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Corría el rumor en Santiago de Tolú de que Iván Duque iba a venir a la inauguración de los Juegos de Mar y Playa. Eran eso: voces. Unos decían que llegaba el sábado, pero otros que había estado el viernes. Y el presidente nunca llegó.
Había expectativa de cara al inicio de las competencias en el Golfo de Morrosquillo. “Viene hasta el presidente, por eso todo está militarizado”, nos dijo Hernando, conductor sincelejano que nos llevó desde el aeropuerto de Tolú hasta Coveñas, centro de operaciones de la competencia. En el primer encuentro que tuvimos, Nando, como nos pidió que lo llamáramos, pegó el grito en el cielo cuando ignoramos su saludo. Realmente no lo vimos, pero él nos dijo: “¿son extranjeros, no entienden español? ¿O son micos, que no responden cuando los saludamos?”.
Y unos minutos más tarde, cuando casi nos subimos al carro de otro taxista, a gritos nos bajó del vehículo de su compañero para montarnos en el suyo porque alegaba que él estaba primero.
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La carretera para llegar de Tolú a Coveñas es un desastre. Está llena de huecos que parecen cráteres y desniveles distribuídos a lo largo y a lo ancho del pavimento, por lo que los conductores tienen que zigzaguear para esquivarlos. Pareciera que no hay vías de ida y venida, no hay de aquí para allá, la carretera está tan destruída que todo es un solo tramo. El trayecto de 20 minutos, se vuelve de poco más de una hora. “No todos tienen esta cabeza, para hablar y explicar mientras manejan por esta carretera y en este pichirilo”, se ufanaba Nando.
En su juventud fue triatleta, cuando estaba en el ejército. “Tres años consecutivos campeón nacional”, dice. Se salió de la milicia porque se decepcionó de la corrupción, de la institución y de la guerra. Es común encontrarse, a lo largo de las costas del Golfo de Morrosquillo, atletas, beisbolistas y futbolistas frustrados. Sueños que se quedaron a medio camino. Anecdotas de lo que era, de lo que pudo haber sido y de lo que nunca fue.
Ricardo, conductor de mototaxi, los famosos Tuk tuk de la India y de Tailandia, que se instalaron en las costas de Colombia como medio de transporte masivo y que pululan en las calles de Coveñas, también soñó con jugar a la pelota caliente. Dice que en el Golfo lo que más le gusta a la gente es el béisbol y el fútbol, y que aunque la moda es vestirse con camisetas de la NBA, del baloncesto de Estados Unidos, eso es más tendencia que pasión.
Él jugó béisbol, en la escuela, pero nunca consiguió un agente que lo metiera de lleno en el deporte para ser profesional. Por eso, se volvió un pasatiempo, más que una profesión. Ricardo también había escuchado el rumor de que iba a venir el presidente, aunque realmente lo único que sabía de los juegos es que estaban moviendo mucha gente y que por eso esperaba que está semana hubiera mucho trabajo.
Razón no le faltaba, gente había. Durante la inauguración, en un momento la policía tuvo que cerrar las puertas para no dejar entrar más público porque el escenario empezaba a desbordarse y el evento se demoró casi una hora y media en empezar. Mientras la gente entraba, el espectáculo se preparaba y poco a poco llegaban los invitados. La espera se hizo demasiado prolongada.
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La inauguración, un homenaje a los deportistas que iban a competir en los Juegos de Mar y Playa, jamás los tuvo en cuenta. Muchos de ellos tenían que madrugar al otro día para disputar las primeras competencias, y varios ya habían participado en otras disciplinas que empezaron desde el viernes. Y mientras la ceremonia empezaba y más tarde, cuando el espectáculo parecía que nunca iba a acabarse, el desfile de los abanderados tuvo que suspenderse porque las delegaciones de los departamentos, con evidente molestia, decidieron irse a los hoteles.
Y todo hay que decirlo, sobre el escenario hubo un verdadero espectáculo. Fue una danza, una fiesta. Un show que conmemoró las músicas tradicionales de la costa y el sincretismo de las culturas indígenas y españolas. Una evolución musical, que fue de la gaita y el currulao y llegó hasta la champeta. Todo acompañado al final de una impresionante demostración de juegos pirotécnicos. Aunque como suele suceder en estos eventos, pocas veces se logra encontrar el balance entre la calidad y el tiempo. Y hay ocasiones en las que se debe saber cuándo se debe parar.
El presidente no llegó, el voz a voz fue finalmente un chisme. Si estuvieron Guillermo Herrera, el ministro de deporte, Héctor Olímpo, el gobernador de Sucre, Orlando Benítez, gobernador de Córdoba, y todas las autoridades deportivas en pleno del Comité Olímpico Colombiano.
La salida del evento fue un caos. Las calles de Tolú se quedaron pequeñas ante tantas camionetas, buses y caravanas. Y todo eso, además de la espera, se lo tuvieron que aguantar los deportistas que al otro día disputaron las primeras medallas de la competencia en las playas de San Antero, la tierra del Festival del Burro.
Manuel, otra de las voces que nos llevó hasta el departamento de Córdoba, nos contó que esa festividad era tradición en San Antero, que se hacía el sábado de la Semana Santa y que era un día para celebrar a los asnos, decorarlos, ponerles nombres y competir por cuál es el más bonito. “La gente les pone nombres. Los llaman como la niña mencha o como el presidente. Y este año fijo alguien le pone Reforma Tributaria”, dice antes de advertir: “Y al burro que saque la mazorca lo descalifican”.
Pocos han oído hablar de San Antero, pero sorprende al entrar ver un coliseo y canchas de fútbol y de béisbol. Es un pueblo pequeño, que respira deporte. Dice Manuel que hubo un político, hace un tiempo ya, que una vez hizo mucho por el pueblo. “Tanto que lo mataron”, asegura. Según él, era Wilfred Pérez, un exganadero que fue asesinado mientras se encontraba preso en su propia residencia, tras haber sido juzgado en los dosmiles por su participación en la parapolítica y en la firma del ‘Pacto de Ralito’.
Allá entramos, a las playas de San Antero, en la frontera entre Córdoba y Sucre, para ver cómo se disputaban las primeras medallas de la competencia en natación de aguas abiertas con recorrido de 10 kilómetros. Por los hombres, Luis Fernando Bolaños y Juan Manuel Restrepo, del Valle del Cauca, decidieron compartir el oro cuando llegaron a la meta. Lo tenían preparado, querían ganar al mismo tiempo para mandar un mensaje de unidad. Por las mujeres, ganó la antioqueña Karen Durango.
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La competencia era dura, una de las más difíciles de todos los Juegos de Mar y Playa, cinco vueltas en un circuito de dos kilómetros en mar abierto. En la mitad de la jornada el representante de Risaralda tuvo que ser retirado del mar tras sufrir una crisis de hipotermia y agotamiento. Su cuerpo lo envolvieron en una capa térmica, dorada y de aluminio. Su cara estaba perdida y no respondía a las preguntas de su madre, que en medio del llanto y de la angustia, decidió apartarse un momento a llorar sentada en una silla al lado de la camilla. Al final, el muchacho reaccionó y a medida que los médicos lograron estabilizarlo, todo volvió a la calma.
En la premiación, después del susto y las celebraciones de las victorias, volvió el desorden del día inaugural, ese el que se presumía que estaría el presidente. El resultado, que fue discutido por las delegaciones rivales, tardó en llegar mientras el sol pleno y picante de mediodía terminaba de restar las fuerzas de una jornada larga, para deportistas y para organizadores. Al final las playas de San Antero fueron testigo de las primeras medallas de los Juegos de Mar y Playa, que siguen su curso en 12 disciplinas y que se desarrollarán hasta el próximo 30 de octubre.