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Cada vez es más frecuente hablar de salud mental en el deporte. La presión ejercida sobre los atletas suele causar un grado de exigencia tal que muchos terminan agotados y perdiendo el sentido de los objetivos por cumplir.
Y es que en los últimos días se retomó el tema con dos casos que trascienden fronteras: el primero, lejano de los Juegos Olímpicos, ocurrió en Uruguay con los suicidios de Emiliano Cabrera y Williams Martínez; el segundo, volviendo a Japón, con el retiro de Simone Biles en la final por equipos femeninos en gimnasia.
Biles, cuatro veces campeona olímpica en Río 2016, era una de las favoritas para volver al podio y dejar, una vez más, el nombre de los Estados Unidos en lo alto. Sin embargo, tras los rumores de una posible lesión, la atleta norteamericana afirmó que “desde que entro al tapiz, estoy yo sola con mi cabeza, tratando con demonios en mi cabeza (...) Debo hacer lo que es bueno para mí y concentrarme en mi salud mental y no comprometer mi salud y mi bienestar”.
No se sabe si Biles seguirá compitiendo en Tokio; hasta el momento, aprovechará las jornadas de descanso para trabajar en su salud mental y dependiendo de su evolución decidirá si continúa o no en el certamen.
“No tengo tanta confianza en mí como antes, no sé si es una cuestión de edad. Estoy un poco más nerviosa cuando estoy haciendo mi deporte. Tengo la impresión de que ya no puedo disfrutar como antes”, aseguró.
Aunque Estados Unidos se mantiene segunda en la tabla de medallas de Tokio (con nueve oros, ocho platas y ocho bronces), la delegación estadounidense perdería una de sus referentes. Sin embargo, más allá de la competencia, sus compañeros y entrenadores tendrían que hacer un llamado a la salud mental y evitar que casos como el de Biles se repitan en otros deportistas, pues si algo se ha hecho mal a lo largo de los años es subestimar este tipo de problemas y convertirlos en tabúes para no tratarlos de forma directa.
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Justamente, hace unos meses Naomi Osaka —tenista japonesa que cayó eliminada en la tercera ronda de Tokio— habló de su retiro del Roland Garros por problemas de ansiedad y reconoció: “Me siento incómoda siendo la portavoz o la cara de la salud mental de los atletas, ya que todavía es algo nuevo para mí y no tengo todas las respuestas. Espero que la gente se sienta identificada y entienda que está bien no estar bien y que está bien hablar de ello”.
No son casos de ahora. Es un problema que ha existido siempre, y de ahí la importancia de hablarlo y no dejarlo detrás de los escenarios por temor a no saber cómo tratarlo.
Y si se habla de que no es un tema del presente, es porque podríamos mencionar el ejemplo de Michael Phelps, leyenda del deporte mundial al ser el atleta con más medallas olímpicas (28, 23 de las cuales son de oro). El estadounidense confesó haber padecido problemas de ansiedad y depresión durante sus épocas más gloriosas como nadador.
Psicólogos deportivos aseguran que la exigencia y el objetivo de ganar a toda costa produce fatiga, estrés, ansiedad y frustraciones que muchas veces se callan en nombre de la disciplina y de la misma misión de ser el vencedor.
La presión de cumplir y el entorno que rodea a los atletas de alto rendimiento son factores que inciden y deben ser trabajados a la par que otros factores que inciden en el buen desempeño de competencia, de manera que no solo prime el resultado que se persigue, sino también el bienestar físico y emocional del deportista.