Mercedes Pérez y su sueño por cumplir
La samaria, octava en Pekín 2008 y cuarta en Río 2016, se quedó a tres kilos del podio olímpico en Tokio 2020.
Cuando era niña, en el barrio Mayor de Santa Marta, Mercedes Pérez soñaba con batear lejos la pelota, ‘sacarla del estadio’ imaginario en el que jugaba. Imaginaba grandes fildeos y buenos lanzamientos. Su vida era el sóftbol, deporte al que jugaba con niños, pues a sus compañeritas no les gustaba.
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Juan Solano, su profesor de educación física fue quien la convenció de cambiar de disciplina, de dedicarse al levantamiento de pesas. Bastaron un par de prácticas para que se acostumbrara a las barras y los discos de metal, a los que convirtió en sus compañeros de trabajo.
Y desde entonces esa es su vida. Ha sido múltiple campeona nacional y medallista en eventos del ciclo olímpico y campeonatos mundiales. Con 33 años, llegó a Tokio con la ilusión de cerrar con broche de oro su carrera y subirse al podio en la categoría de 64 kilogramos. En Pekín 2008 quedó octava y en Río 2016 cuarta.
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Se preparó le mejor posible para conquistar por fin la anhelada medalla olímpica. Pero no alcanzó. En el arranque no cumplió con sus propios pronósticos. Falló el primer intento, levantó 101 kilos en el segundo y no pudo realizar el tercero.
Al envión, entonces, llegó presionada. Necesitaba recuperar terreno y exigirse más. Se ilusionó al lograr 126 kilos, pero se quedó corta dos veces al intentar. Terminó cuarta, con un total de 227 kilogramos, a tres del bronce de Uei-Wei Chen de China Taipei, cinco de la Italiana Giorgia Borgignon y ocho de la canadiense Maude Charron, la campeona.
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Compitió en los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008 y ocupó el noveno logar, tras la descalificación de una ucraniana subió al octavo lugar y logró un diploma. En Río de Janeiro 2016 fue cuarta y ahora en Tokio 2020 espera ganar por fin una medalla. Su siguiente objetivo lo tiene claro, ser madre y formar una familia.
“Cuando salgo a la pista pienso en mi familia, sobre todo en abuela Chavela. Grito, ´con el alma´, explica Mercedes. Así lo hizo en Tokio, a donde llegó tras un largo proceso de preparación. Hace unos meses le anunciaron que debía operarse por una lesión en la rodilla, pero prefirió manejar el dolor con fisioterapia y aplazar la cirugía para después de los Olímpicos.
Probablemente la de Tokio fue su última participación en las justas. Será difícil que llegue a París 2024. Su magnífica carrera, sin embargo, no se empaña, más allá de que internamente ella sienta que aunque siempre se entregó de cuerpo y alma, se le quedó un sueño por cumplir.
Cuando era niña, en el barrio Mayor de Santa Marta, Mercedes Pérez soñaba con batear lejos la pelota, ‘sacarla del estadio’ imaginario en el que jugaba. Imaginaba grandes fildeos y buenos lanzamientos. Su vida era el sóftbol, deporte al que jugaba con niños, pues a sus compañeritas no les gustaba.
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Y desde entonces esa es su vida. Ha sido múltiple campeona nacional y medallista en eventos del ciclo olímpico y campeonatos mundiales. Con 33 años, llegó a Tokio con la ilusión de cerrar con broche de oro su carrera y subirse al podio en la categoría de 64 kilogramos. En Pekín 2008 quedó octava y en Río 2016 cuarta.
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Al envión, entonces, llegó presionada. Necesitaba recuperar terreno y exigirse más. Se ilusionó al lograr 126 kilos, pero se quedó corta dos veces al intentar. Terminó cuarta, con un total de 227 kilogramos, a tres del bronce de Uei-Wei Chen de China Taipei, cinco de la Italiana Giorgia Borgignon y ocho de la canadiense Maude Charron, la campeona.
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“Cuando salgo a la pista pienso en mi familia, sobre todo en abuela Chavela. Grito, ´con el alma´, explica Mercedes. Así lo hizo en Tokio, a donde llegó tras un largo proceso de preparación. Hace unos meses le anunciaron que debía operarse por una lesión en la rodilla, pero prefirió manejar el dolor con fisioterapia y aplazar la cirugía para después de los Olímpicos.
Probablemente la de Tokio fue su última participación en las justas. Será difícil que llegue a París 2024. Su magnífica carrera, sin embargo, no se empaña, más allá de que internamente ella sienta que aunque siempre se entregó de cuerpo y alma, se le quedó un sueño por cumplir.