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El día se anunciaba lluvioso y gris, una repetición tediosa de estos últimos 20 días que parecieran haberse robado la promesa del verano europeo. Sin embargo, temprano en la mañana, un mensaje llegó al grupo de Whatsapp “Colombianos en Estrasburgo”: “Hoy Colombia define el título contra China”. Se trataba de la final del Gran Premio Mundial de Fútbol 5 Adaptado, o lo que se conoce en francés como cécifoot, disputado en la vecina ciudad de Schiltigheim.
Nunca había oído hablar del fútbol para ciegos, y mucho menos me imaginaba que uno de los premios más importantes de esta disciplina se realizaba a tan solo cuatro kilómetros de la ciudad que me adoptó hace ya seis años. Saber que la selección colombiana estaba entre los participantes, además de llenarme de alegría y orgullo, me permitió descubrir este deporte de gigantes.
Llegué temprano. Niños, jóvenes y grandes casi que colmaban las 400 sillas del estadio de l’Aar, a pesar de la llovizna. Me senté rápido y empecé a buscar rostros conocidos. Banderas y camisetas de todo el mundo animaban el ambiente. El presentador anunció las dos selecciones finalistas. El himno colombiano sonó y nuestras voces retumbaron ante las caras sorprendidas del público local, que no imaginaba una hinchada tan numerosa.
Comenzó el partido y se hizo el silencio. Lo único que se escuchaba era la trayectoria de la pelota sonora y las indicaciones de entrenadores, arqueros y guías que orientaban a los jugadores. Español y mandarín se adueñaron de la cancha. Muy pronto entendí que en este tipo de contienda la comunicación y la confianza son primordiales.
Además de un terreno resbaloso que dificultaba la tenencia de la pelota, una China rápida y sólida parecía tomar las riendas del partido. No era para menos. La selección asiática es subcampeona mundial de fútbol para ciegos y venía de ganar su paso a la final con la victoria por penales sobre Brasil, campeón histórico. El primer tiempo terminó 0-0, luego de un remate angustiante atajado con maestría por Johan Ardila, arquero –y ojos– de la selección de Colombia desde hace nueve años.
Para la segunda parte llegó Luciana, mi compañera de pasión futbolera. También era su primera experiencia con el cécifoot. Ella, peruana, no sabía tampoco que en su país existía una selección de fútbol 5 adaptado. Le expliqué rápidamente que no podíamos hacer ruido mientras la pelota estaba en juego y me uní a su frustración. A pesar de la emoción (y de la costumbre) tuvimos que ahogar los vítores y los aplausos, y expulsarlos solo en los tiempos muertos.
Luciana me confesó estar inquieta ante la robustez de China, pero le dije que no se preocupara, que estábamos jugando bien y que el número 9 era un crack. Y fue justo en ese mismo momento en el que John Éider González tomó la pelota, se aproximó al arco y con una definición ejemplar marcó el tanto que nos hizo gritar hasta la afonía, el que le permitió a Colombia ser por primera vez la campeona de este evento.
“Es una felicidad indescriptible”, me respondió John Éider al preguntarle sobre cómo se sentía por haber marcado el gol de la victoria, otro decisivo que se sumaba al acumulado que lleva en sus ocho años de historia en la selección. “Es una felicidad que no se puede describir con palabras realmente”. Más tarde, John recibió el premio a mejor jugador y goleador del torneo.
Tras el juego, Luciana y yo nos infiltramos en una fiesta privada reservada solo a selecciones y a organizadores del evento. Aprovechamos para preguntarle al guardameta Johan Ardila por su rol determinante dentro del campo de juego. “La responsabilidad es muy grande, porque tengo que saber guiar, dar indicaciones muy acertadas para que mis compañeros a la hora del juego lo hagan perfecto”. Su voz fuerte y la certeza de sus orientaciones, sumadas a la agilidad de los jugadores, a las directrices pertinentes del guía y a la entrega del entrenador Fernando Carrillo llevaron a la madurez futbolística de la selección, que ahora se encuentra entre las favoritas para llevarse la medalla de oro en los Juegos Paralímpicos de París.
A pesar de que estaba ocupado con el último bocado de una tarte flamblée, plato típico de la región de Alsacia, nos acercamos al entrenador Carrillo para indagar por lo que venía para la selección. “Son tres meses más donde vamos a afinar el modelo de juego. La preparación ha sido muy buena”, nos comentó con una sonrisa, satisfecho del progreso y de los resultados conseguidos.
El trabajo también se enfocará en la consolidación de la disciplina en el país. “Estamos fortaleciéndola con las bases, con la detección de talentos, motivando a los jóvenes en la práctica del fútbol paralímpico”, afirmó Carrillo. Colombia ya cuenta con 14 equipos consolidados en el país y próximamente se dará inicio a los Juegos Interclubes Nacionales.
Felicitamos a los jugadores y al cuerpo técnico. Nos quedamos un poco para apreciar el ambiente festivo. Rápidamente vimos la complicidad que existe entre los jugadores de las diferentes selecciones, los árbitros y los directivos. Tantos encuentros en múltiples eventos deportivos han contribuido a la construcción de una amistad que va más allá de las canchas. Nos fuimos al cabo de un rato, soñando con verlos de nuevo en París, realizando el sueño paralímpico que alienta a la selección colombiana de fútbol 5 adaptado.
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