La heredera de Ximena Restrepo: Martina Weil escribe su propia historia
La chilena, hija de dos figuras sudamericanas del atletismo, fue la gran figura en los Panamericanos de Santiago de Chile 2023. En entrevista, habló de sus inicios, la influencia de su raíz y el título en los 400 metros.
Fernando Camilo Garzón
El peregrinaje hacia el Estadio Nacional de Santiago de Chile fue apoteósico. Esa tarde, Martina Weil llegó en el metro y vio cómo la gente salía a borbollones por la boca de la estación. Vestían de rojo y —enfundados con sus banderas chilenas, que más parecían capas de superhéroes— desde arriba, al mirar hacia atrás mientras subía las escaleras eléctricas, tanta gente parecía un océano. Cantaban al unísono el coro que los identificó durante los Juegos Panamericanos —”¡Chi Chi Chi, le le le! ¡Viva Chile!”— y ya adentro, en las gradas, entre las casi 40.000 personas que fueron a verla en su coronación en los 400 metros, los lugares libres eran contados.
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El peregrinaje hacia el Estadio Nacional de Santiago de Chile fue apoteósico. Esa tarde, Martina Weil llegó en el metro y vio cómo la gente salía a borbollones por la boca de la estación. Vestían de rojo y —enfundados con sus banderas chilenas, que más parecían capas de superhéroes— desde arriba, al mirar hacia atrás mientras subía las escaleras eléctricas, tanta gente parecía un océano. Cantaban al unísono el coro que los identificó durante los Juegos Panamericanos —”¡Chi Chi Chi, le le le! ¡Viva Chile!”— y ya adentro, en las gradas, entre las casi 40.000 personas que fueron a verla en su coronación en los 400 metros, los lugares libres eran contados.
Se obligó a calmar sus nervios, pues la adrenalina de ese paisaje la hizo llegar temblando al estadio. Martina Weil, hija de dos figuras sudamericanas del atletismo, aprendió desde muy joven a manejar la presión y las expectativas. Pero esa tarde, hasta que el locutor pidió el absoluto silencio de los asistentes, la campeona chilena no dejó de pensar en el peso que significaría defraudar a tantas personas.
Ahí, con las manos conteniendo los suspiros ansiosos que se escapaban de sus labios entre el vapor que emanaba de su boca por el frío, Ximena Restrepo, la primera mujer que ganó una medalla olímpica en la historia de Colombia —en los 400 metros de Barcelona 1992—, aguardaba la partida. Madre e hija contuvieron la respiración al mismo tiempo, antes de que el pistoletazo marcara la salida.
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Durante muchos años, Weil renegó del atletismo. “Cuando era pequeña, decía que quería brillar por sí misma. No quería que la conocieran por ser la hija de Ximena Restrepo, quería ser ella, ser Martina Weil”, dijo su mamá minutos después de la carrera.
En su negación, se dedicó al baloncesto y labró un futuro que se veía prometedor. Sin presiones, sus papás vieron cómo el talento de su hija adolescente la llevó a selecciones nacionales en su categoría y a estar muy cerca de firmar con equipos profesionales.
Más bien fue Carlos Moreno, el entrenador de su colegio, el que no se dio por vencido. “Me conocía y sabía que, en realidad, me gustaba correr y que era rápida. Nunca dejó de proponerme que hiciera carreras y me ponía en todas las postas de relevos o me hacía competir en carreras con vallas. Inevitablemente, tal vez muy tarde porque ya tenía 16 años, llegué al atletismo”, reveló Weil.
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Así como su destino, la unión con su mamá fue igual de previsible. Ximena Restrepo, al ver la nueva devoción de su retoño, asumió la tutoría de Weil: “Me parecía muy buena su zancada y que corría suelta. No le funcionaban los 100 o los 200 metros, las carreras explosivas, su potencial estaba en carreras más largas, como los 400 metros”.
Sus primeros tiempos estuvieron lejos de los 50 segundos, su avance fue progresivo. Primero, fue campeona nacional sub-20, después fue a los Juegos Suramericanos, compitió en Japón y también en Lima 2019. Sin embargo, explotó realmente en los Panamericanos Júnior de Cali, hace dos años, cuando empezó a acercarse a la marca de los 50 y proyectarse para los Juegos de Santiago 2023.
Esa noche, la del oro panamericano en los 400 metros, el piso estaba mojado. A los costados de la pista había pequeños charcos de la lluvia que había caído en la tarde y en los que danzaban, como si fueran pulgas brincando en el agua, las ligeras gotas que antecedieron la tormenta de Martina Weil. Salió rápida y violenta, doblegando al gélido viento que le entumecía las piernas. Doblando la primera curva, agarró la ventaja que no soltó más y que le permitió aguantar hasta la meta en la última embestida de sus rivales, que parecían quitarle el título, aunque no sucedió.
El estadio se caía, crujía. “¡Se pasaron! 400 es una prueba muy dura porque es una vuelta entera. No es como los 200 o los 100. Sin embargo, siento que es la mejor de todas porque alcanzo a pasar por cada metro de la pista y puedo sentir a la gente en cada parte de ese estadio. Esa ventaja no la tienen los que corren en distancias más cortas. Y esta noche fui la más suertuda de todas porque sentí la emoción del público en cada parte de esa pista”, explicó la campeona.
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Mientras incrédula alzó los brazos ante el público extasiado, que coreaba su nombre y el de Chile, Gert Weil, doble campeón panamericano y el mejor lanzador de bala en la historia del atletismo chileno, bajó corriendo a trompicones entre las gradas del Estadio Nacional. Estaba arriba, como comentarista de la carrera, pero el triunfo lo impulsó a buscar a Ximena Restrepo, su esposa. Dejó la transmisión tirada para celebrar con ella en un abrazo casi nostálgico.
Los Panamericanos se acabaron hace poco menos de una semana y es difícil encontrar una figura que haya estremecido más el Estadio Nacional que la heredera de Restrepo y Weil. Y al día siguiente de su oro, también ganó la plata en los 4 x 100. Una medalla muy criticada porque dos de sus compañeras expusieron que antes de esa prueba, a pesar de que ellas tenían mejores tiempos, las sacaron de la alineación titular para meter a otras dos. La del lío no fue Weil, pero las dos atletas la señalaron porque, al ser la capitana, no las defendió ante decisión arbitraria de los entrenadores.
Sin embargo, fue una polémica que no le resta brillo a su logro. Martina Weil aspira a más. De la marca que necesita para clasificarse a París (50,95), en Santiago solo le faltó medio segundo. Su sueño, algún día, es superar el récord sudamericano que ostenta su madre: los 49,64 segundos. Tiene 24 años y mantiene la ilusión olímpica. A fin de cuentas, todavía está escribiendo su historia.
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