Las medallas que alegran a Colombia desde Tokio
José Gregorio Lemos, Luis Lucumí, Mayerli Buitrago, Carlos Daniel Serrano y Diego Dueñas se subieron al podio en los Juegos Paralímpicos.
Soñar, casi siempre, suele ser el séptimo sentido del ser humano. Y hacerlo con la victoria, que después se transforma en realidad, confirma que lo que se desea se logra, claro, después de un largo proceso de trabajo, porque el talento viene de la mano con la transpiración. Ganar una medalla de oro en unos Juegos Paralímpicos es el punto más alto, sobre todo si se tiene en cuenta el camino recorrido, lo otro que hay que hacer más allá de entrenar.
Por ejemplo, José Gregorio Lemos Rivas, de Pradera (Valle del Cauca), no solo es el mejor en el lanzamiento de jabalina (F38), sino tiene una maestría en administración y supervisión de servicios recreativos y deportivos. Hay que preparar el cuerpo, la mente también.
Siguiendo en la misma disciplina hay que hablar de Luis Fernando Lucumí, bronce en Tokio 2021 (Lemos fue oro), nacido en Villarrica (Cauca) y quien no lleva mucho tiempo en el atletismo. De hecho, se familiarizó con la jabalina en 2016, unos meses antes de participar en los Paralímpicos de Río, evento en el que obtuvo la medalla de plata. En esas justas también compitió en los 100 metros planos (T38).
Le puede interesar: Todo lo que necesita saber de los Juegos Paralímpicos de Tokio
Ahora hay que ir a la natación, y también desplazarse a Santander, a Bucaramanga, donde Daniel Serrano comenzó en la natación aunque no le gustaba el agua. Y no porque no se sintiera cómodo, sino porque les tenía miedo a las corrientes de los ríos cercanos a Valledupar, a donde iba con su papá de cuando en cuando.
Ese temor fue la motivación para que luego de 15 clases para aprender a nadar, Serrano no quisiera salir del agua nunca. En Tokio ganó bronce en los 200 metros combinados (S7), sumando así su cuarto metal en unos Paralímpicos (en Río obtuvo oro, plata y bronce).
En Santander también nació Mayerli Buitrago, quien desde muy joven entendió que el trabajo dignifica la vida. Por eso, recién terminó bachillerato, entró a una zapatería, con turnos de nueve horas, con pocos descansos. Necesidad, como todas las historias.
Tía de Carlos Daniel Serrano, intentó incursionar en la natación, pero un entrenador le dijo que si bien tenía mucha fuerza en los brazos, con las piernas era más bien lenta. Y que lo intentara en el lanzamiento de bala. Un año después obtuvo el escalafón necesario para clasificar a Tokio 2020 y obtuvo la medalla de plata (F41). En la familia, dos deportistas que saben lo que es un podio en la cita más importante de todas.
Lea aquí: Estas son las medallas y los récords mundiales de Colombia en los Paralímpicos
Por último -en esta recopilación, pues esperamos que haya más podios para Colombia- está Diego Dueñas, el bogotano a quien desde muy niño le inculcaron el deporte. A los nueve años estuvo en una escuela de fútbol, después en una de patinaje porque no le llamó la atención la pelota, y seguido, por caminos que se bifurcan, el ciclismo, los mismos pasos que su hermana Tatiana (ciclista profesional del Colnago). Dueñas se colgó el bronce en los cuatro mil metros persecución individual (C4), repitiendo lo hecho hace cinco años en Río de Janeiro.
Todos ellos encontraron en el deporte la vía de la felicidad y con sus triunfos, de paso, alegran la vida del resto de colombianos que disfrutan verlos en un podio luego de competir, en realidad, contra ellos mismos, pero para todo un país que siente orgullo por las victorias de sus atletas y las atesora como propias.
Soñar, casi siempre, suele ser el séptimo sentido del ser humano. Y hacerlo con la victoria, que después se transforma en realidad, confirma que lo que se desea se logra, claro, después de un largo proceso de trabajo, porque el talento viene de la mano con la transpiración. Ganar una medalla de oro en unos Juegos Paralímpicos es el punto más alto, sobre todo si se tiene en cuenta el camino recorrido, lo otro que hay que hacer más allá de entrenar.
Por ejemplo, José Gregorio Lemos Rivas, de Pradera (Valle del Cauca), no solo es el mejor en el lanzamiento de jabalina (F38), sino tiene una maestría en administración y supervisión de servicios recreativos y deportivos. Hay que preparar el cuerpo, la mente también.
Siguiendo en la misma disciplina hay que hablar de Luis Fernando Lucumí, bronce en Tokio 2021 (Lemos fue oro), nacido en Villarrica (Cauca) y quien no lleva mucho tiempo en el atletismo. De hecho, se familiarizó con la jabalina en 2016, unos meses antes de participar en los Paralímpicos de Río, evento en el que obtuvo la medalla de plata. En esas justas también compitió en los 100 metros planos (T38).
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Ahora hay que ir a la natación, y también desplazarse a Santander, a Bucaramanga, donde Daniel Serrano comenzó en la natación aunque no le gustaba el agua. Y no porque no se sintiera cómodo, sino porque les tenía miedo a las corrientes de los ríos cercanos a Valledupar, a donde iba con su papá de cuando en cuando.
Ese temor fue la motivación para que luego de 15 clases para aprender a nadar, Serrano no quisiera salir del agua nunca. En Tokio ganó bronce en los 200 metros combinados (S7), sumando así su cuarto metal en unos Paralímpicos (en Río obtuvo oro, plata y bronce).
En Santander también nació Mayerli Buitrago, quien desde muy joven entendió que el trabajo dignifica la vida. Por eso, recién terminó bachillerato, entró a una zapatería, con turnos de nueve horas, con pocos descansos. Necesidad, como todas las historias.
Tía de Carlos Daniel Serrano, intentó incursionar en la natación, pero un entrenador le dijo que si bien tenía mucha fuerza en los brazos, con las piernas era más bien lenta. Y que lo intentara en el lanzamiento de bala. Un año después obtuvo el escalafón necesario para clasificar a Tokio 2020 y obtuvo la medalla de plata (F41). En la familia, dos deportistas que saben lo que es un podio en la cita más importante de todas.
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Por último -en esta recopilación, pues esperamos que haya más podios para Colombia- está Diego Dueñas, el bogotano a quien desde muy niño le inculcaron el deporte. A los nueve años estuvo en una escuela de fútbol, después en una de patinaje porque no le llamó la atención la pelota, y seguido, por caminos que se bifurcan, el ciclismo, los mismos pasos que su hermana Tatiana (ciclista profesional del Colnago). Dueñas se colgó el bronce en los cuatro mil metros persecución individual (C4), repitiendo lo hecho hace cinco años en Río de Janeiro.
Todos ellos encontraron en el deporte la vía de la felicidad y con sus triunfos, de paso, alegran la vida del resto de colombianos que disfrutan verlos en un podio luego de competir, en realidad, contra ellos mismos, pero para todo un país que siente orgullo por las victorias de sus atletas y las atesora como propias.