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“Tennis lessons” por Roger Federer

El suizo, exnúmero uno del mundo, fue reconocido en la Universidad de Dartmouth con el Doctorado en Letras Humanitarias

Juan Diego Forero Vélez
13 de junio de 2024 - 11:14 p. m.
Roger Federer en el momento de su reconocimiento en la Universidad de Dartmouth College.
Roger Federer en el momento de su reconocimiento en la Universidad de Dartmouth College.
Foto: Dartmouth College
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“El tour está en buenas manos”, expresó Roger Federer, casi sin pensarlo, tras ser preguntado por Carlos Alcaraz en la premier de su más reciente documental; mientras una sonrisa radiante se dibujaba en su rostro alegre. Estaba tan elegante y sencillo como siempre: vestido de gala, con traje oscuro, corbata negra y unos ojos bien abiertos.

El que para muchos es el mejor jugador de tenis de la historia, expresó con pesar no haber podido ver la final de Roland Garros 2024 por estar ocupado dando un discurso para un evento que no pudo ignorar y que no podía ser aplazado. Se mostró contento por su retiro, sin ningún tipo de arrepentimiento. Cómodo con su nueva vida, obligaciones, rutina y su nuevo papel en el mundo alejado de las cámaras, los torneos y los viajes constantes.

Federer subió temblando al escenario de la Universidad de Dartmouth, un lugar inexplorado y desconocido para él, mientras todas las miradas estaban apuntando a Carlos Alcaraz y Alexander Zverev y los televisores sintonizaban hipnotizados la cancha Philipe Chatrier para saber de primera mano quién sería el vencedor en París. Mientras el suizo se ponía la toga negra y se acomodaba el micrófono en frente suyo, en Hanover, en el centro del campus verde y eterno de Dartmouth, el juez de silla autorizaba a Zverev y Alcaraz empezar el partido definitivo; pero nada de eso era importante para él, que se disponía a dar uno de los discursos más emotivos de su vida.

“Hola, clase de 2024. Estoy muy emocionado de poder compartir este momento tan especial con ustedes. Tengan en cuenta que esta es, literalmente, la segunda vez que pongo un pie en una Universidad”, comenzó diciendo Federer en el centro de la tarima, mientras era observado por miles de ojos curiosos. “Solo vine aquí a dar un discurso, pero volveré a casa con el título de Doctor Roger”, dijo sin poder contener la risa que se sumó a la de las 11.000 personas que lo escuchaban atentos bajo la lluvia fría.

Luego de los saludos protocolarios, Roger se refirió fugazmente al primer discurso que dio cuando fue capitán del equipo suizo de tenis, empezando su carrera, en el que apenas fue capaz de pronunciar cuatro palabras: “Feliz de estar aquí”, para luego asegurar entre risas que estaba considerando volverse jugador profesional de “Beer Pong”, deporte jugado en la Universidad sin restricciones de edad o talento.

“Graduados, siento su dolor. (...) En 2022 me gradué del tenis, y sé cómo se siente que te pregunten cuál es tu plan para el resto de la vida. Estoy acostumbrado a que me pregunten, ahora que no juego tenis, cuál es mi plan, y la verdad es que no lo sé”, continuó casi sin pestañear mientras a su espalda los directivos de la universidad sonreían y asentían con movimientos leves de cabeza.

Hizo una breve pausa, alzó los brazos, y continuó con expresión serena diciendo: “Voy a empezar a responder a esa pregunta de acuerdo a lo que he venido aprendiendo en esta transición. Hoy quiero compartir un par de lecciones con ustedes que quizá les ayuden a descubrir el futuro. Llamémoslas ‘Tennis lessons’ (lecciones de tenis)”.

La primera lección que Roger impartió a todos los que estaban mirándolo desde abajo fue el hecho de que el “Sin esfuerzo” es un mito. No disimuló el desorden que le generaba en la cabeza y en la consciencia aquella frase trillada. No escondió su apatía ni huyó de esa falsa descripción de su juego, sino que trató de enfrentarlo presentando un par de escenarios que explicaron mejor su punto.

En su carrera muchas veces se dijo que jugaba sin siquiera sudar, que parecía volar por la cancha o golpear con desgana, y que ganaba casi sin despeinarse. Expresó con calma que aunque entendía que esos comentarios fueron hechos con buenas intenciones, y que la mayoría de las veces solo intentaban elogiarlo, la verdad es que muchas veces se sintió ofendido y vacío; porque detrás de esa supuesta liviandad estaba un esfuerzo puro, duro, pétreo, constante y diario. La recopilación de muchas noches de llanto, sufrimiento, repetición, familia y entrenadores luchando por sacar su mejor versión.

“La verdad es que pasé mucho tiempo trabajando duro para que pareciera fácil. Pasé años quejándome, sudando, y tirando mi raqueta muchas veces antes de aprender a mantenerme sereno. Y todo empezó muy temprano en mi carrera, cuando un rival en el Abierto de Roma cuestionó públicamente mi disciplina mental diciendo: ‘Roger será favorito por las primeras dos horas, pero yo seré favorito después de eso’”, añadió, para luego continuar diciendo que al principio eso lo había desconcertado.

“Luego entendí su punto. Cualquiera puede jugar bien cuando tiene la cabeza clara y las piernas frescas. Entendí que era lo que mi familia y entrenador y amigos me estaban pidiendo, y mis rivales. Agradezco que me hayan hecho trabajar cada vez más duro; pero sobre todo, cuando nadie estaba viéndome”.

“El talento no se trata de tener un regalo, sino de tener arcilla. En la vida, la paciencia es un talento, la disciplina es un talento, amar el camino es un talento. Las personas te dirán que las cosas serán fáciles para ti; tú déjalas creer eso, pero no te lo creas tú”.

A la segunda lección la llamó “Es solo un punto”. Habló de lo difícil que es el tenis y la vida. De su porcentaje de victorias, que en su carrera no alcanza el 80% y del porcentaje de puntos ganados, que es aún más bajo y apenas roza el 54%. Aseguró que igual que en el tenis, en la vida muchas veces todo se resume a ganar y perder, que muchos jugadores llegan al torneo con la esperanza viva y solo uno recibe el trofeo mientras ve cómo el resto se devuelve a sus casas en aviones solitarios y vacíos, pero que eso no debe incomodarnos.

“Una de mis más grandes derrotas fue en Wimbledon 2008, en contra de Rafael Nadal. Para algunos el mejor partido de todos los tiempos. Siento mucho respeto por Rafa, pero pienso que habría sido mucho, mucho mejor, si yo hubiera ganado”. Las risas de los presentes se apoderaron del espacio, pero pararon súbitamente para darle a Roger el tiempo para continuar.

“Perder en Wimbledon fue doloroso, porque ganar allí lo es todo. He ganado en muchos escenarios alrededor del mundo, pero cuando tienes la chance de romper un récord y ganar Wimbledon seis veces seguidas todo es diferente (...) Hubo demora por lluvias, el sol se escondió un poco, Rafa ganó los primeros dos sets, yo gané los otros dos siguientes en tie breaks y luego todo acabó 7-5 a su favor. Entiendo que las personas se enfoquen en el final. El último minuto siempre es muy oscuro, no puedes ver con claridad el pique en el césped, pero mirando hacia atrás, pienso que perdí desde el primer punto. Llegué al partido y vi a ese sujeto que me había ganado unas semanas atrás en sets corridos en Roland Garros y recuerdo haber pensado ‘este sujeto tiene más ganas de ganar que yo’”.

“El punto más importante de tu vida es aquel que estás jugando en este momento, pero una vez que queda atrás, olvídalo, y pasa al siguiente. Déjalo atrás. Llora si es necesario, pero después fuerza una sonrisa y sigue adelante”.

La última lección, con la que despidió todo, fue titulada “La vida es más grande que la cancha”. Roger Federer utilizó la metáfora de la cancha para explicar, ante su atento público, que la vida es mucho más grande que los problemas a los que nos enfrentamos. Que la vida no está encerrada en cuatro paredes, o en una universidad o en un estadio. Que la vida tiene mucho más que ofrecer.

“Incluso cuando estaba empezando mi carrera supe que el tenis iba a mostrarme el mundo, pero supe que el tenis jamás sería el mundo (...) Cuando estuve en el top 5 tuve como prioridad tener una vida. Una vida llena de viajes, cultura, amistades y especialmente llena de familia. Nunca olvidé de dónde venía, pero nunca perdí el apetito de conocer un mundo nuevo. Quería viajar, pero no como turista. Supe desde muy temprano que quería servir a otras personas. Así que, motivado por mi madre sudafricana, creé una fundación a los 22 años para ayudar a niños en áfrica, para que pudieran acceder a educación, porque el 75% de ellos no pueden hacerlo”.

“Viví muchas buenas experiencias jugando al tenis, pero prefiero recordar a las personas y a los lugares que conocí. Te paras enfrente de la red, pero el éxito depende de tu equipo, tus entrenadores, tu familia e incluso tus rivales. El tenis y la vida son un juego en equipo”.

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Por Juan Diego Forero Vélez

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Elvis(21348)14 de junio de 2024 - 03:31 a. m.
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