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Con apenas 16 años, la cucuteña María Camila Osorio se ha convertido en la gran promesa del tenis femenino colombiano. En 2018 fue subcampeona del ITF Juniors Masters, el torneo que reúne a las mejores raquetas juveniles del mundo durante la temporada; conquistó la medalla de plata en dobles mixtos (al lado de Nicolás Mejía) y de bronce en individual en los Juegos Olímpicos de la Juventud, en Buenos Aires 2018. Llegó a semifinales del US Open Juvenil y se coronó campeona de la Copa Paneiras, el Banana Bowl, el Asunción Bowl, la Copa del Café y la Copa Barranquilla. Sin duda este ha sido el mejor año de su corta carrera.
Y es que la vida de María Camila Osorio Serrano es una suma de momentos. Unos trascendentales, otros imperceptibles. Por ejemplo: no querer practicar patinaje luego de ver a una niña llorando tras una caída en el patinódromo de Cúcuta. “Huy no, papi, yo no quiero ese deporte”. Más adelante aprendería que ese verbo, caer, está presente en cualquier actividad física, hasta en la competencia de alto rendimiento. Y ese día apareció otro momento, el que cambió todo. “Vimos una pancarta de la academia de Édgar Muñoz y, como él había sido el entrenador de Fabiola Zuluaga, fuimos a inscribir a la niña”, recuerda Adriana, la mamá.
Tenía seis años y sus papás le compraron una raqueta gris, sin marca, sencilla, funcional, pesada. Y en menos de cinco meses ganó su primer torneo: la Copa Masters Kids en Medellín, frente a niñas mayores que ella, con las ganas de participar y, después, con la satisfacción de ganar. “No se quedaba quieta y, como en la familia somos deportistas, creímos que era la mejor manera de canalizar la energía”, agrega Adriana.
María Camila es nieta de Rolando Serrano, uno de los 22 jugadores que hicieron parte de la selección de Colombia dirigida por Adolfo Pedernera en el Mundial de Fútbol de Chile 1962. Su papá, Juan Carlos, estuvo en las divisiones menores del Cúcuta, y su hermano, Juan Sebastián, es el capitán del Fortaleza F.C., equipo de la segunda división del fútbol nacional.
“Así concebimos la vida, así se vive mejor”, dice Adriana, quien la acompaña a muchos torneos. Y mientras su hija le pega a la pelota en la cancha, ella tiene que camuflar sus emociones, evitar que su rostro divulgue lo que está sintiendo y conservar la calma, la mirada serena. “Ella me toma como punto fijo y luego de cada punto me busca con los ojos. Creo que eso le da seguridad y si no me ve firme, se desespera”.
Pero así como María Camila encontró el tenis siendo muy pequeña, también hay otras cosas que aprendió tarde, como montar en bicicleta. “Practicó con mi esposo un par de días en un parque que queda al frente de nuestra casa, y luego de la segunda vez, le quitamos las ruedas auxiliares y pudo mantener el equilibrio”.
María Camila es una joven afable, calmada, de ritmos mansos, alegre, amistosa y extrovertida. El temperamento lo expresa cuando tiene que correr en la cancha, cuando debe ser agresiva, tomar la iniciativa, impactar la bola en el punto más alto y asfixiar a la rival.
“Mucha gente piensa que por ser de Cúcuta es brava, malgeniada, terca, pero no. Es todo lo contrario, una persona muy dulce, cálida y muy respetuosa”. A Adriana le cuesta recordar qué le saca el mal genio. De hecho, hace una pausa prolongada y solo retoma la charla con un “es que solo se la pasa sonriendo”.
Más adelante hay clarividencia. “Cuando le prohíben comer chocolate; ahí sí se pone brava. Pero no refuta porque sabe que tiene que cuidar su dieta para poder estar en forma”.
María Camila ha entendido que en un deporte individual, en el que la comunión consigo misma es vital para sobrevivir a la disputa, valga la redundancia, consigo misma, no hay que tenerle miedo a perder para merecer ganar. Las derrotas de años anteriores curtieron el carácter, transformaron su juego y por eso hoy en día es la número cuatro del mundo en el escalafón ITF y la mejor latinoamericana.
“Estoy contenta con lo que hice este año, pero tengo que seguir trabajando cada vez más para ser la número 1 del mundo, no en juvenil, sino en el escalafón de la WTA”, comentó María Camila al regresar a Colombia tras su actuación en el Masters, en China.
“Estoy mejorando y eso me da motivación de cara al futuro. He fortalecido mi servicio, los tiros y el revés. Siento que me estoy moviendo mejor también”, agregó.
María Camila es una de las candidatas en la categoría juvenil al premio de Deportista del Año de El Espectador y Movistar 2018, que se entregará el lunes 3 de diciembre en Connecta, en Bogotá.
En la versión número 58 de nuestro concurso otorgaremos premios en las categorías Mayores y Juvenil, Mejor Técnico, Mejor Equipo y Dirigente, así como Revelación, Vida y Obra, y el más importante para El Espectador, el Juego Limpio Guillermo Cano.
Vota por María Camila Osorio, nominada a Deportista del Año 2018 en la categoría Juvenil.