Medía noche en París con las estrellas del baloncesto
Así se vive una jornada en el básquet de los Juegos Olímpicos. Estados Unidos ya está en la semifinal y jugará con Serbia. En la otra llave, Francia y Alemania decidirán al otro finalista.
Fernando Camilo Garzón
¡Estaban todas las estrellas! Y eran tan reales como el resto de los 16.000 espectadores del Bercy Arena, que incrédulos se deslumbraron con el anuncio de cada nombre. LeBron James, Stephen Curry, Kevin Durant, Anthony Davies, Joel Embiid y más de una banda tremenda, que no dejó ni un celular en los bolsillos, pues habría sido un sacrilegio no quedarse con el registro de un equipo así de irrepetible.
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¡Estaban todas las estrellas! Y eran tan reales como el resto de los 16.000 espectadores del Bercy Arena, que incrédulos se deslumbraron con el anuncio de cada nombre. LeBron James, Stephen Curry, Kevin Durant, Anthony Davies, Joel Embiid y más de una banda tremenda, que no dejó ni un celular en los bolsillos, pues habría sido un sacrilegio no quedarse con el registro de un equipo así de irrepetible.
El partido de los estadounidenses no duró más del primer cuarto, pues Brasil, tan potente por nuestras tierras latinas, no tenía nada que hacer ante tanta leyenda. Competitivamente resultó más emocionante el calentamiento de las grandes estrellas norteamericanas, los triples del chef Curry o el ritual del rey LeBron. Antes de que abrieran las puertas al público que se agolpaba en la entrada, las bestias ya habían salido al maderamen y se divertían lanzando al aro, como niños, con la absoluta tranquilidad de que lograrían el paso a semifinales.
Tanta estrella reunida hizo ver como poca cosa a los jugadores que se citaron en el Bercy Arena horas antes de ese duelo en los tres partidos que decidieron a los otros semifinalistas del baloncesto olímpico. No porque les faltara estatus, sino porque la constelación gringa estaba a otro nivel. Se pudo ver en Grecia, que con un Giannis Antetokounmpo solitario se quedó afuera contra los campeones del mundo, Alemania. Después Nikola Jokic lideró a Serbia en una tremenda remontada contra una Australia que llegó a estar con 30 puntos de ventaja, cosa que no le pasó a Francia, que supo cerrar el duelo en el que Canadá se suponía favorito.
Los norteamericanos, como sus vecinos, traían una plantilla con cartel, aunque no de la misma talla, cómo no. Shai Gilgeous-Alexander, Jamal Murray y Dillon Brooks se quedaron sin reaccionar, no obstante, ante una Francia que contó con el arrollador fervor de su público. No se miente al decir que hubo momentos en los que el piso del coliseo temblaba cuando “les bleus” encontraron la canasta. Extasiados, los franceses celebraban a rabiar cuando su gran figura, Víctor Wembanyama, protagonizaba una tapa, metía un triple, atacaba el aro o agarraba un rebote. Sin embargo, más allá de la brillante perla francesa de 2,24 metros, todo el equipo de los gallos estuvo brillante y despertó los vítores de la arena.
Ese juego fue antes del de la exhibición de los jugadores de Estados Unidos, que con sus alley-oops, volteretas, triples y movimientos sudaron más por la espectacularidad de su juego, que por la dificultad del reto. Fue imposible no comparar ambos compromisos. La emocionalidad del batacazo francés y el “show” norteamericano.
Era previsible la distancia desde que el año pasado, cuando Estados Unidos sufrió una vergonzosa derrota en el Mundial, y LeBron James, tocado en su orgullo y consciente de que está dando sus últimos pasos, empezó a llamar a los nombres más prestigiosos que tenía en su agenda para conformar un equipo invencible.
La historia es repetida. En 1992 fue Magic Jhonson quien se encargó de juntar las piezas de un equipo irrepetible en el que jugaron con él, entre muchos otros, Michael Jordan y Larry Bird. Fácilmente, tres de los mejores baloncestistas de toda la historia. Ese fue el primer Dream Team, el original. Después vino el “Equipo de la redención”, comandado por Kobe Bryant, que, herido en su ego por las derrotas internacionales, sintió que debía unir a una legión inolvidable para ir por el oro a Beijing 2008. En ese equipo estaban jugadores como LeBron James y Kevin Durant, estrellas que volvieron para París 2024 con el mismo objetivo de la Mamba Negra.
Muchos en el Bercy Arena, cuando el reloj marcaba la medianoche y terminó el juego que les dio a los estadounidenses el paso a semifinales, en las que jugarán con la Serbia de Jokic, se fueron incrédulos del estadio sin dar certeza de lo que habían visto: la reunión de las más brillantes estrellas en la cima del olimpo. Y también se fueron con una certeza: que en el baloncesto, aunque las brechas cada vez sean más cortas, cuando Estados Unidos alinea a sus mejores fichas son un equipo, como pocos, imposible de vencer.
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