Sofía Gómez se sumerge para llegar a lo más alto
Este viernes, la apneista pereirana superó el récord mundial de apnea, mejorando su propio registro de 83 metros. Ahora bajó un metro más y quedó la marca en 84. Esto lo hizo en Dominíca, su lugar de residencia.
Luís Guillermo Montenegro
El reto entre las hermanas Gómez era quién de las dos aguantaba más tiempo debajo del agua. Sofía tenía 4 años y Paulina 7. Se metían en una pequeña piscina inflable y mientras una sumergía su cabeza, la otra contaba los segundos. Sin quererlo, ese desafío casero terminó influyendo en la capacidad pulmonar de Sofía, quien, una vez comenzó a practicar deportes acuáticos, era de las que más resistencia presentaba debajo de la superficie.
Francisco y Mónica, sus papás, son de Santa Marta, pero vivieron durante la infancia de sus hijas en Pereira. Por el miedo a que ellas se ahogaran cuando fueran de vacaciones al mar, las llevaron desde muy pequeñas a clases de natación. Un sábado, en una de esas sesiones, Sofía vio a un grupo de niñas que entrenaba nado sincronizado. Se quedó mirándolas un buen rato y quiso imitarlas. Al poco tiempo comenzó a practicar con ellas.
El diálogo con el profesor desembocó en una charla sobre la apnea, esa capacidad de estar bajo el agua durante tiempos prolongados. Les contaba, con el objetivo de que sus alumnas pudieran hacer rutinas más largas de baile durante el nado sincronizado. “Hagamos algo; vamos a ver quién aguanta más”, dijo. Sofía se puso unas bialetas y se lanzó a una piscina semiolímpica de 25 metros. Ella misma se sorprendió cuando sacó la cabeza después de nadar 100 metros sin respirar. Se dio cuenta de su potencial y prefirió dejar el nado sincronizado para dedicarse a la natación con aletas.
Del colegio Inmaculado Corazón de María, de Pereira, se graduó. Vivió por unos meses en Bogotá, donde siguió entrenando en las piscinas del Complejo Acuático y luego se fue a vivir a Medellín. Allí contó con el apoyo de Indeportes Antioquia, que ha estado a su lado en todo el proceso de consolidación como una de las mejores apneístas del mundo.
En 2013, Carlos Correa, un amigo, la invitó a practicar a Santa Marta. El objetivo era sumergirse la mayor cantidad de metros en el mar y ella, después de un entrenamiento intensivo, logró descender 40 metros. Esto fue lo que la motivó a competir a nivel profesional.
El entrenamiento diario comenzó a ser una obsesión. Esto se lo aseguró Sofía a El Espectador. “Hay una parte de preparación física que consiste en ir al gimnasio, hacer bicicleta y nadar mucho. Cuando ya es en el mar, es importante descender para que el cuerpo se adapte a las presiones del agua. Esto es como cualquier deporte de alto rendimiento: una base física y lo demás es pura práctica”.
Los miedos para Sofía no existen. De hecho, recuerda que a lo único que le tuvo pavor en la vida fue a las vacas, pues una vez en una finca, jugando junto con su hermana, un animal de estos se soltó de una estaca a la que estaba amarrado y las persiguió un buen rato. Debajo del agua, la oscuridad al principio la atormentaba, pero ahora es algo con lo que aprendió a convivir.
Los títulos nacionales y continentales fueron poco para esta risaraldense. Sus objetivos estaban mucho más allá. Por eso, pensando en ser una de las mejores del mundo, se fue a vivir a Dominica, donde tiene todo lo necesario para practicar y mejorar sus registros. “Estar sola, bajo el agua, me da una sensación de paz. Uno aprende a conocerse a sí mismo. Y tus límites. Aprendes a vivir con la soledad”, destaca. Para ella, sumergirse es llegar a lo más alto. Y con esa consigna se trazó el objetivo de romper un récord mundial en la modalidad peso constante con bialetas.
Atada a una línea de acero con un arnés, Sofía descendió 83 metros en un tiempo de dos minutos 43 segundos: rompió la marca que estaba en poder de la eslovena Alenka Artnik y así logró su objetivo. Este viernes intentó superar su propia marca y lo hizo, descendiendo un metro más y dejando el registro en 84 metros.
Y aunque la apnea es su pasión, por ahora esta pereirana de 25 años tiene el objetivo a largo plazo de ejercer su profesión de ingeniera civil y aportarle al país no sólo como una referente del deporte nacional, sino también dando ideas para revolucionar la movilidad en las grandes ciudades. “Cambiar el carro por otros medios de transporte. Estoy muy enfocada en eso. Que la gente se deje de mover de esa manera y haga deporte”, concluye.
El reto entre las hermanas Gómez era quién de las dos aguantaba más tiempo debajo del agua. Sofía tenía 4 años y Paulina 7. Se metían en una pequeña piscina inflable y mientras una sumergía su cabeza, la otra contaba los segundos. Sin quererlo, ese desafío casero terminó influyendo en la capacidad pulmonar de Sofía, quien, una vez comenzó a practicar deportes acuáticos, era de las que más resistencia presentaba debajo de la superficie.
Francisco y Mónica, sus papás, son de Santa Marta, pero vivieron durante la infancia de sus hijas en Pereira. Por el miedo a que ellas se ahogaran cuando fueran de vacaciones al mar, las llevaron desde muy pequeñas a clases de natación. Un sábado, en una de esas sesiones, Sofía vio a un grupo de niñas que entrenaba nado sincronizado. Se quedó mirándolas un buen rato y quiso imitarlas. Al poco tiempo comenzó a practicar con ellas.
El diálogo con el profesor desembocó en una charla sobre la apnea, esa capacidad de estar bajo el agua durante tiempos prolongados. Les contaba, con el objetivo de que sus alumnas pudieran hacer rutinas más largas de baile durante el nado sincronizado. “Hagamos algo; vamos a ver quién aguanta más”, dijo. Sofía se puso unas bialetas y se lanzó a una piscina semiolímpica de 25 metros. Ella misma se sorprendió cuando sacó la cabeza después de nadar 100 metros sin respirar. Se dio cuenta de su potencial y prefirió dejar el nado sincronizado para dedicarse a la natación con aletas.
Del colegio Inmaculado Corazón de María, de Pereira, se graduó. Vivió por unos meses en Bogotá, donde siguió entrenando en las piscinas del Complejo Acuático y luego se fue a vivir a Medellín. Allí contó con el apoyo de Indeportes Antioquia, que ha estado a su lado en todo el proceso de consolidación como una de las mejores apneístas del mundo.
En 2013, Carlos Correa, un amigo, la invitó a practicar a Santa Marta. El objetivo era sumergirse la mayor cantidad de metros en el mar y ella, después de un entrenamiento intensivo, logró descender 40 metros. Esto fue lo que la motivó a competir a nivel profesional.
El entrenamiento diario comenzó a ser una obsesión. Esto se lo aseguró Sofía a El Espectador. “Hay una parte de preparación física que consiste en ir al gimnasio, hacer bicicleta y nadar mucho. Cuando ya es en el mar, es importante descender para que el cuerpo se adapte a las presiones del agua. Esto es como cualquier deporte de alto rendimiento: una base física y lo demás es pura práctica”.
Los miedos para Sofía no existen. De hecho, recuerda que a lo único que le tuvo pavor en la vida fue a las vacas, pues una vez en una finca, jugando junto con su hermana, un animal de estos se soltó de una estaca a la que estaba amarrado y las persiguió un buen rato. Debajo del agua, la oscuridad al principio la atormentaba, pero ahora es algo con lo que aprendió a convivir.
Los títulos nacionales y continentales fueron poco para esta risaraldense. Sus objetivos estaban mucho más allá. Por eso, pensando en ser una de las mejores del mundo, se fue a vivir a Dominica, donde tiene todo lo necesario para practicar y mejorar sus registros. “Estar sola, bajo el agua, me da una sensación de paz. Uno aprende a conocerse a sí mismo. Y tus límites. Aprendes a vivir con la soledad”, destaca. Para ella, sumergirse es llegar a lo más alto. Y con esa consigna se trazó el objetivo de romper un récord mundial en la modalidad peso constante con bialetas.
Atada a una línea de acero con un arnés, Sofía descendió 83 metros en un tiempo de dos minutos 43 segundos: rompió la marca que estaba en poder de la eslovena Alenka Artnik y así logró su objetivo. Este viernes intentó superar su propia marca y lo hizo, descendiendo un metro más y dejando el registro en 84 metros.
Y aunque la apnea es su pasión, por ahora esta pereirana de 25 años tiene el objetivo a largo plazo de ejercer su profesión de ingeniera civil y aportarle al país no sólo como una referente del deporte nacional, sino también dando ideas para revolucionar la movilidad en las grandes ciudades. “Cambiar el carro por otros medios de transporte. Estoy muy enfocada en eso. Que la gente se deje de mover de esa manera y haga deporte”, concluye.