Un día como hoy, Roger Federer ganó su último US Open
Roger Federer, considerado el mejor tenista de todos los tiempos, se retiró hace menos de un año. Su legado sigue vigente.
Juan Diego Forero Vélez
Hace 15 años, el rugido de Roger Federer se extendía por las sillas inertes de Arthur Ashe; el estadio, inmutable y ajeno, caía en un mutismo severo. En 2008, el suizo ganaba su quinto US Open al hilo. El público estadounidense, todo de pie, aplaudía, alienado.
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Andy Murray, abatido, dejaba caer sus brazos con resignación y miraba atónito a Roger, mientras se debatía entre la tristeza y la admiración, y terminaba alabando a su rival con apatía y respeto. El británico, preso de su condición de mortal, ignoraba que lograría imponerse al suizo en dos ocasiones ese año; en el Abierto de Madrid, en la final, cuando aún se jugaba sobre cancha dura, y luego en el Torneo de Maestros, en fase de grupos.
Roger perdería la final de Roland Garros y Wimbledon contra un inspirado Rafael Nadal y no alcanzaría la final del Australian Open gracias a un aguerrido y obstinado Novak Djokovic.
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Hace 15 años, luego de haber ganado el US Open, ganaría el Abierto de Basel, en casa, sumando tres al hilo, inspirado, intocable. Perdería el año siguiente contra el actual número uno del mundo. De 80 partidos jugados ese año, Roger perdería 16, cuatro de esos partidos, finales contra Rafa, su amigo, y uno contra Andy Murray.
Ese día, 8 de septiembre, un día soleado, Federer abría el partido con dos aces impolutos y rasantes, mientras Murray caminaba, insípido, de un lado a otro de la cancha, arrastrando los pies; al tiempo que Roger pedía otra pelota, temerario.
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Un día como hoy, aún había jueces de línea, que con sus voces monótonas rompían el silencio raquítico del lugar, como el llanto en un funeral, de quien ha perdido a un ser querido.
La locomotora suiza ignoraba que esa sería su última conquista, la última corona de US Open que podría conseguir, ciego, como todos, de un futuro plomizo. Un año después perdería contra Juan Martín Del Potro y hoy, a 15 años de distancia, tras un año de haber colgado su raqueta, estaría viéndolo desde casa, apostando irónicamente por aquel que le arrebató el título en 2015.
“Apostaría por Novak Djokovic, es una apuesta segura” dice, tajante en un evento de Mercedes Benz, en Múnich.
El tenis lo extraña. Un día como hoy.
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Hace 15 años, el rugido de Roger Federer se extendía por las sillas inertes de Arthur Ashe; el estadio, inmutable y ajeno, caía en un mutismo severo. En 2008, el suizo ganaba su quinto US Open al hilo. El público estadounidense, todo de pie, aplaudía, alienado.
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Hace 15 años, luego de haber ganado el US Open, ganaría el Abierto de Basel, en casa, sumando tres al hilo, inspirado, intocable. Perdería el año siguiente contra el actual número uno del mundo. De 80 partidos jugados ese año, Roger perdería 16, cuatro de esos partidos, finales contra Rafa, su amigo, y uno contra Andy Murray.
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