Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Más allá de la belleza, la imagen de la triplista Caterine Ibargüen aterrizando sin salpicar arena del otro lado del metro 15 es tal vez el símbolo más humano de los triunfos de Colombia en los Juegos Olímpicos de Río 2016.
La foto de Ibargüen con sus piernas elásticas extendidas fue una de las más simbólicas porque captó el segundo más importante de la vida de la mujer más dominante del atletismo mundial en todo el ciclo olímpico.
Desde su plata en Londres, Caterine ganó dos títulos mundiales, pasó casi cuatro años invicta en las reuniones de la Liga de Diamantes y llevó su marca personal a 15.31 metros, la quinta mejor de la historia.
En Río dio un golpe de autoridad con un 15.03 en la segunda ronda y subió a 15.17 en la cuarta para confirmar su autoridad y la de Colombia como nueva potencia del deporte latinoamericano.
Después de años en los que trató de decir con resultados internacionales que su deporte crece por día, Colombia llegó a la mayoría de edad como país en unos Juegos Olímpicos y con tres medallas de oro, dos de plata y tres de bronce cumplió la mejor actuación de su historia.
Ya en Londres 2012, con una medalla de oro, tres de plata y cuatro de bronce, Colombia empezó a enviar señales de que su deporte no está basado en figuras individuales sino en un proceso de desarrollo en muchos deportes, algo confirmado en Río, con preseas en cinco disciplinas diferentes, atletismo, levantamiento de pesas, boxeo, ciclismo y judo.
Mariana Pajón, oro en ciclismo BMX, entró al altar de los históricos de América Latina con medalla de oro en por lo menos dos Juegos Olímpicos diferentes y fue otro de los puntos de referencia de la buena salud del deporte de su país, no solo por retener el título, sino por confirmar una superioridad de años.
A veces las victorias parecieron realizarse tras saltar obstáculos como los de la carrera de steeple chase. Quizás el mejor ejemplo de eso fue el del campeón de levantamiento de pesas, Óscar Figueroa, de los 62 kilogramos, quien se hizo del oro luego de dos cirugías de columna, dos de rodilla y una de muñeca.
No solo de oro fueron las grandes actuaciones de los colombianos, en boxeo el desconocido Yuberjen Martínez ganó plata en el peso minimosca ligero al impresionar a los jueces con un boxeo basado en lanzar muchos goles, la mayoría exactos, y una velocidad de mosquito que picó, salió y dejó aturdidos a los rivales.
Su compatriota Ingrit Valencia fue bronce en el concurso de la categoría mosca del campeonato de pugilismo y dio otra medalla fuera de pronóstico, pero no sorpresiva porque tanto la caucana como el antioqueño Martínez dejaron claro que detrás de la gloria hubo miles de horas gimnasio en las que a veces el dolor los siguió como un perro fiel.
Yuri Alvear, plata en el concurso de 70 kilos del judo, Carlos Ramírez, bronce en el de BMX y Luis Mosquera, en el de 69 kilos de halterofilia completaron la colección de medallas.
Los colombianos, que siempre miraron a Cuba como a un hermano mayor e inalcanzable, terminaron en el lugar 23 de los Juegos, solo cuatro escaños abajo de los cubanos, pero a diferencia de ellos, que ganaron todas sus preseas en boxeo y lucha, los sudamericanos lo hicieron en cinco disciplinas.
Río 2016 ha servido a Colombia para subir al escalón en el que siempre estuvieron solos cubanos y brasileños como líderes del deporte en Latinoamérica. Han ascendido a una primera división y tienen el aire a favor para en Tokio 2020 crecer más.
Por lo pronto Cuba y México se preguntan cómo hacer para vencer a Colombia en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 2018 en los que el país aprovechará la ventaja de ser dueño de casa para ganar la añeja justa por primera vez.
Después de eso, muchas imágenes como la de Ibargüen con su elasticidad de felina prístina pueden acompañar a Colombia como sinónimo de belleza, pero sobre todo de crecimiento.