Roger Federer: su último partido y una historia que nunca dirá adiós
El tenista suizo decidió retirarse del tenis profesional. El fin de una era y la nostalgia de una gran época quedan tras su despedida.
Andrés Osorio Guillott
De tanto en tanto el mundo asiste al ocaso de los dioses. Es trágico, pero inevitable ese eterno retorno del final de las épocas en las que los referentes que trascendieron su tiempo ponen fin a su leyenda. Hace pocas semanas en el mismo deporte fue Serena Williams, ahora es Roger Federer quien decidió ponerle fin a 24 años de carrera profesional en el tenis.
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Vamos midiendo el paso del tiempo con los cambios y las despedidas. Se acumulan las memorias y las nostalgias, y cuando nos hacemos conscientes de estas empezamos a preguntarnos por los años que pasaron y los que se avecinan. Y ocurren hechos que reviven esas sensaciones. El adiós de Roger Federer es uno de esos.
Montaba bicicleta para ir al colegio en su natal Basilea. El deporte lo sedujo desde niño e intentó primero con el fútbol, pero a los 12 años decidió dejarlo porque sus obligaciones le impedían ir a todos los entrenamientos. Aunque abandonó ese camino como profesional, no lo hizo como hincha, pues siempre ha apoyado al equipo que lleva el nombre de su ciudad.
Al tenis le podía cumplir. Empezó como recogepelotas. Esa curiosidad con la que veía los partidos fue alimentando la técnica que después tantas personas admiraríamos de él. En todos los ámbitos importan los espejos, pero en el deporte son relevantes para entender las claves del camino, de la disciplina y la mentalidad para ser siempre más grandes que las adversidades.
En 1998, a sus 17 años, ganó en la cancha donde se hizo grande: fue campeón juvenil de Wimbledon. Poco tiempo después entraría en el circuito profesional de mayores, y en su debut, contra Lucas Arnold Ker, perdió en dos sets. El revés fue su debilidad. Y ahí, una de las tantas moralejas del deporte con el rostro de Federer: reconocer los errores para empezar a edificar las virtudes. No solo fue la técnica lo que empezó a mejorar, sino también la fortaleza mental. Alguna vez dijo que era un mal perdedor, y en ese entonces lo era, pero pasó el tiempo y Federer se convirtió en un jugador que se mostraba impávido sin importar las circunstancias, que además de su elegancia también mostró temple en la cancha a pesar de que las cosas no fueran a su favor.
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Hay que hablar de la elegancia. El suizo se veía de esmoquin cuando jugaba. Quizá los académicos podrían aventurarse a hacer tesis sobre la estética según Roger Federer. La ilustración dejó a Alemania desde la modernidad y apareció nuevamente en su raqueta. Y la raqueta pasó a emular el arte y la cultura. Fue la pluma del poeta, la brocha del pintor. Fue, en palabras de él, también una especie de martillo cuando de hacer un revés o un slice se trataba. Era Thor, era el mito, era la obra y el legado del tenis mundial.
Delgado, de cabello largo y castaño, empezó a demostrar que lo imposible no lo era tanto. Los peloteos de Federer con sus rivales terminaban en gente de pie, con algarabías y con halagos de los comentaristas. Bocas abiertas, gritos. Pelotas paralelas, slice hechos de sutileza, como si además de esmoquin hubiera vestido guantes de seda; voleas, globos. El repertorio del suizo superaba el de cualquier orquesta sinfónica. Fueron las sonatas y los conciertos para piano y violín de Mozart, Beethoven, Tchaikovsky y tantos otros genios de la cultura y la historia.
“Hola Roger, soy ‘Pistol’. Cuando nos enfrentamos por primera vez, tú solo tenías 19 años. Tuvimos una gran batalla en la Central de Wimbledon y me ganaste en cinco sets”, dijo Pete Sampras en un mensaje alusivo al anuncio de Federer de retirarse el día de hoy en la Laver Cup. En Inglaterra se hizo rey. La historia de Su Majestad la vieron los que fueron grandes antes que él y tuvieron la fortuna de enfrentarlo y el infortunio para ellos de caer con él. “Me hubiese gustado odiarte, pero eres demasiado simpático”, le comentó Andy Roddick luego de perder con el suizo la final de Wimbledon en 2009.
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“No sé exactamente cómo será mi futuro, pero no quiero alejarme completamente de un deporte que me ha dado todo”, aseguró Federer, que ganó ocho Wimbledon (el máximo campeón), seis Abiertos de Australia, cinco US Open y un Roland-Garros, que suma un total de 20 Grand Slams. Ademá ganó 28 títulos de Masters 1.000; una Copa Davis -la primera para Suiza-, una medalla de oro olímpico en dobles, que la obtuvo junto a Stanislas Wawrinka, en Pekín 2008, una de plata individual, en Londres 2012. Además, en su palmarés se mantiene el récord de 237 semanas consecutivas como el número uno del mundo, que lo logró entre 2004 y 2008.
Más de 1.500 partidos en 24 años de carrera. Y entonces volvemos a pensar en el tiempo que ha pasado, en las jugadas que hicieron que muchos como yo empezáramos a sentirnos atraídos por el tenis desde la infancia. “Yo me elijo a Roger Federer”, dijimos varios cuando tuvimos la oportunidad de jugar en una cancha. Y a lo largo del mundo habrá muchos que también vieron al suizo como el espejo idóneo para asumir la vida. Elegancia, clase, tranquilidad y humildad ante la grandeza. Fueron cientos de miles de puntos inolvidables frente a grandes de generaciones pasadas como Pete Sampras, Andy Roddick, Lleyton Hewitt, David Ferrer, David Nalbandian, entre otros; así como también fueron inolvidables los puntos y los partidos frente a sus contemporáneos: Juan Martín del Potro, Novak Djokovic, Andy Murray o Rafael Nadal, o incluso con los que se quedan de aquí en adelante: Alexander Zverev, Stéfanos Tsitsipás, etc.
“Es uno de los jugadores, sino el jugador, más importante de mi carrera”, admitió Rafael Nadal, quien hoy fue su compañero para “El último baile”, para el último concierto de Federer esta noche en Londres. “Roger, forever our number one”, se leían en las pancartas de los aficionados que asistieron a la cancha central de la Laver Cup. Un final digno de su legado, junto a uno de sus máximos rivales, pero también frente a una leyenda del tenis mundial. Un sueño cumplido ver al español y al suizo de un mismo lado para despedir a Su Majestad.
Federer y Nadal, juntos en la Laver Cup
Un partido en el que muchos se resistían a la tristeza de la despedida. Fueron más las risas de los jugadores y del público. Fue un primer set para el equipo de Federer y Nadal. El suizo se reía porque en ocasiones no entendía lo que el español quería decirle. Hubo destellos de genialidad por parte de ambos equipos, pues Tiafoe y Sock también, entre risas, aprovechaban el ambiente para sacar sus ases bajo la manga.
El primer set fue para el equipo de Europa. 6-4 a favor de Federer y Nadal. Había preocupación por el estado físico de ambos, pues a Federer su rodilla fue lo que lo llevó a adelantar su retiro, y el español por su lesión en el estómago, que viene con ella desde su participación en el US Open. El suizo logró varios puntos por sus reflejos frente a la red; Nadal sufrió en ese mismo sector, pero al final quebraron el servicio del equipo del Mundo y se adelantaron en el marcador.
Tanto el equipo del Mundo como el de Europa se vieron más cómodos en el segundo set. Fue un juego reñido, e incluso Federer y Nadal se vieron en aprietos al comienzo del segundo set cuando Sock y Tiafoe les quebraron el segundo servicio. Sin embargo, sobre la mitad del set, el suizo y el español igualaron las condiciones, pero todo terminó en un Tiebreak que se llevaron los estadounidenses con un resultado de 7-2.
Suspenso hasta lo último. Todo se definió en un match tiebreak que estuvo reñido de principio a fin. Ninguno de los dos equipos se dejó coger ventaja, pero finalmente fue triunfo por 11-9 y dos sets a uno para el equipo de Sock y Tiafoe, que dejó la serie igualada a dos entre ambos equipos. Un partido a la altura de Federer. Así fue su último baile, con movimientos definidos que siempre simularon un vals o un ballet en el tenis. Una despedida con su rival, que lloró también cuando Roger salió a la mitad de la cancha con lágrimas en sus ojos, con las manos en alto dando gracias y mostrándose altamente conmovido por su retiro.
Ha sido una día maravilloso. Estoy feliz, no triste. He disfrutado de ponerme mis zapatillas una última vez. He tenido a mis amigos aquí, mi familia, a compañeros... Estoy muy contento de haber jugado el partido. Nunca hubiera esperado todo esto. Yo solo quería jugar al tenis. Ha sido perfecto, lo haría de nuevo. Mi final ha sido como lo deseaba”, dijo Federer al finalizar el encuentro.
Aplausos al ritmo de Viva la vida, de Coldplay, para despedir a una leyenda. El privilegio de ser testigos de la historia, del surgimiento y ocaso de un ídolo. “La historia nunca dice adiós, dice hasta luego”, escribió Eduardo Galeano. Una frase que aplica para hablar de la historia de Federer, que no termina aquí, sino que seguirá mientras siga cerca del tenis y mientras los aficionados y nuevos tenistas hablen del legado que dejó el suizo.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
De tanto en tanto el mundo asiste al ocaso de los dioses. Es trágico, pero inevitable ese eterno retorno del final de las épocas en las que los referentes que trascendieron su tiempo ponen fin a su leyenda. Hace pocas semanas en el mismo deporte fue Serena Williams, ahora es Roger Federer quien decidió ponerle fin a 24 años de carrera profesional en el tenis.
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Vamos midiendo el paso del tiempo con los cambios y las despedidas. Se acumulan las memorias y las nostalgias, y cuando nos hacemos conscientes de estas empezamos a preguntarnos por los años que pasaron y los que se avecinan. Y ocurren hechos que reviven esas sensaciones. El adiós de Roger Federer es uno de esos.
Montaba bicicleta para ir al colegio en su natal Basilea. El deporte lo sedujo desde niño e intentó primero con el fútbol, pero a los 12 años decidió dejarlo porque sus obligaciones le impedían ir a todos los entrenamientos. Aunque abandonó ese camino como profesional, no lo hizo como hincha, pues siempre ha apoyado al equipo que lleva el nombre de su ciudad.
Al tenis le podía cumplir. Empezó como recogepelotas. Esa curiosidad con la que veía los partidos fue alimentando la técnica que después tantas personas admiraríamos de él. En todos los ámbitos importan los espejos, pero en el deporte son relevantes para entender las claves del camino, de la disciplina y la mentalidad para ser siempre más grandes que las adversidades.
En 1998, a sus 17 años, ganó en la cancha donde se hizo grande: fue campeón juvenil de Wimbledon. Poco tiempo después entraría en el circuito profesional de mayores, y en su debut, contra Lucas Arnold Ker, perdió en dos sets. El revés fue su debilidad. Y ahí, una de las tantas moralejas del deporte con el rostro de Federer: reconocer los errores para empezar a edificar las virtudes. No solo fue la técnica lo que empezó a mejorar, sino también la fortaleza mental. Alguna vez dijo que era un mal perdedor, y en ese entonces lo era, pero pasó el tiempo y Federer se convirtió en un jugador que se mostraba impávido sin importar las circunstancias, que además de su elegancia también mostró temple en la cancha a pesar de que las cosas no fueran a su favor.
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Hay que hablar de la elegancia. El suizo se veía de esmoquin cuando jugaba. Quizá los académicos podrían aventurarse a hacer tesis sobre la estética según Roger Federer. La ilustración dejó a Alemania desde la modernidad y apareció nuevamente en su raqueta. Y la raqueta pasó a emular el arte y la cultura. Fue la pluma del poeta, la brocha del pintor. Fue, en palabras de él, también una especie de martillo cuando de hacer un revés o un slice se trataba. Era Thor, era el mito, era la obra y el legado del tenis mundial.
Delgado, de cabello largo y castaño, empezó a demostrar que lo imposible no lo era tanto. Los peloteos de Federer con sus rivales terminaban en gente de pie, con algarabías y con halagos de los comentaristas. Bocas abiertas, gritos. Pelotas paralelas, slice hechos de sutileza, como si además de esmoquin hubiera vestido guantes de seda; voleas, globos. El repertorio del suizo superaba el de cualquier orquesta sinfónica. Fueron las sonatas y los conciertos para piano y violín de Mozart, Beethoven, Tchaikovsky y tantos otros genios de la cultura y la historia.
“Hola Roger, soy ‘Pistol’. Cuando nos enfrentamos por primera vez, tú solo tenías 19 años. Tuvimos una gran batalla en la Central de Wimbledon y me ganaste en cinco sets”, dijo Pete Sampras en un mensaje alusivo al anuncio de Federer de retirarse el día de hoy en la Laver Cup. En Inglaterra se hizo rey. La historia de Su Majestad la vieron los que fueron grandes antes que él y tuvieron la fortuna de enfrentarlo y el infortunio para ellos de caer con él. “Me hubiese gustado odiarte, pero eres demasiado simpático”, le comentó Andy Roddick luego de perder con el suizo la final de Wimbledon en 2009.
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“No sé exactamente cómo será mi futuro, pero no quiero alejarme completamente de un deporte que me ha dado todo”, aseguró Federer, que ganó ocho Wimbledon (el máximo campeón), seis Abiertos de Australia, cinco US Open y un Roland-Garros, que suma un total de 20 Grand Slams. Ademá ganó 28 títulos de Masters 1.000; una Copa Davis -la primera para Suiza-, una medalla de oro olímpico en dobles, que la obtuvo junto a Stanislas Wawrinka, en Pekín 2008, una de plata individual, en Londres 2012. Además, en su palmarés se mantiene el récord de 237 semanas consecutivas como el número uno del mundo, que lo logró entre 2004 y 2008.
Más de 1.500 partidos en 24 años de carrera. Y entonces volvemos a pensar en el tiempo que ha pasado, en las jugadas que hicieron que muchos como yo empezáramos a sentirnos atraídos por el tenis desde la infancia. “Yo me elijo a Roger Federer”, dijimos varios cuando tuvimos la oportunidad de jugar en una cancha. Y a lo largo del mundo habrá muchos que también vieron al suizo como el espejo idóneo para asumir la vida. Elegancia, clase, tranquilidad y humildad ante la grandeza. Fueron cientos de miles de puntos inolvidables frente a grandes de generaciones pasadas como Pete Sampras, Andy Roddick, Lleyton Hewitt, David Ferrer, David Nalbandian, entre otros; así como también fueron inolvidables los puntos y los partidos frente a sus contemporáneos: Juan Martín del Potro, Novak Djokovic, Andy Murray o Rafael Nadal, o incluso con los que se quedan de aquí en adelante: Alexander Zverev, Stéfanos Tsitsipás, etc.
“Es uno de los jugadores, sino el jugador, más importante de mi carrera”, admitió Rafael Nadal, quien hoy fue su compañero para “El último baile”, para el último concierto de Federer esta noche en Londres. “Roger, forever our number one”, se leían en las pancartas de los aficionados que asistieron a la cancha central de la Laver Cup. Un final digno de su legado, junto a uno de sus máximos rivales, pero también frente a una leyenda del tenis mundial. Un sueño cumplido ver al español y al suizo de un mismo lado para despedir a Su Majestad.
Federer y Nadal, juntos en la Laver Cup
Un partido en el que muchos se resistían a la tristeza de la despedida. Fueron más las risas de los jugadores y del público. Fue un primer set para el equipo de Federer y Nadal. El suizo se reía porque en ocasiones no entendía lo que el español quería decirle. Hubo destellos de genialidad por parte de ambos equipos, pues Tiafoe y Sock también, entre risas, aprovechaban el ambiente para sacar sus ases bajo la manga.
El primer set fue para el equipo de Europa. 6-4 a favor de Federer y Nadal. Había preocupación por el estado físico de ambos, pues a Federer su rodilla fue lo que lo llevó a adelantar su retiro, y el español por su lesión en el estómago, que viene con ella desde su participación en el US Open. El suizo logró varios puntos por sus reflejos frente a la red; Nadal sufrió en ese mismo sector, pero al final quebraron el servicio del equipo del Mundo y se adelantaron en el marcador.
Tanto el equipo del Mundo como el de Europa se vieron más cómodos en el segundo set. Fue un juego reñido, e incluso Federer y Nadal se vieron en aprietos al comienzo del segundo set cuando Sock y Tiafoe les quebraron el segundo servicio. Sin embargo, sobre la mitad del set, el suizo y el español igualaron las condiciones, pero todo terminó en un Tiebreak que se llevaron los estadounidenses con un resultado de 7-2.
Suspenso hasta lo último. Todo se definió en un match tiebreak que estuvo reñido de principio a fin. Ninguno de los dos equipos se dejó coger ventaja, pero finalmente fue triunfo por 11-9 y dos sets a uno para el equipo de Sock y Tiafoe, que dejó la serie igualada a dos entre ambos equipos. Un partido a la altura de Federer. Así fue su último baile, con movimientos definidos que siempre simularon un vals o un ballet en el tenis. Una despedida con su rival, que lloró también cuando Roger salió a la mitad de la cancha con lágrimas en sus ojos, con las manos en alto dando gracias y mostrándose altamente conmovido por su retiro.
Ha sido una día maravilloso. Estoy feliz, no triste. He disfrutado de ponerme mis zapatillas una última vez. He tenido a mis amigos aquí, mi familia, a compañeros... Estoy muy contento de haber jugado el partido. Nunca hubiera esperado todo esto. Yo solo quería jugar al tenis. Ha sido perfecto, lo haría de nuevo. Mi final ha sido como lo deseaba”, dijo Federer al finalizar el encuentro.
Aplausos al ritmo de Viva la vida, de Coldplay, para despedir a una leyenda. El privilegio de ser testigos de la historia, del surgimiento y ocaso de un ídolo. “La historia nunca dice adiós, dice hasta luego”, escribió Eduardo Galeano. Una frase que aplica para hablar de la historia de Federer, que no termina aquí, sino que seguirá mientras siga cerca del tenis y mientras los aficionados y nuevos tenistas hablen del legado que dejó el suizo.
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