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Para estas fechas hace un año, la temporada de Camila Osorio Serrano cerraba al alza. Terminaba su primer año como profesional en el puesto 55 del ranking de la WTA y se había apuntado una victoria histórica para el tenis colombiano contra Elina Svitolina, seis en el listado para la fecha del encuentro. Si podía ganarle a la sexta del mundo, podía ganarle a cualquiera.
Era una sensación de invencibilidad que aún hoy la acompaña, pese a que su 2022 fue bastante discreto en contraste con su irrupción en el circuito WTA el año anterior. Sin embargo, en medio de esa discreción pasaban muchas cosas fuera de la cancha.
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“Primero llegaron las lesiones, ahí perdí un poco la confianza. También pasaron muchas cosas en mi vida y me nublé. No me sentía bien, sobre todo en casa, entonces adentro (de la cancha) esto estaba afectando”, afirmó Osorio a El Espectador.
Había dejado de disfrutar dentro de la cancha. Aunque todos los ojos estaban sobre ella por volver a tener a una tenista nacional en los torneos más importantes del mundo, la presión más grande vino de ella misma, y le pasó factura.
“La palabra era ‘tengo’. Tengo que ganar, que pasar, necesito este resultado. En vez de hacer lo que hice el año pasado, fluir. Nada iba a ser igual, todo va cambiando, pero la mentalidad que tenía en ese momento era de disfrutar, de ir a los partidos a luchar y trabajar en el día a día. En cambio este año no tenía en mi cabeza la opción de perder. En ningún momento pensaba ‘¿qué pasa si pierdo?’. Era simplemente voy a entrar a jugar y a ganar”, cuenta.
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La cuerda se siguió tensando y llegó el momento de los cambios, internos y externos. Con la raqueta, después de quedar eliminada en primera ronda de Wimbledon, terminó una relación de más de dos años con Ricardo Sánchez, su primer entrenador y el hombre que la potenció en su llegada al profesionalismo. Una separación amistosa en la que la colombiana buscaba nuevos aires. “Ambos cumplimos ese ciclo, yo quería algo diferente. Estaba pasando por muchas cosas en ese momento y solo quería volver a agarrar otro impulso”, dijo.
En la gira por Estados Unidos de la segunda mitad de la temporada se le vio acompañada por Romain Deridder, quien entrenó en el pasado a la canadiense Leylah Fernández, pero fue algo pasajero. Aunque terminó la temporada sin entrenador, fue en ese período por Norteamérica que decidió darle un giro a su vida.
“Un día me acosté y dije no más, no puedo seguir así. No me puedo seguir quejando, tengo que buscar cómo salir de esta situación, o sea, no puedo seguir con ese mal hábito. Al día siguiente me puse a correr, escuchaba música, decía ‘Dios mío’, y empecé a soltar todo lo que ya había pasado. Luego empecé a trabajar, a entrenar, y me sentí aliviada, tranquila. Me decía ‘si no es el tenis, pues vas a seguir siendo Camila’. No es solo Camila Osorio la tenista, es Camila la persona. Eso me funcionó”, continúa la cucuteña, quien también contó en ese proceso con el apoyo de su familia y con ayuda psicológica.
Ya era consciente de lo que tenía que cambiar, tenía que ponerse en paz consigo misma y volver a disfrutar para que luego la sonrisa que siempre la caracterizó volviera a la cancha. Aunque pasó en blanco en cuanto a títulos, Osorio cierra 2022 dentro del top 100 de la WTA por segundo año consecutivo, es 81 del mundo, y recibe la temporada 2023 con la confianza restaurada.
“Sigo pensando lo mismo que el año pasado, siento que tengo el tenis y también la cabeza, tengo todo para ganarle a cualquier jugadora. Es de confiar y creer en lo que se tiene. Mira lo que pasó con Daniel Galán en el US Open, le ganó a Tsitsipás, el quinto del mundo. Es uno contra uno, ahí nadie es más que nadie por el apellido, es la misma pelota amarilla para los dos, es el que mejor juegue en ese momento”, concluye Osorio.
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