La hazaña histórica de Ximena Restrepo
Hace 28 años, en Barcelona 1992, la mujer que se convirtió en vicepresidenta de la World Athletics conquistó para el atletismo colombiano la primera presea olímpica. Caterine Ibargüen siguió sus pasos: ganó plata en Londres 2012 y oro en Río 2016.
Sesenta años debimos esperar los colombianos para que uno de nuestros atletas se subiera a un podio olímpico. Hasta 1988, a lo largo de 12 ediciones de los Juegos Olímpicos (el atletismo no representó al país en Roma 60 y a los Juegos Olímpicos de Helsinki 52 no asistimos), 37 de ellos compitieron sin lograr su máximo anhelo de colgarse una medalla. La historia arrancó en 1932, cuando el boyacense Jorge Perry Villate se inscribió por nuestro país en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932. El domingo 7 de agosto de aquel lejano año, en la pista del Memorial Coliseum, este hombre participó junto a otros 27 corredores en la maratón, prueba que abandonó a los pocos minutos por un desmayo. Los pasos de este osado pionero olímpico fueron seguidos durante seis décadas por 31 hombres y cinco mujeres, cuyas tristezas y alegrías están consignadas páginas atrás.
De ese selecto grupo, Ximena Restrepo Gaviria logró lo que sus antecesores no obtuvieron pese a sus grandes esfuerzos: la hazaña de conquistar para el atletismo colombiano la primera presea olímpica. Fue el miércoles 5 de agosto de 1992, en Barcelona (España), cuando la corredora paisa llegó a la final de los 400 metros planos y nos hizo vibrar de emoción durante 49 segundos de infarto.
Para llegar allí, la rubia de 23 años y las restantes siete finalistas debieron dejar atrás a 33 rivales y superar tres rondas eliminatorias. En la primera, Ximena fue la segunda de su serie con el séptimo mejor tiempo entre 41 participantes (52.34 segundos); en cuartos de final se adueñó del mejor registro (50.63), lideró la fila india de las 32 clasificadas y por estrecho margen fue escoltada por la rusa Olga Bryzhina (50.68). Y en la ronda semifinal la colombiana y la rusa hicieron el 2-3 en su serie, con el mismo tiempo (49.76 segundos), el segundo mejor registro entre las 16 sobrevivientes, solo superado por la francesa Marie-José Perec (49.48).
“En la semifinal bajé de los 50 segundos, algo que nunca había hecho, y bajar de 50 segundos en 400 metros son palabras mayores. Entonces, ahí nos dimos cuenta de que en realidad la medalla era factible”[1].
En los tacos de salida del Estadio Olímpico de Montjui, en Barcelona, a las 3 de la tarde del 5 de agosto de 1992 (hora de Colombia), se ubicaron las ocho atletas de siete países que llegaron a la final de los 400 metros planos. Ximena tenía como antecedentes inmediatos su doble subcampeonato en 200 (23.16) y 400 metros (50.14) de los Juegos Panamericanos de La Habana 91, el título iberoamericano (51.66) obtenido en Sevilla 92 y un quinto lugar en el Mundial de Stuttgart 93, en 400 m (50.91), prueba en la que clasificó sexta en Tokio 91, con registro de 50.79.
La antioqueña corrió en el sexto carril, muy incómodo si se tiene en cuenta que desde allí apenas tuvo en la mira a dos adversarias: Philips Smith (Gran Bretaña) y Olga Nazarova (Estados Unificados), bronce en Seúl 88 (49.90), sus únicos puntos de referencia. Con 23 años, Ximena era la más joven del grupo, junto con la jamaicana Sandi Ángela Richards (tercera en Stuttgart 93).
De acuerdo con los antecedentes, las rivales más fuertes esa tarde eran la favorita al oro, la francesa Marie-José Perec (24 años), quien venía precedida de su título mundial en Tokio 91 (con registro de 49.13, su mejor marca personal hasta antes de la final olímpica) y la rusa Olga Bryzhina, campeona olímpica en esa distancia cuatro años antes en Seúl (48.65). En la semifinal, ambas hicieron 49.48 y 49.76, respectivamente. En esa misma ronda, Ximena (49.76) empató con la rusa. Las tres se adueñaron de los mejores registros en esa prueba, por lo que en la final los reflectores apuntaban hacia ellas. En la segunda serie de la semifinal, la ganadora Jill Richardson-Briscoe (Canadá), con 50.02, no tenía cómo pelearle al trío de punta, todas por debajo de los 50 segundos.
En la antesala de la final, Ximena comentó: “Para mí la semifinal fue como mi propia final. Mi sueño era estar entre las ocho mejores del mundo y lo he conseguido. Ahora todo lo que consiga es plusvalía”. Y añadió, como vaticinando el resultado final, que “es una ventaja correr al lado de Perec (carril 5), que debería ser la ganadora del oro. Me le tengo que poner al lado como lo hice en Cuba con Quirot y por eso gané la plata y mejoré mucho mi tiempo”.
(”La fabulosa historia del atletismo colombiano”, el libro de Ricardo Ávila Palacios)
El 4 de agosto y hasta minutos antes de la prueba definitiva, la ansiedad rondó a Ximena y a Emperatriz González, su entrenadora. “Nosotras estamos en la villa, nos vamos temprano. Vemos a la Perec estresada, yo tengo a Ximena estresada, yo estoy también estresada. Ximena llega, se acuesta y se duerme”, recuerda Emperatriz; mientras el esposo de la corredora paisa, el lanzador de bala chileno GertWell, evoca que “era muy difícil hablar con ella minutos antes. De hecho, yo era el único que me le podía acercar, ella estaba muy, muy nerviosa”.
Y llegó la hora de la gran final, ese histórico 5 de agosto. Luciendo una trusa azul con el número 324, Ximena se instala en la calle 6 de la pista atlética, al lado derecho de Perec, máxima candidata a la medalla de oro. Ximena “se queda un poco en la salida y hace un excelente parcial en los 300 metros y yo sé, por lo que había pasado en tantas competencias y sobre todo por lo que había hecho en Japón, la forma en que Ximena define en la línea de llegada. Es una carrera supremamente rápida, las cuatro mujeres del frente son unas fieras transformadas. Y en el último metro, en el último instante, Ximena hace lo que hizo en Japón: pelea su medalla con alma, corazón y vida”.
“Cuando llegué (a la meta) yo no sabía si había quedado tercera o no. Tuve que esperar a que mostraran la repetición en la pantalla y ahí ya vi que había quedado tercera y fue un alivio increíble. Diría que más que felicidad, fue un alivio y dije se acabó ya esto, qué bueno”, expresó años después la atleta con una gran emoción al recordar su hazaña.
Y fue por un estrecho margen, por una exhalación, que Ximena alcanzó la medalla de bronce con registro de 49.64 segundos, superando en la propia línea de meta a Nazarova (49.69). La francesa Perec ganó con 48.83, seguida por Bryzhina (49.05). En casi 48 horas, la colombiana hizo dos veces menos de 50 segundos para la distancia. Al 31 de diciembre de 2018, el 49.64 seguía vigente como marca suramericana.
Así, la antioqueña ingresó al privilegiado club de 22 corredoras del mundo que en los 400 metros se colgaba al menos una medalla olímpica entre 1964 (año en que por primera vez esa prueba figuró como disciplina olímpica femenina) y 1992. Hasta Londres 2012, participaron 429 mujeres de 123 países, que en la rama femenina disputaron apenas 39 medallas de oro, plata y bronce en esa distancia. Es decir, solo el 9 por ciento de las participantes subió al podio olímpico.
Por esa hazaña, que marcó un hito en la historia del atletismo colombiano, y sin desconocer lo hecho por sus antecesores, nadie puede negarle a Ximena Restrepo Gaviria el reconocimiento como la mejor atleta del siglo XX en Colombia. Nacida el 10 de marzo de 1969, 1,74 metros de estatura, 62,8 kilogramos (en su época de alta competencia), primera de cuatro hijos del matrimonio de Carlos Alberto Restrepo y María Victoria Gaviria, esta pisciana se inmortalizó con su presea olímpica en Barcelona 92. La primera para Colombia y Suramérica en pruebas de pista.
Los únicos antecedentes que los países del Cono Sur conocían son los de la argentina Noemí de Portela, segunda en salto largo en Londres 1948, y la chilena Marlene Ahrens, plata en jabalina, en Melbourne 1956. Es decir, nuestro continente debió esperar 36 años para que una mujer volviera a colgarse una medalla olímpica en atletismo.
Para nuestro medio -hasta ese entonces-, Ximena es la segunda atleta que más se acercó a una marca mundial. Los 13:53.4 de Álvaro Mejía -en 1964-, 10 años antes hubiera sido registro universal en los 5.000 metros. Los 49.64 segundos que la colombiana hizo en la final olímpica estuvieron a 16 años de la plusmarca en los 400 metros planos.
*Este texto forma parte del libro “La fabulosa historia del atletismo colombiano” del periodista de El Espectador Ricardo Ávila Palacios
[1] Señal Deportes. “El nombre de la gloria”, capítulo 8. Consultar: https://www.youtube.com/watch?v=LwDJJblq-_E&feature=youtu.be
Sesenta años debimos esperar los colombianos para que uno de nuestros atletas se subiera a un podio olímpico. Hasta 1988, a lo largo de 12 ediciones de los Juegos Olímpicos (el atletismo no representó al país en Roma 60 y a los Juegos Olímpicos de Helsinki 52 no asistimos), 37 de ellos compitieron sin lograr su máximo anhelo de colgarse una medalla. La historia arrancó en 1932, cuando el boyacense Jorge Perry Villate se inscribió por nuestro país en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932. El domingo 7 de agosto de aquel lejano año, en la pista del Memorial Coliseum, este hombre participó junto a otros 27 corredores en la maratón, prueba que abandonó a los pocos minutos por un desmayo. Los pasos de este osado pionero olímpico fueron seguidos durante seis décadas por 31 hombres y cinco mujeres, cuyas tristezas y alegrías están consignadas páginas atrás.
De ese selecto grupo, Ximena Restrepo Gaviria logró lo que sus antecesores no obtuvieron pese a sus grandes esfuerzos: la hazaña de conquistar para el atletismo colombiano la primera presea olímpica. Fue el miércoles 5 de agosto de 1992, en Barcelona (España), cuando la corredora paisa llegó a la final de los 400 metros planos y nos hizo vibrar de emoción durante 49 segundos de infarto.
Para llegar allí, la rubia de 23 años y las restantes siete finalistas debieron dejar atrás a 33 rivales y superar tres rondas eliminatorias. En la primera, Ximena fue la segunda de su serie con el séptimo mejor tiempo entre 41 participantes (52.34 segundos); en cuartos de final se adueñó del mejor registro (50.63), lideró la fila india de las 32 clasificadas y por estrecho margen fue escoltada por la rusa Olga Bryzhina (50.68). Y en la ronda semifinal la colombiana y la rusa hicieron el 2-3 en su serie, con el mismo tiempo (49.76 segundos), el segundo mejor registro entre las 16 sobrevivientes, solo superado por la francesa Marie-José Perec (49.48).
“En la semifinal bajé de los 50 segundos, algo que nunca había hecho, y bajar de 50 segundos en 400 metros son palabras mayores. Entonces, ahí nos dimos cuenta de que en realidad la medalla era factible”[1].
En los tacos de salida del Estadio Olímpico de Montjui, en Barcelona, a las 3 de la tarde del 5 de agosto de 1992 (hora de Colombia), se ubicaron las ocho atletas de siete países que llegaron a la final de los 400 metros planos. Ximena tenía como antecedentes inmediatos su doble subcampeonato en 200 (23.16) y 400 metros (50.14) de los Juegos Panamericanos de La Habana 91, el título iberoamericano (51.66) obtenido en Sevilla 92 y un quinto lugar en el Mundial de Stuttgart 93, en 400 m (50.91), prueba en la que clasificó sexta en Tokio 91, con registro de 50.79.
La antioqueña corrió en el sexto carril, muy incómodo si se tiene en cuenta que desde allí apenas tuvo en la mira a dos adversarias: Philips Smith (Gran Bretaña) y Olga Nazarova (Estados Unificados), bronce en Seúl 88 (49.90), sus únicos puntos de referencia. Con 23 años, Ximena era la más joven del grupo, junto con la jamaicana Sandi Ángela Richards (tercera en Stuttgart 93).
De acuerdo con los antecedentes, las rivales más fuertes esa tarde eran la favorita al oro, la francesa Marie-José Perec (24 años), quien venía precedida de su título mundial en Tokio 91 (con registro de 49.13, su mejor marca personal hasta antes de la final olímpica) y la rusa Olga Bryzhina, campeona olímpica en esa distancia cuatro años antes en Seúl (48.65). En la semifinal, ambas hicieron 49.48 y 49.76, respectivamente. En esa misma ronda, Ximena (49.76) empató con la rusa. Las tres se adueñaron de los mejores registros en esa prueba, por lo que en la final los reflectores apuntaban hacia ellas. En la segunda serie de la semifinal, la ganadora Jill Richardson-Briscoe (Canadá), con 50.02, no tenía cómo pelearle al trío de punta, todas por debajo de los 50 segundos.
En la antesala de la final, Ximena comentó: “Para mí la semifinal fue como mi propia final. Mi sueño era estar entre las ocho mejores del mundo y lo he conseguido. Ahora todo lo que consiga es plusvalía”. Y añadió, como vaticinando el resultado final, que “es una ventaja correr al lado de Perec (carril 5), que debería ser la ganadora del oro. Me le tengo que poner al lado como lo hice en Cuba con Quirot y por eso gané la plata y mejoré mucho mi tiempo”.
(”La fabulosa historia del atletismo colombiano”, el libro de Ricardo Ávila Palacios)
El 4 de agosto y hasta minutos antes de la prueba definitiva, la ansiedad rondó a Ximena y a Emperatriz González, su entrenadora. “Nosotras estamos en la villa, nos vamos temprano. Vemos a la Perec estresada, yo tengo a Ximena estresada, yo estoy también estresada. Ximena llega, se acuesta y se duerme”, recuerda Emperatriz; mientras el esposo de la corredora paisa, el lanzador de bala chileno GertWell, evoca que “era muy difícil hablar con ella minutos antes. De hecho, yo era el único que me le podía acercar, ella estaba muy, muy nerviosa”.
Y llegó la hora de la gran final, ese histórico 5 de agosto. Luciendo una trusa azul con el número 324, Ximena se instala en la calle 6 de la pista atlética, al lado derecho de Perec, máxima candidata a la medalla de oro. Ximena “se queda un poco en la salida y hace un excelente parcial en los 300 metros y yo sé, por lo que había pasado en tantas competencias y sobre todo por lo que había hecho en Japón, la forma en que Ximena define en la línea de llegada. Es una carrera supremamente rápida, las cuatro mujeres del frente son unas fieras transformadas. Y en el último metro, en el último instante, Ximena hace lo que hizo en Japón: pelea su medalla con alma, corazón y vida”.
“Cuando llegué (a la meta) yo no sabía si había quedado tercera o no. Tuve que esperar a que mostraran la repetición en la pantalla y ahí ya vi que había quedado tercera y fue un alivio increíble. Diría que más que felicidad, fue un alivio y dije se acabó ya esto, qué bueno”, expresó años después la atleta con una gran emoción al recordar su hazaña.
Y fue por un estrecho margen, por una exhalación, que Ximena alcanzó la medalla de bronce con registro de 49.64 segundos, superando en la propia línea de meta a Nazarova (49.69). La francesa Perec ganó con 48.83, seguida por Bryzhina (49.05). En casi 48 horas, la colombiana hizo dos veces menos de 50 segundos para la distancia. Al 31 de diciembre de 2018, el 49.64 seguía vigente como marca suramericana.
Así, la antioqueña ingresó al privilegiado club de 22 corredoras del mundo que en los 400 metros se colgaba al menos una medalla olímpica entre 1964 (año en que por primera vez esa prueba figuró como disciplina olímpica femenina) y 1992. Hasta Londres 2012, participaron 429 mujeres de 123 países, que en la rama femenina disputaron apenas 39 medallas de oro, plata y bronce en esa distancia. Es decir, solo el 9 por ciento de las participantes subió al podio olímpico.
Por esa hazaña, que marcó un hito en la historia del atletismo colombiano, y sin desconocer lo hecho por sus antecesores, nadie puede negarle a Ximena Restrepo Gaviria el reconocimiento como la mejor atleta del siglo XX en Colombia. Nacida el 10 de marzo de 1969, 1,74 metros de estatura, 62,8 kilogramos (en su época de alta competencia), primera de cuatro hijos del matrimonio de Carlos Alberto Restrepo y María Victoria Gaviria, esta pisciana se inmortalizó con su presea olímpica en Barcelona 92. La primera para Colombia y Suramérica en pruebas de pista.
Los únicos antecedentes que los países del Cono Sur conocían son los de la argentina Noemí de Portela, segunda en salto largo en Londres 1948, y la chilena Marlene Ahrens, plata en jabalina, en Melbourne 1956. Es decir, nuestro continente debió esperar 36 años para que una mujer volviera a colgarse una medalla olímpica en atletismo.
Para nuestro medio -hasta ese entonces-, Ximena es la segunda atleta que más se acercó a una marca mundial. Los 13:53.4 de Álvaro Mejía -en 1964-, 10 años antes hubiera sido registro universal en los 5.000 metros. Los 49.64 segundos que la colombiana hizo en la final olímpica estuvieron a 16 años de la plusmarca en los 400 metros planos.
*Este texto forma parte del libro “La fabulosa historia del atletismo colombiano” del periodista de El Espectador Ricardo Ávila Palacios
[1] Señal Deportes. “El nombre de la gloria”, capítulo 8. Consultar: https://www.youtube.com/watch?v=LwDJJblq-_E&feature=youtu.be