La vida a 20 metros de altura: una charla con la clavadista María Paula Quintero

El silencio es ensordecedor y el océano, pérfido. Polignano a Mare es un pueblo pequeño de Italia, con apenas 17.000 habitantes poseedor de un paisaje literario poco común. Es tranquilo, austero e incólume; hasta que los cuerpos caen y se estrellan contra la superficie inmaculada de sus aguas, intempestivas y cándidas.

El silencio es ensordecedor y el océano, pérfido. Polignano a Mare es un pueblo pequeño de Italia, con apenas 17.000 habitantes poseedor de un paisaje literario poco común. Es tranquilo, austero e incólume; hasta que los cuerpos caen y se estrellan contra la superficie inmaculada de sus aguas, intempestivas y cándidas.

Era 2019, Maria Paula Quintero tenía 18 años y estaba lejos de casa, aunque el calor de Cali le recorría pausadamente los vellos de los brazos de forma electrizante. Las plataformas llenas de publicidad se mantenían firmes e inmutables en la punta del acantilado, alejándose altaneramente de las casas blancas que han adornado eternamente las rocas pálidas, que miran constantemente al vacío de forma arrogante.

La plataforma estaba a 22 metros de altura, amplia y displicente. Maria Paula se tomó su tiempo, era la tercera parada de Clavados de Altura del año y su oportunidad de hacer historia. La participante más joven y supuestamente la más inexperta. Los barcos se mecían sobre las olas, inertes, mientras todas las miradas apuntaban al punto negro que se mantenía estático en la plataforma.

El mutismo era general. Y de forma súbita, sin ningún tipo de aviso, sin miramientos, Maria Paula se precipitó hacía el vacío, enfrentándolo con demudada expresión. Tres segundos, o menos, eso duró el recorrido hacía el agua, hasta el destino soñado. Luego salió dando brazadas cortas, y levantó la mano con alegría, con una sonrisa enorme en el rostro, que desarmó por completo las miradas obsesivas de las rocas húmedas.

“Es difícil elegir pero Italia me fascina. Pienso también en la cultura asiática, que es muy bonita. En Japón, en Corea, y lo organizadas que son sus ciudades. Pero yo me quedo con Italia porque allí fue donde conseguí mi primera medalla en clavados de altura, en 2019. Después de eso se hizo un espacio muy grande para Italia en mi corazón”, cuenta Quintero.

Cambié de tema con rapidez. Me preguntaba cómo debía ser verlo todo desde tan alto, cómo debía sentirse ser tan diminuto en el espacio. Y empecé a explicarle un poco mis arremolinados pensamientos.

En el surf, por ejemplo, está el túnel, le digo. Cuando el deportista atraviesa la ola sin lastimarla, cuando es acogido bajo su seno místico y traslúcido; y queda eternamente atrapado con su belleza sobrenatural. Es un momento especial. En el golf está el hoyo en uno, ese momento eterno cuando la bola se mueve despacio, desprendida del césped, como impulsada por la imaginación del lanzador, y al final entra en el hoyo.

¿Qué momento se puede equiparar a estos en los clavados de altura? ¿Cuál es ese momento donde todo parece desvanecerse y no importan las miradas que están esperando en el vacío, o los jueces que están dictaminando tu desempeño?

En el aire. Existe un pequeño lapso de tiempo que no te pertenece, que se reinicia, en el cual todo se pone en cero. La gravedad desaparece, no responde. En ese momento sientes que puedes volar... para mí es el mejor momento de todos; cuando puedes decir, por fin, con total libertad: “valió la pena todo”. Porque ese momento, en el que vas volando, en el que sientes el viento pegar en tu cara, es simplemente mágico. Indescriptible. Me dice con absoluta frescura y con una risa pequeña que se escapa desde lo más profundo de su memoria. Luego silencio, esperando mi siguiente pregunta, que aún no formulo porque me quedo petrificado imaginando el salto; tan perfecto. Hasta que reacciono.

Entonces ¿no es un mito que la primera vez jamás se olvida?

No. Es la primera alegría, el primer empujoncito para poder decir, “si se pudo, vas por un buen camino”, simplifica con un gesto para nada tímido.

Y ¿es necesario ese primer gran logro para poder continuar; una primera medalla o algo tangible que podamos mostrar al mundo y a nosotros mismos? ¿Es tan difícil dedicarse a ser deportista de élite en Colombia?

Yo considero que en el deporte, superarse a uno mismo, lo es todo. El deporte es un constante esfuerzo, es darlo todo en cada entrenamiento. Eso es lo que te debe llenar, pero obviamente un podio o un mejor lugar en la competencia logra ratificar que vas por el camino que es. No estoy diciendo que el resultado, el podio, es necesario para seguir persiguiendo el sueño, pero admito que es una motivación muy grande. Es como, “juemadre, todas esas veces en las que no quería levantarme y me levanté, esas veces que me invitaron a hacer algo y me negué por ir a entrenar realmente valieron la pena. Es como un premio a tu esfuerzo”.

¿Es verdad que los deportistas de alto rendimiento, cuando están en competencia, están absolutamente focalizados en el torneo, que no piensan en nada más y se desconectan del mundo?

Pues yo soy así. Intento, de alguna forma, entrar en modo competencia. Me olvido de todo. De las redes sociales, de responder mensajes, me olvido incluso de si hay piques en mi casa. De todo. Siempre intento poner la mente en blanco y concentrarme. A mi mamá es a la única persona a la que le respondo. Cuando estoy en competencia y me escriben mis amigos o me escriben otras personas, los mensajes se quedan ahí hasta que termine la competencia y esté camino hacía Colombia; porque sí uno está enfocado en otras cosas no logra sacar adelante la competencia.

¿Consideras que esa es una de las claves para alcanzar el éxito deportivo? La concentración, el enfoque…

Sí claro. La concentración es muy importante, porque si tú mente está dispersa en muchas cosas, vas a fallar. Es mejor optar por vivir el momento y dar todo en el presente inmediato; con lo que tú sabes y con todo el tiempo que has dedicado a prepararte.

Pero, ¿no son esas cosas externas; los amigos, la familia; lo que motiva al deportista a conseguir esos logros? ¿Cómo lograr ese equilibrio?

Sí, por supuesto que la familia y los amigos son un motor fundamental; pero en el momento de la competencia tú ya los tienes en tu corazón y en tus recuerdos. Lo digo por experiencia propia; estaba en un mundial en 2019, muy cerca del podio, y uno de los directivos me escribió por WhatsApp y me dijo: “hey, estás cerca de hacer historia”. Para mí eso fue como: estoy cerca de hacer historia.

Claro yo era absolutamente consciente de esto, dentro de mí una vocecilla me lo susurraba, pero que él me lo dijera… Fue como una carga extra. Si tú no sabes cómo manejarlo te bloquea, y yo no lo supe manejar en el momento. No me ayudó y terminó jugando en mi contra. Entonces desde allí opté por no responderle a nadie.

Hablemos un poco del miedo. Dime, ¿en esa primera vez o en alguna otra, te has paralizado allá arriba o has sentido temor, tanto que te impedía moverte, o que te hizo pensar en no saltar?

Creo que el miedo siempre camina con nosotros como un escolta. Es el instinto de supervivencia que la mente utiliza para cuestionarte; para decirte “¿qué estás haciendo aquí?” Claro que me ha pasado, realmente yo siempre tengo miedo. Me monto a esas plataformas y tengo un ‘sustico’ constante. Pero ese miedo es necesario, porque si tú le pierdes el miedo, es que le perdiste el respeto a lo que haces. La clave entonces es saber que te has preparado para eso, es saber que has entrenado y que no va a pasar nada malo. Paralizarse como tal nunca; me gusta mucho el riesgo.

Por eso empecé a practicar este deporte, porque siempre me ha gustado ese cosquilleo, esa decisión de afrontar el salto. Entonces cuando tengo la posibilidad de saltar, porque no todos los días puedo saltar desde 20 metros, siento que me estoy retando nuevamente.

“En cuanto se deja de sentir el miedo, se empieza a vivir al límite” dijo una vez Orlando Duque; mentor y amigo de Maria Paula. Cuando él empezó a practicar el clavado de gran altura en Colombia, este deporte era poco más que una práctica huérfana y desconocida.

Su primera competencia real tuvo lugar en Europa porque Cali aún no estaba preparada para sus acrobacias, para su intensidad. En el año 2000 ganó su primer torneo y desde entonces no paró de acumular piropos deportivos y resultados extraordinarios. Fue el primer campeón mundial de gran altura en 2013, cuando la disciplina se incluyó por fin en el Campeonato Mundial de Natación.

El Puerto Viejo de Barcelona lo recibió como a un viejo conocido. Lo escudriño con la brisa cálida y cortante. Todos los botes, todas las miradas, estáticas, lo acusaban indiscretos. Era el último salto, todo dependía de Orlando, de su magia, de su destreza. Gary Hunt, clavadista británico, llegaba como favorito y estaba en primera posición luego de realizar un salto superlativo en el cuarto turno, pero el último intento sería el que determinaría al campeón.

El caleño caminó hacia la punta de la plataforma y miró al vacío perfecto de 27 metros limpios. Llevaba una tobillera y se frotó las manos; alzó el pulgar con su mano derecha, indicando que estaba listo, y se volteó; le dio la espalda al futuro, aferrándose a la plataforma únicamente con la punta de sus dedos y saltó. Su cabello se sincronizó con la caída, dio un triple mortal con tres tirabuzones y le arrebató sin contemplaciones a Hunt el título, por 0.70 puntos.

“Miguel ha sido mi entrenador de toda la vida y no me detuvo, me dijo ‘hagámoslo’. Así que hablamos con Orlando, que nos dio el permiso de saltar y así empezó todo. El inicio de esta historia. Para mí fue como, “qué chévere poder enfrentarme a esta altura”. Obviamente los primeros saltos me dieron mucho miedo y me temblaba todo, pero en el aire se siente que todo pasa, que nada más importa. Fue muy bonito”, cuenta.

¿Cuáles son las preparaciones?

En la competencia yo siempre le respondo a mi mamá porque tiene un talento especial, es de las personas que en ningún momento intentan presionarte. Ella solo me relaja. Yo soy muy creyente, creo mucho en Dios. Entonces cada vez que voy a saltar me llama y me tranquiliza, me escucha y me dice, “dale hija, tú puedes, confía en Dios”. No existe mayor seguridad para mí que esa.

Normalmente soy de eucaristía todos los días, de hablar con Dios y de sentirlo cerquita. Porque considero que lo que hago es un don dado por él, es una oportunidad, una bendición, un regalo; el poder estar en los lugares en los estoy y representar a Colombia, todo es gracias a él. Siempre intento acordarme de eso, de darle las gracias. Intento disfrutar cada momento porque soy muy afortunada de poder hacer esto, de poder viajar y de tener lo que tengo sabiendo que hay tanta necesidad en mi país; tanta gente que no ha podido salir adelante, tanta gente que sufre. Termina de decir con la voz apagada, meditando.

Nuestra identidad, prosigo con tono discreto, está muy marcada por el lugar y por el suelo donde nacimos y donde nos criamos. Entonces, ¿no te da un poco de nostalgia estar fuera por tanto tiempo y de forma tan constante?

Extraño mucho a Colombia cuando estoy fuera. Pero no mentiré, es muy bonito conocer, es muy bonito ver otras culturas y viajar es hermoso, es liberador; pero uno extraña a la gente, extraña la comida, la familia, la cama. Muchas veces cuando uno lleva mucho tiempo alejado empieza a añorar su camita, sus cosas, su desayuno. La verdad yo amo Colombia y jamás me iría a vivir a otro país, porque el calor humano que hay aquí, no lo hay en ninguna otra parte del mundo. Eso lo puedo asegurar. Y la comida. Una bandeja paisa, un sancochito.

¿Los segundos pasan más lento mientras vas subiendo a la plataforma y cuando estás parada en la punta? ¿Se paraliza el tiempo?

Se paraliza en la plataforma y en el aire también, porque normalmente un salto dura tres segundos, incluso menos, pero tú en el aire puedes decirte a ti mismo como “Uy, está muy alto o debo enderezarme, o me toca reaccionar rápido”... Todo va en cámara lenta.

¿Cómo sientes que se ha desarrollado el clavado de altura en Colombia? ¿Crees que va subiendo en popularidad o que se está quedando estancado?

No, creo que realmente ha surgido mucho y que ha ganado mucha fuerza desde que yo comencé. Al principio éramos solamente Orlando, Miguel y yo. Luego Orlando se retiró y quedamos Miguel y yo por mucho tiempo solos. Ahora hay dos paisas que recientemente comenzaron en el deporte y hay gente que verdaderamente quiere hacerlo, que ven una salida y una oportunidad en los clavados. Hay jóvenes que quieren hacerlo. Y ahora la Federación Colombiana de Natación nos ha venido apoyando mucho.

Creo que este deporte va creciendo muy rápidamente, y no solamente en Colombia, sino también a nivel mundial. Al principio se le veía como un deporte demasiado extremo, como un espectáculo, como un deporte muy extraño y desconocido. El mundo se está dando cuenta de que es un deporte muy bonito y que se puede practicar desde edades tempranas sin ningún tipo de riesgo, todo controlado claro.

El apoyo de la Federación Colombiana de Natación ha sido fundamental para que este deporte haya crecido aquí en Colombia. Obviamente sí falta un poquito. En el país no es que conozcan mucho este deporte, pero yo creo que vamos por un buen camino.

¿Se puede vivir del clavado de alturas, y en qué momento pudiste decirlo tú? ¿Qué tan fácil sería para los deportistas emergentes? ¿Cómo es ese proceso, esa transición? ¿Es difícil llegar al momento de equilibrio?

Sí, el deporte te da para vivir, por lo menos en Colombia. Porque los premios y los pagos que nos hacen en las competencias son en dólares. Pero para tú poder vivir de esto tienes que mantenerte más o menos en el top 8 del mundo - que no es fácil, pero tampoco imposible- y estar constantemente en las competencias.

Es un poco más fácil ahora para los jóvenes porque Red Bull abrió un programa para las edades tempranas que es de muy alto nivel, lo que es muy bueno porque antes era prácticamente imposible acceder a este deporte teniendo menos de 18 años. Yo he sido la colombiana; no, la persona más joven en entrar a la serie con 17 años, antes nadie entraba a esa edad, se entraba a los 25 años; de esa edad hacia arriba. Ahora a los jóvenes se les está dando la oportunidad de construir un camino, se les da la oportunidad de soñar.

Sé que es algo dificil de recordar, pero ¿Cómo te dijeron que tenías una fractura en la columna? No es lo mismo que te digan “te rompiste el quinto metatarsiano del pie derecho” a que te digan, “tu columna no está bien, esto es grave” así que ¿cómo reaccionaste a ese momento y cuál es la historia detrás del proceso de recuperación?

Todo sucedió en 2015. Yo estaba haciendo clavados convencionales; hasta los 10 metros. Estaba intentando clasificar a la selección Colombia para un sudamericano. Todo fue muy duro para mí… empezó con un dolorcito, pero me dijeron que se había movido una vértebra. Cuando se dieron cuenta de que tenía una fractura me dijeron que debía abandonar el deporte.Eso me destruyó.

Me tocó abandonarlo todo por mucho tiempo y aguantar a los doctores que me decían que no podría volver jamás, que argumentaban que la columna era frágil y delicada, y que era un riesgo que no se podía correr. Que era una situación de carácter primordial. Escuché muchas veces que si volvía y no tenía el cuidado suficiente podría no volver a caminar. Escuché que muchos doctores me dijeron “no hay opción, no puedes seguir, vamos a hacer que te recuperes, pero olvídate de los clavados”.

Para mí eso fue muy duro, fue un momento de llorar mucho y de no entender nada. Pero yo siempre he contado con el apoyo de toda mi familia; especialmente de mi mamá, y fue eso lo que marcó la diferencia, porque creo firmemente que todas las mamás quieren lo mejor para los hijos. Ella no se quedó solamente con las versiones fatalistas, con esos dictámenes que no me empoderaban ni me daban esperanzas y empezó a buscar por cielo y tierra.

Me llevó a muchos médicos y a muchos fisioterapeutas hasta que logramos encontrar a un fisioterapeuta aquí en Cali, que recupera futbolistas, Fayber Lasprilla, y él, junto con el especialista de columna, Edward Walteros, hicieron lo imposible. Me dijeron, “listo, toca abandonar por un tiempo las piscinas y toca abandonar por un tiempo los entrenamientos pero lo vamos a lograr, vamos a volver, vas a volver más fuerte”. Y así fue, empecé terapias con ellos, todo un proceso de recuperación, y más o menos al cabo de cuatro meses otra vez empecé a ir a la piscina.

Fueron tres meses donde tuve que esconder mi dolor y alegrarme por mi hermana. Yo tengo dos hermanitas, una pequeñita y otra a la que le llevó apenas un año y medio, y que también es clavadista. Ella, la del medio, terminó clasificándose a la selección para esos sudamericanos a los que yo tuve que renunciar obligada. Me repetía constantemente “¿qué me está pasando? Yo quiero estar ahí, es mi sueño”, pero en cambio tuve que sentarme en las tribunas a verla entrenar, muy feliz por ella claro. Yo a un lado en las gradas, con un un corsé ajustado, ridículamente estático, porque tenía, además, un yeso enorme, desde arriba, donde empieza el cuello, hasta debajo del ombligo. Fueron momentos duros, pero mi mamá estuvo siempre ahí; siempre, siempre, siempre; mi familia siempre estuvo apoyándome. Entonces fue llevarlo poquito a poquito.

Mundial de Natación 2024

En el pasado Campeonato Mundial de Natación disputado en Doha, en febrero, Maria Paula Quintero llegó a la final y luego de un trabajo exhaustivo logró quedarse con el décimo puesto en la competencia. El oro se lo llevó la australiana Rhiannan Iffland, pero el año aún es demasiado joven para sacar conclusiones, queda un largo camino y la caleña asegura que aún no está cansada de entrenar ni de saltar. Así que, aprovechando, le pregunto por el futuro y por las competiciones que se vienen.

-Estoy en pretemporada. La próxima competencia es la Serie Mundial de Red Bull, que empieza en mayo, en Grecia. A partir de ahí son ocho paradas, ocho competencias, que duran todo el año, hasta noviembre. Tenemos Copa del Mundo en octubre en Brasil. Deben estar pendientes, será emocionante. Asegura con una sonrisa en el rostro, emocionada, y con el semblante relajado y expectante.

-Por cierto, digo, acordándome de algo que había anotado en el cuaderno que tenía en las piernas ¿Hay alguna persona -aparte de tu mamá- que tú piensas que te ha apoyado indiscriminadamente durante todo tu carrera, que te ha insistido y que cuando has tenido pereza o desánimo, te ha impulsado y te ha dicho “no, tu puedes, sigue adelante”?

-Mi hermanita, mi hermana del medio, Valentina. Ella para mí es una inspiración; mi gran apoyo. Ella también era clavadista, digo era, porque lastimosamente tuvo un accidente el año pasado y ya no pudo volver a practicar. Toda la vida ha estado junto a mí, toda la vida ha estado ahí apoyándome. Y ahora está atravesando lo mismo que yo tuve que vivir.

-¿Es algo definitivo o hay alguna posibilidad, alguna luz; como pasó contigo?

-Lo de ella sí es definitivo. El año pasado estábamos nosotras trabajando en un evento fuera del país y la piscina en la que estábamos cayendo tuvo un problema técnico. La piscina simplemente colapsó y mi hermanita estaba a una altura más o menos de nueve metros cuando pasó, lo que ocasionó que ella cayera y no recibiera amortiguación suficiente. Se quebró el pie en varias partes, y ya atravesó cuatro cirugías. Lleva fuera de casa desde mayo del año pasado. Lo de ella es un poquito más complicado. Pero nada fatal, Dios quisó que solo fuera eso y no algo irreversible. Concluyó, con la voz trémula.

-Lo siento mucho, atiné a decir con la piel erizada…

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