. En la casa de Aura Espinosa y Óscar Soto, sus padres, todos los hijos juegan rugby. Por eso su mamá vivía asustada en esos primeros meses, porque tenía la experiencia de su hijo Alejandro, al que siempre veía llegar a la casa con los ojos morados, las piernas raspadas, las costillas rotas y la cara inflamada. “Mi mamá se preocupaba y nos decía que no nos imaginaba llegando a la casa de esa forma. Nos decía que ese era un juego muy brusco y que las niñas no eran para ese deporte, porque a las niñas no nos debían pegar “, recuerda Leidy Soto.
El tiempo cerró esa brecha, amainó la angustia, y Soto, que se volvió una joven estrella, se entregó de lleno al rugby junto a su her- mana. En 2018, Leidy entró a la selección de Colombia. Dice que ese fue el momento en el que dio el salto definitivo: “Fue un año único, porque jugamos muchísimos torneos: hicimos una gira por Japón, jugamos los Suramericanos, los Centroamericanos, la Copa Valentín Martínez, las eliminatorias y los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires”.
Fue la antesala de la obra, no eran los Olímpicos de verano, el gran sueño, pero sí eran los de la juventud, una experiencia inolvidable, más allá de que en lo deportivo se llevaron una paliza que no esperaban. “Nosotras veníamos de ganar el oro en los Centroamericanos, con las mayores, y de ganar el clasificatorio suramericano a los Olímpicos. No nos imaginábamos que en Buenos Aires íbamos a perder todos los partidos. Fue muy duro, porque nos enfrentamos a equipos mucho más consolidados y nosotras estábamos muy chiquitas. Sobre todo, mentalmente. No supimos sobreponernos a los golpes”.
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Ahí, Leidy Soto entendió la necesidad de buscar rivales afuera, de foguearse internacionalmente para poder subir el nivel: “La experiencia te la da la cancha. Entre más torneos juegues, más nivel vas a tener. Necesitamos buscar rivales afuera para subir la exigencia”. Esa, resalta la capitana de la selección, es la importancia de la clasificación de Colombia al primer Mundial de Rugby 7 en su historia: “Cuando clasificas a algo tan grande, todos empiezan a hablar de ti. Empiezan a preguntarte: ¿qué necesitas? Más que la entrada al Mundial, lo importante es que esta clasificación abra otras puertas”.
Leidy Soto es la líder de un proceso que lleva años cocinándose. El equipo que logró la histórica clasificación es un grupo unido, en el que la mayoría viene de esas escuelas populares en toda Antioquia. La base de la nómina son jugadoras que han pasado por las mismas caídas, carencias y luchas. Llevan años juntas. El Mundial de Sudáfrica, que disputarán el próximo año, es el premio a esa constancia que está dando frutos desde hace años.
En la última década el rugby en Colombia ha crecido a pasos agigantados. Antioquia es el epicentro, pero desde distintas regiones cada día surgen más jugadoras y la competitividad va en aumento. Cuando Leidy Soto empezó, hace poco más de cinco años, soñaba con ser como las jugadoras que clasificaron a Río y en menos de dos años terminó jugando con ellas. Y ahora es la líder del equipo. Reconoce a las que estuvieron antes que ella y las puertas que abrieron. Las admira. Está orgullosa de poder jugar con algunas de ellas, las que todavía no se han retirado.
De los golpes, su familia ya no tiene miedo. Al contrario, se alegran y tratan de seguir todas las competencias en las que participan las hermanas Soto. A veces, en las reuniones de la casa les dicen que las ven jugar: “qué bueno el try que metiste el otro día”, a pesar de que no tienen idea de las reglas y no saben cómo funciona el juego. A Leidy le da risa, pero le agrada sentir así de cerca a su familia. Como a su mamá que, de hecho, ahora es la que más la llama para decirle que no puede contener las lágrimas cuando la ve jugar y cumplir su sueño.
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Y ella, que en la cancha nunca tuvo miedo, afronta los retos con la misma determinación. Tiene un anhelo que espera cumplir pronto: enfrentar a Nueva Zelanda, las campeonas del mundo. Solo enfrentarlas ya será toda una consagración. Eso sí, ampliando el cuadro, llegar a París 2024 sigue siendo la meta. “Para Tokio –dice, frustrada – nos faltó muy poco. La ilusión será hacer un buen Mundial y prepararnos para ir a Francia, tenemos el equipo y el espíritu para lograrlo”.
Leidy Soto y su hermana Juliana jamás sintieron miedo al choque. Cuando empezaron a golpearse en serio, después de haber aprendido las técnicas básicas de contacto del rugby, y de hacer sus primeros tacleos, jamás dudaron de ir a chocar en la cancha.
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“Mi hermana y yo veníamos de vivir en el campo y, después, de crecer en un barrio difícil. Cuando empezamos no nos afectó el miedo de golpearnos, de cierta forma ya estábamos acostumbradas”, dice Leidy, actual capitana de la selección de Colombia, que por primera vez en la historia consiguió un cupo para un Mundial de Rugby 7 el fin de semana pasado en el Suramericano de Montevideo.
Leidy Soto no era deportista, pero llegó a esta disciplina gracias a la Escuela Popular del Deporte del barrio Castilla, en Medellín. Era 2016, tenía 15 años, uno menos que su hermana. La curiosidad estuvo ahí desde el primer día. Recuerda que una amiga, una vez se terminó el entrenamiento, le contó la historia de la selección femenina de Colombia que se había clasificado a los Juegos Olímpicos de Río ese año. Para Soto eso sonaba lejano, imposible de imaginar, y aún así, desde que escuchó esa historia, en lo único que podía pensar era en llegar algún día a los Olímpicos. Por eso siguió yendo con su hermana a la Escuela del Deporte y nunca faltó a ningún entrenamiento. Se inscribía en todos los torneos que salían, se levantaba temprano a entrenar todos los días y así, poco a poco, se fue metiendo en los procesos de selecciones nacionales.
Su familia no las apoyaba mucho. En la casa de Aura Espinosa y Óscar Soto, sus padres, todos los hijos juegan rugby. Por eso su mamá vivía asustada en esos primeros meses, porque tenía la experiencia de su hijo Alejandro, al que siempre veía llegar a la casa con los ojos morados, las piernas raspadas, las costillas rotas y la cara inflamada. “Mi mamá se preocupaba y nos decía que no nos imaginaba llegando a la casa de esa forma. Nos decía que ese era un juego muy brusco y que las niñas no eran para ese deporte, porque a las niñas no nos debían pegar “, recuerda Leidy Soto.
El tiempo cerró esa brecha, amainó la angustia, y Soto, que se volvió una joven estrella, se entregó de lleno al rugby junto a su her- mana. En 2018, Leidy entró a la selección de Colombia. Dice que ese fue el momento en el que dio el salto definitivo: “Fue un año único, porque jugamos muchísimos torneos: hicimos una gira por Japón, jugamos los Suramericanos, los Centroamericanos, la Copa Valentín Martínez, las eliminatorias y los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires”.
Fue la antesala de la obra, no eran los Olímpicos de verano, el gran sueño, pero sí eran los de la juventud, una experiencia inolvidable, más allá de que en lo deportivo se llevaron una paliza que no esperaban. “Nosotras veníamos de ganar el oro en los Centroamericanos, con las mayores, y de ganar el clasificatorio suramericano a los Olímpicos. No nos imaginábamos que en Buenos Aires íbamos a perder todos los partidos. Fue muy duro, porque nos enfrentamos a equipos mucho más consolidados y nosotras estábamos muy chiquitas. Sobre todo, mentalmente. No supimos sobreponernos a los golpes”.
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Ahí, Leidy Soto entendió la necesidad de buscar rivales afuera, de foguearse internacionalmente para poder subir el nivel: “La experiencia te la da la cancha. Entre más torneos juegues, más nivel vas a tener. Necesitamos buscar rivales afuera para subir la exigencia”. Esa, resalta la capitana de la selección, es la importancia de la clasificación de Colombia al primer Mundial de Rugby 7 en su historia: “Cuando clasificas a algo tan grande, todos empiezan a hablar de ti. Empiezan a preguntarte: ¿qué necesitas? Más que la entrada al Mundial, lo importante es que esta clasificación abra otras puertas”.
Leidy Soto es la líder de un proceso que lleva años cocinándose. El equipo que logró la histórica clasificación es un grupo unido, en el que la mayoría viene de esas escuelas populares en toda Antioquia. La base de la nómina son jugadoras que han pasado por las mismas caídas, carencias y luchas. Llevan años juntas. El Mundial de Sudáfrica, que disputarán el próximo año, es el premio a esa constancia que está dando frutos desde hace años.
En la última década el rugby en Colombia ha crecido a pasos agigantados. Antioquia es el epicentro, pero desde distintas regiones cada día surgen más jugadoras y la competitividad va en aumento. Cuando Leidy Soto empezó, hace poco más de cinco años, soñaba con ser como las jugadoras que clasificaron a Río y en menos de dos años terminó jugando con ellas. Y ahora es la líder del equipo. Reconoce a las que estuvieron antes que ella y las puertas que abrieron. Las admira. Está orgullosa de poder jugar con algunas de ellas, las que todavía no se han retirado.
De los golpes, su familia ya no tiene miedo. Al contrario, se alegran y tratan de seguir todas las competencias en las que participan las hermanas Soto. A veces, en las reuniones de la casa les dicen que las ven jugar: “qué bueno el try que metiste el otro día”, a pesar de que no tienen idea de las reglas y no saben cómo funciona el juego. A Leidy le da risa, pero le agrada sentir así de cerca a su familia. Como a su mamá que, de hecho, ahora es la que más la llama para decirle que no puede contener las lágrimas cuando la ve jugar y cumplir su sueño.
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Y ella, que en la cancha nunca tuvo miedo, afronta los retos con la misma determinación. Tiene un anhelo que espera cumplir pronto: enfrentar a Nueva Zelanda, las campeonas del mundo. Solo enfrentarlas ya será toda una consagración. Eso sí, ampliando el cuadro, llegar a París 2024 sigue siendo la meta. “Para Tokio –dice, frustrada – nos faltó muy poco. La ilusión será hacer un buen Mundial y prepararnos para ir a Francia, tenemos el equipo y el espíritu para lograrlo”.