Jackie Robinson, el jugador que acabó con la segregación racial en las Grandes Ligas
Este jueves se cumplen 100 años del natalicio de un beisbolista que rompió la barrera del racismo en la MLB.
Jesús Miguel De La Hoz
Pudo ser un hombre cualquiera, otro más de los miles que alzaron su voz en contra de la segregación racial o simplemente uno conforme con lo que la vida le tenía preparado. Pero no fue así, Jackie Robinson siempre estuvo un paso por delante: inconforme, rebelde, decidido. Nunca se dejó pisotear por nadie por su color de piel en una época en la que Estados Unidos se hundía moralmente por el racismo, en un tiempo en el que Ku Klux Klan hacía parte de la política de ese país. A pesar de esta realidad, Robinson logró destacarse: el deporte fue su escape de la realidad. Gracias a su forma de ser competitiva, a la velocidad que siempre lo caracterizó y a su fuerza acabó con la barrera racial en el béisbol norteamericano y se ganó un lugar en la historia.
Jackie Roosevelt Robinson nació en el Cairo, un pueblo ubicado en el condado de Grady, en Georgia. Cerca al límite del Estado de la Florida. Un sector inundado por el racismo a comienzos de la década de los años 20. Su segundo nombre lo adoptó del expresidente Theodore Roosevelt, quien falleció 25 días después de su nacimiento. Robinson fue el menor de cinco hijos que tuvieron Mallie McGriff y Jerry Robinson.
El deporte siempre estuvo en su sangre, era su pasión. Practicó béisbol, fútbol americano, baloncesto y atletismo. Siguió los pasos de su hermano, Matthew, quien fue medalla de plata en los 200 metros planos en los Juegos Olímpicos de Berlín. Finalizó justo detrás de Jesse Owens. Él era su modelo a seguir, su ídolo. Quería ser como su hermano, por tal razón dejaba el alma en cada actividad que realizaba. Nada lo hacía a medias y gracias a eso llegó a destacarse rápidamente. Fue nombrado el Jugador Más Valioso de béisbol en California en 1938. Ese año en el John Muir High School and Pasadena Junior College.
Sus atributos eran notables, pero no abrían los ojos de nadie. Pocos estaban enterados de la capacidad física de Robinson. Continuó su educación en la Universidad de California, en Los Ángeles. Pero a pesar de ser un atleta de buen rendimiento, tuvo que dejar sus estudios debido a falta de recursos económicos. Se trasteó a Hawaii, donde llegó a jugar fútbol americano semi profesional con los Osos de Honolulú. No obstante, su primera temporada se vio cortada cuando Estados Unidos decidió entrar en la Segunda Guerra Mundial.
Desde 1942 hasta 1944 sirvió al Ejercito americano. Llegó a ser subteniente. Sin embargo, nunca estuvo en combate. En este conflicto tuvo su primera confrontación por hacer respetar sus derechos. En un día de entrenamiento, le ordenaron sentarse en la parte de atrás del autobús. Robinson hizo caso omiso, razón por la que fue arrestado y llevado a una corte marcial, donde fue absuelto de los cargos y recibió una baja honorable. Su coraje y su objeción moral a la segregación fueron precursores del impacto que Robinson tendría en el béisbol de las Grandes Ligas.
Tras su salida del ejército en 1944, jugó béisbol profesional. En ese momento, el deporte estaba segregado, y los afroamericanos y los blancos competían en ligas diferentes. Por lo que llegó a las Ligas Negras, pero su calidad deportiva y la intensidad en su forma de jugar abrieron los ojos de Branch Rickey, vicepresidente de los Dodgers de Brooklyn. Él fue quien lo eligió para hacer parte de su equipo. Rickey ayudó a romper el molde y logró que Jackie Robinson se uniera a los Reales de Montreal, un equipo que era sucursal de los Dodgers, en 1946.
Branch Rickey sabía la olla que había destapado. No obstante, era consciente de que, si quería mejorar su equipo, necesitaba de la calidad que en ese tiempo mostraban en las Ligas Negras hombres como Roy Campanella, Josh Gibson, Larry Doby, James Thomas Bell, Monte Irvin, Don Newcombe entre otros. Los dirigentes del béisbol profesional (MLB) sabían de la calidad que se movía en esa liga, pero hacían caso omiso debido a la barrera racial. Venían tiempos difíciles tanto para los Dodgers, para Rickey y para Robinson. A pesar de todo esto, el vicepresidente del equipo de Brooklyn fue claro con Jackie: “Ante los insultos debe permanecer en silencio. No debe luchar, porque lo primero que sacarán los diarios será su reacción y dirán que un hombre de color no está en condiciones de jugar en la MLB”.
Y como lo predijo Branch Rickey, se dio. Desde que Robinson debutó en Grandes Ligas el 15 de abril de 1947, su tesón fue puesto a prueba. Tuvo que soportar la humillación y oposición de compañeros, rivales, fanáticos e incluso de umpires. Nadie lo quería. Lo veían como un ser inferior que no tenía derecho de estar ahí. Insultos llovían desde las tribunas, desde los dugouts y a pesar de que la rabia se lo carcomía por dentro, Jackie Robinson nunca respondió. No importaba si era una jugada mal señalada o palabras soeces en contra de su figura. La única manera en la que Robinson podía responder era con el bate, con sus piernas, con el guante. Así fue que logró superar estas adversidades. Finalizó su primera temporada con un promedio al bate de .297, con 12 cuadrangulares, 48 carreras impulsadas, 127 carreras anotadas y 29 bases robadas, para quedarse con el premio al novato del año.
Dos años más tarde, el número 42 impondría sus mejores marcas en promedio al bate (.342), carreras impulsadas (124) y bases robadas (37) para consagrarse como el Jugador Más Valioso (MVP) de la Liga y en 1955 llevó a los Dodgers a ganar la Serie Mundial. Pero más allá del juego, Robinson también se convirtió en un líder para los atletas afroamericanos, los derechos civiles y otras causas sociales y políticas. En julio de 1949, testificó sobre la discriminación ante el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes. En 1952, llamó públicamente a los Yankees como una organización racista por no haber roto la barrera de color.
Después de retirarse del béisbol, Robinson continuó su trabajo como activista para el cambio social. Trabajó como ejecutivo de la compañía de café y cadena de restaurantes Chock Full O 'Nuts y ayudó a establecer el Freedom National Bank. Sirvió en la junta directiva de la NAACP hasta 1967 y fue el primer afroamericano en ingresar al Salón de la Fama del Béisbol en 1962. Falleció en 1972 por un problema de diabetes. Ese año los Dodgers retiraron el número 42 de su uniforme y desde 1997 lo hizo la MLB. El último jugador en portar este dorsal fue Mariano Rivera, quien se retiró en 2013 como beisbolista profesional.
Desde 2009 las Grandes Ligas le hacen un homenaje a Jackie Robinson, cada 15 de abril. Ese día todos los jugadores de las mayores portan el 42 en su espalda. Un reconocimiento para un jugador que acabó con la barrera del racismo en las Grandes Ligas y aportó su granito de arena para ayudar a establecer la ley de Derechos Civiles en Estados Unidos. "No queremos nada especial. Solo pretendemos que nos permitan vivir como ustedes, como nuestra Constitución lo demanda".
jdelahoz@elespectador.com
Pudo ser un hombre cualquiera, otro más de los miles que alzaron su voz en contra de la segregación racial o simplemente uno conforme con lo que la vida le tenía preparado. Pero no fue así, Jackie Robinson siempre estuvo un paso por delante: inconforme, rebelde, decidido. Nunca se dejó pisotear por nadie por su color de piel en una época en la que Estados Unidos se hundía moralmente por el racismo, en un tiempo en el que Ku Klux Klan hacía parte de la política de ese país. A pesar de esta realidad, Robinson logró destacarse: el deporte fue su escape de la realidad. Gracias a su forma de ser competitiva, a la velocidad que siempre lo caracterizó y a su fuerza acabó con la barrera racial en el béisbol norteamericano y se ganó un lugar en la historia.
Jackie Roosevelt Robinson nació en el Cairo, un pueblo ubicado en el condado de Grady, en Georgia. Cerca al límite del Estado de la Florida. Un sector inundado por el racismo a comienzos de la década de los años 20. Su segundo nombre lo adoptó del expresidente Theodore Roosevelt, quien falleció 25 días después de su nacimiento. Robinson fue el menor de cinco hijos que tuvieron Mallie McGriff y Jerry Robinson.
El deporte siempre estuvo en su sangre, era su pasión. Practicó béisbol, fútbol americano, baloncesto y atletismo. Siguió los pasos de su hermano, Matthew, quien fue medalla de plata en los 200 metros planos en los Juegos Olímpicos de Berlín. Finalizó justo detrás de Jesse Owens. Él era su modelo a seguir, su ídolo. Quería ser como su hermano, por tal razón dejaba el alma en cada actividad que realizaba. Nada lo hacía a medias y gracias a eso llegó a destacarse rápidamente. Fue nombrado el Jugador Más Valioso de béisbol en California en 1938. Ese año en el John Muir High School and Pasadena Junior College.
Sus atributos eran notables, pero no abrían los ojos de nadie. Pocos estaban enterados de la capacidad física de Robinson. Continuó su educación en la Universidad de California, en Los Ángeles. Pero a pesar de ser un atleta de buen rendimiento, tuvo que dejar sus estudios debido a falta de recursos económicos. Se trasteó a Hawaii, donde llegó a jugar fútbol americano semi profesional con los Osos de Honolulú. No obstante, su primera temporada se vio cortada cuando Estados Unidos decidió entrar en la Segunda Guerra Mundial.
Desde 1942 hasta 1944 sirvió al Ejercito americano. Llegó a ser subteniente. Sin embargo, nunca estuvo en combate. En este conflicto tuvo su primera confrontación por hacer respetar sus derechos. En un día de entrenamiento, le ordenaron sentarse en la parte de atrás del autobús. Robinson hizo caso omiso, razón por la que fue arrestado y llevado a una corte marcial, donde fue absuelto de los cargos y recibió una baja honorable. Su coraje y su objeción moral a la segregación fueron precursores del impacto que Robinson tendría en el béisbol de las Grandes Ligas.
Tras su salida del ejército en 1944, jugó béisbol profesional. En ese momento, el deporte estaba segregado, y los afroamericanos y los blancos competían en ligas diferentes. Por lo que llegó a las Ligas Negras, pero su calidad deportiva y la intensidad en su forma de jugar abrieron los ojos de Branch Rickey, vicepresidente de los Dodgers de Brooklyn. Él fue quien lo eligió para hacer parte de su equipo. Rickey ayudó a romper el molde y logró que Jackie Robinson se uniera a los Reales de Montreal, un equipo que era sucursal de los Dodgers, en 1946.
Branch Rickey sabía la olla que había destapado. No obstante, era consciente de que, si quería mejorar su equipo, necesitaba de la calidad que en ese tiempo mostraban en las Ligas Negras hombres como Roy Campanella, Josh Gibson, Larry Doby, James Thomas Bell, Monte Irvin, Don Newcombe entre otros. Los dirigentes del béisbol profesional (MLB) sabían de la calidad que se movía en esa liga, pero hacían caso omiso debido a la barrera racial. Venían tiempos difíciles tanto para los Dodgers, para Rickey y para Robinson. A pesar de todo esto, el vicepresidente del equipo de Brooklyn fue claro con Jackie: “Ante los insultos debe permanecer en silencio. No debe luchar, porque lo primero que sacarán los diarios será su reacción y dirán que un hombre de color no está en condiciones de jugar en la MLB”.
Y como lo predijo Branch Rickey, se dio. Desde que Robinson debutó en Grandes Ligas el 15 de abril de 1947, su tesón fue puesto a prueba. Tuvo que soportar la humillación y oposición de compañeros, rivales, fanáticos e incluso de umpires. Nadie lo quería. Lo veían como un ser inferior que no tenía derecho de estar ahí. Insultos llovían desde las tribunas, desde los dugouts y a pesar de que la rabia se lo carcomía por dentro, Jackie Robinson nunca respondió. No importaba si era una jugada mal señalada o palabras soeces en contra de su figura. La única manera en la que Robinson podía responder era con el bate, con sus piernas, con el guante. Así fue que logró superar estas adversidades. Finalizó su primera temporada con un promedio al bate de .297, con 12 cuadrangulares, 48 carreras impulsadas, 127 carreras anotadas y 29 bases robadas, para quedarse con el premio al novato del año.
Dos años más tarde, el número 42 impondría sus mejores marcas en promedio al bate (.342), carreras impulsadas (124) y bases robadas (37) para consagrarse como el Jugador Más Valioso (MVP) de la Liga y en 1955 llevó a los Dodgers a ganar la Serie Mundial. Pero más allá del juego, Robinson también se convirtió en un líder para los atletas afroamericanos, los derechos civiles y otras causas sociales y políticas. En julio de 1949, testificó sobre la discriminación ante el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes. En 1952, llamó públicamente a los Yankees como una organización racista por no haber roto la barrera de color.
Después de retirarse del béisbol, Robinson continuó su trabajo como activista para el cambio social. Trabajó como ejecutivo de la compañía de café y cadena de restaurantes Chock Full O 'Nuts y ayudó a establecer el Freedom National Bank. Sirvió en la junta directiva de la NAACP hasta 1967 y fue el primer afroamericano en ingresar al Salón de la Fama del Béisbol en 1962. Falleció en 1972 por un problema de diabetes. Ese año los Dodgers retiraron el número 42 de su uniforme y desde 1997 lo hizo la MLB. El último jugador en portar este dorsal fue Mariano Rivera, quien se retiró en 2013 como beisbolista profesional.
Desde 2009 las Grandes Ligas le hacen un homenaje a Jackie Robinson, cada 15 de abril. Ese día todos los jugadores de las mayores portan el 42 en su espalda. Un reconocimiento para un jugador que acabó con la barrera del racismo en las Grandes Ligas y aportó su granito de arena para ayudar a establecer la ley de Derechos Civiles en Estados Unidos. "No queremos nada especial. Solo pretendemos que nos permitan vivir como ustedes, como nuestra Constitución lo demanda".
jdelahoz@elespectador.com