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Jaime Echenique logró la gesta, hizo historia y debutó en la NBA. Él sabía que iba a lograrlo. Y así lo decía desde hace meses, pues consideraba que no había otro camino. No tenía otra estrategía: “A veces muchos tenemos un plan a y un plan b. Y como creemos que el a no va a salir, nos enfocamos en el b. Por eso, yo solo pienso en el a, no me importan las demás opciones”, dijo hace unos meses Echenique en la rueda de prensa en la que se anunció que el barranquillero jugaría con los Washington Wizards la pretemporada de la liga norteamericana.
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El tiempo pasó y parecía que el sueño a Echenique se le esfumaba cuando los Wizards, cerrando octubre, decidieron no tenerlo en cuenta para la nueva temporada.
Pero Jaime, que sabe de golpes y caídas, no renunció al anhelo y aceptó bajar al segundo equipo de la franquicia, los Capital City Go-Go de la G-League, una especie de segunda división en el baloncesto norteamericano. Fue un golpe, y duro, pero el barranquillero estaba seguro del camino. Veía el trazo de lejos, la gran pintura detrás del cuadro.
Ya, en 2020, había sentido un varapalo parecido cuando, después de brillar en el baloncesto universitario de los Estados Unidos, no fue tenido en cuenta en el draft de la NBA y tuvo que irse a jugar a España. Ahí llegó la depresión. Y después las lesiones y la pandemia. Confesó que se hundió. Una bajada que no esperaba, pero que le enseñó a dominarse, a centrar su cabeza y a empezar a trabajar más duro para conseguir el sueño.
Y no era fácil. Colombia llevaba años buscando poner una de sus estrellas en la liga norteamericana. El baloncesto nacional, en franco ascenso durante los últimos años, ya había estado cerca de llegar al olímpo del baloncesto con Brian Angola, que jugó una liga de verano con los Orlando Magic. El llanero no contó con suerte y las lesiones le lastraron sus posibilidades de contar con buenos minutos.
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No obstante, en los años noventa, un colombiano ya había rozado la gloria, pero también se había quedado con el pan en las puertas del horno. Fue el caso del bolivarense Álvaro Teherán, que pasó por la Universidad Bautista de Houston y en 1991 fue escogido en el draft por los Sixers de Philadelphia. Teherán alcanzó a jugar la pretemporada ese año y disputó cinco encuentros, pero, tal y como le pasó a Echenique, antes de empezar la temporada desde el equipo lo llamaron para notificarle que no sería tenido en cuenta. Y de ahí, el histórico basquetbolista colombiano sacó fuerzas de donde ya no quedaban y se fue a jugar a España, dejando aplazado un sueño que jamás llegaría a cumplir.
Esas eran las banderas y la posta que recogió Echenique. Una historia de frustraciones y sueños a medias, que el baloncestista pudo recompensar, tal vez, con una una de las mayores alegrías de su vida. Una reivindicación para historia de la pelota naranja en Colombia.
30 de diciembre de 2021, una fecha que quedará grabada en la historia del baloncesto colombiano. ¿Cuántos vendrán detrás de esta leyenda? ¿Cuántos serán impulsados por el ejemplo del barranquillero, que jamás se rindió a pesar de las circunstancias?
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El tiempo se encargará de decantar las cosas. De hecho, Echenique hasta ahora empieza su camino. A corto plazo, al colombiano le quedan nueve días de contrato con los Wizards, que lo llamaron a último momento el jueves por los múltiples casos de COVID-19 en su plantilla. Corto tiempo para una gesta de un tamaño inimaginable. A futuro, ¿quién sabe? Seguro Jaime, que siempre lo tiene todo claro en su cabeza.
Por ahora, Jaime Echenique, el primer colombiano en jugar en la NBA, ya puede narrar una de las muchas historias que tendrá por contar.