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Érika nació en una familia beisbolera. Su padre, Armando Niño Bueno Crissón, fue segunda base de la selección colombiana que obtuvo el título mundial aficionado en 1947. Luis, por su parte, fue receptor de la novena del departamento del Atlántico en los años 60 y 70, una de las épocas doradas del deporte de la pelota caliente en nuestro país.
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Como si fuera poco, su hijo Luis, quien también fue jugador pero tuvo que retirarse por una delicada lesión, ahora forma parte del cuerpo de entrenadores de los Medias Blancas de Chicago. Y su sobrino, José Mosquera Crissón, es el mánager de Caimanes de Barranquilla y uno de los responsables del éxito internacional del béisbol colombiano por estos días.
El amor de Érika y Luis no podía haber surgido en un escenario diferente a un estadio de béisbol. El 7 de agosto de 1979 se disputaba en Montería un partido en homenaje a los campeones de 1947. Érika estaba sentada en la gradería, cerca al dugout, y cuenta que “él estaba en la banca. Yo me estaba comiendo una mandarina, cuando se volteó y me dijo: ‘¿No me das?’. Luego cruzamos teléfonos y después me llamó. Nos vimos en Barranquilla. Fuimos a ver una película y ya vamos a cumplir cuarenta años de casados. Tenemos tres hijos: Luis, Érika y Eloísa. Nuestra vida gira a diario alrededor del béisbol”.
Érika Crissón es dirigente deportiva hace más de tres décadas. Comenzó como voluntaria en la Liga de Béisbol del Atlántico, luego estuvo en la Federación Colombiana de Béisbol y pasó por el Club Once de Noviembre, de Barranquilla. Ahora dirige la Fundación Prospectos del Futuro, que busca ayudar a niños en el proceso de jugar béisbol profesional, sin dejar de educarse. Luis es instructor y mánager de selecciones de Atlántico y Colombia en diferentes categorías. También scout de los Yankees de Nueva York, organización a la que lleva catorce años vinculado.
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Pero ¿cómo se mueve el tema de los cazatalentos en la costa Caribe? “Colombia está organizada por clubes y los jugadores están en diferentes categorías. En la última década han surgido academias que se dedican a entrenar a los mejores prospectos de esas escuelas y los adiestran para que sean profesionales. Nos los enseñan por medio de un showcases o tryouts. Y luego nosotros nos encargamos de presentarlos a la organización. De acuerdo con su desarrollo, uno los va siguiendo y se puede firmar”, explica Luis Sierra, quien lleva más de la mitad de su vida como ojeador de nuevos talentos.
Érika destaca la importancia del acompañamiento a estos muchachos, sobre todo cuando no se logra un contrato. La educación es una herramienta fundamental en el proceso, ya que las becas de estudios funcionan como alternativas para seguir buscando opciones de vida en los Estados Unidos. Con su Fundación Prospectos del Futuro, tiene como fin formar futuros peloteros sin dejar de lado la parte integral.
Los esposos Sierra Crissón coinciden en que el jugador ideal, hoy por hoy, es el que sea apasionado y, más allá de que tenga todas las habilidades en el campo, es necesario que sepa sortear situaciones complejas fuera del terreno de juego, que tenga personalidad y carácter para afrontar la vida.
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Érika y Luis han marcado el proceso de formación de cientos de jóvenes en Barranquilla y sus municipios aledaños. Haberlos ayudado a salir adelante a ellos y sus familias es una enorme satisfacción, más allá de que sigan o no vinculados al deporte de pelota.
El reciente éxito de Caimanes en la Serie del Caribe, tras haber ganado la liga local, y el bronce de la selección sub-23 en el mundial de la categoría demuestran que los procesos serios sí dan resultados positivos. “Estamos muy felices”, admite Érika, quien, sin embargo, tiene la valentía de criticar al gremio directivo por la manera como está manejando el béisbol: “Estoy muy preocupada. Los jugadores fueron superiores a nosotros, los directivos. Descollaron, nos dejaron atrás. El buen momento que vivimos es por ellos, porque siguen faltando gestión y buena administración”.
Y es que la falta de inversión, seguimiento y apoyo al béisbol, un deporte costoso y de largo aliento, es evidente en la mayoría de las regiones del territorio nacional, aunque es un problema de casi todas las disciplinas.
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Precisamente por eso, Érika está pidiendo ayuda para poder recibir una donación proveniente de Estados Unidos: “Se trata de implementos deportivos, zapatos para niños que los tienen rotos y guantes, porque juegan con unos en condiciones lamentables. Yo no sé cómo se puede dignificar el deporte teniendo tanta carencia. Mi hijo se encarga de conseguirlos, pero para ingresarlos al país es un problema. Ahora es casi imposible hacerlo por la legalización de la mercancía. Tenemos un contenedor lleno de accesorios varado en Detroit y no hemos conseguido quién nos ayude a traerlo”.
Mientras supera este nuevo inconveniente, la familia beisbolera sigue recorriendo el Caribe colombiano para cambiarles la vida a jóvenes talentosos que necesitan un empujoncito o una voz de aliento para hacer sus sueños realidad.