Las dos medallas olímpicas que truncó la boldenona en las pesas
Este es el sentido testimonio de los colombianos Andrés Mauricio Caicedo y Yeison López, dos de los prospectos más grandes de las pesas en el mundo, sancionados por presuntamente doparse con boldenona. Defienden su inocencia y planean volver para París 2024.
Thomas Blanco- @thomblalin
El guión que ambos tenían en su cabeza era estar preparándose para subirse a lo más alto del podio en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, candidatazos. Dos de los prospectos más importantes de las pesas a escala mundial; pero la realidad es diametralmente opuesta: no tienen dinero ni trabajo y se sienten solos, porque están suspendidos por cuatro años, desde noviembre de 2018, por dar positivo en el control al dopaje. La sustancia: boldenona, la misma que ha aquejado a varias figuras del deporte nacional, como el tenista Robert Farah y el ciclista Fabián Puerta. Y el discurso de ellos, sentido, como el de todos, es que son inocentes. Y les cortaron los brazos.
Es la historia de Andrés Mauricio Caicedo (22 años) y Yeison López (21). El primero, con 18 años y cinco días de vida, ocupó el sexto puesto en los Juegos Olímpicos de Río 2016 en la categoría de los 77 kilogramos y obtuvo, como todo un adolescente, un diploma olímpico. El segundo, también, con una hoja de vida hipnotizante: cuatro veces campeón mundial, cinco veces campeón panamericano y una vez campeón centroamericano, declarado en 2016 como el joven más fuerte del planeta. Pero todo ese gran equipaje y esos sueños con metales olímpicos se fueron al carajo.
“Es un karma, poco a poco te va destruyendo la vida a nivel moral y psicológico. Te sientes acabado. Uno se prepara toda la vida para algo, de forma limpia, y pff... todo cambia”, comenta Andrés Mauricio Caicedo, quien está haciendo los trámites de su libreta militar para conseguir un trabajo. “Me gasté todos mis ahorros en mi defensa. Estoy buscando trabajo, no tengo nada. Ni siquiera puedo dormir”, agrega.
Quiere limpiar su nombre, seguir en las pesas. Ganar una medalla olímpica, esta vez en París 2024, pero la tristeza le ha quitado la motivación para seguir. “Yo a veces entreno, otras veces se me baja la moral y quiero dejar todo por la rabia. A veces sí, otras no. En esas me la paso, porque es muy difícil que te acusen por algo que no hiciste”.
En esos momentos tan oscuros, Emmanuel, su hijo, de año y medio, quien nació un mes antes de ese resultado adverso, le ha alumbrado el camino. “Él me motiva a seguir dándole”.
Hipótesis, teorías, no tiene ninguna. Tampoco se decanta del todo por el consumo de carne. “La verdad es muy extraño todo. El Gobierno debería investigar el tema. Yo nunca he consumido boldenona, no entiendo de dónde salió eso; quedé anonadado, ni siquiera tomaba vitaminas”. Andrés Mauricio sufrió en 2018 una grave lesión que lo obligó a parar. Seis días antes de la muestra que salió positiva, lo habían operado en Bogotá.
El caso de Yeison López también tiene varios interrogantes: le hicieron tres pruebas en menos de un mes. La primera fue el 14 de septiembre de 2018 en Manizales. La segunda el 24 de ese mes en Cali y la última el 9 de octubre en Tokio, mientras se concentraba con la selección colombiana preparando el mundial de pesas. ¿La positiva? La de la mitad. Es decir, la boldenona estuvo pocas semanas almacenada en su cuerpo.
“Nadie le ha encontrado explicación a ese fenómeno, ni un científico. Algo raro está pasando y manifestándose en el país, muchos me juzgaron, tengo la conciencia tranquila, siempre he sido una persona honesta. A veces pienso que hay una mano negra que quiere dañar el deporte colombiano y lo está consiguiendo”, apunta Yeison, quien subraya su inocencia.
Al igual que Mauricio, se ha gastado una gran porción de sus ahorros. A veces trabaja como instructor de crossfit, otras veces sube un post en sus redes sociales; así se gana la vida. Y se alista para empezar a estudiar una licenciatura en deporte.
“Todos esos que te apoyaron en la gloria te están dando la espalda. Uno pasa al olvido. ¿Que si sigo entrenando? ¡Claro! Porque sé que soy inocente y creo en mi honestidad, eso me motiva a no rendirme. Salgo a demostrarle a la gente en la calle que no he usado nada para mejorar mi rendimiento”.
Su meta, su nuevo guión, es París 2024. Quiere el oro, quiere expulsar toda esa turbulencia y demostrarle al mundo que no se va a derrumbar. No le interesa nada más: de hecho, con 21 años, vaticina que se va a retirar cuando se suba en el podio de las olimpiadas de la capital francesa.
“Sé de mi inocencia, mis sueños siguen intactos. A mí esto me ha enseñado a encontrarme conmigo mismo, me ha llevado a conocer quiénes son mis verdaderos amigos. He aprendido a ser más humilde, a valorar los pequeños detalles. De las cosas malas también nacen cosas buenas”.
Pero el ser humano, por naturaleza, tiende a amplificar las negativas. “Yo estuve al borde de una depresión, todo pasó cuando estaba a seis días de pelear un campeonato mundial. Ahora que veo mi camino un poco nublado, yo no pierdo la fe y a mis compañeros de la selección les pido que se cuiden, que miren a quién tienen al lado. Yo no le daré el gusto a quienes me quieren ver mal. Yo no voy a quitarme la vida y desaparecer del deporte y darles gusto a ellos. Yo quiero darle el triunfo a mi familia, a mi país. Habrá Yeison para rato”, dice con voz inclemente, convencida, diáfana.
Eso sí, con un paréntesis: “Les quiero decir que una sanción no es para toda la vida. Cuando triunfe no los quiero ver en mi camino dirigiéndome la palabra, ellos saben quiénes son. No los quiero ver en la gloria”, sentenció.
Mauricio y Yeison son dos hombres destinados a una medalla olímpica, aunque el sueño se les pospuso. Dos tipos a quienes las pesas convirtieron en amigos y los ladridos de dopaje, en hermanos.
Thomas Blanco Lineros- @thomblalin- tblanco@elespectador.com
El guión que ambos tenían en su cabeza era estar preparándose para subirse a lo más alto del podio en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, candidatazos. Dos de los prospectos más importantes de las pesas a escala mundial; pero la realidad es diametralmente opuesta: no tienen dinero ni trabajo y se sienten solos, porque están suspendidos por cuatro años, desde noviembre de 2018, por dar positivo en el control al dopaje. La sustancia: boldenona, la misma que ha aquejado a varias figuras del deporte nacional, como el tenista Robert Farah y el ciclista Fabián Puerta. Y el discurso de ellos, sentido, como el de todos, es que son inocentes. Y les cortaron los brazos.
Es la historia de Andrés Mauricio Caicedo (22 años) y Yeison López (21). El primero, con 18 años y cinco días de vida, ocupó el sexto puesto en los Juegos Olímpicos de Río 2016 en la categoría de los 77 kilogramos y obtuvo, como todo un adolescente, un diploma olímpico. El segundo, también, con una hoja de vida hipnotizante: cuatro veces campeón mundial, cinco veces campeón panamericano y una vez campeón centroamericano, declarado en 2016 como el joven más fuerte del planeta. Pero todo ese gran equipaje y esos sueños con metales olímpicos se fueron al carajo.
“Es un karma, poco a poco te va destruyendo la vida a nivel moral y psicológico. Te sientes acabado. Uno se prepara toda la vida para algo, de forma limpia, y pff... todo cambia”, comenta Andrés Mauricio Caicedo, quien está haciendo los trámites de su libreta militar para conseguir un trabajo. “Me gasté todos mis ahorros en mi defensa. Estoy buscando trabajo, no tengo nada. Ni siquiera puedo dormir”, agrega.
Quiere limpiar su nombre, seguir en las pesas. Ganar una medalla olímpica, esta vez en París 2024, pero la tristeza le ha quitado la motivación para seguir. “Yo a veces entreno, otras veces se me baja la moral y quiero dejar todo por la rabia. A veces sí, otras no. En esas me la paso, porque es muy difícil que te acusen por algo que no hiciste”.
En esos momentos tan oscuros, Emmanuel, su hijo, de año y medio, quien nació un mes antes de ese resultado adverso, le ha alumbrado el camino. “Él me motiva a seguir dándole”.
Hipótesis, teorías, no tiene ninguna. Tampoco se decanta del todo por el consumo de carne. “La verdad es muy extraño todo. El Gobierno debería investigar el tema. Yo nunca he consumido boldenona, no entiendo de dónde salió eso; quedé anonadado, ni siquiera tomaba vitaminas”. Andrés Mauricio sufrió en 2018 una grave lesión que lo obligó a parar. Seis días antes de la muestra que salió positiva, lo habían operado en Bogotá.
El caso de Yeison López también tiene varios interrogantes: le hicieron tres pruebas en menos de un mes. La primera fue el 14 de septiembre de 2018 en Manizales. La segunda el 24 de ese mes en Cali y la última el 9 de octubre en Tokio, mientras se concentraba con la selección colombiana preparando el mundial de pesas. ¿La positiva? La de la mitad. Es decir, la boldenona estuvo pocas semanas almacenada en su cuerpo.
“Nadie le ha encontrado explicación a ese fenómeno, ni un científico. Algo raro está pasando y manifestándose en el país, muchos me juzgaron, tengo la conciencia tranquila, siempre he sido una persona honesta. A veces pienso que hay una mano negra que quiere dañar el deporte colombiano y lo está consiguiendo”, apunta Yeison, quien subraya su inocencia.
Al igual que Mauricio, se ha gastado una gran porción de sus ahorros. A veces trabaja como instructor de crossfit, otras veces sube un post en sus redes sociales; así se gana la vida. Y se alista para empezar a estudiar una licenciatura en deporte.
“Todos esos que te apoyaron en la gloria te están dando la espalda. Uno pasa al olvido. ¿Que si sigo entrenando? ¡Claro! Porque sé que soy inocente y creo en mi honestidad, eso me motiva a no rendirme. Salgo a demostrarle a la gente en la calle que no he usado nada para mejorar mi rendimiento”.
Su meta, su nuevo guión, es París 2024. Quiere el oro, quiere expulsar toda esa turbulencia y demostrarle al mundo que no se va a derrumbar. No le interesa nada más: de hecho, con 21 años, vaticina que se va a retirar cuando se suba en el podio de las olimpiadas de la capital francesa.
“Sé de mi inocencia, mis sueños siguen intactos. A mí esto me ha enseñado a encontrarme conmigo mismo, me ha llevado a conocer quiénes son mis verdaderos amigos. He aprendido a ser más humilde, a valorar los pequeños detalles. De las cosas malas también nacen cosas buenas”.
Pero el ser humano, por naturaleza, tiende a amplificar las negativas. “Yo estuve al borde de una depresión, todo pasó cuando estaba a seis días de pelear un campeonato mundial. Ahora que veo mi camino un poco nublado, yo no pierdo la fe y a mis compañeros de la selección les pido que se cuiden, que miren a quién tienen al lado. Yo no le daré el gusto a quienes me quieren ver mal. Yo no voy a quitarme la vida y desaparecer del deporte y darles gusto a ellos. Yo quiero darle el triunfo a mi familia, a mi país. Habrá Yeison para rato”, dice con voz inclemente, convencida, diáfana.
Eso sí, con un paréntesis: “Les quiero decir que una sanción no es para toda la vida. Cuando triunfe no los quiero ver en mi camino dirigiéndome la palabra, ellos saben quiénes son. No los quiero ver en la gloria”, sentenció.
Mauricio y Yeison son dos hombres destinados a una medalla olímpica, aunque el sueño se les pospuso. Dos tipos a quienes las pesas convirtieron en amigos y los ladridos de dopaje, en hermanos.
Thomas Blanco Lineros- @thomblalin- tblanco@elespectador.com