Manuela Ríos: El baloncesto de barrio
La armadora de la selección nacional fue una de las figuras de la FIBA Americup femenina que se jugó en San Juan, Puerto Rico. Su rendimiento le valió un puesto en el mejor quinteto del torneo.
Fernando Camilo Garzón
Manuela Ríos aprendió a jugar baloncesto en las calles de Itagüí. De ahí, del barrio, como ella lo llama, viene su picardía, esa habilidad que tiene para sorprender con jugadas inesperadas, sagaces y altamente efectivas.
Así lo demostró la semana pasada en la FIBA Americup femenina, cuando Colombia enfrentó a Canadá. Encerrada debajo del poste en una reposición, y sin posibilidad de darles un pase a sus compañeras, Manuela Ríos se autohabilitó lanzando el balón a la cola de una de sus rivales, que cuando se dio cuenta no pudo frenar el movimiento de la antioqueña, que logró anotar un doble poco ortodoxo y, además, consiguió la falta. Una jugada que fue destacada por la organización del torneo y que fue una de las sensaciones del evento.
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Manuela Ríos se consagró como una de las figuras de la competición. Su viveza y su agilidad mental combinadas con su capacidad para penetrar en la zona pintada, atacar el aro, manejar al equipo y ser una de las líderes de Colombia en el torneo le valieron la posibilidad de ser escogida en el mejor quinteto de la Copa, acompañada de nombres importantes como el de la puertorriqueña Jennifer O’Neill, los de las estadounidenses Rhyne Howard y Elissa Anne Cunane, y el de la brasileña Clarissa Dos Santos.
Manuela asegura que su estilo viene de “birrear” en la calle. Es decir, de los juegos de baloncesto que tenía con sus amigos y amigas en el barrio o de las tardes con sus colegas en partidos de baloncesto callejero, sin reglas, sin árbitros, para pasar el rato. Birreando en Itagüí, Manuela Ríos se enamoró de la pelota naranja.
Ocurrió cuando tenía 11 años, un día cuando fue a ver un partido de Arrieros en la Liga Profesional de Baloncesto masculina. A ella le gustaba, en los entretiempos de los encuentros, meterse en la cancha, tomar el balón y empezar a jugar con él. Desde pequeña siempre tuvo mucha habilidad con las manos, le encantaba practicar el doble ritmo y lanzar la pelota aproximándose al canasto.
Los de Arrieros la observaron y entendieron que ahí había un futuro talento. Cuando les preguntaron a sus padres, que habían practicado el baloncesto como pasatiempo en el colegio, si querían inscribir a su hija en el club ambos aceptaron encantados.
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El resto es historia. En Arrieros Manuela Ríos se destacó desde el primer día y rápidamente llegó a los procesos de las selecciones nacionales. El tiempo y su rendimiento la llevaron a Argentina, al club Quimsa, la experiencia que le hizo creer que vivir del baloncesto sí podía ser una opción.
No lo considera algo garantizado. Sabe que en Colombia es difícil y por eso, en caso de que el básquet se quede solo en una posibilidad, está estudiando en la universidad para graduarse como profesional en deporte.
Sin embargo, la Americup cambió las cosas. Su brillante actuación le granjeó múltiples elogios y oportunidades. Ahora, para agosto, tiene propuestas para jugar en la Liga de los Países Bajos y en la de Puerto Rico. Todavía no decide en dónde seguirá su carrera, porque quiere pensar cuál será la mejor decisión.
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Por el momento, lo que tiene claro en su cabeza, que nunca para y siempre quiere más, es que tiene que mejorar en muchos aspectos de su juego, porque quiere ser una basquetbolista más completa. Quiere llegar a ser una jugadora que pueda tirar desde el perímetro y que también pueda organizar la salida de su equipo para armar las mejores jugadas y llegar a canasta.
Manuela Ríos tiene una mentalidad brutal, preparada siempre para mejorar su rendimiento. Después de cada partido se observa en videos para corregir sus errores, pero también analiza a sus rivales para entender por dónde puede atacarlos. Considera que la obligación de una buena armadora es comprender esas falencias del adversario para entender dónde habrá espacios y en qué tiempo puede atacar el aro o habilitar a sus compañeras.
¿Su inspiración? Cuando inició fue Tony Parker, leyenda de los San Antonio Spurs, ahora es Facundo Camapazzo, el argentino que la rompe en la NBA. Jugadores bajitos, pero explosivos e inteligentes. Parecidos a ella, que, aunque mide apenas 1,65 metros, entiende el juego como pocas.
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A su mayor referente, la estadounidense Kelsey Plum, ya la conoció. De hecho, la enfrentó en el Preolímpico que se disputó en 2019 en Bahía Blanca (Argentina). Un sueño que nunca creyó que podía suceder y que al final pasó.
Igual que no creyó que iba a quedar en el mejor quinteto de la Americup que se jugó en Puerto Rico hace menos de una semana. Y su talento y desfachatez le hicieron un hueco entre las mejores cinco del continente.
Ríos tuvo una competencia de ensueño. Con 29 asistencias, la antioqueña fue reconocida como la mejor pasadora del torneo. Además, anotó un total de 61 puntos, con una efectividad de lanzamiento de 72,2 % y un promedio de 12 anotaciones por partido.
Su buena actuación, no obstante, no fue suficiente para que Colombia llegara a las semifinales, instancia que le habría asegurado un cupo al Mundial de Australia que se disputará en 2022.
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Manuela Ríos sueña, algún día, con llevar a Colombia al campeonato del mundo o a los Juegos Olímpicos. Y también anhela ser entrenadora y formar futuros talentos. Mientras tanto, con 24 años, disfruta de su momento y es una de las cabezas más visibles del futuro del básquet en Colombia.
Por: Fernando Camilo Garzón - @FernandoCGarzon
Manuela Ríos aprendió a jugar baloncesto en las calles de Itagüí. De ahí, del barrio, como ella lo llama, viene su picardía, esa habilidad que tiene para sorprender con jugadas inesperadas, sagaces y altamente efectivas.
Así lo demostró la semana pasada en la FIBA Americup femenina, cuando Colombia enfrentó a Canadá. Encerrada debajo del poste en una reposición, y sin posibilidad de darles un pase a sus compañeras, Manuela Ríos se autohabilitó lanzando el balón a la cola de una de sus rivales, que cuando se dio cuenta no pudo frenar el movimiento de la antioqueña, que logró anotar un doble poco ortodoxo y, además, consiguió la falta. Una jugada que fue destacada por la organización del torneo y que fue una de las sensaciones del evento.
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Manuela asegura que su estilo viene de “birrear” en la calle. Es decir, de los juegos de baloncesto que tenía con sus amigos y amigas en el barrio o de las tardes con sus colegas en partidos de baloncesto callejero, sin reglas, sin árbitros, para pasar el rato. Birreando en Itagüí, Manuela Ríos se enamoró de la pelota naranja.
Ocurrió cuando tenía 11 años, un día cuando fue a ver un partido de Arrieros en la Liga Profesional de Baloncesto masculina. A ella le gustaba, en los entretiempos de los encuentros, meterse en la cancha, tomar el balón y empezar a jugar con él. Desde pequeña siempre tuvo mucha habilidad con las manos, le encantaba practicar el doble ritmo y lanzar la pelota aproximándose al canasto.
Los de Arrieros la observaron y entendieron que ahí había un futuro talento. Cuando les preguntaron a sus padres, que habían practicado el baloncesto como pasatiempo en el colegio, si querían inscribir a su hija en el club ambos aceptaron encantados.
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No lo considera algo garantizado. Sabe que en Colombia es difícil y por eso, en caso de que el básquet se quede solo en una posibilidad, está estudiando en la universidad para graduarse como profesional en deporte.
Sin embargo, la Americup cambió las cosas. Su brillante actuación le granjeó múltiples elogios y oportunidades. Ahora, para agosto, tiene propuestas para jugar en la Liga de los Países Bajos y en la de Puerto Rico. Todavía no decide en dónde seguirá su carrera, porque quiere pensar cuál será la mejor decisión.
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Manuela Ríos tiene una mentalidad brutal, preparada siempre para mejorar su rendimiento. Después de cada partido se observa en videos para corregir sus errores, pero también analiza a sus rivales para entender por dónde puede atacarlos. Considera que la obligación de una buena armadora es comprender esas falencias del adversario para entender dónde habrá espacios y en qué tiempo puede atacar el aro o habilitar a sus compañeras.
¿Su inspiración? Cuando inició fue Tony Parker, leyenda de los San Antonio Spurs, ahora es Facundo Camapazzo, el argentino que la rompe en la NBA. Jugadores bajitos, pero explosivos e inteligentes. Parecidos a ella, que, aunque mide apenas 1,65 metros, entiende el juego como pocas.
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Igual que no creyó que iba a quedar en el mejor quinteto de la Americup que se jugó en Puerto Rico hace menos de una semana. Y su talento y desfachatez le hicieron un hueco entre las mejores cinco del continente.
Ríos tuvo una competencia de ensueño. Con 29 asistencias, la antioqueña fue reconocida como la mejor pasadora del torneo. Además, anotó un total de 61 puntos, con una efectividad de lanzamiento de 72,2 % y un promedio de 12 anotaciones por partido.
Su buena actuación, no obstante, no fue suficiente para que Colombia llegara a las semifinales, instancia que le habría asegurado un cupo al Mundial de Australia que se disputará en 2022.
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Manuela Ríos sueña, algún día, con llevar a Colombia al campeonato del mundo o a los Juegos Olímpicos. Y también anhela ser entrenadora y formar futuros talentos. Mientras tanto, con 24 años, disfruta de su momento y es una de las cabezas más visibles del futuro del básquet en Colombia.
Por: Fernando Camilo Garzón - @FernandoCGarzon