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Hay que parafrasear a James Gray, periodista y autor del libro Max Verstappen, la biografía, porque quizás una de las descripciones más precisas sobre la vida del bicampeón de la Fórmula 1 es que su padre, Jos, fue por muchos años “el motor de su carrera”.
“Estaba con su madre en una pista de karts cerca de Genk y me llamó llorando porque vio a un niño más pequeño conduciendo y dijo que él también quería hacerlo. Así que cuando volví a casa —había estado en Canadá para una carrera— le compré un kart. Así es como empezó. Tenía cuatro años y medio”.
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Pablo Neruda escribió: “Es a vida / es a muerte / este destino”. En la Fórmula 1, y lo cita Gray, a veces no basta con el talento, sino que también hay que contar con la herencia deportiva o con la suerte de conseguir patrocinadores para llegar a la élite del automovilismo. Se lee en el libro, partiendo de una afirmación de Toto Wolff, jefe de equipo y copropietario de Mercedes, que “si alguien tiene talento, mucho talento, probablemente necesite gastar un millón de euros en karting en carreras júnior, sénior e internacionales”. Pero más adelante el autor de la biografía de Verstappen continúa la operación de los gastos para llegar a lo más alto: “Necesitas al menos una temporada en la F4 o en la Fórmula Renault, lo que supone otros 350.000 euros si lo haces bien. Necesitas 650.000 euros para una temporada de F3, así que estamos en dos millones de euros. Probablemente necesites otra temporada de F3, así que estás en 2,6 o 2,7 millones de euros, y luego no has hecho ninguna GP2 o World Series. Así que digamos que estás en tres millones de euros si eres un talento extraordinario. La GP2 es otro millón y medio de euros, así que probablemente, si quieres estar seguro, estás entre 4,5 y cinco millones de euros y solo has hecho un año de GP2. Estás a punto de entrar en la Fórmula 1, pero no estás ahí. Necesitas entre 2 y 3 millones de euros más para conseguir el volante. Así que estamos hablando de 7 a 8 millones de euros”.
A vida y a muerte, así se labró el destino Max, pero contó con el apoyo de su padre, quien fue también piloto de Fórmula entre 1994 y 2000. Jos the Boss (Jos el jefe) o Vercrashen (por su tendencia a chocar) fueron los apodos del neerlandés que pasó por escuadras como Benetton, Simtek, Footwork, Tyrrell, Stewart, Arrows y Minardi.
Pero no solo era por su padre, también era por su madre, Sophie Kumpen (quien fue piloto de karts), que Max Verstappen estaba predestinado a la adrenalina del deporte. “Con su primera bicicleta sin rueditas, que le había regalado Mercedes, aún puedo verlo derrapar y hacer giros. La velocidad ya existía desde el principio”, dijo una vez Kumpen.
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Fueron los karts los que definieron su gusto por el automóvil, pues en principio a Verstappen lo que le interesaba era el fútbol. Aunque nació en Bélgica, se crió en Países Bajos y siempre ha afirmado sentirse más neerlandés que belga. Y fue la familia la que influyó para su vida como piloto, pues por cultura habría podido soñar con ser futbolista o ciclista, pero se decantó por los autos, un deporte que en Países Bajos apareció por primera vez el 7 de agosto de 1948, y que solo en 2021 logró ver un campeón en la élite de este en una jornada inolvidable, que resultó ser casi de película.
“Nunca tuve sorpresas en la F1 porque nadie fue tan duro conmigo como mi padre”. “Bastardo retrasado, cerdo estúpido, nunca lo lograrás”, le dijo su padre en un campeonato mundial de karting en 2012, cuando en una final accidentó a Daniel Bray, quien era junto a Max el más rápido de la carrera, y le impidió llegar al podio. “Realmente quería que sintiera el dolor. Porque tenía que pensar en lo que estaba haciendo. Esa fue la última carrera de la temporada y la temporada siguiente lo ganamos todo. Lo que pasó en esa carrera lo hizo un mejor piloto”, afirmó su padre.
A los 17 años ingresó a la Fórmula 1. Verstappen impresionaba en las pistas por la velocidad y la osadía en su conducción, pero también afuera. Helmut Marko, expiloto y asesor de Red Bull, dijo en una entrevista para el diario Bild: “Suelo hablar con un piloto durante unos 20 minutos para hacerme una idea de su personalidad y de toda su historia, pero con Max me senté durante una hora y media (...) Era un cuerpo joven (tenía 15 años), pero con una mente que sin duda iba tres o cinco años por delante”.
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Todo este recorrido para hablar del bicampeón, y que más que el título que defenderá nuevamente este año, el que encierra toda su preparación y su esfuerzo fue el primero, y no por ser ese el número, sino por la forma en que se dio en 2021: iba a ser el octavo trofeo para Lewis Hamilton, que parecía imbatible. Faltaban cinco vueltas para el final de la temporada en Abu Dabi. Nicholas Latifi, de Williams, chocó contra las barreras protectoras y obligó a que el coche de seguridad saliera. La ventaja que llevaba el británico sobre Verstappen se perdió. El neerlandés terminó con neumáticos blandos, que duran menos, pero permiten mayor velocidad. El piloto de Red Bull necesitaba una sola oportunidad, pero entre él y el referente de Mercedes había varios rezagados. Y otro milagro ocurrió: Michael Masi, director de carrera, obligó a quienes estaban en medio a desdoblarse, de manera que solo quedaría una vuelta para definir al campeón y las condiciones que parecían imposibles se dieron a favor de Red Bull. Estaba cantado. Hamilton terminó con neumáticos medianos y no iba a tener la misma velocidad que su rival, y en la curva cinco vio el sobrepaso que lo alejó de ser el máximo ganador en la historia de la Fórmula 1. Y así, con un final épico, Verstappen se coronó campeón a sus 23 años. “Unos minutos más tarde, una vez que Max se había pesado y hecho la primera de muchas entrevistas posteriores a la carrera, se encontró solo durante un instante. Se sentó en un rincón del escenario y trató de calcular lo que había sucedido. Su padre se arrodilló a su lado y compartieron un momento. Era esto por lo que siempre habían trabajado, siempre creyeron que lo podían conseguir y unos 30 minutos antes parecía que no lo iban a lograr, pensó que tal vez nunca lo harían. (...) Hubo un momento de quietud. Solo padre e hijo, sentados en un garaje, oliendo a combustible, goma quemada y sudor, sabiendo que el trabajo duro había dado sus frutos”, concluyó Gray.
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