John Lennon, drones y el inevitable Covid en la inauguración de Tokio 2021
Emocionante pero extraña fue la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. Crónica desde las tribunas vacías del Estadio Nacional de la capital japonesa.
María José Medellín Cano - Desde Tokio
Que esta sea la única vez que un estadio con aforo para 68 mil personas esté vacío durante un evento de la talla de la ceremonia de inauguración de unos Juegos Olímpicos.
Que esta sea la primera y última vez que un evento de esta envergadura se quede sin los aplausos y la emoción de los espectadores. Porque la sensación ante un escenario así de grande, no es otra que la de extrañeza. Casi de incomodidad, pues es evidente que algo hace falta, que algo está fuera de lugar. Y que ese algo es importante.
Desde las graderías altas del estadio, apenas unos mil espectadores y otros miles periodistas y fotógrafos estuvieron presentes en el momento histórico de la inauguración de los Olímpicos de Tokio 2020 porque, aun aplazados un año, así se refieren a las justas en la capital japonesa.
La ceremonia arrancó con unos aplausos tímidos de algunos reporteros que se animaron a bajar sus cámaras por unos segundos para, de alguna manera, darle inicio a los juegos desde las pocas graderías ocupadas.
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Que la ceremonia fuera diferente, con público y el desfile completo de los deportistas resultó imposible para el gobierno nipón que, a tan solo unos días de iniciar el evento, ordenó que Tokio entrara de nuevo en estado de emergencia por cuenta del aumento de los casos de Covid-19.
En medio de esa situación crítica en la capital, la inauguración se llevó a cabo sin hacer una sola referencia literal al motivo por el cual el estadio estaba vacío y por qué los pocos presentes en semejante estadio llevaban puesto un tapabocas.
Durante toda la primera parte de la ceremonia, poco se escuchó decir COVID-19 o Coronavirus, quizás porque el daño que han causado está tan enquistado en las personas que no hace falta nombrarlo para entender perfectamente la letalidad de lo que se está hablando. A propósito o no, la organización de los Olímpicos de Tokio 2020 evitó nombrar “al mal” y optó por referirse a él de una manera simbólica. Lo hizo a través de los deportes y atletas que, como el resto del mundo, vivieron el aislamiento, la incertidumbre y hasta la tristeza sin importar la nacionalidad.
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“El deporte es universal. Es un tesoro invaluable que creemos que tiene el poder de unir al mundo a través de la emoción, incluso si estamos separados, hablamos diferentes idiomas o venimos de diferentes culturas. En la ceremonia aspiraremos a reafirmar el papel del deporte y el valor de los Juegos Olímpicos, a expresar nuestro agradecimiento y admiración por los esfuerzos que todos hicimos juntos durante el año pasado, y también a traer un sentido de esperanza para el futuro. Esperamos que sea una experiencia que transmita cómo todos tenemos la capacidad de celebrar las diferencias, sentir empatía y vivir uno al lado del otro con compasión por los demás”, explicó la organización.
El hecho de ignorar el nombre propio del causante de la pandemia no fue el único simbolismo durante la ceremonia de inauguración. Por el contrario, cada detalle fue meticulosamente preparado por los creativos, quienes inclusive eligieron una a una la madera para los anillos Olímpicos.
Su diseño estuvo inspirado en la artesanía tradicional japonesa del yosegi-zaiku (parquet) y utilizó madera extraída de árboles que fueron sembrados con semillas que trajeron los atletas que participaron de los primero Juegos Olímpicos de Tokio, en 1964.
Otro elemento simbólico estuvo en la elección de las personas que llevaron la bandera olímpica hasta el asta. En palabras de los organizadores, este honor simbólico lo recibieron atletas que han dedicado parte de su tiempo como voluntarios desde que arrancó la pandemia el año pasado.
Y, además de ellos, el privilegio de llevar esta bandera también lo recibieron ciudadanos de todo el mundo que durante el último año se dedicaron a ser trabajadores esenciales.
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Símbolo tras símbolo, hasta en la música con la presentación de una de las mejores piarías de jazz del mundo, Hiromi Uehara; o con la elección de la canción Imagine de John Lennon y Yoko Ono, uno de los momentos más emotivos de la noche que estuvo acompañado de una espectacular coreografía de drones.
Todo eso sucedió en un estadio vacío que, quizás, será por siempre un símbolo más de estas Olimpiadas y un recordatorio de los estragos de una pandemia cuyo causante no resultó necesario nombrar, pero su presencia fue inevitable en las casi 68 mi sillas vacías del Estadio Olímpico de Tokyo.
Que esta sea la única vez que un estadio con aforo para 68 mil personas esté vacío durante un evento de la talla de la ceremonia de inauguración de unos Juegos Olímpicos.
Que esta sea la primera y última vez que un evento de esta envergadura se quede sin los aplausos y la emoción de los espectadores. Porque la sensación ante un escenario así de grande, no es otra que la de extrañeza. Casi de incomodidad, pues es evidente que algo hace falta, que algo está fuera de lugar. Y que ese algo es importante.
Desde las graderías altas del estadio, apenas unos mil espectadores y otros miles periodistas y fotógrafos estuvieron presentes en el momento histórico de la inauguración de los Olímpicos de Tokio 2020 porque, aun aplazados un año, así se refieren a las justas en la capital japonesa.
La ceremonia arrancó con unos aplausos tímidos de algunos reporteros que se animaron a bajar sus cámaras por unos segundos para, de alguna manera, darle inicio a los juegos desde las pocas graderías ocupadas.
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Que la ceremonia fuera diferente, con público y el desfile completo de los deportistas resultó imposible para el gobierno nipón que, a tan solo unos días de iniciar el evento, ordenó que Tokio entrara de nuevo en estado de emergencia por cuenta del aumento de los casos de Covid-19.
En medio de esa situación crítica en la capital, la inauguración se llevó a cabo sin hacer una sola referencia literal al motivo por el cual el estadio estaba vacío y por qué los pocos presentes en semejante estadio llevaban puesto un tapabocas.
Durante toda la primera parte de la ceremonia, poco se escuchó decir COVID-19 o Coronavirus, quizás porque el daño que han causado está tan enquistado en las personas que no hace falta nombrarlo para entender perfectamente la letalidad de lo que se está hablando. A propósito o no, la organización de los Olímpicos de Tokio 2020 evitó nombrar “al mal” y optó por referirse a él de una manera simbólica. Lo hizo a través de los deportes y atletas que, como el resto del mundo, vivieron el aislamiento, la incertidumbre y hasta la tristeza sin importar la nacionalidad.
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“El deporte es universal. Es un tesoro invaluable que creemos que tiene el poder de unir al mundo a través de la emoción, incluso si estamos separados, hablamos diferentes idiomas o venimos de diferentes culturas. En la ceremonia aspiraremos a reafirmar el papel del deporte y el valor de los Juegos Olímpicos, a expresar nuestro agradecimiento y admiración por los esfuerzos que todos hicimos juntos durante el año pasado, y también a traer un sentido de esperanza para el futuro. Esperamos que sea una experiencia que transmita cómo todos tenemos la capacidad de celebrar las diferencias, sentir empatía y vivir uno al lado del otro con compasión por los demás”, explicó la organización.
El hecho de ignorar el nombre propio del causante de la pandemia no fue el único simbolismo durante la ceremonia de inauguración. Por el contrario, cada detalle fue meticulosamente preparado por los creativos, quienes inclusive eligieron una a una la madera para los anillos Olímpicos.
Su diseño estuvo inspirado en la artesanía tradicional japonesa del yosegi-zaiku (parquet) y utilizó madera extraída de árboles que fueron sembrados con semillas que trajeron los atletas que participaron de los primero Juegos Olímpicos de Tokio, en 1964.
Otro elemento simbólico estuvo en la elección de las personas que llevaron la bandera olímpica hasta el asta. En palabras de los organizadores, este honor simbólico lo recibieron atletas que han dedicado parte de su tiempo como voluntarios desde que arrancó la pandemia el año pasado.
Y, además de ellos, el privilegio de llevar esta bandera también lo recibieron ciudadanos de todo el mundo que durante el último año se dedicaron a ser trabajadores esenciales.
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Símbolo tras símbolo, hasta en la música con la presentación de una de las mejores piarías de jazz del mundo, Hiromi Uehara; o con la elección de la canción Imagine de John Lennon y Yoko Ono, uno de los momentos más emotivos de la noche que estuvo acompañado de una espectacular coreografía de drones.
Todo eso sucedió en un estadio vacío que, quizás, será por siempre un símbolo más de estas Olimpiadas y un recordatorio de los estragos de una pandemia cuyo causante no resultó necesario nombrar, pero su presencia fue inevitable en las casi 68 mi sillas vacías del Estadio Olímpico de Tokyo.