Miguel Ángel Rincón y cómo potenciarse a partir de una tragedia
Un impacto de bala lo dejó inmóvil durante su niñez. La natación forjó su carácter y le dio alas para aterrizar en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2021.
Jhoan Sebastián Cote Lozano
Cuando Miguel Ángel Rincón está bajo el agua, braceando arduamente hasta agotar la potencia de sus fuertes brazos, la incapacidad que la vida le sorteó desde niño queda en el olvido, como aquel barco sumergido en la profundidad del océano.
“El agua es libertad, tú entras y eres igual a todos”, dice con una sonrisa que, curiosamente, es una característica que crea una atmósfera de pasión en lo que cuenta. El nadador lleva 14 años preparándose para un sueño que está a punto de convertirse en realidad, pues en la modalidad de 100 metros pecho ya tiene la marca para llegar a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2021.
“Me veo en cada momento en Tokio, esa es mi meta. Para eso estoy trabajando, no para tener un cupo sino para ir y hacer lo mejor posible. Lo primero que pienso en cada entrenamiento es verme en el torneo, estar en un carril y que estén mencionando mi nombre y digan: Colombia. Es una meta a la que muchos deportistas, tanto paralímpicos como convencionales, quieren llegar. Es alto rendimiento, a ti no te regalan nada. Porque tengas una discapacidad no te regalan los títulos”, dice Rincón, de 26 años.
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Una marca le ha dado vueltas en su cabeza durante el último año, pues cuanto más cerca esté de llegar al minuto con cuarenta segundos en su modalidad, más oportunidad tendrá de volver al país con una medalla colgada en el cuello. Sin embargo, conseguir las latas, como les dice a la decena de preseas que tiene en su casa o que regaló a personas especiales, no trasnocha ni un solo segundo al atleta bumangués, pues lo que realmente le importa es competir por acercarse al número mágico.
De acuerdo con la clasificación mundial de la modalidad de 100 metros pecho, hoy Miguel Ángel Rincón está en el puesto número seis, tras registrar como mejor marca un minuto con cuarenta y ocho segundos. “Nunca me ha importado tener un oro, a mí lo que me importa es ver el tablero y constatar que bajé mi tiempo. Porque si usted hace su mejor marca, quiere decir que dio su 100 %”, cuenta el nadador nacido en el barrio Bucaramanga, al sur de la capital de Santander.
Miguel Ángel Rincón tiene medallas a escala regional, nacional, panamericano y en diferentes modalidades que ha trabajado desde su niñez, como libre, espalda y mariposa. Pero su inmersión en el estilo de pecho, que hoy lo tiene clasificado entre los mejores del mundo, surgió de la peor decisión que puede tomar un entrenador: dejar de creer en el atleta, en su atleta.
“Vine a trabajar pecho hace cuatro años y medio, los que llevo con mi nuevo entrenador (Luis Carlos Calderón). Mi antiguo técnico me dijo que yo ya no daba para el alto rendimiento, no quiso confiar más en mí, en mi trayectoria. Me dijo que buscara una alternativa. Y no quise”.
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El nadador asegura que pasajes así han forjado su carácter y lo han convertido en un atleta de sacrificio. El momento más difícil de su vida lo afrontó con apenas nueve años. Todo comenzó en su casa, cuando iba a pasar la tarde jugando en una PolyStation, antigua consola de videojuegos que venía en pequeños casetes.
Contra, Circus, Mario Bros., Duck Hunter y, curiosamente, Olympic Games, son los productos de antología de aquel aparato. Miguel Ángel, buscando entre sus casetes, encontró un arma de fuego que se le disparó en el pecho. “La bala me destruyó los intestinos, el estómago, el páncreas, parte del hígado. Me llegó dizque al pulmón y al corazón. Salió por la espalda, afectando las vértebras T7, T8 y T9 de la columna”, cuenta sin tristeza alguna. Desde entonces perdió la movilidad de las piernas, pero se armó de valor para demostrarse a sí mismo y al mundo que le sobra capacidad, resiliencia.
Miguel Ángel Rincón es su propia motivación, una máquina fabricada de autoconfianza. A los 12 años entró a una cancha de microfútbol con su silla de ruedas y, a pesar de la negativa de sus compañeros de colegio, exigió que le dejaran tapar todo un partido.
Con esa misma edad entró a natación, pues una vecina convenció a su madre de que tal disciplina le serviría de terapia. En menos de tres años ya estaba participando en los Juegos Juveniles Parapanamericanos. El 2019 fue su mejor año a escala deportiva, pues quedó entre los 10 mejores del mundo en la modalidad de pecho y se llevó seis medallas de los Juegos Parapanamericanos de Lima.
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“Hay que cambiar el chip de no poder y pasarlo al sí poder, así se mejora. En el deporte cada día aprendes que lo que te ganas te lo ganas con sacrificio”, concluye la joven promesa de Colombia en Tokio 2021.
Cuando Miguel Ángel Rincón está bajo el agua, braceando arduamente hasta agotar la potencia de sus fuertes brazos, la incapacidad que la vida le sorteó desde niño queda en el olvido, como aquel barco sumergido en la profundidad del océano.
“El agua es libertad, tú entras y eres igual a todos”, dice con una sonrisa que, curiosamente, es una característica que crea una atmósfera de pasión en lo que cuenta. El nadador lleva 14 años preparándose para un sueño que está a punto de convertirse en realidad, pues en la modalidad de 100 metros pecho ya tiene la marca para llegar a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2021.
“Me veo en cada momento en Tokio, esa es mi meta. Para eso estoy trabajando, no para tener un cupo sino para ir y hacer lo mejor posible. Lo primero que pienso en cada entrenamiento es verme en el torneo, estar en un carril y que estén mencionando mi nombre y digan: Colombia. Es una meta a la que muchos deportistas, tanto paralímpicos como convencionales, quieren llegar. Es alto rendimiento, a ti no te regalan nada. Porque tengas una discapacidad no te regalan los títulos”, dice Rincón, de 26 años.
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Una marca le ha dado vueltas en su cabeza durante el último año, pues cuanto más cerca esté de llegar al minuto con cuarenta segundos en su modalidad, más oportunidad tendrá de volver al país con una medalla colgada en el cuello. Sin embargo, conseguir las latas, como les dice a la decena de preseas que tiene en su casa o que regaló a personas especiales, no trasnocha ni un solo segundo al atleta bumangués, pues lo que realmente le importa es competir por acercarse al número mágico.
De acuerdo con la clasificación mundial de la modalidad de 100 metros pecho, hoy Miguel Ángel Rincón está en el puesto número seis, tras registrar como mejor marca un minuto con cuarenta y ocho segundos. “Nunca me ha importado tener un oro, a mí lo que me importa es ver el tablero y constatar que bajé mi tiempo. Porque si usted hace su mejor marca, quiere decir que dio su 100 %”, cuenta el nadador nacido en el barrio Bucaramanga, al sur de la capital de Santander.
Miguel Ángel Rincón tiene medallas a escala regional, nacional, panamericano y en diferentes modalidades que ha trabajado desde su niñez, como libre, espalda y mariposa. Pero su inmersión en el estilo de pecho, que hoy lo tiene clasificado entre los mejores del mundo, surgió de la peor decisión que puede tomar un entrenador: dejar de creer en el atleta, en su atleta.
“Vine a trabajar pecho hace cuatro años y medio, los que llevo con mi nuevo entrenador (Luis Carlos Calderón). Mi antiguo técnico me dijo que yo ya no daba para el alto rendimiento, no quiso confiar más en mí, en mi trayectoria. Me dijo que buscara una alternativa. Y no quise”.
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El nadador asegura que pasajes así han forjado su carácter y lo han convertido en un atleta de sacrificio. El momento más difícil de su vida lo afrontó con apenas nueve años. Todo comenzó en su casa, cuando iba a pasar la tarde jugando en una PolyStation, antigua consola de videojuegos que venía en pequeños casetes.
Contra, Circus, Mario Bros., Duck Hunter y, curiosamente, Olympic Games, son los productos de antología de aquel aparato. Miguel Ángel, buscando entre sus casetes, encontró un arma de fuego que se le disparó en el pecho. “La bala me destruyó los intestinos, el estómago, el páncreas, parte del hígado. Me llegó dizque al pulmón y al corazón. Salió por la espalda, afectando las vértebras T7, T8 y T9 de la columna”, cuenta sin tristeza alguna. Desde entonces perdió la movilidad de las piernas, pero se armó de valor para demostrarse a sí mismo y al mundo que le sobra capacidad, resiliencia.
Miguel Ángel Rincón es su propia motivación, una máquina fabricada de autoconfianza. A los 12 años entró a una cancha de microfútbol con su silla de ruedas y, a pesar de la negativa de sus compañeros de colegio, exigió que le dejaran tapar todo un partido.
Con esa misma edad entró a natación, pues una vecina convenció a su madre de que tal disciplina le serviría de terapia. En menos de tres años ya estaba participando en los Juegos Juveniles Parapanamericanos. El 2019 fue su mejor año a escala deportiva, pues quedó entre los 10 mejores del mundo en la modalidad de pecho y se llevó seis medallas de los Juegos Parapanamericanos de Lima.
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“Hay que cambiar el chip de no poder y pasarlo al sí poder, así se mejora. En el deporte cada día aprendes que lo que te ganas te lo ganas con sacrificio”, concluye la joven promesa de Colombia en Tokio 2021.