Un Mundial de Fútbol de Salón inolvidable para las selecciones sudamericanas
Paraguay se coronó como campeón mundial, Uruguay segundo y la selección de Colombia hizo un papel más que digno en la cita orbital que se jugó en Tijuana, México.
Juan Diego Forero Vélez
La selección de Paraguay se coronó como campeona del Mundial de Fútbol de salón de 2023 tras vencer 6-1 a Uruguay en un partido desbalanceado e impotente. Los paraguayos lograron su cuarta corona y se convirtieron en el país que más veces ha ganado el título, dejando atrás a Colombia, herida, con tres trofeos. Los cafeteros tuvieron que ahogar sus deseos y conformarse con la medalla de bronce, que no tuvo que disputar gracias a la retirada prematura de la selección de Marruecos en semifinales.
Le recomendamos: Colombia cayó en los penaltis con Uruguay en el Mundial de Fútbol de Salón
Tras la victoria frente en la final, la Albirroja acumuló 10 podios en los 13 mundiales que se han disputado hasta la fecha, sumando cuatro títulos; cuatro subcampeonatos y dos terceros lugares. Ninguna selección ha conseguido tantos subcampeonatos como ellos; muy lejos se encuentran Colombia y Brasil, con dos cada uno, maniatados, presos del tiempo.
Colombia no pudo contra Uruguay. Desperdició su ventaja, se confió y vio cómo todo se desmoronó cuando el reloj parecía ya desvanecido y olvidado. Faltaban 40 segundos para que todo terminara, los cafeteros auguraban una nueva final; y el marcador, pérfido, marcaba su quebradiza victoria con desgana y desaliento. La Celeste consiguió un saque de esquina agónico, los jugadores colombianos marcaron en área, estáticos.
Le puede interesar: CTE: la lesión fantasma que acecha a los jugadores de fútbol americano
Un jugador uruguayo hizo de pivot, devolviendo con la cabeza el balón a su compañero, en la esquina, que sin dudarlo mandó el balón rasante al área, donde el mismo que había recepcionado con la cabeza terminó marcando el gol del empate. Solo 40 segundos, eso fue lo que terminó aniquilando el sueño cafetero, 40 segundos y un marcaje pasivo, 40 segundos le dieron la vida a Uruguay. Luego vinieron los dos tiempos extras.
Colombia apretó, sintiéndose insultado y traicionado por su propia gentileza, pero el muro uruguayo fue imposible de penetrar. Al final fue Richard Catardo el único jugador en convertir en gol su penalti, y Uruguay se coló en una final impropia, pero digna.
El eterno campeón, en cambio, tuvo un partido cándido y ceremonial. Parecía que las circunstancias lo coronaban sin esfuerzo y con clemencia. Salió al campo a enfrentar a la selección de Marruecos con una actitud tiránica y arrolladora, sin piedad. Y ganó 3-0, de forma simplista y tentativa. Faltaba un minuto y unos cuantos segundos para que el primer tiempo terminara.
Marruecos estaba sufriendo con sus propias manías, parecía que todo salía mal; la defensa se fracturaba con liquidez y el ataque era punzante pero quebradizo. En una jugada súbita, Paraguay recuperó el balón en el medio del campo con una aparente falta, que dejó a un jugador marroquí inmovilizado en el suelo, tirado y abandonado por el árbitro.
Lea: El mundo olímpico, favorable a la participación de rusos bajo bandera neutral
Tres jugadores paraguayos arremetieron contra el arco indefenso de Marruecos y marcaron el tercer gol. El entrenador marroquí se acercó a uno de los jueces del encuentro con furia, completamente desconocido, mientras los jugadores en el campo lo respaldaban con manotazos al aire. Todos hicieron gestos inequívocos con las manos, en señal de protesta, en señal de retiro; con las palmas mirando hacia abajo y los brazos cruzándose de forma repetitiva y agónica. Paraguay pasó a la final sin jugar el segundo tiempo y Colombia consiguió el tercer puesto sin que existiera alguna posibilidad de perderlo.
“Apoyémonos entre nosotros. Todos juntos, vamos… 1, 2, 3 ¡URUGUAY!”, gritaron los jugadores de la selección justo antes de la final, reunidos en círculo en el campo, con los nervios inspirados y los ojos inyectados de victoria; pero el equipo paraguayo pasó por encima de sus sueños, los arrolló y los trajo a una realidad desconocida y ajena.
Uruguay se quedó sin título, acumuló su segundo subcampeonato. Logro que había conseguido también en 1997, cuando perdió contra Venezuela en la final por otra goleada en una copa del mundo que no contó con Paraguay, y que tuvo como segundo máximo goleador al colombiano Giovanny Hernández.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
La selección de Paraguay se coronó como campeona del Mundial de Fútbol de salón de 2023 tras vencer 6-1 a Uruguay en un partido desbalanceado e impotente. Los paraguayos lograron su cuarta corona y se convirtieron en el país que más veces ha ganado el título, dejando atrás a Colombia, herida, con tres trofeos. Los cafeteros tuvieron que ahogar sus deseos y conformarse con la medalla de bronce, que no tuvo que disputar gracias a la retirada prematura de la selección de Marruecos en semifinales.
Le recomendamos: Colombia cayó en los penaltis con Uruguay en el Mundial de Fútbol de Salón
Tras la victoria frente en la final, la Albirroja acumuló 10 podios en los 13 mundiales que se han disputado hasta la fecha, sumando cuatro títulos; cuatro subcampeonatos y dos terceros lugares. Ninguna selección ha conseguido tantos subcampeonatos como ellos; muy lejos se encuentran Colombia y Brasil, con dos cada uno, maniatados, presos del tiempo.
Colombia no pudo contra Uruguay. Desperdició su ventaja, se confió y vio cómo todo se desmoronó cuando el reloj parecía ya desvanecido y olvidado. Faltaban 40 segundos para que todo terminara, los cafeteros auguraban una nueva final; y el marcador, pérfido, marcaba su quebradiza victoria con desgana y desaliento. La Celeste consiguió un saque de esquina agónico, los jugadores colombianos marcaron en área, estáticos.
Le puede interesar: CTE: la lesión fantasma que acecha a los jugadores de fútbol americano
Un jugador uruguayo hizo de pivot, devolviendo con la cabeza el balón a su compañero, en la esquina, que sin dudarlo mandó el balón rasante al área, donde el mismo que había recepcionado con la cabeza terminó marcando el gol del empate. Solo 40 segundos, eso fue lo que terminó aniquilando el sueño cafetero, 40 segundos y un marcaje pasivo, 40 segundos le dieron la vida a Uruguay. Luego vinieron los dos tiempos extras.
Colombia apretó, sintiéndose insultado y traicionado por su propia gentileza, pero el muro uruguayo fue imposible de penetrar. Al final fue Richard Catardo el único jugador en convertir en gol su penalti, y Uruguay se coló en una final impropia, pero digna.
El eterno campeón, en cambio, tuvo un partido cándido y ceremonial. Parecía que las circunstancias lo coronaban sin esfuerzo y con clemencia. Salió al campo a enfrentar a la selección de Marruecos con una actitud tiránica y arrolladora, sin piedad. Y ganó 3-0, de forma simplista y tentativa. Faltaba un minuto y unos cuantos segundos para que el primer tiempo terminara.
Marruecos estaba sufriendo con sus propias manías, parecía que todo salía mal; la defensa se fracturaba con liquidez y el ataque era punzante pero quebradizo. En una jugada súbita, Paraguay recuperó el balón en el medio del campo con una aparente falta, que dejó a un jugador marroquí inmovilizado en el suelo, tirado y abandonado por el árbitro.
Lea: El mundo olímpico, favorable a la participación de rusos bajo bandera neutral
Tres jugadores paraguayos arremetieron contra el arco indefenso de Marruecos y marcaron el tercer gol. El entrenador marroquí se acercó a uno de los jueces del encuentro con furia, completamente desconocido, mientras los jugadores en el campo lo respaldaban con manotazos al aire. Todos hicieron gestos inequívocos con las manos, en señal de protesta, en señal de retiro; con las palmas mirando hacia abajo y los brazos cruzándose de forma repetitiva y agónica. Paraguay pasó a la final sin jugar el segundo tiempo y Colombia consiguió el tercer puesto sin que existiera alguna posibilidad de perderlo.
“Apoyémonos entre nosotros. Todos juntos, vamos… 1, 2, 3 ¡URUGUAY!”, gritaron los jugadores de la selección justo antes de la final, reunidos en círculo en el campo, con los nervios inspirados y los ojos inyectados de victoria; pero el equipo paraguayo pasó por encima de sus sueños, los arrolló y los trajo a una realidad desconocida y ajena.
Uruguay se quedó sin título, acumuló su segundo subcampeonato. Logro que había conseguido también en 1997, cuando perdió contra Venezuela en la final por otra goleada en una copa del mundo que no contó con Paraguay, y que tuvo como segundo máximo goleador al colombiano Giovanny Hernández.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador