La gran hazaña de Lou Gehrig
El estadounidense jugó con los Yankees durante 17 años y recibió el apodo de ‘El Caballo de Hierro’ debido a su capacidad de seguir en el diamante a pesar de sufrir diversas lesiones.
Antonio Andraus Burgos
Mientras avanza la temporada del béisbol de las Grandes Ligas hacia su primer mes de competencia en este 2024, nos vamos a adentrar a un terreno poco conocido, pero que encanta a los verdaderos amantes del Rey de los Deportes.
Escuchamos con frecuencia comentar que los peloteros de la nueva era no están diseñados con un biotipo que les permita desarrollarse mejor en los diamantes, y que los jugadores de antaño, a pesar de que muchos de ellos solían estar por encima del peso apropiado, desarrollaban excelsamente el juego en los estadios, hasta el punto de que muchos fueron, son y seguirán siendo inequívocas referencias en las estadísticas.
Los jugadores de hoy día, especialmente los de este siglo XXI, están mejor preparados físicamente para enfrentar el fragor del juego, y con muy pocas excepciones, en su mayoría exhiben una fortaleza física y muscular que hasta hace muy pocos años no se observaba en la Gran Carpa, pues la industria así lo está exigiendo.
Dentro de ese proceso de mejores condiciones físicas, muchos exageran la nota, llegando a utilizar sustancias prohibidas, en busca de ofrecer mejor rendimiento en los diamantes, hasta cuando son “descubiertos” y llegan las sanciones deportivas, para alejarlos del juego limpio e incluirlos en la lista de los “tramposos del juego”, cuyo registro aumenta cada día de manera considerable y bochornosa.
Para quienes trabajan a conciencia, procurando cada día aumentar sus condiciones atléticas y físicas, disfrutando del juego y dando lo mejor en el campo, el béisbol los premia, y desde luego, también lo hace la inmensa afición que tiene tanto en Estados Unidos como en todos los rincones del mundo.
Valiosas estadísticas
Las estadísticas del béisbol exhiben la capacidad de juego de los peloteros, y en el aspecto ofensivo, el hacer parte del capítulo de las carreras impulsadas garantiza, sin la menor duda, estar en la salsa del juego. Por eso es valioso el jugador que llega a las 100 carreras remolcadas en una temporada; mejor si llega a las 125 empujadas y aún más, si la cifra es de 150 impulsadas.
Esa cifra, las de las 150 anotaciones fletadas en una campaña, no es fácil de conseguir y en muchas ocasiones, se eleva a la categoría excepcional al pelotero que la alcanza, y su nombre empieza a estar de boca en boca, por sus condiciones de bateador oportuno cuando hay corredores en circulación.
Eso es, en materia del juego, parte fundamental, y por eso, dentro de las estadísticas con fríos números, pero significativos a la hora de la verdad, se determina en qué momento el jugador remolca o no una carrera, para ganar el partido, para aumentar la ventaja, o simplemente, para que la máquina registradora de las anotaciones, funcione a la perfección.
Una novena que no produce carreras, está en el camino perdedor sin discusión alguna. Por eso se dice que los estacazos de circuito completo tienen un inmenso valor, pero que cuando esos se producen con corredores en las almohadillas, y más cuando la casa está repleta, el éxtasis llega a las graderías, al banco de juego, porque quien gana es quien lo goza, no hay de otra.
Nombres sonoros
Citábamos hace pocas líneas, que llegar a 150 carreras empujadas en una temporada de las Grandes Ligas, es de pocos artífices que se convierten en indispensables baluartes para ganar los partidos. El inolvidable, Nap Lajoie, de los Atléticos de Filadelfia, impulsó 125 en 1901, siendo el primer pelotero de la llamada era grande del béisbol en señalar ese registro.
Diez años más tarde, en 1911, el famoso ‘Melocotón de Georgia’, Ty Cobb, de los Tigres de Detroit, superó ese registro, al totalizar 127 remolcadas. E inmediatamente, en 1912, Frank Baker, de los Atléticos de Filadelfia, elevó la marca a 130 empujadas.
Pero el sempiterno emblema de la gran era del béisbol, Babe Ruth, ya con los Yanquis de Nueva York, la superó al compilar 137 en la campaña de 1920 y la trituró al año siguiente, al marcar 171 impulsadas, cuya marca siguió vigente por pocos años.
Seis años más tarde, ‘El Caballo de Hierro’, Lou Gehrig, también con los Yanquis de Nueva York, fue el encargado de pulverizar el registro de Babe Ruth, al sumar 175 carreras fletadas hasta el pentágono, todas ellas escrutadas en la Liga Americana.
Sin embargo, en 1930, Hack Wilson, de los Cachorros de Chicago, en la Liga Nacional, superaba todos esos números, al contabilizar 191 carreras impulsadas en la campaña, que es el máximo registro en ese departamento en el béisbol de las Grandes Ligas, hasta la fecha.
Lo de Gehrig
Hack Wilson tiene el registro más alto, como ya hemos señalado, pero la verdadera hazaña, hasta ahora en el mundo del mejor béisbol del mundo, la tiene el formidable y nunca olvidado, Lou Gehrig.
Su registro de siete temporadas, con 150 o más carreras remolcadas de Gehrig, está intacta, y quién sabe hasta cuándo se mantendrá. Es una de las pocas marcas dentro del béisbol, consideradas como imposible de superar. ¡Pero quien sabe!
Lou conquistó esas siete coronas de máximo remolcador de carreras entre 1927 y 1937, una hazaña difícil de igualar, y mucho menos, de superar, en la Liga Americana y en las Grandes Ligas, así:
En 1927, 175 impulsadas; en 1930, 174 carreras fletadas; en 1931, 184 carreras remolcadas con su mejor registro de las 7 temporadas en que logró superar las 150 empujadas; en 1932, con 151 carreras; en 1934, con 165 impulsadas; en 1936, con 152 remolcadas y, finalmente, en 1937, 159 carreras empujadas.
Y Gehrig desafortunadamente tuvo que dejar el juego, aquel 30 de abril de 1939, y el 4 de julio de ese año, se despidió de la afición, haciendo llorar a los asistentes al viejo Yankee Stadium, en un emotivo e inolvidable discurso de despedida por ser un “yankee para siempre”, obligado a retirarse como consecuencia de la conocida Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), hoy más conocida como la ‘’enfermedad de Lou Gehrig’'.
Lou Gehrig ganó seis anillos de Serie Mundial y su estela de grandeza se mantendrá como uno de los inmortales más grandes de todos los tiempos del juego del béisbol.
Babe y el resto
Después de lo de Gehrig, en el concierto del beisbol de la Gran Carpa aparece el nombre sonoro de otro de los sempiternos del béisbol, como lo es Babe Ruth, el ‘Bambino’ de los Yanquis de Nueva York, cuyas marcas servirán de referencia para el juego.
Babe Ruth, el bateador de los 714 jonrones, que permaneció por décadas; y de los 60 ‘’bambinazos’' en una temporada, también vigente por muchos años, por cierto, ambos registros ya superados; en cinco campañas marcó 150 o más carreras fletadas, así: en 1921, 171 remolcadas; en 1927, impulsó 164; en 1929, sumó 154 impulsadas; en 1930, 153 carreras empujadas y en 1931, compiló 163 carreras fletadas hasta el plato.
Jimmie Foxx, el toletero de los Atléticos de Filadelfia y de los Medias Rojas de Boston, obtuvo cuatro temporadas con 150 o más carreras remolcadas, empezando en 1930, con 152; en 1932, con 169 empujadas; en 1933, con 163 impulsadas y en 1938, con 175 fletadas hasta el pentágono.
Con tres campañas de 150 o más impulsadas, están Hank Greenberg, el formidable jugador de los Tigres de Detroit, con 170 en 1935; con 183, en 1937 y con 150, en 1940; y Al Simmons, el afamado bateador de los Atléticos de Filadelfia, con 157 en 1929; con 165 en 1930 y con 151 en 1932.
Y con dos temporadas de 150 o más impulsadas, aparecen cuatro jugadores, como lo son: Joe DiMaggio, de los Yanquis de Nueva York; Hack Wilson, de los Cachorros de Chicago, quien posee la marca de 191 remolcadas en una temporada; el dominicano Sammy Sosa, con los Cachorros de Chicago, el único latino que pese a la controversia que genera su nombre en la época de las hormonas de crecimiento y los esteroides, nadie puede borrar sus marcas; y, finalmente, el zurdo Sam Thompson, de los Tigres y los Filis.
El primer latino en consagrarse mejor remolcador de carreras en la Gran Carpa fue el boricua Orlando ‘Peruchin’ Cepeda, quien en 1961, con los Gigantes de San Francisco, capturó el título con 142 empujadas, en la Liga Nacional.
El venezolano, Andrés ‘El Gato’ Galarraga, fue el primer pelotero latino en llegar a 150 carreras remolcadas en las Grandes Ligas, al conseguirlo en la campaña de 1996 con los Rockies de Colorado, en la Liga Nacional.
Y el dominicano Manny Ramírez, otro jugador manchado por “hacerle trampa” al béisbol, ha sido hasta el momento, el latino con mayor número de carreras impulsadas, al sumar 165 fletadas, en la temporada de 1999 con los Indios de Cleveland, ganando el título de la Liga Americana.
Es una verdadera lástima que tanto Manny como Samy, los dos dominicanos de jerarquía con el poder en el bate, estén involucrados en las ‘’trampas”del juego.
Finalmente, digamos que remolcar carreras en el béisbol es un acápite que mantiene tensión entre los propios jugadores, la afición y el mismo béisbol, ‘’porque el que no hace carreras, las ve hacer”.
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Mientras avanza la temporada del béisbol de las Grandes Ligas hacia su primer mes de competencia en este 2024, nos vamos a adentrar a un terreno poco conocido, pero que encanta a los verdaderos amantes del Rey de los Deportes.
Escuchamos con frecuencia comentar que los peloteros de la nueva era no están diseñados con un biotipo que les permita desarrollarse mejor en los diamantes, y que los jugadores de antaño, a pesar de que muchos de ellos solían estar por encima del peso apropiado, desarrollaban excelsamente el juego en los estadios, hasta el punto de que muchos fueron, son y seguirán siendo inequívocas referencias en las estadísticas.
Los jugadores de hoy día, especialmente los de este siglo XXI, están mejor preparados físicamente para enfrentar el fragor del juego, y con muy pocas excepciones, en su mayoría exhiben una fortaleza física y muscular que hasta hace muy pocos años no se observaba en la Gran Carpa, pues la industria así lo está exigiendo.
Dentro de ese proceso de mejores condiciones físicas, muchos exageran la nota, llegando a utilizar sustancias prohibidas, en busca de ofrecer mejor rendimiento en los diamantes, hasta cuando son “descubiertos” y llegan las sanciones deportivas, para alejarlos del juego limpio e incluirlos en la lista de los “tramposos del juego”, cuyo registro aumenta cada día de manera considerable y bochornosa.
Para quienes trabajan a conciencia, procurando cada día aumentar sus condiciones atléticas y físicas, disfrutando del juego y dando lo mejor en el campo, el béisbol los premia, y desde luego, también lo hace la inmensa afición que tiene tanto en Estados Unidos como en todos los rincones del mundo.
Valiosas estadísticas
Las estadísticas del béisbol exhiben la capacidad de juego de los peloteros, y en el aspecto ofensivo, el hacer parte del capítulo de las carreras impulsadas garantiza, sin la menor duda, estar en la salsa del juego. Por eso es valioso el jugador que llega a las 100 carreras remolcadas en una temporada; mejor si llega a las 125 empujadas y aún más, si la cifra es de 150 impulsadas.
Esa cifra, las de las 150 anotaciones fletadas en una campaña, no es fácil de conseguir y en muchas ocasiones, se eleva a la categoría excepcional al pelotero que la alcanza, y su nombre empieza a estar de boca en boca, por sus condiciones de bateador oportuno cuando hay corredores en circulación.
Eso es, en materia del juego, parte fundamental, y por eso, dentro de las estadísticas con fríos números, pero significativos a la hora de la verdad, se determina en qué momento el jugador remolca o no una carrera, para ganar el partido, para aumentar la ventaja, o simplemente, para que la máquina registradora de las anotaciones, funcione a la perfección.
Una novena que no produce carreras, está en el camino perdedor sin discusión alguna. Por eso se dice que los estacazos de circuito completo tienen un inmenso valor, pero que cuando esos se producen con corredores en las almohadillas, y más cuando la casa está repleta, el éxtasis llega a las graderías, al banco de juego, porque quien gana es quien lo goza, no hay de otra.
Nombres sonoros
Citábamos hace pocas líneas, que llegar a 150 carreras empujadas en una temporada de las Grandes Ligas, es de pocos artífices que se convierten en indispensables baluartes para ganar los partidos. El inolvidable, Nap Lajoie, de los Atléticos de Filadelfia, impulsó 125 en 1901, siendo el primer pelotero de la llamada era grande del béisbol en señalar ese registro.
Diez años más tarde, en 1911, el famoso ‘Melocotón de Georgia’, Ty Cobb, de los Tigres de Detroit, superó ese registro, al totalizar 127 remolcadas. E inmediatamente, en 1912, Frank Baker, de los Atléticos de Filadelfia, elevó la marca a 130 empujadas.
Pero el sempiterno emblema de la gran era del béisbol, Babe Ruth, ya con los Yanquis de Nueva York, la superó al compilar 137 en la campaña de 1920 y la trituró al año siguiente, al marcar 171 impulsadas, cuya marca siguió vigente por pocos años.
Seis años más tarde, ‘El Caballo de Hierro’, Lou Gehrig, también con los Yanquis de Nueva York, fue el encargado de pulverizar el registro de Babe Ruth, al sumar 175 carreras fletadas hasta el pentágono, todas ellas escrutadas en la Liga Americana.
Sin embargo, en 1930, Hack Wilson, de los Cachorros de Chicago, en la Liga Nacional, superaba todos esos números, al contabilizar 191 carreras impulsadas en la campaña, que es el máximo registro en ese departamento en el béisbol de las Grandes Ligas, hasta la fecha.
Lo de Gehrig
Hack Wilson tiene el registro más alto, como ya hemos señalado, pero la verdadera hazaña, hasta ahora en el mundo del mejor béisbol del mundo, la tiene el formidable y nunca olvidado, Lou Gehrig.
Su registro de siete temporadas, con 150 o más carreras remolcadas de Gehrig, está intacta, y quién sabe hasta cuándo se mantendrá. Es una de las pocas marcas dentro del béisbol, consideradas como imposible de superar. ¡Pero quien sabe!
Lou conquistó esas siete coronas de máximo remolcador de carreras entre 1927 y 1937, una hazaña difícil de igualar, y mucho menos, de superar, en la Liga Americana y en las Grandes Ligas, así:
En 1927, 175 impulsadas; en 1930, 174 carreras fletadas; en 1931, 184 carreras remolcadas con su mejor registro de las 7 temporadas en que logró superar las 150 empujadas; en 1932, con 151 carreras; en 1934, con 165 impulsadas; en 1936, con 152 remolcadas y, finalmente, en 1937, 159 carreras empujadas.
Y Gehrig desafortunadamente tuvo que dejar el juego, aquel 30 de abril de 1939, y el 4 de julio de ese año, se despidió de la afición, haciendo llorar a los asistentes al viejo Yankee Stadium, en un emotivo e inolvidable discurso de despedida por ser un “yankee para siempre”, obligado a retirarse como consecuencia de la conocida Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), hoy más conocida como la ‘’enfermedad de Lou Gehrig’'.
Lou Gehrig ganó seis anillos de Serie Mundial y su estela de grandeza se mantendrá como uno de los inmortales más grandes de todos los tiempos del juego del béisbol.
Babe y el resto
Después de lo de Gehrig, en el concierto del beisbol de la Gran Carpa aparece el nombre sonoro de otro de los sempiternos del béisbol, como lo es Babe Ruth, el ‘Bambino’ de los Yanquis de Nueva York, cuyas marcas servirán de referencia para el juego.
Babe Ruth, el bateador de los 714 jonrones, que permaneció por décadas; y de los 60 ‘’bambinazos’' en una temporada, también vigente por muchos años, por cierto, ambos registros ya superados; en cinco campañas marcó 150 o más carreras fletadas, así: en 1921, 171 remolcadas; en 1927, impulsó 164; en 1929, sumó 154 impulsadas; en 1930, 153 carreras empujadas y en 1931, compiló 163 carreras fletadas hasta el plato.
Jimmie Foxx, el toletero de los Atléticos de Filadelfia y de los Medias Rojas de Boston, obtuvo cuatro temporadas con 150 o más carreras remolcadas, empezando en 1930, con 152; en 1932, con 169 empujadas; en 1933, con 163 impulsadas y en 1938, con 175 fletadas hasta el pentágono.
Con tres campañas de 150 o más impulsadas, están Hank Greenberg, el formidable jugador de los Tigres de Detroit, con 170 en 1935; con 183, en 1937 y con 150, en 1940; y Al Simmons, el afamado bateador de los Atléticos de Filadelfia, con 157 en 1929; con 165 en 1930 y con 151 en 1932.
Y con dos temporadas de 150 o más impulsadas, aparecen cuatro jugadores, como lo son: Joe DiMaggio, de los Yanquis de Nueva York; Hack Wilson, de los Cachorros de Chicago, quien posee la marca de 191 remolcadas en una temporada; el dominicano Sammy Sosa, con los Cachorros de Chicago, el único latino que pese a la controversia que genera su nombre en la época de las hormonas de crecimiento y los esteroides, nadie puede borrar sus marcas; y, finalmente, el zurdo Sam Thompson, de los Tigres y los Filis.
El primer latino en consagrarse mejor remolcador de carreras en la Gran Carpa fue el boricua Orlando ‘Peruchin’ Cepeda, quien en 1961, con los Gigantes de San Francisco, capturó el título con 142 empujadas, en la Liga Nacional.
El venezolano, Andrés ‘El Gato’ Galarraga, fue el primer pelotero latino en llegar a 150 carreras remolcadas en las Grandes Ligas, al conseguirlo en la campaña de 1996 con los Rockies de Colorado, en la Liga Nacional.
Y el dominicano Manny Ramírez, otro jugador manchado por “hacerle trampa” al béisbol, ha sido hasta el momento, el latino con mayor número de carreras impulsadas, al sumar 165 fletadas, en la temporada de 1999 con los Indios de Cleveland, ganando el título de la Liga Americana.
Es una verdadera lástima que tanto Manny como Samy, los dos dominicanos de jerarquía con el poder en el bate, estén involucrados en las ‘’trampas”del juego.
Finalmente, digamos que remolcar carreras en el béisbol es un acápite que mantiene tensión entre los propios jugadores, la afición y el mismo béisbol, ‘’porque el que no hace carreras, las ve hacer”.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador