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Hubo una época en que los colombianos comenzábamos el año nuevo entremezclando abrazos y brindis para celebrar los triunfos de Víctor Manuel Mora García, un atleta bogotano que llegó a competirles en popularidad a astros del fútbol como Willington Ortiz, Alfonso Cañón, Pedro Zape, Alejandro Brand, Víctor Campaz, y los reyes del boxeo Antonio Cervantes Kid Pambelé y Rocky Valdés. Jorge Barón compró los derechos de televisión de la carrera de San Silvestre y transmitió —en vivo y en directo, en los primeros minutos de 1982— la victoria de Mora en las calles de São Paulo (Brasil), el segundo lugar del tumaqueño Silvio Salazar, el cuarto de Domingo Tibaduiza y la octava posición de Humberto Antonio. Fue la mejor presentación de Colombia en esa prueba y el último triunfo de los nuestros allí. A Gazeta Sportiva, organizadora de la carrera, tituló, con una foto gigante: “Mora, todo un extraterrestre al ganar San Silvestre por cuarta vez”.
Su primer título en la carrera paulista lo cosechó en 1972, a los 28 años; el cuarto y último —tras haber ganado en el 73 y el 75— lo obtuvo nueve años después, con 37 almanaques encima, en actuaciones que le granjearon fama entre sus contemporáneos. Para Mora, sin embargo, esas victorias no son las más significativas de su vida deportiva. “Muchos creen que mis triunfos en la San Silvestre fueron lo más importante que hice, pero ganar en Brasil era como ganar un campeonato nacional en Colombia. Más valioso fue el segundo lugar en la Maratón de Boston 1972, donde me faltó poco (17 segundos) para ganarle al finlandés Olavi Suomalainen, quien hizo un tiempo de 2:15’39”, comenta Mora desde Brossard, localidad cercana a Montreal (Canadá), donde está radicado desde 2008. En esa ciudad canadiense trabaja para una multinacional de los parqueaderos, estacionando autos.
Tampoco se habla de “mis victorias en Puerto Rico (campeón de la Media Maratón de Coamo, en 1972, 1973 y 1975), ni de que fui campeón nacional en Alemania, Italia y Estados Unidos”. Sin embargo, reconoce que la San Silvestre “me dio mucha vitrina en una época en que esa prueba era muy importante”.
“ Mora fue un atleta ejemplar, un modelo de superación personal. De extracción humilde, vivía en el popular barrio de La Perseverancia, centro de Bogotá, donde sus vecinos pusieron alcancías en las tiendas para ayudar a ‘Víftor’ cuando empezó a triunfar. Desde los seis años salió a la calle a ganarse la vida vendiendo periódicos en la esquina de la Caracas con calle 26. Fue ayudante de albañilería y pintura. Su actividad echando pica y pala le produjo un gran desarrollo de su caja torácica, con una capacidad excepcional de 7 litros, que en el deporte es fantástica. Además de su capacidad pulmonar casi natural, tenía una mentalidad ganadora como pocos. De novato, desde la salida se disparaba a veces exageradamente, hasta que aprendió a dosificarse”, cuenta el periodista José Briceño.
Dueño de una personalidad arrolladora que por momentos —en su época de corredor activo— lo hacía parecer arrogante y conflictivo, fue en realidad un líder inconforme que no temió cuestionar a aquellos dirigentes deportivos que poco o nada hacían por el atletismo colombiano. Fiel a ese carácter, no reconoce mentores: “El descubridor de Víctor Mora fue Víctor Mora”. Según su afirmación, se hizo solo, fue un autodidacta y, dice, “apenas tuve dos entrenadores en mi carrera atlética”.
Entre sus acciones controversiales, cómo olvidar la ocurrida a mediados de 1974 en los X Juegos Nacionales de Pereira, donde en un hecho sin precedentes en el historial de la justa, Mora, Jairo Correa y Ernesto Alfaro, representantes de Bogotá, fueron expulsados del certamen por desplegar en el desfile inaugural, al que se presentaron sin lucir el uniforme oficial, una pancarta para protestar por la falta de pistas atléticas en Bogotá, un problema de fondo del cual Mora fue un abanderado, con el lema ‘Bogotá necesita una pista de atletismo y menos corbatas en el deporte’. “Y mire usted, a mí me consideraban una corbata del gobierno distrital”.
En ese entonces, Mora trabajaba en la Empresa Distrital de Aseo (Edis), era un privilegiado empleado del Estado. Por tal razón, durante la cena ofrecida tras el acto inaugural, el presidente Misael Pastrana, en voz baja, le reclamó por su protesta: “‘¿Por qué me hizo eso?... Lo espero en Palacio para conversar’, me dijo”. Días después se reunió con el presidente, quien entendió los argumentos de Mora. Un año después, tras una orden presidencial, fue inaugurado el estadio de atletismo de El Salitre, en Bogotá.
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“Mi primera salida internacional fue a los Juegos Panamericanos de Winnipeg (Canadá), en 1967, donde fui quinto en los 10.000 y octavo en los 5.000 metros”, recuerda. En cuatro participaciones en esas justas, Mora no pudo subirse al podio: en 1971 terminó quinto en los 3.000 metros con obstáculos y sexto en los 5.000 metros. En 1979, quinto lugar en 10.000 y séptimo en los 5.000 metros. Y en 1987, en Indianápolis, séptimo en maratón.
Mora comenta que “en la Edis duré 10 años y medio. Me echaron por un reclamo que le hice al gobierno del presidente Turbay Ayala en los Juegos Panamericanos de Puerto Rico-79. Durante un saludo presidencial en la isla, le dije al presidente que su gobierno no se merecía ninguna de las medallas que consiguiéramos, porque mientras los altos funcionarios se la pasaban viajando por el mundo, nosotros los deportistas debíamos pedir limosna para poder representar a Colombia. Esa me la cobraron y salí de la empresa en 1980. Eso sí, me pagaron todo”.
Sus primeros títulos los alcanzó en octubre de 1967, en un campeonato de grata recordación donde 14 criollos realizaron una brillante actuación en la pista del parque Chacabuco de Buenos Aires, durante el Suramericano que reunió a 300 atletas de ocho países y en el cual Colombia superó lo hecho en 1956 y 1963, al obtener seis títulos, igual número de subcampeonatos y un tercer lugar. Mora inició la cosecha de triunfos al derrotar en los 5.000 metros (14:32’2”) al legendario Oswaldo Suárez (Argentina), quien llegó a la meta 16 segundos después. Suárez devolvió la atención al vencer a Mora en los 10.000 metros.
En el XXV Suramericano de Atletismo 1969, en Quito (Ecuador), se consagró rey del fondismo en la región tras ganar en 5.000 y 10.000 metros e igualar el bicampeonato que seis años atrás había logrado Suárez, en esas mismas pruebas, en el Suramericano de Cali. Mora fue reconocido como el mejor atleta de 1972 en Colombia, por su segundo lugar en la Maratón de Boston y sus victorias en la San Silvestre y la Media Maratón de San Blas de Illescas en Coamo, Puerto Rico, donde con tiempo de 1.04:23’ superó el registro de la prueba que desde 1969 poseía el belga Gaston Roelants (1.06:30’), y doblegó a rivales como Lasse Viren (Finlandia), bicampeón en los Juegos Olímpicos de Múnich-72, en 5.000 y 10.000 metros; Tapio Kantanen (Finlandia), bronce en 3.000 metros con obstáculos, y a Mamo Wolde (Etiopía), oro en maratón y plata en 10.000 metros en los Olímpicos de México-68. Además fue bronce en Múnich, en maratón.
Durante los VII Juegos Bolivarianos de Panamá, en febrero de 1973, Mora ganó los 3.000 metros obstáculos los 5.000 y 10.000 metros. En 1973 quebró los registros suramericanos de los 3.000 metros (7:53), en el cross internacional de Praga —donde venció a Viren—, y de los 10.000 metros (28.08’8”) en Bruselas (Bélgica), en el frustrado intento de récord del mundo del local Emil Putteman.
Frustración olímpica
Mora nunca vio con buenos ojos a los dirigentes deportivos a quienes culpa de no haberse colgado una medalla olímpica. “Sobre todo en los Olímpicos de Montreal-76, cuando estaba en inmejorables condiciones para lograr el objetivo, pues mis registros en etapa de preparación fueron excelentes, pero por la torpeza de los dirigentes que me trajeron de Italia para ponerme a correr en El Campín me lesioné el tendón de Aquiles y así corrí en Montreal, donde me ubiqué undécimo en los 10.000 metros (de su serie y quedó eliminado)”. Mora hizo 30:26’57”, lejos del 27:55’8” que ese año lo ubicó entre los diez mejores del mundo para la distancia.
En Múnich-72 terminó 52 en la maratón (2.37:34’6”). El ganador, fue Frank Shorter (EE.UU.), con 2.12:19. Esta vez, dice, “me obligaron a correr esa prueba por la terquedad de la gente que manejaba el equipo olímpico. Yo no estaba listo para ser maratonista, aunque ese año fui campeón nacional de Estados Unidos en 30 km carretera, y segundo en la Maratón de Boston”. Briceño precisa que “hubo una concentración de seis meses en San Mateo California, pagada por Coldeportes, para prepararse a Múnich. Fueron Mejía, Mora, Tibaduiza, Barreneche y Pabón. Todos fracasaron porque, mientras ellos regalaron la altura, Viren se vino a preparar a Bogotá y ganó 5.000 y 10.000 en Múnich”.
ravila@elespectador.com
@ricardoavilapalacios