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“Hoy tenemos la triste noticia del fallecimiento (infarto) de Harvey Borrero Calero, campeón nacional, suramericano y centroamericano en 1.500 metros, quien se encontraba visitando a sus hijos en Chicago”.
Con ese escueto mensaje divulgado a través de whatsapp, los amigos del exatleta comunicaron el deceso de Borrero, quien en los VIII Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1959, celebrados en Caracas (Venezuela), con apenas 20 años de edad se destacó como el mejor de la delegación colombiana al ganar los 1.500 metros planos, con tiempo de 4:04 minutos (nueva marca centroamericana), y doblegó al mexicano Alfredo Tinoco (4:05.6) y a Ralph Gómez, de Guayana francesa (4.06)
El mismo Borrero conquistó medalla de plata en los 800 metros (1:58.4), mientras Hernando Ruiz y Germán Lozano consiguieron preseas de bronce en los 3.000 obstáculos (11:45.5. Mal tiempo, pero en ese caso los jueces se equivocaron e hicieron que los atletas corrieran una vuelta más) y la media maratón (1h13:40), respectivamente. Esta campaña le significó al atletismo colombiano ubicarse en el cuarto lugar del tablero general de posiciones en ese evento multideportivo.
En el balance global nuestro país consiguió 6 medallas de oro, 10 de plata y 4 de bronce, para un total de 20 preseas y el quinto lugar en el tablero general. México dominó la clasificación con 53 oros, 37 platas y 42 bronces. Venezuela fue segunda (35-31-34), seguida de Puerto Rico (9-19-8).
En el Suramericano escenificado en Cali, en junio de 1963, Borrero se colgó una medalla de plata en los 5.000 metros, con nueva marca nacional (15:00.5).
El vallecaucano Borrero fue el amo de los 800 y 1.500 metros en Colombia, hasta 1961. En octubre de ese año se celebró el XI Campeonato Nacional de Atletismo, en Manizales, que vio nacer para el atletismo nacional al antioqueño Álvaro Mejía Flórez, quien derrotó a Borrero en ambas distancias.
(Álvaro Mejía, una vida en movimiento)
En ese mismo torneo aparece el velocista caleño Pedro Grajales, el primer atleta colombiano en superar la ronda eliminatoria en los Juegos Olímpicos. En su serie de los 200 metros planos, en Tokio 64, fue tercero con marca de 21.4 segundos, que le permitió acceder a los cuartos de final, ocupando el séptimo lugar entre ocho corredores, insuficiente para llegar a la final, ganada por el estadounidense Henry Carr (20.3). En los 400 metros planos, Grajales fue el único iberoamericano, con 47.2 segundos, en avanzar a la siguiente serie en la quedó eliminado.
De Borrero, recuerda Grajales que era una persona muy jovial y servicial. “Cuando comencé en el atletismo, en 1961 las máximas figuras eran Harvey Borrero, José Gregorio Neira y Álvaro Mejía. Ellos eran los atletas de moda en Colombia, en ese momento”
“Una vez, Borrero me prestó unas zapatillas Puma de color rojo muy bonitas para que yo pudiera competir en un torneo y yo forré las suelas con neumático de carro para no gastarlas y en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Kingston (Jamaica) de 1962, le quité ese forro y se las devolví”, rememora Grajales.
(“La fabulosa historia del atletismo colombiano”, el libro de Ricardo Ávila Palacios)
También recuerda que “él me prestó dinero para comprar unas zapatillas Adidas 9,9 y le pagué en varias cuotas”. Inclusive un día, como era agente de la Policía, prestó una patrulla para que unos atletas pudieran viajar desde Cali a Pereira. No tenía límites en su afán de servir a los demás deportistas.
En 1980 Borrero fue presidente de la Liga de Atletismo del Valle del Cauca y vinculó a Grajales como entrenador. También ejerció como vicepresidente de la Federación Colombiana de Atletismo. Su pasión por este deporte lo impulsó a fundar un club de atletismo que sirvió como semillero que vio nacer a nuevas generaciones del atletismo colombiano.
Hasta sus últimos días formó parte de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de la Policía Nacional. ¡Paz en su tumba!
*Autor del libro La fabulosa historia del atletismo colombiano