París 2024: Rafael Nadal dice adiós a los Juegos Olímpicos y casi que a su carrera
El legendario tenista español ya había sido eliminado del torneo individual del tenis masculino por el otro histórico, Novak Djokovic, por lo que la eliminación de este miércoles marca su fin en los Juegos Olímpicos París 2024.
Luis Miguel Pascual
Daniel Montoya Ardila
Parece que los aficionados al tenis nunca se sintieron preparados para este momento, que todos sabían que iba a llegar, pero no como iban a reaccionar. Rafael Nadal, una leyenda del deporte español y del deporte blanco, dice adiós a París 2024, la misma ciudad que lo vio alzarse con el trofeo de Roland Garros 14 veces, una marca récord hasta hoy, y según los expertos, que se mantendrá por mucho tiempo.
Cuanta más intensa es una relación, más difícil resulta acabarla. Rafael Nadal ha tejido algo más que una historia de amor con París, un idilio que comenzó en 2005 y que el español se niega a dar por terminado pese a los síntomas que invitan a pensar que no tiene más recorrido.
Hace dos días fue eliminado por Novak Djokovic, el tenista con más títulos de Grand Slam en la historia, del torneo de simples y el atleta español habló del retiro, “cuando se terminen los Juegos Olímpicos tomaré decisiones”. Aunque aún faltan 11 días de competencia, este miércoles los juegos terminaron para aquel que supo recibir la antorcha olímpica de las manos de otra legenda, Zinedine Zidane, en la ceremonia de apertura en la capital francesa.
Junto a Carlos Alcaraz en cuartos de final de los Juegos Olímpicos, Nadal fue eliminado del torneo de dobles masculinos. La derrota se consumió a manos de los estadounidenses Austin Krajicec y Rajeev Ram ganadores de dos sets 6-2 y 6-4. Rafa ha dejado ver que su despedida está cerca, aunque a sus 38 años se niega a pronunciar las palabras que muchos quieren omitir.
El español se limitó a avanzar al centro de la pista, a levantar los brazos y mover una mano en forma de adiós y a abandonar el estadio con un golpe a Alcaraz en el hombro. Una palmada que pareció significar algo más que un simple gesto amistoso.
Entre los aplausos del público, salieron por ese camino de arcilla en el suelo dos Abiertos de Australia, dos Wimbledon, cuatro abiertos de Estados Unidos y 14 Roland Garros. Pero sobre todo, una leyenda del tenis español que ganó el oro individual en Beijing 2008 y otra presea de oro, esta vez en la modalidad de dobles, en Río 2016 junto a Marc López.
Pero sin lugar a dudas el sitio que lo ha convertido en icono ha sido París, esa que hoy lo despide, casi que para siempre. Certificado con una estatua que saluda al espectador que se adentra en el templo de la tierra batida, esa donde solo hay un rey de apellido Nadal y de nacionalidad española.
Basta con repasar la lista de titulares para darse cuenta de la intensa relación que el jugador mantiene con la capital francesa. Tras sumar en mayo pasado su cuarta derrota en 116 partidos en ese torneo, se negó a recibir el homenaje que le proponían los organizadores y durante todo su ciclo olímpico ha rechazado cerrar la puerta de su carrera.
Un adiós tan doloroso como inevitable que Rafa quiere retrasar lo máximo posible. Es una extrañeza que los franceses le entregaran un papel estelar en la inauguración de sus juegos, pero si se considera el enorme cariño de los parisinos con ‘la fiera’, su presencia no desentonó al lado de los ídolos locales.
Fue la salida a una relación que se ha ido construyendo con los años, con los éxitos deportivos, pero también con una manera de ser, una humildad y un culto al esfuerzo que le han abierto un lugar en el corazón de los franceses. Aterrizó con 17 años en tierras parisinas con aspecto de guerrero para establecer una hegemonía que acabó convirtiéndose en una de las mayores proezas del deporte.
Han sido tantos años de Roland Garros y Rafa que hay quienes no recuerdan un torneo sin él. Su raqueta y sus movimientos parecen el contoneo perfecto del cuerpo para escuchar la melodía de sus triunfos, sus pocas derrotas, sus ausencias y su retórica en la entrega casi trágica.
No ha hecho falta un homenaje oficial, porque aquellos amantes de la pelota verde y la tierra batida le han prolongado el aplauso más que a cualquiera, sin necesidad de pedírselo. Apenas en 2009, cuando ya había ganado cuatro coronas, firmó contra el sueco Robin Soderling su primera derrota.
Desde entonces, los que parecían hastiados por su poderío empezaron a ver la grandeza de su entrega. Año tras año, Nadal puso a Roland Garros en la cima de sus objetivos y siempre le reservó el centro de sus esfuerzos. Allí forjó su leyenda, una que sigue viva, sigue compitiendo con los mejores, pero que también desde ya se posa junto a la posteridad de nombres como Serena Williams y Carl Lewis.
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Parece que los aficionados al tenis nunca se sintieron preparados para este momento, que todos sabían que iba a llegar, pero no como iban a reaccionar. Rafael Nadal, una leyenda del deporte español y del deporte blanco, dice adiós a París 2024, la misma ciudad que lo vio alzarse con el trofeo de Roland Garros 14 veces, una marca récord hasta hoy, y según los expertos, que se mantendrá por mucho tiempo.
Cuanta más intensa es una relación, más difícil resulta acabarla. Rafael Nadal ha tejido algo más que una historia de amor con París, un idilio que comenzó en 2005 y que el español se niega a dar por terminado pese a los síntomas que invitan a pensar que no tiene más recorrido.
Hace dos días fue eliminado por Novak Djokovic, el tenista con más títulos de Grand Slam en la historia, del torneo de simples y el atleta español habló del retiro, “cuando se terminen los Juegos Olímpicos tomaré decisiones”. Aunque aún faltan 11 días de competencia, este miércoles los juegos terminaron para aquel que supo recibir la antorcha olímpica de las manos de otra legenda, Zinedine Zidane, en la ceremonia de apertura en la capital francesa.
Junto a Carlos Alcaraz en cuartos de final de los Juegos Olímpicos, Nadal fue eliminado del torneo de dobles masculinos. La derrota se consumió a manos de los estadounidenses Austin Krajicec y Rajeev Ram ganadores de dos sets 6-2 y 6-4. Rafa ha dejado ver que su despedida está cerca, aunque a sus 38 años se niega a pronunciar las palabras que muchos quieren omitir.
El español se limitó a avanzar al centro de la pista, a levantar los brazos y mover una mano en forma de adiós y a abandonar el estadio con un golpe a Alcaraz en el hombro. Una palmada que pareció significar algo más que un simple gesto amistoso.
Entre los aplausos del público, salieron por ese camino de arcilla en el suelo dos Abiertos de Australia, dos Wimbledon, cuatro abiertos de Estados Unidos y 14 Roland Garros. Pero sobre todo, una leyenda del tenis español que ganó el oro individual en Beijing 2008 y otra presea de oro, esta vez en la modalidad de dobles, en Río 2016 junto a Marc López.
Pero sin lugar a dudas el sitio que lo ha convertido en icono ha sido París, esa que hoy lo despide, casi que para siempre. Certificado con una estatua que saluda al espectador que se adentra en el templo de la tierra batida, esa donde solo hay un rey de apellido Nadal y de nacionalidad española.
Basta con repasar la lista de titulares para darse cuenta de la intensa relación que el jugador mantiene con la capital francesa. Tras sumar en mayo pasado su cuarta derrota en 116 partidos en ese torneo, se negó a recibir el homenaje que le proponían los organizadores y durante todo su ciclo olímpico ha rechazado cerrar la puerta de su carrera.
Un adiós tan doloroso como inevitable que Rafa quiere retrasar lo máximo posible. Es una extrañeza que los franceses le entregaran un papel estelar en la inauguración de sus juegos, pero si se considera el enorme cariño de los parisinos con ‘la fiera’, su presencia no desentonó al lado de los ídolos locales.
Fue la salida a una relación que se ha ido construyendo con los años, con los éxitos deportivos, pero también con una manera de ser, una humildad y un culto al esfuerzo que le han abierto un lugar en el corazón de los franceses. Aterrizó con 17 años en tierras parisinas con aspecto de guerrero para establecer una hegemonía que acabó convirtiéndose en una de las mayores proezas del deporte.
Han sido tantos años de Roland Garros y Rafa que hay quienes no recuerdan un torneo sin él. Su raqueta y sus movimientos parecen el contoneo perfecto del cuerpo para escuchar la melodía de sus triunfos, sus pocas derrotas, sus ausencias y su retórica en la entrega casi trágica.
No ha hecho falta un homenaje oficial, porque aquellos amantes de la pelota verde y la tierra batida le han prolongado el aplauso más que a cualquiera, sin necesidad de pedírselo. Apenas en 2009, cuando ya había ganado cuatro coronas, firmó contra el sueco Robin Soderling su primera derrota.
Desde entonces, los que parecían hastiados por su poderío empezaron a ver la grandeza de su entrega. Año tras año, Nadal puso a Roland Garros en la cima de sus objetivos y siempre le reservó el centro de sus esfuerzos. Allí forjó su leyenda, una que sigue viva, sigue compitiendo con los mejores, pero que también desde ya se posa junto a la posteridad de nombres como Serena Williams y Carl Lewis.
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