Juan Manuel Fangio y el secuestro más amable de la historia
Han pasado 64 años desde aquella noche en la que los rebeldes del Movimiento 26 de Julio secuestraron a Juan Manuel Fangio en Cuba.
Valentina Fajardo
Han pasado 64 años desde aquella noche del 23 de febrero de 1958 en la que los rebeldes del Movimiento 26 de Julio secuestraron a Juan Manuel Fangio. El piloto argentino acababa de establecerse como el pentacampeón del campeonato mundial de la Fórmula 1 y estaba en lo más alto de este deporte. El chueco había llegado a La Habana tras ser invitado a la segunda edición del Gran Premio de Cuba sin saber que el M-26-7 lo tomaría como rehén.
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Durante los años 50, el dictador cubano Fulgencio Batista vio la F1 como un negocio y decidió crear el Gran Premio de Cuba. Sin ser parte del mundial de Fórmula 1, este estaba diseñado con fines netamente propagandísticos favoreciendo su dictadura. Tal como lo hizo Adolf Hitler con los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, Batista quería vender a Cuba como un paraíso a pesar de que el mundo sabía que el país estaba dividido en dos.
El 25 de febrero de 1957 se corrió la primera edición del Gran Premio de Cuba y resultó siendo un éxito total. Estratégicamente, Batista invitó a Juan Manuel Fangio, no solo una celebridad de la F1 sino también un referente latinoamericano. Como era de esperarse, Fangio ganó la carrera corrida por las calles de La Habana en su Maserati, tal como lo había planeado el dictador. Al día siguiente en todas las portadas de los periódicos estaba la imagen de Batista entregando la copa al piloto.
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Para 1958, la impopularidad de Fulgencio Batista venía creciendo y necesitaba del Segundo Gran Premio de Cuba para mejorar su imagen. Para esta edición de GP invitó a pilotos de la talla de Stirling Moss, Masten Gregory, Harry Schell y, por supuesto, a Juan Manuel Fangio. Sin embargo, con lo que Batista no contaba era que el Movimiento 26 de Julio terminaría robándole no solamente la propaganda, sino también al icono.
Para esa época, un joven Fidel Castro era el líder del M-26-7, que tenía como principal objetivo luchar contra el régimen de Batista. El Gran Premio de Cuba era la oportunidad perfecta para denunciar y hacer visible a los ojos del mundo la realidad de cubana. El propósito era demostrar que el dictador era incapaz de garantizar la seguridad en un evento de la magnitud de un GP de Fórmula 1. El secuestro de Fangio era para evitar la carrera y sabotear el intento propagandístico de Batista.
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Faltaban cinco minutos para las nueve de la noche cuando Manuel Uziel apareció en el lobby del Hotel Lincoln. Apuntó un arma al piloto, le pidió cordialmente que lo acompañara y sin pensarlo dos veces Fangio fue tras él. Una vez afuera del hotel, se montaron en un auto y El Chueco les dijo que si era una buena causa estaba disputo a hacer lo que le pidieran. Más de una vez le repitieron que el secuestro no era nada personal. No planeaban hacerle ningún daño, todo lo que querían era opacar la imagen de Batista.
No hubo golpes, no hubo torturas, sino más bien una oleada de disculpas. Después de haber manejado por un tiempo por La Habana, llegaron al barrio El Vedado, en el centro de la ciudad. En una casa, le tenían la cena preparada y una cómoda cama para pasar su única noche de cautiverio. Fangio nunca se opuso ante su secuestro, pero la única condición que le pusieron los rebeldes era que no podía salir hasta una vez acabada la carrera.
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El sábado previo a la carrera, Fangio había clasificado en la primera posición con el fin de defender el título con su Maserati 450. Debido a su secuestro, el piloto francés Maurice Trintignant, también del equipo Maserati, tomó el lugar de Fangio y la segunda edición del Gran Premio de Cuba estaba por empezar. Las primeras cinco vueltas transcurrieron con normalidad, pero en la sexta el Ferrari del cubano Alberto García Fuentes chocó contra una de las tribunas obligando a terminar la carrera. Tras solo seis vueltas la victoria le fue concedida a Stirling Moss.
El Grand Prix de Cuba edición 1958 fue un fracaso total para Batista. Por si el secuestro de Fangio no fuese suficiente, el accidente de García Fuentes dejó a seis espectadores muertos y un total de 40 heridos. Lo que pocos cuentan es que los encargados de la carrera se negaban a sacar la bandera roja para acabar con la carrera a pesar de que varios pilotos se detuvieron para ayudar a la multitud.
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El plan de Castro había salido a la perfección, no solamente se canceló la carrera, sino también las causas de su movimiento hicieron eco por todo el mundo. Había llegado el momento de su liberación, que resultó siendo más complejo que secuestrarlo. No lo podían entregar ante las autoridades cubanas, ya que en caso de que algo le pasara culparían a los rebeldes. Fangio salió con el plan ideal: el piloto sería entregado en la embajada argentina cuyo titular era Raúl Lynch Guevara, primo del Che Guevara. Tras 30 horas de un cómodo secuestro, Juan Manuel Fangio volvía a estar sano y salvo.
Fangio nunca guardó rencor hacia sus secuestradores: terminaron en muy buenos términos e incluso entablaron grandes amistades. Fue en 1981, 23 años después de su secuestro, que aceptó la invitación de Faustino Pérez y Arnol Rodríguez para visitar la isla. Una vez en La Habana, Fangio conoció a Fidel Castro, quien lo recibió con honores y una vez más le pidió disculpas por el suceso ocurrido en 1958. Para gran parte de los seguidores del régimen castrista, El Chueco fue una pieza clave para la revolución. A la fecha el Hotel Lincoln sigue en pie y la habitación 810 está dedicada al piloto argentino.
Han pasado 64 años desde aquella noche del 23 de febrero de 1958 en la que los rebeldes del Movimiento 26 de Julio secuestraron a Juan Manuel Fangio. El piloto argentino acababa de establecerse como el pentacampeón del campeonato mundial de la Fórmula 1 y estaba en lo más alto de este deporte. El chueco había llegado a La Habana tras ser invitado a la segunda edición del Gran Premio de Cuba sin saber que el M-26-7 lo tomaría como rehén.
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Durante los años 50, el dictador cubano Fulgencio Batista vio la F1 como un negocio y decidió crear el Gran Premio de Cuba. Sin ser parte del mundial de Fórmula 1, este estaba diseñado con fines netamente propagandísticos favoreciendo su dictadura. Tal como lo hizo Adolf Hitler con los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, Batista quería vender a Cuba como un paraíso a pesar de que el mundo sabía que el país estaba dividido en dos.
El 25 de febrero de 1957 se corrió la primera edición del Gran Premio de Cuba y resultó siendo un éxito total. Estratégicamente, Batista invitó a Juan Manuel Fangio, no solo una celebridad de la F1 sino también un referente latinoamericano. Como era de esperarse, Fangio ganó la carrera corrida por las calles de La Habana en su Maserati, tal como lo había planeado el dictador. Al día siguiente en todas las portadas de los periódicos estaba la imagen de Batista entregando la copa al piloto.
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Para 1958, la impopularidad de Fulgencio Batista venía creciendo y necesitaba del Segundo Gran Premio de Cuba para mejorar su imagen. Para esta edición de GP invitó a pilotos de la talla de Stirling Moss, Masten Gregory, Harry Schell y, por supuesto, a Juan Manuel Fangio. Sin embargo, con lo que Batista no contaba era que el Movimiento 26 de Julio terminaría robándole no solamente la propaganda, sino también al icono.
Para esa época, un joven Fidel Castro era el líder del M-26-7, que tenía como principal objetivo luchar contra el régimen de Batista. El Gran Premio de Cuba era la oportunidad perfecta para denunciar y hacer visible a los ojos del mundo la realidad de cubana. El propósito era demostrar que el dictador era incapaz de garantizar la seguridad en un evento de la magnitud de un GP de Fórmula 1. El secuestro de Fangio era para evitar la carrera y sabotear el intento propagandístico de Batista.
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Faltaban cinco minutos para las nueve de la noche cuando Manuel Uziel apareció en el lobby del Hotel Lincoln. Apuntó un arma al piloto, le pidió cordialmente que lo acompañara y sin pensarlo dos veces Fangio fue tras él. Una vez afuera del hotel, se montaron en un auto y El Chueco les dijo que si era una buena causa estaba disputo a hacer lo que le pidieran. Más de una vez le repitieron que el secuestro no era nada personal. No planeaban hacerle ningún daño, todo lo que querían era opacar la imagen de Batista.
No hubo golpes, no hubo torturas, sino más bien una oleada de disculpas. Después de haber manejado por un tiempo por La Habana, llegaron al barrio El Vedado, en el centro de la ciudad. En una casa, le tenían la cena preparada y una cómoda cama para pasar su única noche de cautiverio. Fangio nunca se opuso ante su secuestro, pero la única condición que le pusieron los rebeldes era que no podía salir hasta una vez acabada la carrera.
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El sábado previo a la carrera, Fangio había clasificado en la primera posición con el fin de defender el título con su Maserati 450. Debido a su secuestro, el piloto francés Maurice Trintignant, también del equipo Maserati, tomó el lugar de Fangio y la segunda edición del Gran Premio de Cuba estaba por empezar. Las primeras cinco vueltas transcurrieron con normalidad, pero en la sexta el Ferrari del cubano Alberto García Fuentes chocó contra una de las tribunas obligando a terminar la carrera. Tras solo seis vueltas la victoria le fue concedida a Stirling Moss.
El Grand Prix de Cuba edición 1958 fue un fracaso total para Batista. Por si el secuestro de Fangio no fuese suficiente, el accidente de García Fuentes dejó a seis espectadores muertos y un total de 40 heridos. Lo que pocos cuentan es que los encargados de la carrera se negaban a sacar la bandera roja para acabar con la carrera a pesar de que varios pilotos se detuvieron para ayudar a la multitud.
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El plan de Castro había salido a la perfección, no solamente se canceló la carrera, sino también las causas de su movimiento hicieron eco por todo el mundo. Había llegado el momento de su liberación, que resultó siendo más complejo que secuestrarlo. No lo podían entregar ante las autoridades cubanas, ya que en caso de que algo le pasara culparían a los rebeldes. Fangio salió con el plan ideal: el piloto sería entregado en la embajada argentina cuyo titular era Raúl Lynch Guevara, primo del Che Guevara. Tras 30 horas de un cómodo secuestro, Juan Manuel Fangio volvía a estar sano y salvo.
Fangio nunca guardó rencor hacia sus secuestradores: terminaron en muy buenos términos e incluso entablaron grandes amistades. Fue en 1981, 23 años después de su secuestro, que aceptó la invitación de Faustino Pérez y Arnol Rodríguez para visitar la isla. Una vez en La Habana, Fangio conoció a Fidel Castro, quien lo recibió con honores y una vez más le pidió disculpas por el suceso ocurrido en 1958. Para gran parte de los seguidores del régimen castrista, El Chueco fue una pieza clave para la revolución. A la fecha el Hotel Lincoln sigue en pie y la habitación 810 está dedicada al piloto argentino.