El balance de Tokio 2020: Para Colombia no todo lo que brilla es oro
A pesar de que ninguno de sus deportistas se subió a lo más alto del podio, la delegación nacional cumplió la mayoría de los pronósticos. Obtuvo una buena cosecha con la mitad de atletas que en las ediciones pasadas; sin embargo, hay aspectos por corregir en el proceso.
Tan extraños como fueron los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 son los balances que dejan. La sensación inicial de que no se debieron realizar en medio de la pandemia y con tantas restricciones, especialmente la ausencia de público en las tribunas, contrasta con el mensaje de esperanza que finalmente le dio el deporte al mundo: “Seguimos adelante”.
Desde la inauguración se hizo historia. Al legendario lema “más rápido, más alto, más fuerte” se le agregó la palabra “juntos” y en el discurso del presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach, se enfatizó en los conceptos de inclusión y diversidad. Poco a poco, el deporte y sus instituciones más tradicionales se adaptan a la sociedad moderna, pues además se incorporaron al programa disciplinas para seducir al público joven, como skateboard, escalada y surf.
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Japón, gracias a su disciplina y constancia, logró sacar adelante unos Juegos seguros, con menos de 500 casos de COVID-19 en más de un mes de controles estrictos y cerca de 250.000 pruebas. Para un país con una cultura diferente habría sido imposible organizar las justas.
Eso sí, hubo sobrecostos. A los US$15.400 millones inicialmente presupuestados se les sumaron US$3.000 millones más, según datos oficiales, aunque los medios japoneses aseguran que esa cifra en realidad es al menos del doble.
Aunque, por el aislamiento en la “burbuja olímpica”, al mundo le quedó faltando mayor acercamiento a las tradiciones japonesas, otro de los fines de un evento de esta dimensión, en el aspecto logístico hubo pocas fallas. Y en lo deportivo los Juegos cumplieron con las expectativas, una lucha cerrada entre las potencias de las últimas décadas: Estados Unidos (que volvió a lograr el título, esta vez de manera agónica) China, y Gran Bretaña, con el local, Japón, y el equipo de atletas rusos, que no compitieron bajo la bandera de su país.
Italia, especialmente por sus gestas en el atletismo, fue la revelación entre las naciones que dominan la tabla de medallería, mientras que individualmente quienes más brillaron fueron dos nadadores, el estadounidense Caeleb Dressel (cinco oros) y la australiana Emma McKeon (cuatro oros y tres bronces).
Lea aquí: Anthony Zambrano ganó plata en los 400 metros planos
Cuba, impulsado por el boxeo y la lucha, fue el mejor país latinoamericano, escoltado por Brasil, que sigue cosechando la siembra de los años previos a los Juegos de Río 2016. Jamaica de nuevo se destacó en el atletismo, mientras que Ecuador hizo historia al ganar dos oros: el de Richard Carapaz en el ciclismo y el de Neisi Dajomes, hija de emigrantes colombianos, en el levantamiento de pesas.
Venezuela también brilló, especialmente por el título y récord mundial de Yulimar Rojas en el salto triple, mientras que México y Argentina, potencias en la región, no cumplieron con sus pronósticos.
El atletismo salvó patria
Para el deporte colombiano, Tokio 2020 fue la ratificación del proceso que lleva desde Sídney 2000. Completó seis Juegos celebrando medallas y una buena cantidad de diplomas olímpicos, esta vez 16, que se les entregan a quienes ocupan del cuarto al octavo lugar en cada competencia.
Eso sí, al final se ajustaron un poco las cuentas, porque los pronósticos no cuadraban. Los dirigentes de Comité Olímpico Colombiano (COC) le apostaban a conseguir ocho preseas, las mismas de hace cinco años, pero con menos de la mitad de los deportistas. A Río fueron 147 y a Tokio apenas 70, pues debido a la pandemia se alteró el proceso clasificatorio y la preparación de muchos atletas. Además, ningún deporte de conjunto logró cupo, como en ediciones anteriores.
Aun así, la actuación estuvo dentro de lo planeado por el grupo de metodólogos del COC. Independientemente del color, se contaba con las medallas del pesista Luis Javier Mosquera, la bicicrosista Mariana Pajón (a pesar de que venía de una delicada lesión) y el velocista Anthony Zambrano. De la marchista Lorena Arenas sabían que estaría en la pelea. Tal vez la presea que sorprendió fue la del bicicrosista Carlos Ramírez, aunque tenía los pergaminos para lograrla.
Sin embargo, cuatro platas y un bronce quedan sabiendo a poco cuando al menos cinco o seis deportistas más quedaron cerca de subir al podio y aumentar el botín, porque el golfista Juan Sebastián Muñoz jugó el desempate por el bronce y cuatro boxeadores se quedaron a una victoria de asegurar medalla: Jenny Arias, Ingrit Valencia, Céiber Ávila y Yuberjen Martínez.
También estuvieron cerca los pesistas Mercedes Pérez y Santiago Rodallegas, así como los tenistas Juan Sebastián Cabal y Robert Farah, que eran candidatos al podio en el torneo de dobles.
Entre los demás, se destacó Mauricio Ortega, con una buena marca en el lanzamiento de bala. Todos los marchistas hicieron una buena presentación y Melissa González avanzó una ronda en los 400 metros vallas. Rigoberto Urán fue octavo tanto en la prueba de ruta como en la crono.
“Para nosotros, los setenta deportistas fueron ganadores”, asegura Guillermo Herrera, nuevo ministro del Deporte, para quien “es admirable la pasión y la entrega de estos muchachos por el país. Generan una energía especial”.
“Colombia sigue siendo protagonista, a pesar de todas las dificultades que afrontamos en este ciclo. Sin embargo, hay muchos detalles para ajustar, porque se han cometido errores. Debemos capitalizar mejor el recambio generacional y para eso vamos a formar una selección nacional olímpica, que esté a cargo del COC, que debe liderar el alto rendimiento”, explica Ciro Solano, presidente de la entidad, quien destaca que para París 2024 ya hay una base importante, con tres medallistas jóvenes con opción clara de repetir (Mosquera, Zambrano y Arenas), además de la posibilidad de llevar al equipo de pesas completo (con ocho integrantes y no tres) y a los deportistas que están saliendo del proceso de Olímpicos Juveniles y Panamericanos de la Juventud.
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Aunque se presentaron un par de denuncias por desorganización y falta de apoyo por parte de algunos miembros de la delegación, está claro que sigue siendo el Estado colombiano el mayor patrocinador de los deportistas, pues el aporte de la empresa privada es escaso. El presupuesto anual sigue en aumento, aunque es todavía insuficiente. En 2020 el Gobierno destinó $567 millones y en 2021 $696 millones para el deporte, un 20 % de ellos al alto rendimiento, cifra muy inferior a la de la mayoría de países de la región.
No todo lo que brilla en oro para Colombia en Tokio 2021. Aunque no se hayan logrado títulos, que son los que priorizan la posición en la tabla de medallería, los cinco podios y los diplomas son valiosos. Está claro que no todos los atletas van a pelear lugares en el podio, pues algunos, incluso siendo los mejores del país y del continente, tienen un desempeño lejano al de la élite mundial.
Por otro lado, los buenos resultados de los últimos tiempos en todo el ciclo olímpico (Juegos Bolivarianos, Suramericanos, Centroamericanos y Panamericanos) tampoco quieren decir que todo esté bien y que no haya que corregir algunos aspectos en los que quedó evidenciado que se puede mejorar.
Tan extraños como fueron los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 son los balances que dejan. La sensación inicial de que no se debieron realizar en medio de la pandemia y con tantas restricciones, especialmente la ausencia de público en las tribunas, contrasta con el mensaje de esperanza que finalmente le dio el deporte al mundo: “Seguimos adelante”.
Desde la inauguración se hizo historia. Al legendario lema “más rápido, más alto, más fuerte” se le agregó la palabra “juntos” y en el discurso del presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach, se enfatizó en los conceptos de inclusión y diversidad. Poco a poco, el deporte y sus instituciones más tradicionales se adaptan a la sociedad moderna, pues además se incorporaron al programa disciplinas para seducir al público joven, como skateboard, escalada y surf.
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Japón, gracias a su disciplina y constancia, logró sacar adelante unos Juegos seguros, con menos de 500 casos de COVID-19 en más de un mes de controles estrictos y cerca de 250.000 pruebas. Para un país con una cultura diferente habría sido imposible organizar las justas.
Eso sí, hubo sobrecostos. A los US$15.400 millones inicialmente presupuestados se les sumaron US$3.000 millones más, según datos oficiales, aunque los medios japoneses aseguran que esa cifra en realidad es al menos del doble.
Aunque, por el aislamiento en la “burbuja olímpica”, al mundo le quedó faltando mayor acercamiento a las tradiciones japonesas, otro de los fines de un evento de esta dimensión, en el aspecto logístico hubo pocas fallas. Y en lo deportivo los Juegos cumplieron con las expectativas, una lucha cerrada entre las potencias de las últimas décadas: Estados Unidos (que volvió a lograr el título, esta vez de manera agónica) China, y Gran Bretaña, con el local, Japón, y el equipo de atletas rusos, que no compitieron bajo la bandera de su país.
Italia, especialmente por sus gestas en el atletismo, fue la revelación entre las naciones que dominan la tabla de medallería, mientras que individualmente quienes más brillaron fueron dos nadadores, el estadounidense Caeleb Dressel (cinco oros) y la australiana Emma McKeon (cuatro oros y tres bronces).
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Cuba, impulsado por el boxeo y la lucha, fue el mejor país latinoamericano, escoltado por Brasil, que sigue cosechando la siembra de los años previos a los Juegos de Río 2016. Jamaica de nuevo se destacó en el atletismo, mientras que Ecuador hizo historia al ganar dos oros: el de Richard Carapaz en el ciclismo y el de Neisi Dajomes, hija de emigrantes colombianos, en el levantamiento de pesas.
Venezuela también brilló, especialmente por el título y récord mundial de Yulimar Rojas en el salto triple, mientras que México y Argentina, potencias en la región, no cumplieron con sus pronósticos.
El atletismo salvó patria
Para el deporte colombiano, Tokio 2020 fue la ratificación del proceso que lleva desde Sídney 2000. Completó seis Juegos celebrando medallas y una buena cantidad de diplomas olímpicos, esta vez 16, que se les entregan a quienes ocupan del cuarto al octavo lugar en cada competencia.
Eso sí, al final se ajustaron un poco las cuentas, porque los pronósticos no cuadraban. Los dirigentes de Comité Olímpico Colombiano (COC) le apostaban a conseguir ocho preseas, las mismas de hace cinco años, pero con menos de la mitad de los deportistas. A Río fueron 147 y a Tokio apenas 70, pues debido a la pandemia se alteró el proceso clasificatorio y la preparación de muchos atletas. Además, ningún deporte de conjunto logró cupo, como en ediciones anteriores.
Aun así, la actuación estuvo dentro de lo planeado por el grupo de metodólogos del COC. Independientemente del color, se contaba con las medallas del pesista Luis Javier Mosquera, la bicicrosista Mariana Pajón (a pesar de que venía de una delicada lesión) y el velocista Anthony Zambrano. De la marchista Lorena Arenas sabían que estaría en la pelea. Tal vez la presea que sorprendió fue la del bicicrosista Carlos Ramírez, aunque tenía los pergaminos para lograrla.
Sin embargo, cuatro platas y un bronce quedan sabiendo a poco cuando al menos cinco o seis deportistas más quedaron cerca de subir al podio y aumentar el botín, porque el golfista Juan Sebastián Muñoz jugó el desempate por el bronce y cuatro boxeadores se quedaron a una victoria de asegurar medalla: Jenny Arias, Ingrit Valencia, Céiber Ávila y Yuberjen Martínez.
También estuvieron cerca los pesistas Mercedes Pérez y Santiago Rodallegas, así como los tenistas Juan Sebastián Cabal y Robert Farah, que eran candidatos al podio en el torneo de dobles.
Entre los demás, se destacó Mauricio Ortega, con una buena marca en el lanzamiento de bala. Todos los marchistas hicieron una buena presentación y Melissa González avanzó una ronda en los 400 metros vallas. Rigoberto Urán fue octavo tanto en la prueba de ruta como en la crono.
“Para nosotros, los setenta deportistas fueron ganadores”, asegura Guillermo Herrera, nuevo ministro del Deporte, para quien “es admirable la pasión y la entrega de estos muchachos por el país. Generan una energía especial”.
“Colombia sigue siendo protagonista, a pesar de todas las dificultades que afrontamos en este ciclo. Sin embargo, hay muchos detalles para ajustar, porque se han cometido errores. Debemos capitalizar mejor el recambio generacional y para eso vamos a formar una selección nacional olímpica, que esté a cargo del COC, que debe liderar el alto rendimiento”, explica Ciro Solano, presidente de la entidad, quien destaca que para París 2024 ya hay una base importante, con tres medallistas jóvenes con opción clara de repetir (Mosquera, Zambrano y Arenas), además de la posibilidad de llevar al equipo de pesas completo (con ocho integrantes y no tres) y a los deportistas que están saliendo del proceso de Olímpicos Juveniles y Panamericanos de la Juventud.
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Aunque se presentaron un par de denuncias por desorganización y falta de apoyo por parte de algunos miembros de la delegación, está claro que sigue siendo el Estado colombiano el mayor patrocinador de los deportistas, pues el aporte de la empresa privada es escaso. El presupuesto anual sigue en aumento, aunque es todavía insuficiente. En 2020 el Gobierno destinó $567 millones y en 2021 $696 millones para el deporte, un 20 % de ellos al alto rendimiento, cifra muy inferior a la de la mayoría de países de la región.
No todo lo que brilla en oro para Colombia en Tokio 2021. Aunque no se hayan logrado títulos, que son los que priorizan la posición en la tabla de medallería, los cinco podios y los diplomas son valiosos. Está claro que no todos los atletas van a pelear lugares en el podio, pues algunos, incluso siendo los mejores del país y del continente, tienen un desempeño lejano al de la élite mundial.
Por otro lado, los buenos resultados de los últimos tiempos en todo el ciclo olímpico (Juegos Bolivarianos, Suramericanos, Centroamericanos y Panamericanos) tampoco quieren decir que todo esté bien y que no haya que corregir algunos aspectos en los que quedó evidenciado que se puede mejorar.