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Empezó como un juego. Estar junto a una piscina y pretender ser una sirena fue lo que llevó a Nikol Ortega García a dar el salto al agua. Así lo recuerda su madre, Sandra, quien, en su deseo por ver a su hija menor practicando algún deporte, la inscribió en natación. Anjeli, la hermana mayor de Nikol, entrenaba esta disciplina desde mucho antes y fue otra de las personas que la impulsó desde el comienzo de su carrera deportiva.
Cristhian Delgado, entrenador de la deportista desde 2018, la recuerda como una niña más que comenzó a nadar por recreación. Lo inusual fue cuando Nikol decidió ir a entrenar a las 6:00 a. m. Ni las nadadoras mayores que hacían parte de la selección madrugaban tanto como ella. Al principio lo suyo era la natación clásica, hasta que un suceso la motivó a cambiarse de disciplina. “Una vez vi una competencia con aletas y me gustó bastante. Ahí decidí entrenar poco a poco, hasta empezar a competir”, cuenta Nikol.
La natación con aletas (finswimming) es una disciplina subacuática en la que los deportistas se desplazan por el agua usando una monoaleta. Este es un instrumento semejante a la cola de un pescado que imita los movimientos de los animales marinos para mejorar la velocidad al nadar. Desde un comienzo Nikol quedó fascinada con la herramienta para el agua. “El esfuerzo fue enorme, pero le mandamos a hacer su primera monoaleta de entrenamiento en Ucrania”, dice Sandra.
El 2019 pareció ser el año de la revelación. Su madre recuerda, entre risas, la primera competencia, que fue en Palmira, donde Nikol fue descalificada por salir antes de tiempo. Después, los recuerdos transforman la expresión de Sandra, como si estuviera viendo de nuevo los hechos de la segunda competencia, esta vez en Santa Marta. La madre impulsó a su hija a que disfrutara y no se estresara si no ganaba. Para sorpresa de todos, se llevó siete medallas de oro.
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El potencial de Nikol casi se ve truncado con la llegada de la pandemia. Cerraron las piscinas y su entrenador se mudó a Pereira, dejándola a ella y su proceso deportivo en Bucaramanga. Tras un breve pasó por Medellín, en casa de unos familiares, sus padres decidieron llevarla a la capital de Risaralda para que Cristhian continuara con su entrenamiento. La joven deportista vive en esa ciudad desde entonces junto a su madre. Su padre, aunque lejos, sigue siendo un apoyo económico vital para desarrollar su carrera.
El entrenador recuerda que Nikol no era la mejor, pero que su persistencia la hacía destacar por encima del resto. “Veía cómo avanzaba bajo el agua y dije: ‘Puede hacer el récord mundial de 100 inmersión’. Lo visualicé desde 2020; en ese momento no sabía manejar el tanque, le faltaban años luz. Yo vi que tenía las capacidades para llegar y tres años después, gracias a Dios, se pudo cumplir el logro”, recuerda Cristhian.
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En junio de este año, Nikol se convirtió en campeona mundial de natación con aletas en la prueba de los 100 metros inmersión durante la octava edición del Campeonato Mundial Juvenil que se realizó en El Cairo (Egipto). Para la prueba de clasificación, donde participaron 24 nadadores, Nikol partió en el tercer heat, registrando el mejor tiempo de toda la serie con 0:36:87. Con esta marca, batió el récord mundial en la categoría júnior por ocho milésimas de segundo. “Todavía es una niña que le falta bastante, pero ha logrado cosas que son de admirar. La verdad le ha tocado con las uñas. Lo que hizo en Egipto nos dejó impresionados. ‘¿Tres de oro?, pero si usted iba por una’”, recuerda su madre.
Durante los entrenamientos Nikol es una persona tranquila, pero en las competencias se transforma completamente. Cuando está en la plataforma de salida, justo antes de comenzar una carrera, los nervios se apoderan de ella. Pero una vez su cuerpo toca el agua, la presión desaparece y lo único que queda es esa sed de victoria entre tanto líquido. Ahí, bajo la superficie, donde el sonido se atenúa y el tiempo pasa más rápido, en su mente solo hay espacio para un pensamiento: ganar. Aunque su madre cree que su hija siempre compite bien, en ocasiones Nikol puede llegar a pensar que no dio lo suficiente. “Cuando fueron los juegos donde perdió su medalla de oro dice que se derrumbó por un momento”.
Lo que comenzó como un pasatiempo se transformó en un círculo de exigencias y pasiones. Quienes conocen a Nikol concuerdan en que es competitiva por naturaleza, una persona que no se rinde por ningún motivo y es capaz de dar siempre lo mejor de sí para ganar. Se exige mucho; cuando pierde, llora, se frustra. Como cualquier rasgo, esto tiene sus ventajas y desventajas. “En exceso es malo, pero también la ayuda a buscar cada vez más. Solo le gusta ganar oro, a ella no le gustan las medallas de plata ni las de bronce”, asegura su entrenador.
Sin embargo, lo que más resaltan de Nikol sus seres cercanos es su humildad. Aseguran que es una niña muy tímida, noble y sencilla. A pesar de ser tan joven y tener tantos logros, no va jactándose de ser campeona mundial. “Ella sabe que es buena, pero lo maneja de una forma muy humilde, no se lo demuestra a la gente. Es una persona muy callada, respetuosa y disciplinada”, concluye su madre, quien la pudo acompañar mientras recibía su premio en el Deportista del Año 2023.
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