Michael Phelps no se guardó nada y arremetió contra la Agencia Mundial Antidopaje
El medallista olímpico se refirió al escándalo de dopaje de nadadores chinos previo a las Olimpiadas de Tokio 2020.
Juan Diego Forero Vélez
Michael Phelps se mantuvo sereno. Subió la mano a la altura de su cara, mostró su palma, y juró decir la verdad con la mirada seria y los labios apretados. Es curioso que el mundo esté más acostumbrado a verlo con un gorro de látex, que vestido con un traje formal.
La mirada del máximo ganador histórico de medallas olímpicas de la historia pasó rápidamente de la rigidez a la más clara y genuina sorpresa. El ex nadador estadounidense, que ahora luce una barba desprolija y canosa, paseó su mirada por el congreso con calma mientras Mrs. Rodgers, presidenta del Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, abría la sesión con un discurso solemne y protocolario.
Rodgers saludó a todos los presentes, agradeció a los deportistas y abrió el debate con mirada gélida. “La audiencia de hoy llega en el momento justo, pues estamos a un mes de empezar los Juegos Olímpicos de París 2024. Examinaremos cómo las políticas de la Agencia Mundial de Antidopaje (AMA) —y su no cumplimiento— está socavando la integridad de los Juegos Olímpicos”, empezó diciendo, rígida, en su silla de cuero.
“Es completamente inaceptable que el presidente de la Agencia Mundial de Antidopaje, Witold Banka, cuya empresa recibió más de tres millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses el año pasado, se haya negado a acompañarnos esta noche”, concluyó, haciendo un pequeño silencio para ver la reacción de la sala.
La AMA, creada en 1999 gracias al apoyo del Comité Olímpico Internacional, para luchar contra el dopaje en el deporte, y que sigue recibiendo la mitad del dinero que necesita para subsistir del Comité, y la otra mitad de donaciones altruistas de gobiernos del mundo; ha sido muy cuestionada por su aparente falta de juicio, su supuesta falta de criterio y sus aparentes favoritismos.
La presidenta Rodgers siguió hablando, con fingido control de sus emociones, sobre la importancia de aplicar de forma rigurosa los procesos de antidopaje para que el mejor atleta gane en el campo. Luego aseguró que no entendía cómo, semanas antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, 23 miembros del equipo de natación de China, que dieron positivo en el test de antidopaje, por tener en el organismo Trimetazidine, fueron admitidos en los Juegos.
Recalcó, con cierto cinismo en la voz, que no lograba dimensionar cómo la Agencia Mundial de Antidopaje admitió los alegatos de las autoridades chinas, que desmintieron el hecho diciendo que dicha sustancia llegó a la cocina donde estaban los 23 nadadores concentrados de forma misteriosa. Su alegato era que la sustancia fue ingerida sin culpa, aunque la Trimetazidine solo puede ser conseguida en forma de píldoras.
“Es importante apuntar que estos nadadores ganaron varias medallas, incluidas tres de oro”, finalizó, casi sin inmutarse Mrs. Rodgers.
La cara de la presidenta no demostraba ninguna emoción, era como un semblante vacío, igual que la del Tiburón de Baltimore, que fue llamado a testificar luego, y que no escondió su descontento con la Agencia Mundial de Antidopaje y su prístina forma de actuar. De no ser por ellos, la carrera de Phelps habría sido un poco más larga, pues una de las causas de su retiro fueron las largas, constantes y poco amigables pruebas antidopaje que recibió, sin descanso, y a las que siempre se mostró dispuesto a realizarse, aunque le parecían excesivas.
“En un año tuve que someterme a 150 pruebas, mientras otras delegaciones solamente fueron controladas 30 o 40 veces. Tenemos que responsabilizar a la Agencia Mundial Antidopaje. Viven en una isla”, afirmó mientras se señalaba la parte opuesta del codo.“Muchos amigos cercanos, que compitieron en Tokio, tendrán por el resto de sus vidas la pregunta en la cabeza de si tal vez habrían ganado ellos la medalla. Como atletas, nuestra fe ya no puede depositarse ciegamente en la AMA; una organización que demuestra continuamente que es incapaz o no está dispuesta a hacer cumplir sus políticas de forma consistente en todo el mundo”, aseguró, tajante.
Por su parte, la AMA, emitió un comunicado desmintiendo que hayan sido invitados de forma apropiada, y aseguró que se negaron a enviar a un delegado porque la mayoría de sus altos mandos están ahora centrados de lleno en el programa antidopaje de los Juegos Olímpicos.
“No es apropiado politizar el antidopaje de esta forma. Todo lo que logra es debilitar la confianza en el sistema, lo que al final no beneficia en nada a los atletas de Estados Unidos o de cualquier otro lugar. AMA siempre trabajará para proteger el deporte limpio y tratar a los atletas de forma justa, sin importar de donde provengan (...) Entendemos la tensa relación que mantienen los gobiernos de Estados Unidos y China. Desafortunadamente, aunque los Estados Unidos persisten con esta narrativa de desinformación, frente a los 23 nadadores chinos, no han presentado ninguna evidencia que soporte dicha teoría”, aseguró el presidente en la página web de la Agencia.
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Michael Phelps se mantuvo sereno. Subió la mano a la altura de su cara, mostró su palma, y juró decir la verdad con la mirada seria y los labios apretados. Es curioso que el mundo esté más acostumbrado a verlo con un gorro de látex, que vestido con un traje formal.
La mirada del máximo ganador histórico de medallas olímpicas de la historia pasó rápidamente de la rigidez a la más clara y genuina sorpresa. El ex nadador estadounidense, que ahora luce una barba desprolija y canosa, paseó su mirada por el congreso con calma mientras Mrs. Rodgers, presidenta del Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, abría la sesión con un discurso solemne y protocolario.
Rodgers saludó a todos los presentes, agradeció a los deportistas y abrió el debate con mirada gélida. “La audiencia de hoy llega en el momento justo, pues estamos a un mes de empezar los Juegos Olímpicos de París 2024. Examinaremos cómo las políticas de la Agencia Mundial de Antidopaje (AMA) —y su no cumplimiento— está socavando la integridad de los Juegos Olímpicos”, empezó diciendo, rígida, en su silla de cuero.
“Es completamente inaceptable que el presidente de la Agencia Mundial de Antidopaje, Witold Banka, cuya empresa recibió más de tres millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses el año pasado, se haya negado a acompañarnos esta noche”, concluyó, haciendo un pequeño silencio para ver la reacción de la sala.
La AMA, creada en 1999 gracias al apoyo del Comité Olímpico Internacional, para luchar contra el dopaje en el deporte, y que sigue recibiendo la mitad del dinero que necesita para subsistir del Comité, y la otra mitad de donaciones altruistas de gobiernos del mundo; ha sido muy cuestionada por su aparente falta de juicio, su supuesta falta de criterio y sus aparentes favoritismos.
La presidenta Rodgers siguió hablando, con fingido control de sus emociones, sobre la importancia de aplicar de forma rigurosa los procesos de antidopaje para que el mejor atleta gane en el campo. Luego aseguró que no entendía cómo, semanas antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, 23 miembros del equipo de natación de China, que dieron positivo en el test de antidopaje, por tener en el organismo Trimetazidine, fueron admitidos en los Juegos.
Recalcó, con cierto cinismo en la voz, que no lograba dimensionar cómo la Agencia Mundial de Antidopaje admitió los alegatos de las autoridades chinas, que desmintieron el hecho diciendo que dicha sustancia llegó a la cocina donde estaban los 23 nadadores concentrados de forma misteriosa. Su alegato era que la sustancia fue ingerida sin culpa, aunque la Trimetazidine solo puede ser conseguida en forma de píldoras.
“Es importante apuntar que estos nadadores ganaron varias medallas, incluidas tres de oro”, finalizó, casi sin inmutarse Mrs. Rodgers.
La cara de la presidenta no demostraba ninguna emoción, era como un semblante vacío, igual que la del Tiburón de Baltimore, que fue llamado a testificar luego, y que no escondió su descontento con la Agencia Mundial de Antidopaje y su prístina forma de actuar. De no ser por ellos, la carrera de Phelps habría sido un poco más larga, pues una de las causas de su retiro fueron las largas, constantes y poco amigables pruebas antidopaje que recibió, sin descanso, y a las que siempre se mostró dispuesto a realizarse, aunque le parecían excesivas.
“En un año tuve que someterme a 150 pruebas, mientras otras delegaciones solamente fueron controladas 30 o 40 veces. Tenemos que responsabilizar a la Agencia Mundial Antidopaje. Viven en una isla”, afirmó mientras se señalaba la parte opuesta del codo.“Muchos amigos cercanos, que compitieron en Tokio, tendrán por el resto de sus vidas la pregunta en la cabeza de si tal vez habrían ganado ellos la medalla. Como atletas, nuestra fe ya no puede depositarse ciegamente en la AMA; una organización que demuestra continuamente que es incapaz o no está dispuesta a hacer cumplir sus políticas de forma consistente en todo el mundo”, aseguró, tajante.
Por su parte, la AMA, emitió un comunicado desmintiendo que hayan sido invitados de forma apropiada, y aseguró que se negaron a enviar a un delegado porque la mayoría de sus altos mandos están ahora centrados de lleno en el programa antidopaje de los Juegos Olímpicos.
“No es apropiado politizar el antidopaje de esta forma. Todo lo que logra es debilitar la confianza en el sistema, lo que al final no beneficia en nada a los atletas de Estados Unidos o de cualquier otro lugar. AMA siempre trabajará para proteger el deporte limpio y tratar a los atletas de forma justa, sin importar de donde provengan (...) Entendemos la tensa relación que mantienen los gobiernos de Estados Unidos y China. Desafortunadamente, aunque los Estados Unidos persisten con esta narrativa de desinformación, frente a los 23 nadadores chinos, no han presentado ninguna evidencia que soporte dicha teoría”, aseguró el presidente en la página web de la Agencia.
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