Jhon Hernández, el “Chiquillo” del baloncesto colombiano
El bolivarense fue el capitán del cuadro de Norte de Santander que logró el título de la liga profesional el martes. En entrevista con El Espectador, repasó su carrera de casi 20 años en el básquet del país.
Fernando Camilo Garzón
Jhon Hernández tocó la copa y sintió en sus manos el peso. No de los kilos, pero sí de la nostalgia. Chiquillo, como lo conocen todos en el mundo del baloncesto, miró las gradas antes de levantar el trofeo y un escalofrío le recorrió la espalda. Fue un déjà vu. Viajó al pasado, a la primera vez que fue campeón, 15 años antes. También fue en Cúcuta, cuando la liga todavía no era profesional, ni existía el campeonato que conocemos ahora. Ese día, recuerda, la Toto Hernández también estaba a rebosar. La cancha hervía de calor y gente, todos congregados para ver el bicampeonato del equipo de Norte de Santander en la liga semiprofesional del baloncesto colombiano.
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Jhon Hernández tocó la copa y sintió en sus manos el peso. No de los kilos, pero sí de la nostalgia. Chiquillo, como lo conocen todos en el mundo del baloncesto, miró las gradas antes de levantar el trofeo y un escalofrío le recorrió la espalda. Fue un déjà vu. Viajó al pasado, a la primera vez que fue campeón, 15 años antes. También fue en Cúcuta, cuando la liga todavía no era profesional, ni existía el campeonato que conocemos ahora. Ese día, recuerda, la Toto Hernández también estaba a rebosar. La cancha hervía de calor y gente, todos congregados para ver el bicampeonato del equipo de Norte de Santander en la liga semiprofesional del baloncesto colombiano.
“Fue especial volver a ganar acá. Ver el coliseo así y sentir de nuevo la conexión de la gente, como en ese entonces. Fue especial para mí volver adonde empecé mi carrera: a Cúcuta, donde gané mi primer trofeo”, explica el capitán de los Motilones del Norte, que venció a Caribbean Storm Coffe en una serie que se extendió hasta los cuatro juegos y terminó 3-1 a favor de los nortesantandereanos.
Al hablar del baloncesto de aquel entonces, comparado con el de ahora, para Chiquillo Hernández el avance es notorio. Defiende su postura con la misma vehemencia con la que protege la zona pintada: “Lo de antes no era ni siquiera una liga profesional. El baloncesto en Colombia ha evolucionado. Negarlo es una mentira. Cuando yo empecé, jugábamos un mes y medio y pare de contar. Nadie podía dedicarse a jugar al baloncesto. Ahora sí, porque tenemos dos torneos al año, en el que tenemos actividad dos meses en cada competencia. Hemos crecido y se ve, porque hay decenas de jugadores jugando en el extranjero. ¿Antes podíamos decir lo mismo?”.
Casi dos décadas en el baloncesto le dan autoridad para decir: “Hay muchísimas cosas para mejorar, eso nadie lo niega. Y no las voy a decir todas, porque no quiero herir susceptibilidades. Cada una de las partes del básquet debe hacer lo suyo. Nuestro trabajo como deportistas es ser más profesionales, dar espectáculo y levantar el nivel de nuestra liga. Nuestro baloncesto tiene el reto de mejorar y crecer, para no volver a lo de antes; el arbitraje, la organización y el patrocinio deben mejorar. Todo puede ser mejor, pero es innegable lo que se ha avanzado”.
Hernández recalca que en sus orígenes era difícil imaginar un futuro en el deporte. Todavía recuerda sus primeras veces en el baloncesto, cuando en su natal María La Baja, en Bolívar, todos hablaban de Álvaro Teherán, hijo de la misma tierra y el primer colombiano que fue parte de una nómina de un equipo de la NBA. No fue el único del pueblo que, siguiendo a su ídolo, se metió al baloncesto, pero fue por el deporte que terminó en la Universidad de Pamplona, en Norte de Santander.
El primer día de clase lo marcó y lo cuenta al narrar la anécdota que tantas veces le preguntan. Esa mañana llegó tarde y, al entrar al salón, se veía tan gigante en la puerta que todos le empezaron a decir: “¡Llegó Chiquillo!”. Desde ahí se le quedó el apodo. Ahí empezó todo. Fue en su alma máter donde empezó a soñar con la posibilidad de ser un basquetbolista profesional y cumplió el sueño representando a Cúcuta, ese año de su primer título.
Son varias las copas que ha cosechado el bolivarense. Además del más reciente con Motilones, también supo alzar el trofeo con Caribbean y Titanes, entre otros triunfos. Sin embargo, dice que no cuenta sus victorias. “Tendría que hacer el repaso y es largo. Y tan importantes como las veces que gané, considero las finales perdidas. Cuando nos quedamos, y fueron varias veces, al borde de los títulos. Eso habla de la vigencia. De estar ahí, presente y activo. Ojalá durar así muchos años, peleando títulos y siendo titular”.
Dice que lo define la constancia. Que sin disciplina no habría durado tantos años rebotando la pelota, porque conoció a muchos que dejaron todo tirado cuando el camino se puso difícil. Para él, la valentía es la clave para seguir adelante. Y dice que quiere ser valiente por muchos años más: “No pienso en el retiro. Todavía me queda mucho baloncesto para entregar. No es un asunto de edad. Eso no importa, lo que importa es cómo te sientes y yo todavía tengo muchísima energía para seguir jugando al deporte que amo”.
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