Las burbujas de María Camila Osorio
Perfil de la cucuteña que ganó este domingo en Bogotá su primer título WTA y busca superar a Fabiola Zuluaga, su paisana y amiga, para convertirse en la mejor tenista colombiana de la historia.
“Cami, es normal, tienes que seguir, ya pasó, es apenas el comienzo”, se dijo a sí misma María Camila Osorio la noche del 8 de septiembre de 2019, horas después de haber conquistado el US Open júnior. Esos momentos nocturnos en Nueva York se le hicieron eternos. “Wow, no lo puedo creer”, se repitió mientras intentaba descansar al menos unos minutos tras una conquista histórica que la posicionó como número uno del mundo en la clasificación juvenil.
(María Angélica Bernal: sueños sobre ruedas y sin límites)
Pasó al circuito profesional, un mundo opuesto. “La gente cree que es lo mismo pasar de juvenil a profesional, y no. El cambio es drástico: en el juvenil todo es demasiado lindo, comen todos juntos, se ayudan entre todos. En el profesional cada uno lucha por lo suyo, por su escalafón, porque tus rivales no progresen. Hay que ser envidioso, me alejé mucho de la gente. Vivía en mi propio mundo en vez de ese ambiente de hipocresía que había”, le dijo Osorio a El Espectador.
Después de entrar en la burbuja de la fama, decidió que caminaría por dichos senderos con su familia como consejera y sus entrenadores como formadores. Primero, el caleño Alejandro Falla. Ahora es acompañada por el español Ricardo Sánchez, que ganó la Copa Colsánitas en 2002, 2003 y 2004, gracias a su trabajo y a su entonces dirigida Fabiola Zuluaga. Este domingo, el tapabocas no le impidió que su voz de aliento llegara a los oídos de otra cucuteña.
Lea también: La mirada extraordinaria de María José Rodríguez
María Camila escuchó sus arengas, entendió sus indicaciones y se impuso en el polvo de ladrillo del Country Club de Bogotá frente a la eslovena Tamara Zidansek. En dos horas y cuarenta y ocho minutos triunfó por 5-7, 6-3 y 6-4. La última pelota de su rival fue a la red y la tenista colombiana de 19 años se arrodilló, lloró y recordó sus comienzos. En esos segundos emocionantes en los que la mente rememora momentos eternos, sus pensamientos se trasladaron a su infancia.
A ese instante cuando observó el cartel de la escuela de tenis de Édgar Muñoz, su primer entrenador, en el que posaba Zuluaga, hoy en día su amiga y con quien se divertía devolviéndose pelotas, antes de la pandemia. “Cuando llegué, lo primero que le dije era que tenía que bajar esa foto de Fabiola, porque yo iba a ser la mejor. Desde pequeña siempre quise llegar a ser profesional, siempre lo supe. A veces me acuerdo de esa niña con tantos sueños que hoy se están cumpliendo”.
Por culpa del COVID-19, Osorio solo pudo abrazar a su mamá, Adriana Serrano, luego de convertirse en campeona de la Copa Colsánitas, torneo categoría 250 de la WTA. “Me tocó de lejitos con ellos, porque ando en burbuja y esta noche me toca viajar a otro torneo”, dijo María Camila, quien sumó 280 puntos en el escalafón, pasará a ser la número 135 del planeta y seguirá en busca de convertir en realidad su premonición de años atrás: ser la mejor.
(María Isabel Urrutia y la mirada gris que conquistó el oro)
Esa que le llegó después de abandonar el patinaje porque vio el llanto de otra niña a causa de una caída. Esa que comenzó a forjarse con una pesada raqueta gris con la que superó en la Copa Kids de Medellín a rivales que llevaban mucho más tiempo practicando el deporte blanco. Y que también se tejió gracias a la enorme tradición deportiva que posee su familia. Su abuelo, Rolando el Loco Serrano, fue un futbolista que disputó el primer mundial de mayores al que asistió la selección de Colombia: Chile 1962. Su papá, Juan Carlos Osorio, también jugó al balompié, en las divisiones menores del club del que es hincha, Cúcuta Deportivo. Y su hermano, Juan Sebastián, ha militado en Fortaleza FC y Alianza Petrolera.
María Camila Osorio Serrano siempre ha tenido altas reservas de energía para romper las burbujas de la pereza y el conformismo. Por eso tiene futuro de estar entre las cien mejores del mundo. Además, nació con el talento para triunfar en polvo de ladrillo, césped o superficie dura. Es consciente de que vendrán más burbujas para entrar y otras para romper, porque “lo importante no es llegar, sino mantenerse y seguir creciendo. Hasta Federer, Nadal y Djokovic siempre quieren aprender. Si ellos hacen eso, cómo me voy a conformar. Tengo que mejorar tanto que ni se imaginan”.
“Cami, es normal, tienes que seguir, ya pasó, es apenas el comienzo”, se dijo a sí misma María Camila Osorio la noche del 8 de septiembre de 2019, horas después de haber conquistado el US Open júnior. Esos momentos nocturnos en Nueva York se le hicieron eternos. “Wow, no lo puedo creer”, se repitió mientras intentaba descansar al menos unos minutos tras una conquista histórica que la posicionó como número uno del mundo en la clasificación juvenil.
(María Angélica Bernal: sueños sobre ruedas y sin límites)
Pasó al circuito profesional, un mundo opuesto. “La gente cree que es lo mismo pasar de juvenil a profesional, y no. El cambio es drástico: en el juvenil todo es demasiado lindo, comen todos juntos, se ayudan entre todos. En el profesional cada uno lucha por lo suyo, por su escalafón, porque tus rivales no progresen. Hay que ser envidioso, me alejé mucho de la gente. Vivía en mi propio mundo en vez de ese ambiente de hipocresía que había”, le dijo Osorio a El Espectador.
Después de entrar en la burbuja de la fama, decidió que caminaría por dichos senderos con su familia como consejera y sus entrenadores como formadores. Primero, el caleño Alejandro Falla. Ahora es acompañada por el español Ricardo Sánchez, que ganó la Copa Colsánitas en 2002, 2003 y 2004, gracias a su trabajo y a su entonces dirigida Fabiola Zuluaga. Este domingo, el tapabocas no le impidió que su voz de aliento llegara a los oídos de otra cucuteña.
Lea también: La mirada extraordinaria de María José Rodríguez
María Camila escuchó sus arengas, entendió sus indicaciones y se impuso en el polvo de ladrillo del Country Club de Bogotá frente a la eslovena Tamara Zidansek. En dos horas y cuarenta y ocho minutos triunfó por 5-7, 6-3 y 6-4. La última pelota de su rival fue a la red y la tenista colombiana de 19 años se arrodilló, lloró y recordó sus comienzos. En esos segundos emocionantes en los que la mente rememora momentos eternos, sus pensamientos se trasladaron a su infancia.
A ese instante cuando observó el cartel de la escuela de tenis de Édgar Muñoz, su primer entrenador, en el que posaba Zuluaga, hoy en día su amiga y con quien se divertía devolviéndose pelotas, antes de la pandemia. “Cuando llegué, lo primero que le dije era que tenía que bajar esa foto de Fabiola, porque yo iba a ser la mejor. Desde pequeña siempre quise llegar a ser profesional, siempre lo supe. A veces me acuerdo de esa niña con tantos sueños que hoy se están cumpliendo”.
Por culpa del COVID-19, Osorio solo pudo abrazar a su mamá, Adriana Serrano, luego de convertirse en campeona de la Copa Colsánitas, torneo categoría 250 de la WTA. “Me tocó de lejitos con ellos, porque ando en burbuja y esta noche me toca viajar a otro torneo”, dijo María Camila, quien sumó 280 puntos en el escalafón, pasará a ser la número 135 del planeta y seguirá en busca de convertir en realidad su premonición de años atrás: ser la mejor.
(María Isabel Urrutia y la mirada gris que conquistó el oro)
Esa que le llegó después de abandonar el patinaje porque vio el llanto de otra niña a causa de una caída. Esa que comenzó a forjarse con una pesada raqueta gris con la que superó en la Copa Kids de Medellín a rivales que llevaban mucho más tiempo practicando el deporte blanco. Y que también se tejió gracias a la enorme tradición deportiva que posee su familia. Su abuelo, Rolando el Loco Serrano, fue un futbolista que disputó el primer mundial de mayores al que asistió la selección de Colombia: Chile 1962. Su papá, Juan Carlos Osorio, también jugó al balompié, en las divisiones menores del club del que es hincha, Cúcuta Deportivo. Y su hermano, Juan Sebastián, ha militado en Fortaleza FC y Alianza Petrolera.
María Camila Osorio Serrano siempre ha tenido altas reservas de energía para romper las burbujas de la pereza y el conformismo. Por eso tiene futuro de estar entre las cien mejores del mundo. Además, nació con el talento para triunfar en polvo de ladrillo, césped o superficie dura. Es consciente de que vendrán más burbujas para entrar y otras para romper, porque “lo importante no es llegar, sino mantenerse y seguir creciendo. Hasta Federer, Nadal y Djokovic siempre quieren aprender. Si ellos hacen eso, cómo me voy a conformar. Tengo que mejorar tanto que ni se imaginan”.