La medalla olímpica que “Goku” le quiere regalar a su añorado Chocó
Jeison López, clasificado a los Juegos Olímpicos en el levantamiento de pesas con récord mundial incluido, le contó su historia a El Espectador. Desplazado por la violencia de su natal Bajo San Juan, el pesista se formó en el Valle del Cauca, departamento que lo financia. Hoy es una de las principales cartas de Colombia en París 2024.
Fernando Camilo Garzón
Todavía retumbaba en el escenario el eco de los parlantes que anunciaron su nombre. Jeison López entró en escena. “¡Duro, Goku!”, se escuchó un grito lejano y perdido, preludio del absoluto silencio. El chocoano, absorto frente a la barra, miraba los 182 kilos que nadie en su categoría, los 89 kilogramos, había levantado jamás. Goku avanzó, superando la nube de polvo que quedó en el aire después del aplauso que dio con sus manos llenas de tiza de magnesio. Tomó la pesa, miró al frente y bajó el cuerpo. Como en un trance, el reloj se paró unos segundos hasta que el embrujo se rompió cuando llegó el jolgorio, la celebración por el récord mundial y la sobrada clasificación olímpica a París 2024.
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Todavía retumbaba en el escenario el eco de los parlantes que anunciaron su nombre. Jeison López entró en escena. “¡Duro, Goku!”, se escuchó un grito lejano y perdido, preludio del absoluto silencio. El chocoano, absorto frente a la barra, miraba los 182 kilos que nadie en su categoría, los 89 kilogramos, había levantado jamás. Goku avanzó, superando la nube de polvo que quedó en el aire después del aplauso que dio con sus manos llenas de tiza de magnesio. Tomó la pesa, miró al frente y bajó el cuerpo. Como en un trance, el reloj se paró unos segundos hasta que el embrujo se rompió cuando llegó el jolgorio, la celebración por el récord mundial y la sobrada clasificación olímpica a París 2024.
Sucedió hace unas semanas, en Phuket, Tailandia, pero el recuerdo está intacto. Como la ilusión de subirse al podio olímpico: “Por los resultados que traigo, soy candidato a medalla. Pero lo que hice hasta ahora no importa. Tengo que trabajar más fuerte que antes, a ver si se nos da la medallita”.
Pasó la celebración de su cupo olímpico, del récord que festejó con la lengua afuera y tímidamente mordida por sus propios dientes. Tras los aplausos, las medallas, las luces, las cámaras y las entrevistas llegó la nostalgia. En sus cimas más altas, Jeison López siempre tuvo la maña de mirar el pasado, las horas más bajas que construyeron los anhelos dorados del ahora. Tenía 12 años cuando empezó a levantar pesas. Papá no tenía dinero para sustentar su talento y entonces, después del colegio, empezó a vender dulces en una choza en Cali para poder reunir los $3.000 que le costaban los pasajes del bus que lo llevaba al entrenamiento.
Le dijeron que le veían talento, y López les creyó. No llevaba ni tres meses entrenando cuando lo llevaron a sus primeros Juegos Departamentales. “Soy chocoano, pero me hice atleta representando al Valle”, recuerda el pesista. Los rivales le sacaban muchísima ventaja. Ante su preparación de años, el precoz deportista solo podía exhibir semanas Sin embargo, cuando se enfrentó a la barra, confirmó el presagio: levantó 62 kilos en arranque y 72 en envión. El resultado: quedó último. “No me importó. La clave de ese día fue que me di cuenta de la satisfacción que da cumplir los objetivos. Descubrí mi pasión. Estaba hecho para competir. Lo entendí ese día y entonces empecé a entrenar con más ganas”.
El ascenso fue continuo y descollante. Muy joven se ganó el apoyo económico del Ministerio del Deporte, en aquel entonces Coldeportes, y del Valle del Cauca, departamento que hoy todavía financia la preparación del atleta.
Por su fuerza descomunal, y el cabello largo de esos años, los amigos con los que se formó en el gimnasio, Luis Javier Mosquera y Andrés Mauricio Caicedo, empezaron a llamarlo Goku. Y como Kakaroto, el personaje de Akira Toriyama que llegó a la Tierra desde el planeta Vegeta, el chocoano se convirtió en un prometido. Uno de los elegidos de las pesas colombianas para renovar la historia de gloria olímpica de las últimas décadas. Hoy, cuando piensa en sus inicios, Jeison López se pone nostálgico. Dice que la halterofilia fue la oportunidad que le cambió la vida.
Chocó, la tierra añorada de Jeison López
Era en aquellas tardes, mirando a través del cristal del bus que lo llevaba al entrenamiento, que la tristeza llegaba de repente y las lágrimas pesaban más que los discos que levantaba en el gimnasio. De frente a la urbe impuesta, el paisaje citadino lo hacía extrañar las gotas de lluvia que decoraban su pueblo natal. Cerraba los ojos y escuchaba el murmullo de los pájaros en la selva o el parsimonioso correr del río del Bajo San Juan, la tierra de sus ancestros de la que lo obligaron a salir huyendo.
Antes de las pesas no había hecho ningún deporte. Su cuerpo terso y fornido se formó del trabajo en la finca de su papá, sembrando pancoger y plantas de colino, cargando bultos o abonando la tierra. Con poco, recuerda, eran felices. Al lado del río, que en la añoranza de los recuerdos cada día se le hacía más bonito, pensaba en las risas de los juegos de infante, del hambre saciada cuando el estómago se ponía famélico o del suave arrullo del agua que se golpeaba contra las piedras.
Tenía 12 años el día en el que con su papá y su hermano tuvieron que salir corriendo de su tierra. No alcanzaron ni siquiera a recoger sus cosas cuando, pavorosos, huyeron con la misma ropa que tenían puesta. La diáspora la siguió toda la familia. En cinco meses, ya ninguno se bañaba en el Río San Juan. Cali, entonces, se convirtió en una ciudad desgarradora para Jeison López. No había ni una cuadra que no le recordara el amor de su rancho, la felicidad de la inocencia y la saudade de su tierra ultrajada.
El sueño olímpico de “Goku”
Dos años antes de la tragedia, Jeison López se enamoró de las pesas. Mamá, que enferma había viajado a Cali, volvió a casa con un periódico en el bolso. Había un artículo que hablaba de su primo, el muñeco Wílmer Torres. Y asombrado del portentoso hombre en la fotografía, con el que le dijeron que compartía su sangre, la extraordinaria fuerza del extraño, que levantaba con sus gruesos brazos la retadora barra, despertó en el niño la curiosidad que alimentaría su sueño olímpico.
Recién llegado a Cali, fue el primo, de ojo clínico, quien lo llevó al gimnasio para forjar su futuro atlético y, desde entonces, Goku jamás abandonó el anhelo. A París llegará en el pico de su rendimiento, un avance progresivo que lo ha llevado a mejorar sus marcas, competencia tras competencia. “Jeison es un deportista que conocemos desde las juveniles. Su progreso ha sido impresionante y su hambre de triunfo es descomunal. Su récord mundial, obviamente, nos puso a soñar con la medalla olímpica. Los rivales a vencer son China y Bulgaria, pero, si no pasa nada extradeportivo, él es nuestra principal carta en París 2024”, explica Luis Arrieta, entrenador de la selección nacional de levantamiento de pesas.
Faltan menos de 100 días para la gran cita y la ansiedad consume las ideas. “Cuando le pregunto, Luis Javier Mosquera me dice que en los Olímpicos todo puede pasar. Que me tengo que adaptar y que ese es el momento en el que tengo que dar todo”, comenta Goku sobre su ambición dorada, la medalla que le quiere regalar a su añorado Chocó.
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