Yilmar González: del cementerio al ring
El boxeador de 31 años logró ganarse un cupo para representar a Colombia en las Olimpiadas de este año. El caucano espera lograr la medalla de oro y dejar el nombre de Puerto Tejada en lo más alto.
Valentina Fajardo
El boxeador Yilmar González tuvo que pasar por varios rounds para poder llegar hasta el punto en el que se encuentra hoy. El oriundo de Puerto Tejada, Cauca, tuvo que dejar a un lado su niñez, cuando la violencia obligó a toda su familia a abandonar su hogar y migrar 25,82 kilómetros al norte, para llegar a Cali.
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El boxeador Yilmar González tuvo que pasar por varios rounds para poder llegar hasta el punto en el que se encuentra hoy. El oriundo de Puerto Tejada, Cauca, tuvo que dejar a un lado su niñez, cuando la violencia obligó a toda su familia a abandonar su hogar y migrar 25,82 kilómetros al norte, para llegar a Cali.
Quizá fue el destino o tal vez una casualidad, pero en la capital del Valle del Cauca encontró a una persona que cambiaría su vida. Una vez instalado con sus padres y hermanos en el barrio Siloé, en la Comuna 20, se topó con Cristian Angulo, quien no solo se convirtió en su mejor amigo, sino también en la persona que lo hizo enamorarse del boxeo.
“En 2005, una vez fui a acompañarlo a un combate y cuando lo vi en el cuadrilátero me motivé a practicar el deporte. Fue él quien me ayudó a ingresar en el boxeo. El entrenador Arbey Castro me citó un día lunes para iniciar mi entrenamiento y desde entonces no he dejado de practicarlo”, recuerda González.
Con 13 años, Castro se dio cuenta de que Yilmar tenía todo lo necesario para triunfar, pero su madre, Carmen Mirella Landázuri, se oponía a que él continuara en el deporte de las narices chatas. Durante la primera semana lo dejó ir a sus entrenamientos sin problema, aunque cuando su hijo volvió a casa con golpes y la cara inflamada le pidió que dejara el boxeo de lado.
Sin embargo, Yilmar no estaba dispuesto a bajarse del ring y le hizo una promesa a Carmen: le compraría su propia casa cuando se convirtiera en uno de los mejores boxeadores que haya dado Colombia.
Con esa ilusión, a González le tocó escaparse más de una vez y decirle una que otra mentira a su madre para ir a sus entrenamientos. La engatusaba con que quería convertirse en futbolista y, por esa razón, era que casi no estaba en casa. Aunque a medida que su nivel iba aumentando y las competencias eran tantas, no sabía cómo pedirle permiso a Carmen Mirella para ir a boxear.
“No sabía qué decirle, estaba preocupado y tenía miedo de lo que pasaría. Un día, previo a un viaje, me llené de valor y le dije a medianoche: ‘Mamá, soy boxeador y mañana me voy a una competencia’. Reaccionó muy bien, me dijo que fuera el mejor y noqueara a todos”, recuerda entre risas.
Del cementerio al ring
Al mismo tiempo que entrenaba, Yilmar trabajaba para ayudar a mantener su hogar. Su amigo Cristian también le enseñó a ser jardinero y así empezó como empleado en varios cementerios por todo Cali.
En sus inicios fue complicado, pero no por el trabajo con las plantas, sino porque les tocó escapar de las patrullas de policía. A pesar de que no era nada ilegal, al ser menores de edad no podían trabajar. Cuando veían una camioneta de la autoridad, arrancaban a correr para evitar ser enviados a Bienestar Familiar. No obstante, una vez se despejaba el área, volvía a su trabajo junto a sus compañeros.
La meta que tenía era de $10.000 diarios. Y ganárselos bajo el sol de la Sucursal del Cielo era más difícil de lo que suena. De lo recaudado, la mitad se iba para los gastos del hogar. Los $5.000 restantes los usaba para gastarlos junto a sus hermanos o amigos.
Aunque nunca le tocó trabajar en las noches, Yilmar recuerda que los 7 de diciembre siempre fueron de gran ayuda. En la Noche de Velitas los familiares de los difuntos iban a alumbrar las lápidas y él les vendía las velas o los faroles para conseguir un dinero adicional. “Esa experiencia, trabajando como jardinero en el cementerio, fue muy bonita. Trabajé durante 12 años, pero en 2018 me tocó dejarlo a un lado para dedicarme más al boxeo”, cuenta.
Representando a Colombia
Al dedicarse únicamente al deporte, el boxeador ha tenido la oportunidad de viajar y recorrer Colombia y el mundo. Representando al Valle del Cauca hubo un destino que lo marcó. Una vez, junto con su equipo, viajaron a Buenaventura y allí, por primera vez, vio el mar. Tener esa inmensidad frente a sus ojos lo motivó a continuar su formación y a seguir descubriendo más paisajes.
Recuerda, también, otro viaje: “La primera vez que fui parte de la selección de Colombia fue en 2019, en el Campeonato Continental en Nicaragua. En Managua gané la medalla de bronce en los 57 kilogramos y me clasifiqué para los Juegos Panamericanos de Lima, que se celebraron ese mismo año”, cuenta el boxeador.
El resultado no fue el mejor, pero ya con más recorrido a nivel internacional, a Yilmar se le empezó a conocer con un nuevo apodo: Speedy González. Su apellido encajaba perfectamente con el nombre de la caricatura, pero además sus veloces movimientos dentro del cuadrilátero hacían justicia al nuevo apodo.
Una de las preseas más importantes en su palmarés es la que logró en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador, que se hicieron en 2023. Aunque iba con ilusión, en la primera ronda debía enfrentarse con el cubano Said de Horta, el vigente subcampeón mundial. Ni siquiera sus entrenadores estaban seguros de que González lograría avanzar. Él, en cambio, confió en sus habilidades y en Dios. ¡Los sorprendió a todos! Nadie lo esperaba, pero superó las preliminares y terminó llegando hasta la pelea por la medalla de oro.
En la final se topó con el venezolano Yoel Finol, medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Y tras un combate apretado y una decisión dividida a favor del colombiano, González se coronó como campeón centroamericano.
El cupo a París 2024
En la primera semana de marzo, tras una gran actuación en el Campeonato Mundial Preolímpico de Boxeo en Italia, Yilmar se ganó su cupo para los Juegos Olímpicos de París 2024. Esto lo convirtió en el atleta colombiano número 39 en lograr un tiquete para las justas y, hasta el momento, es el único boxeador en la rama masculina clasificado.
“Gracias a mi preparación y a que seguí las indicaciones de mi equipo, logramos ganar los cuatro combates en Italia. Estoy muy feliz porque mi sueño de niño era ir a unos Juegos Olímpicos, representar a mi país y bueno, ya lo cumplí con esta clasificación. Ahora toca aspirar todavía más alto, consiguiendo una medalla olímpica”, apunta González.
Todos los rivales tienen una forma distinta de boxear, dice el pugilista. Hay unos que son más fuertes, otros más veloces o también más resistentes. “No hay rival pequeño”, advierte. Sabe que tiene que luchar en cada pelea como si fuera la última.
Sin embargo, en el papel, los africanos como Mohammad Abu (Jordania), Tryagain Ndvelo (Namibia) y el chino Ping Lyu son de los más fuertes de su categoría, los 57 kilogramos. El colombiano ya se ha enfrentado con algunos de ellos, pero no se debe dejar llevar por la confianza. Necesita estudiarlos más para poder dejarlos atrás.
“En la competencia todos los boxeadores somos buenos. Me incluyo porque sé que soy parte de los mejores del mundo. Hay que ver qué pasa en estas justas, darla toda, ver qué me consigo y, con la ayuda de Dios, dejar el nombre de Colombia en lo más alto del podio”.
Aunque a su mamá el gobierno del Valle del Cauca le entregó la casa que tantas veces su hijo le prometió, ahora solo le queda una deuda con Carmen Mirella Landázuri: colgarse la medalla de oro en el cuello.
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