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La policía judicial de París recibió una llamada a las 7:25 p.m. del lunes, cuando las calles parisinas ya volvían a su silencio habitual, tras la clausura de los Juegos Olímpicos, y la vida retornaba, poco a poco, a su estado natural.
Al otro lado de la línea, una madre lloraba desesperada por la desaparición de su hija, mientras los policías trataban de consolarla, sin éxito.
Fue, con seguridad, la noche más larga que haya vivido esa mujer en su vida, que rogó con insistencia, al oficial que no conocía, que encontrara a su hija de 21 años, desaparecida tras los Juegos Olímpicos en los que sirvió como voluntaria.
París fue, en términos generales, un buen anfitrión. En sus calles y escenarios hubo sudor, sana competencia y mucha tensión. Los deportistas dieron vida a unos Juegos trepidantes, llenos de emoción, carcajadas y lágrimas. Los fanáticos adornaron cada evento con gritos, vítores y abucheos. Los organizadores mantuvieron la antorcha encendida con pasión, y los voluntarios ofrecieron sus sonrisas más sinceras, su apoyo incondicional, su incansable fuerza y su inefable ayuda.
45.000 voluntarios, de los 600.000 que se postularon, fueron elegidos para asistir a las delegaciones, para organizar cada recinto y para orientar al público. Ojalá todos ellos, los 45.000, hubieran encontrado el camino de vuelta a casa.
En la madrugada del martes, la misma madre, que había llamado a la policía judicial de París la noche anterior, para reportar la desaparición de su hija, recibió la noticia, cruda, de que su hijita había sido asesinada de forma brutal en su apartamento, en el distrito 18.
Luego de la clausura, la madre no pudo despojarse de la angustia que le provocó el silencio de su hija. Su sexto sentido, el que solo las madres tienen, le indicó que algo andaba mal; pesadilla que confirmó con el mensaje de un conocido que decía que el acompañante de su hija había hecho “algo estúpido”.
Las horas transcurrieron más lento de lo normal a partir de ese momento y luego todo se detuvo a su alrededor, cuando le informaron que habían hallado el cuerpo sin vida de su hija, con múltiples signos de violencia.
“Se ha confiado una investigación sobre homicidio intencional al segundo distrito de la policía judicial de París (PDJ) tras el descubrimiento del cuerpo sin vida de una joven, de 21 años, en un apartamento del distrito 18″, rezó un comunicado emitido desde la fiscalía de París, que resumía con actitud pétrea lo sucedido las horas previas.
La policía logró detener al sospechoso tras encontrarlo en un estado semicomatoso junto al cuerpo de la víctima, en la misma habitación donde aparentemente ocurrió el hecho violento.
Todo indica que su estado de inconsciencia se debe a una ingesta indiscriminada de medicamentos con los que trató de quitarse la vida, hecho por el cual tuvo que ser trasladado de forma inmediata al hospital Hotel-Dieu.
El individuo, que no habla francés, será puesto bajo custodia una vez los doctores logren estabilizarlo, para que así la policía pueda continuar con la investigación.
Mientras tanto, el cuerpo de la joven, con un hematoma en el pómulo izquierdo y rastros de sangre en el cuello, viaja al Instituto Forense de París, donde se le realizará una autopsia que ayudará a descubrir las causas precisas de su muerte. Todo París pide justicia, su madre pide justicia. El mundo necesita justicia.
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