¡Un yanqui, un ícono, un inmortal, una leyenda!
Derek Jeter, el gran capitán de los Yanquis de Nueva York, tenía asegurado su 'nicho’ en el Salón de la Fama del béisbol de las Grandes Ligas desde el mismo momento en que colgó sus zapatos de juego. Es un caballero a carta cabal y su pasión por el béisbol sigue vigente.
ANTONIO ANDRAUS BURGOS
Lo recordamos como si fuese ayer. Bob Scheppard, el inolvidable anunciador de los Yanquis que durante más de cinco décadas fue "la Voz de Dios’" en el viejo ‘Yankee Stadium, como lo apodó el inmortal Reggie Jackson, se tomaba todo su tiempo, cada vez que anunciaba la alineación de la novena, en los partidos que se jugaban en casa, y en cada turno al bate del capitán y número dos en el uniforme del equipo.
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Lo recordamos como si fuese ayer. Bob Scheppard, el inolvidable anunciador de los Yanquis que durante más de cinco décadas fue "la Voz de Dios’" en el viejo ‘Yankee Stadium, como lo apodó el inmortal Reggie Jackson, se tomaba todo su tiempo, cada vez que anunciaba la alineación de la novena, en los partidos que se jugaban en casa, y en cada turno al bate del capitán y número dos en el uniforme del equipo.
"…Con el número dos …. Derek … Jeter... con el número dos ".
Scheppard se retiró por una afección bronquial al finalizar la temporada de 2007 y para cuando los Yanquis abandonaron la "casa que ayudó a construir Babe Ruth", al concluir la temporada de 2008, Bob envió un mensaje grabado a la afición de la novena, a manera de despedida del diamante, antes de que el club pasara a ocupar el nuevo parque de pelota, al otro lado de la calle 161, al Oeste del Bronx. Pero su voz, se escuchaba siempre, cada vez que Derek Jeter era anunciado para el juego del día y cada vez que consumía su turno al bate, la misma que había sido grabada especialmente para eso.
"…Con el número dos …. Derek … Jeter... con el número dos ".
Debutando en la temporada de 1996, Derek Jeter soñó desde muy niño, a la edad de 8 años, que quería jugar béisbol y que quería hacerlo con los Yanquis de Nueva York, sueño que se convirtió en realidad, una anécdota que relata en su libro autobiográfico "La Vida que imaginé", para ser un yanqui de tiempo completo. Jugó y defendió a los Mulos del Bronx durante dos décadas.
Los cuatro ases
Para la temporada de 1996, los Yanquis contarían con un nuevo capataz, Joe Torre, en reemplazo de Buck Showalter, uno de los tantos despedidos estrategas de la novena por parte del propietario del club, George Steinbrenner, en procura de que su club ganara una corona de Serie Mundial después de más de tres lustros sin obtener el codiciado galardón.
Pero al mismo tiempo los Yanquis tendrían que balancear, de manera precisa y prudente, la presencia de jugadores veteranos y de gran valía, como lo eran Tino Martínez, Paul O´Neil, Wade Boggs, Bernie Williams, David Cone, Joe Girardi, Jimmy Key, entre otros, con cuatro nuevas unidades que venían en ascenso desde sus 'fincas', como lo fueron Derek Jeter, Jorge Posada, Mariano Rivera y Andy Pettitte.
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"Derek Jeter es mágico", acertó a presagiar para la época el nuevo estratega, Joe Torre, algo que fue realidad con el paso de los días, los meses y los años.
Jeter, Posada, Rivera y Pettitte en par de años, fueron exaltados por expertos, críticos y periodistas como los cuatro nuevos ases de los Yanquis, para depositar en ellos una confianza que no fue defraudada durante la década posterior en las actuaciones del más popular equipo de béisbol de las Grandes Ligas.
En la quinta temporada con los Mulos del Bronx, Jeter además de ser todo un pelotero yanqui a tiempo completo, ya ocupaba el trono de nuevo ícono para la popular divisa beisbolera de Nueva York.
Jerarquía y respeto
Siempre se le consideró a Derek un hombre sensato, calmado, que hablaba muy poco en el camerino del estadio o en el banco de juego, pero cuando lo hacía, expresaba siempre sus palabras para incentivar a sus compañeros de juego, buscando con ellas, una reflexión sana, deportiva y competitiva, y todo el mundo lo escuchaba con la debida atención.
En otras palabras, Jeter era un hombre con mucha jerarquía y ascendencia entre sus compañeros de equipo, y con todo el respeto mantenía la camaradería que una novena de béisbol necesita en el campo de juego y en el interior del propio ajetreo deportivo, cuando juego por juego, hay que saber ganar y saber perder.
Derek confesó en cierta ocasión a los periodistas, palabras que están plasmadas en el libro "Mis Años con los Yanquis: Joe Torre", escrito por el periodista Tom Verducci, que al estar al lado de grandes y veteranas figuras del equipo, "tomé pedazos del comportamiento de cada uno de ellos, para pensar en grande".
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"Creo que era la situación perfecta para mí", sostuvo Derek, en especial, el hecho de jugar en Nueva York. "Tienes que comprender los trucos para tener éxito en Nueva York. Uno, los medios. Dos, confianza. Tres, divertirte. Y cuatro, trabajar duro y ser intenso".
Jeter llegó a los Yanquis para ocupar la posición de campo corto, una vez Joe Torre tomó el mando del club, cuando el dominicano Tony 'Cabecita' Fernández, quien se había configurado como pieza valiosa en las alineaciones, fue desplazado del puesto.
La belleza de Derek
David Cone, el derecho y rutilante lanzador derecho de la rotación de los Yanquis, exclamó que Jeter "nunca miró hacia atrás, de verdad. Todos estábamos impresionados. Y en verdad, era humilde. Esa es la belleza de Derek".
"Se comportaba de manera adecuada. No era fácil identificar en él alguna debilidad. Nosotros siempre buscábamos algo; Straw, Raines y yo; y yo lo miraba y me resultaba difícil encontrar algo para molestarlo. Él se comportaba siempre bien", decía Cone.
El 12 de agosto de 1996, recuerda Torre en el libro, Jeter cometió el absurdo error de intentar robarse la tercera base con dos outs en la octava entrada en el partido empatado con los Medias Blancas, con Cecil Fielder al bate. Jeter se encontraba en la posición de anotar la carrera de la ventaja. Robarse la tercera base era virtualmente inconsecuente. Fue puesto out. Los Yanquis perdieron con un marcador 3-2 en 10 entradas.
"Yo estaba furioso", sostuvo Joe, "sstaba enojado conmigo mismo. ¿Y qué hizo Derek? Salió del campo y vino a sentarse justo entre Don Zimmer y yo. Sólo vino hacia nosotros. Él sabía lo que había hecho. Le di un golpe en la parte trasera de la cabeza y le dije: Vete de aquí. Y así fue cómo sucedieron las cosas durante todo el año".
El Señor Noviembre
En la historia de los Yanquis, Reggie Jackson se convirtió en el Señor Octubre, tras despachar tres cuadrangulares en el sexto partido de la Serie Mundial de 1977, frente a los Dodgers de Los Ángeles, para igualar la marca que había establecido Babe Ruth, en los Clásicos de Otoño de 1926 y 1928.
Con esos tres vuelacercas, Reggie le entregó en bandeja dorada la corona de la Serie Mundial de los Yanquis frente a los Dodgers ese año.
Pero la etiqueta del ícono en que se convirtió Derek Jeter, ahora un inmortal del béisbol de las Grandes Ligas, también fue producto de un soberbio tablazo de cuatro esquinas, en la madrugada de aquél 1 de noviembre de 2001, un partido que se había iniciado en la noche del 31 de octubre, frente a los Cascabeles de Arizona, en el cuarto juego de la Serie Mundial, para que se le bautizara ‘’Señor Noviembre’’, a partir de ese momento.
Nueva York vivía aún los momentos aciagos por el ataque brutal contra las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de ese año, pero los Yanquis aspiraban a darle un poco de entusiasmo a su afición y a la ciudad que soportaba estoicamente el dolor de la pérdida de casi 3.000 personas, aun cuando finalmente ello no ocurrió así.
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El cuadrangular de Jeter frente a una oferta del relevista surcoreano, Byung-Hyun Kim, selló la victoria de los Yanquis frente a los Cascabeles, 4 carreras por 3, en 10 sensacionales episodios , en el Yankee Stadium, para que el Clásico quedara igualado en ese momento, a dos victorias por equipo.
Finalmente, los Yanquis perdieron la Serie Mundial frente a los Cascabeles, al caer en el séptimo y último desafío, por pizarra de 3 carreras por 2, en dramático final con un sencillo de esos que parecen que ¡no! pero se convierten en ¡sí!, de Luis González frente a un lanzamiento del hoy inmortal, Mariano Rivera, para remolcar la segunda carrera al cierre del noveno capítulo, para que los Mulos quedaran tendidos sobre el terreno de juego y los Cascabeles se alzaran con la corona del clásico.
Por un 'penny'
Muchas cosas más se le pueden agregar a la formidable actuación de Derek Jeter en la Gran Carpa, pero las mismas, no caben en una reseña para decir que por un 'penny' el nuevo ciudadano de Cooperstown, no alcanzó la unanimidad para ocupar su nicho en el Salón de la Fama.
De 397 votos Jeter obtuvo 396 para ungirse entre los inmortales del béisbol de las Grandes Ligas, tras dejar una estela de grandeza, quizás como uno de los más consagrados peloteros de todos los tiempos, que hayan vestido el uniforme de los afamados Yanquis de Nueva York.
Hasta este año, el único pelotero en toda la historia que ha sido exaltado al Salón de la Fama por unanimidad ha sido el relevista panameño Mariano Rivera, otro de los cuatro ases de los Yanquis que surgieron en aquella temporada de 1996.
Sus numeritos
Tal vez la grandeza de Derek Jeter no esté bien reflejada en los numeritos que dejó para la historia, por todo lo que hizo sobre los diamantes y por fuera de ellos.
Era el bateador oportuno en el momento que su novena lo necesitaba. Siempre estaba atento a la jugada que podría ejecutarse sobre el diamante con el próximo lanzamiento, y por eso nadie se sorprendió cuando fue seleccionado como el nuevo capitán de la divisa, para reemplazar a Don Mattingly, el sensacional pelotero que durante su permanencia con el club, nunca pudo saborear las mieles de una Serie Mundial.
Ciertamente no fue un dechado de virtudes a la defensiva, pero nunca se amilanó frente a las adversidades de los errores que cometía sobre el terreno de juego.
Con 3.465 imparables conectados en su brillante carrera, para un promedio ofensivo de por vida de 310, Derek Jeter tenía en sus manos el nicho de Cooperstown desde el mismo momento en que retiró el juego.
Remolcó 1.311 carreras y anotó 1.923; despachó 260 tablazos de circuito completo; alcanzó a producir 544 dobletes; estafó 358 bases; conquistó 5 guantes de oro y 5 bates de plata.
Exaltado como Novato del Año en la Liga Americana en 1996, Jeter participó en 12 Juegos de Estrellas, obviamente, todos por la Liga Americana.
Grandes postemporadas
Pero en numeritos de postemporada, pocos son los peloteros que han logrado lo que dejó para la posteridad Derek. Participó en 158 partidos; bateando para promedio de por vida de 308; con 111 carreras anotadas, el mejor de todos los tiempos; con 200 imparables conectados, el número uno en ese departamento en dichas jornadas; 32 dobletes despachados, también número uno hasta el momento para la historia; en 20 ocasiones se fue para la calle, para ser el tercero en esas estadísticas y 61 carreras remolcadas, para ocupar la cuarta casilla histórica.
Jugador Más Valioso de la Serie Mundial de 2000, cuando los Yanquis vencieron a los Mets de Nueva York, Derek compite sin ningún obstáculo para estar en la lista de los 10 mejores peloteros de todos los tiempos de su afamado equipo.
En esa lista, elaborada por quienes consideran analítica y deportivamente a los mejores jugadores de todos los tiempos de los Yanquis, hasta convertirlos en leyenda, aparecen: Babe Ruth, Lou Gehrig, Joe DiMaggio, Mickey Mantle, Yogi Berra, Whitey Ford, Bill Dickey, Derek Jeter y Mariano Rivera.
Falta un cupo, dirán ustedes, amables lectores. Es verdad. Falta una casilla para completar los 10 más grandes jugadores de los Yanquis. Pero les doy tres nombres para que ustedes escojan uno, por favor: Phill Rizzuto, Reggie Jackson y Don Mattingly. ¿A cuál seleccionan?
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Pero no podemos finalizar esta nota, sin advertir que la pasión por el béisbol por parte de Derek Jeter fue más allá de los y campos y las temporadas. Ahora, manteniendo vivo el espíritu por todo lo que significa el juego para él, es uno de los accionistas de los Marlins de Miami, en donde, seguramente, obtendrá en pocos años, los resultados que el inspira y que merece para bien del béisbol de las Grandes Ligas.
El otro de la Clase 2020
El segundo pelotero exaltado por los periodistas de los Estados Unidos que hacen la cobertura del béisbol de las Grandes Ligas, en la Clase 2020, fue el canadiense Larry Walker, el segundo jugador de esa nacionalidad en llegar a Cooperstown.
Un 76.6 por ciento de los cronistas del béisbol le dieron el sí a Walker, quien se une al formidable lanzador Ferguson Jenkins, exaltado en 1991, representando a Canadá en el Salón de la Fama.
Para Larry era su última oportunidad en conseguir los votos necesarios para llegar al Salón de la Fama, ya que aparecía por décima ocasión en la nómina de elegibles, el máximo número de años para poder obtener el respaldo de los periodistas.
Walker, quien jugó con los ya desaparecidos Expos de Montreal, los Rockies de Colorado y los Cardenales de San Luis, tuvo marca ofensiva de 313, con 383 estacazos de vuelta completa, 1.311 carreras remolcadas y 1.355 anotadas, en su larga carrera de 17 temporadas en la Gran Carpa.
Conquistó siete guantes de oro, tres títulos de bateo en la Liga Nacional, participó en cinco Juegos de Estrellas del Viejo Circuito y fue Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1997.
Con Derek Jeter y Larry Walker en el Salón de la Fama, los periodistas norteamericanos han elegido a 134 peloteros para ocupar un nicho en Cooperstown, desde cuando empezaron las votaciones en 1936 para seleccionar anualmente a los nuevos inmortales del béisbol de las Grandes Ligas.
La ceremonia de inducción de los nuevos ciudadanos de Cooperstown se efectuará el 26 de julio venidero, en esa pequeña localidad del estado de Nueva York. Los dos ungidos en este 2020, por muchas razones, merecían estar entre los inmortales. Y la votación dio en el blanco para escoger a los dos mejores de la lista de elegibles.