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El turno fue para el más pequeño de todos. Salió un ‘pelao’ mechudo, moreno, flaco. Un niñito con una tabla tan mala y vieja que nos dejó aterrados. Todo lo hacía ver tan fácil, elegante y sencillo, que parecía danzar con los pies”, comenta Mauricio Mejía, ‘El cabe’, uno de los skaters ‘vieja guardia’ del país, mientras describe el día en que vio patinar por primera vez a David González.
Aquel niñito, fue nombrado el año pasado ‘El mejor skater del mundo’ por ‘Trhasher’, la revista especializada en skateboarding que empezó esa premiación en 1990 y que, para esa edición, escogió a la leyenda del skate, Tony Hawk. Lo que no se imaginaba David era que para el 2000, año en que su mamá en medio de las dificultades económicas le dio 20 mil pesos para comprar su primera tabla, Trhasher premiaría como el mejor skater del año a Geoff Rowly, el hombre que, más adelante, le haría una propuesta que le cambiaría la vida.
Para entonces, David tenía diez años y vivía con su familia en una casa humilde de Bello, Antioquia. Solía escuchar rock y al ritmo de ACDC, una de sus bandas favoritas, recorría, entre otras, las agrietadas calles del barrio Pablo Escobar, el mismo que fue construido durante la campaña del capo en 1982, cuando este aspiraba a ser congresista.
Al ver cómo hacían piruetas varios skaters en un video de rock que transmitían por el canal MTV se dijo: “Esto es lo mío”. Desde ahí surgió su obsesión por la tabla. Luego vinieron los viajes, torneos y competencias nacionales, gracias a que su amigo y mentor Mauricio, ‘El cabe’, descubrió su talento, creyó en él y lo impulsó hasta lograr que en Estados Unidos la compañía ‘Monkey’ se interesara en el joven skater y le diera el que sería su primer patrocinio.
Recuerda que su remuneración, al principio, fueron un par de tenis, ropa y una nueva tabla. Ya cuando tenía doce y después de haber recorrido casi todo el país, “vinieron hasta el barrio, me sacaron la visa y me llevaron a la USA, donde empecé a codearme con los grandes, como Toni Hawk, todo un maestro. ¿Y el colegio? Pues lo dejé, porque es que eso no era lo mío”.
Los últimos momentos vividos en la escuela, cuando cursaba séptimo grado, los recuerda con entusiasmo, porque era el orgullo de sus compañeros. “Pedía muchos permisos para poder ir a las competencias, pero como siempre me las ganaba, llegaba al salón y todos me aplaudían y me decían, ¡Llegó el campeón!
Pronto los entrenamientos y la disciplina le dieron la confianza y seguridad necesarias para asumir retos más grandes. Estando en Los Ángeles, se imaginó un día haciendo un truco junto con aquel al que él llamaba “el Jimmy Hendrix de la tabla”, Christian Hosoi. Pero no sólo fue imaginación, buscó a Hosoi y se lo propuso. Hosoi aceptó. Lo demás ya empieza a ser historia. Y lo es porque la marca Flip, en cabeza del legendario Geoffe Rowly, vio aquel truco y decidió llamar a David González para que trabajara con él. Desde entonces ese es el principal patrocinio que tiene el skater colombiano.
“Es que para mí el colegio era una pérdida de tiempo, ¿me entiende? porque es que esa no es la vida. La vida está en la tabla y si uno quiere dedicarse a esto tiene que olvidarse de todo, incluso de su familia y amigos”.
David González, sin embargo, no se olvidó de su familia. Todo lo contrario. Aunque después de la propuesta de Rowly viajó a Estados Unidos y se radicó en Los Ángeles, con el primer dinero que empezó a recibir pudo ubicar a su madre y hermanos en una nueva casa, pues donde vivían, con sus abuelos maternos, la situación económica se hacía cada vez más difícil.
“Yo me acuerdo cuando lo llamaron los gringos”, cuenta Olga Luz Obando, la mamá de David. “Primero, fui a la terminal y me citaron un sábado a una reunión para patrocinar al niño. Le daban, ropa, pero no plata. Después, recibimos una llamada en la que nos decían que consiguiéramos una casa nueva. Desde ahí nuestra situación empezó a mejorar. Luego les pudo mandar a los hermanos mayores para que estudiaran sus carreras. Y mire como son las cosas, ¿usted cree que en Bello le dieron la mano alguna vez? Aquí el gobierno nunca apoyó al niño.
Cuando estaba pequeño, –cuenta su mamá–, lo inscribió en la Universidad de Antioquia en un curso de Gimnasia olímpica. Ahí estuvo cinco años. “Y es que la gimnasia le ayudó mucho a David –agrega ‘El cabe’-, porque eso le dio un dominio del cuerpo increíble, un equilibrio y habilidad que no tenemos muchos skaters de la vieja guardia en el país”.
El karate y el fútbol también son sus pasiones, además de la música, claro. Tanto es así, que en los momentos en que estaba lesionado o tenía tiempo libre en las noches, practicaba con la guitarra eléctrica: “¿Ve ese amplificador que está ahí?, y señala una caja negra al lado de su maleta de viaje, en un hotel en el que se encuentra de paso en Bogotá. Lo cargo a todo lado, porque me encanta tocar. La música es como una parte de mí, es la melodía que acompaña mi diálogo con la tabla”.
Ser skater va más allá de hacer un holy o atravesar las calles del centro de una ciudad con un par de audífonos. Es un estilo de vida. Es la música, la ropa, la forma de hablar, caminar, sentir y actuar. “Por eso David es la inspiración e influencia para muchos niños y jóvenes, porque no es sólo lo que hace con la tabla, es cómo lo hace y por qué. Él simplemente monta porque le gusta, así de sencillo”, dice Sebastián González, el segundo de sus tres hermanos mayores.
“Lograr que a la gente le paguen por subirse a la tabla es uno de mis sueños en Colombia. Quiero que muchos de los niños que viven en medio de la pobreza no tomen el camino de las armas, la violencia o el robo. La tabla puede salvar vidas y para hacerlo lo único que se necesita es que el skate sea visto acá como un deporte y no como algo de gamines y ladrones”, dice David González.
Recuerda que un día, estando en California, un policía lo paró y le pidió la tabla. En un abrir y cerrar de ojos vio, estupefacto, cómo el tipo hacía un kickflip. “Allá es un deporte tan normal y respetado como el fútbol en Latinoamérica. Acá, si un policía te para, en cambio, te agarra a tablazos”.
Pese al estigma, en el país cada vez toma mayor fuerza ese deporte. Sólo en Bogotá, hay cerca de 15.000 skaters. Sin embargo, no hay escenarios adecuados. Aunque el Distrito tiene distribuidos por la ciudad cerca de siete skateparks, David González dice que fueron construidos por personas que no tenían idea alguna del skateboarding, lo que impide que el deporte se desarrolle. No obstante, el Instituto Distrital de Recreación y Deporte en Bogotá, no desmiente esa versión y para impulsar ese y otros deportes, crearon el DUNT, un departamento que se encarga de promover los Deportes Urbanos y las Nuevas Tendencias.
David dice deberle mucho a las calles agrietadas de Medellín, porque lo entrenaron para enfrentar retos grandes. Pero recalca que es hora de que el gobierno apoye el deporte. Que se construyan skateparks de calidad y de que le den un mejor estatus al skate, labor que han hecho incansablemente skaters como ‘El Barbas’, quien tiene una escuela en Medellín y entrena diariamente a cerca de 30 niños.
El IDRD invitó, junto a la marca Volcom, a un grupo de skaters de talla mundial para que dieran un espectáculo a sus fans hace dos semanas en las rampas del Salitre de Bogotá. “Fue muy emocionante. Cuando David salió a escena, los aplausos y gritos no se hicieron esperar. Puedo decir que para el skate contemporáneo y la nueva generación, González es como el Messi del Fútbol. Mueve masas”, dijo Diego Cortés, skater hace 16 años y funcionario de la oficina del DUTN en Bogotá.
El skater colombiano le contó a El Espectador que para el próximo año planea hacer una competencia en Bogotá “con los mejores de Colombia para ir visibilizando el deporte”. También, que se continuará entrenando para ganar otras competencias y que su próxima meta, –después de los X Games a los que ya ha asistido varias veces–, será ‘Street league’ o liga de calle.