Hasta siempre, Andy Murray
El tenista británico, ex número uno del mundo y doble medallista olímpico, le puso fin a su carrera en los Juegos Olímpicos de París 2024.
Valentina Fajardo
Después de 19 años, dos medallas de oro olímpicas, tres Grand Slams, una Copa Davis, una final ATP y cuarenta y seis títulos individuales, Andy Murray colgó su raqueta y cerró un capítulo como uno de los grandes de todos los tiempos. Definido en una era con tres de los mejores hombres que jamás hayan pisado las canchas, quizás a veces se siente como si hubiera estado a la sombra de ellos y cruelmente colocado en una generación de jugadores como ninguna otra.
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Después de 19 años, dos medallas de oro olímpicas, tres Grand Slams, una Copa Davis, una final ATP y cuarenta y seis títulos individuales, Andy Murray colgó su raqueta y cerró un capítulo como uno de los grandes de todos los tiempos. Definido en una era con tres de los mejores hombres que jamás hayan pisado las canchas, quizás a veces se siente como si hubiera estado a la sombra de ellos y cruelmente colocado en una generación de jugadores como ninguna otra.
Si hubiera nacido veinte años antes, es probable que su cuenta de títulos de Grand Slam fuera de dos dígitos. Aunque tal vez nunca hubiera alcanzado el mismo nivel en términos reales, estar cerca de los mejores jugadores de todos los tiempos lo habría empujado a alcanzar niveles aún más altos.
Sin embargo, son los Juegos Olímpicos donde tiene las de ganar ante Rafael Nadal, Roger Federer y Novak Djokovic. Las dos medallas de oro individuales que Murray ganó en Londres 2012 y Rio 2016 son más de las que han conseguido los tres grandes juntos a lo largo de los años, siendo Nadal el único otro jugador del Big 4 que ganó el oro olímpico en individuales.
Londres 2012 y el surgimiento de una estrella
Hace 12 años, en los Juegos Olímpicos de Londres, Andy Murray se proclamó campeón en casa. Una derrota en sets corridos ante Roger Federer en la final del Abierto de Estados Unidos de 2008 fue bastante dura de asimilar. Luego perdería contra el mismo hombre dos veces más, en Melbourne y, la más dolorosa de todas, en el sagrado césped de la Cancha Central.
Novak Djokovic también le llevaba ventaja en Australia. Sí, podía competir con sus tres grandes rivales, pero lo más importante fue que no había sido capaz de vencerlos cuando más importaba. Pero, respaldado por una multitud que se hacía oír, tuvo la oportunidad de cambiar eso en Londres.
Tras vencer a Stan Wawrinka, Jarkko Nieminen y Nicolás Almagro en las tres primeras rondas, Murray se acomodó bien en el cuadro. El único hombre que parecía que iba a interponerse en su camino era Nole, segundo cabeza de serie. Puede que Djokovic no fuera en ese entonces lo que llegó a ser, pero era un campeón de Wimbledon y para vencerlo, el británico necesitaba mostrar su mejor nivel. Andy no mostró señales de nervios y ofreció una actuación magistral para vencer al serbio.
Esa victoria le valió la oportunidad de ganar el oro apenas unas semanas después de perder contra Roger Federer en una desgarradora final de Wimbledon. En los Juegos Olímpicos, pisó la misma cancha, esta vez no de blanco sino usando los colores de Gran Bretaña, y vengó esa derrota, perdiendo solo siete juegos en una exhibición dominante que seguramente debe estar entre las mejores de su carrera.
También este fue un punto de inflexión en la carrera del tres veces campeón de Grand Slam. Muchos dirían que preparó el terreno para los siguientes doce meses, cuando ganaría sus primeros dos Grand Slams y alcanzaría otra final del Abierto de Australia. El club del Big 3, le dio la bienvenida a un nuevo miembro.
La revalidación en Río 2016
Cuando llegó Brasil, el ambiente era completamente diferente. El entonces número dos del mundo llegó a la eliminatoria como el favorito para defender su título, una posición que se fortaleció cuando Djokovic se cayó en su primer partido. Fue parte de una de las mejores temporadas de su carrera, en la que levantó nueve títulos, alcanzó doce finales en los últimos trece eventos, terminó con una racha de veinticuatro partidos ganados y terminó el año como número uno del mundo.
Victor Trocki y Juan Mónaco, con el mayor respeto, nunca iban a causarle demasiados problemas. Lo mismo habría pensado que sería el caso de Fabio Fognini y Steve Johnson, pero Murray tuvo que esforzarse al máximo y se deshizo tanto del italiano como del estadounidense en tres sets.
Kei Nishikori, un rival incómodo para Murray a lo largo de su carrera (que lo derrotaría apenas un mes después en el US Open) se interpuso en su camino para conseguir un lugar en la final. Murray ganó con facilidad por 6-1, 6-4.
Un clásico de todos los tiempos con el talentoso, pero lesionado Juan Martín del Potro le permitió a Great British Tennis ganar una segunda medalla de oro en la misma cantidad de partidos. Murray se convirtió en el primer hombre en ganar dos medallas de oro olímpicas en una cancha individual.
Cuando el escenario se tornó gris
Sin embargo, después de las hazañas de 2016, los tiempos habían cambiado considerablemente para Andy Murray. Una temporada 2017 plagada de molestias hizo que Murray intentara perseverar la temporada siguiente, jugando torneos como Eastbourne, Washington y el US Open. La incapacidad de recuperarse lo obligó a someterse a una prótesis de cadera con metal.
Desde entonces, el camino fue un tanto accidentado. Según admite él mismo, no ha ido exactamente como él había planeado, pero ha habido momentos brillantes.
El último baile en París 2024
Este jueves, acompañado de su compañero y amigo Daniel Evans, que no podía evitar las lágrimas de emoción, aplaudido por sus rivales, los estadounidenses Taylor Fritz y Tommy Paul, y ovacionado por el público en Rolan Garros, Andy Murray puso fin a su carrera como jugador, derrotado en los cuartos de final de dobles de los Juegos Olímpicos de París 2024.
Si bien ya hace meses se sabía que este sería la última participación de Murray como tenista profesional, nunca se está de todo listo para decir adiós. El hombre de Dunblane ya no podía competir al más alto nivel, su cuerpo simplemente no se lo permitía.
Además de una despedida, este texto se trata de celebrar la carrera de un hombre que ha luchado contra lo impensable para llegar a esta etapa. Muchos otros se habrían dado por vencidos mucho antes, pero él siguió luchando para conseguir ese momento que valiera la pena. Si eso ha llegado o no, solo él podría decirlo personalmente. Sin embargo, una cosa es segura: no puede arrepentirse de su esfuerzo.
Andy Murray será recordado como el jugador y el hombre que es, y de lo mucho que se le va a extrañar.
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