Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El atletismo suramericano lleva esperando casi treinta años a que aparezca la sucesora de la antioqueña Ximena Restrepo Gaviria, quien el 5 de agosto de 1992 coronó una gesta hasta ahora irrepetible: lucir sobre su pecho una medalla de bronce olímpica en los 400 metros planos. Desde esa fecha, su tiempo de 49,64 segundos sigue vigente como marca suramericana.
Fueron sesenta años de continua lucha para el llamado deporte base. Desde 1932, con el boyacense Jorge Perry Villate, nuestros atletas fallaron en su intento de subir a un podio olímpico. Transcurrieron para nuestro país once Olimpiadas, en las cuales destacaron Pedro Grajales, el primer colombiano en superar las rondas eliminatorias en 200 y 400 metros; Álvaro Mejía, décimo en los 10.000 metros en México 68; Domingo Tibaduiza, cuyo mejor desempeño en cuatro Olimpiadas (72, 76, 80 y 84) fue un décimo lugar en una serie eliminatoria. Los hermanos Querubín y Héctor Moreno fueron novenos en la caminata, en las justas del 84 y 92, respectivamente.
Lea también: La melancolía de Lucho Herrera
Ese miércoles 5 de agosto de 1992, a las tres de la tarde, fue la primera vez que la televisión colombiana interrumpió un partido de fútbol para transmitir una carrera de atletismo. Colombia se paralizó durante casi 50 segundos.
“Yo nací en el 69, así que me desarrollé como deportista en los años 80 y 90. Me tocó competir en esa década, que era difícil; no como ahora que al deportista se le respeta, la gente lo reconoce. Colombia se ha convertido en un referente mundial, estamos organizando competencias internacionales y juegos multideportivos… Entonces, fue una época en la que todo era muy precario comparado con lo que hay hoy… Yo permanecía con mi entrenadora (Emperatriz González) y no teníamos un equipo de trabajo como lo tienen hoy los deportistas”.
En los tacos de salida del Estadio Olímpico de Montjuic, en Barcelona, se ubicaron las ocho atletas de siete países que llegaron a la final de los 400 metros planos.
Lea también: María Isabel Urrutia: La hija dorada del barrio Mariano Ramos
Ximena tenía como antecedentes inmediatos su doble subcampeonato en 200 (23,16) y 400 metros (50,14) de los Juegos Panamericanos de La Habana 91, el título iberoamericano (51,66) obtenido en Sevilla 92 y el quinto lugar en el Mundial de Stuttgart 93, en 400 m (50,91), prueba en la que clasificó sexta en Tokio 91, con registro de 50,79.
“Por aquellos años las figuras colombianas en la velocidad eran escasas: estábamos Norfalia Carabalí y yo. Éramos muy pocas las mujeres que podíamos competir a nivel internacional en atletismo”. También estaba María Isabel Urrutia, quien en esa época era lanzadora y después se convirtió en pesista exitosa”.
Ximena corrió en el sexto carril, muy incómodo si se tiene en cuenta que desde allí apenas tuvo en la mira a dos adversarias: Philips Smith (Gran Bretaña) y Olga Nazarova (Estados Unidos), bronce en Seúl 88 (49,90), sus únicos puntos de referencia. Con 23 años, Ximena era la más joven del grupo, junto con la jamaicana Sandi Angela Richards (tercera en Stuttgart 93). De acuerdo con los antecedentes, las rivales más fuertes esa tarde eran la favorita al oro, la francesa Marie-José Perec (24 años), quien venía precedida de su título mundial en Tokio 91 (con registro de 49,13, su mejor marca personal hasta antes de la final olímpica) y la rusa Olga Bryzhina, campeona olímpica en esa distancia cuatro años antes en Seúl (48,65). En la semifinal, hicieron 49,48 y 49,76, respectivamente. En esa misma ronda, Ximena (49,76) empató con la rusa. Las tres se adueñaron de los mejores registros en esa prueba, por lo que en la final los reflectores apuntaban hacia ellas. En la segunda serie de la semifinal, la ganadora Jill Richardson-Briscoe (Canadá), con 50,02, no tenía cómo pelearle al trío de punta, todas por debajo de los cincuenta segundos.
Lea también: El ‘Happy’ Lora y la felicidad del héroe querido
“Creo que dejamos como legado el trabajo duro, el esfuerzo, el no estar pensando qué nos van a dar, sino qué podíamos dar y hasta dónde podíamos dar, a pesar de las carencias que había. Éramos una generación que no teníamos tantas remuneraciones ni estímulos como los tiene la generación actual. La de nosotros era una generación de estímulos intrínsecos porque queríamos ser mejores, queríamos representar a nuestro país. No digo que la generación nueva no ame su deporte, pero nuestra motivación no era volvernos ricos, que nos dieran una casa, un carro o mensualmente nos consignaran plata en una cuenta bancaria. A ninguno de nosotros nos pasó eso. Entonces, era más que todo un desafío interno, una motivación más intrínseca. Y no pasa solo en Colombia sino en el mundo: los deportistas hoy son profesionales, pueden vivir de eso, y me gusta que el deporte se hubiera profesionalizado”.
En la antesala de la final, Ximena comentó: “Para mí la semifinal fue como mi propia final. Mi sueño era estar entre las ocho mejores del mundo y lo he conseguido. Ahora todo lo que consiga es plusvalía” . Y añadió, como vaticinando el resultado final, que “es una ventaja correr al lado de Perec (carril 5), que debería ser la ganadora del oro. Me le tengo que poner al lado como lo hice en Cuba con Quirot y por eso gané la plata y mejoré mucho mi tiempo”.
El 4 de agosto y hasta minutos antes de la prueba definitiva, la ansiedad rondó a Ximena y a Emperatriz González, su entrenadora. “Nosotras estamos en la villa, nos vamos temprano. Vemos a la Perec estresada, yo tengo a Ximena estresada, yo estoy también estresada. Ximena llega, se acuesta y se duerme” , recuerda Emperatriz; mientras el esposo de la corredora paisa, el lanzador de bala chileno Gert Well, evoca que “era muy difícil hablar con ella minutos antes. De hecho, yo era el único que me le podía acercar, ella estaba muy, muy nerviosa” .
Lea también: Perfil de José Tito Hernández, el nuevo campeón de la Vuelta a Colombia
Y llegó la hora de la gran final, ese histórico 5 de agosto. Luciendo una trusa azul con el número 324, Ximena se instaló en la calle seis de la pista atlética, al lado derecho de Perec, máxima candidata a la medalla de oro. Ximena “se queda un poco en la salida, pero hace un excelente parcial en los 300 metros y yo sabía”, evocó Emperatriz González, “por lo que había pasado en tantas competencias y sobre todo por lo que había hecho en Japón, la forma en que Ximena define en la línea de llegada. Es una carrera supremamente rápida, las cuatro mujeres del frente son unas fieras transformadas. Y en el último metro, en el último instante, Ximena hace lo que hizo en Japón: pelea su medalla con alma, corazón y vida”.
“Cuando llegué [a la meta] yo no sabía si había quedado tercera o no. Tuve que esperar a que mostraran la repetición en la pantalla y ahí ya vi que había quedado tercera y fue un alivio increíble Diría que más que felicidad, fue un alivio y dije se acabó ya esto, qué bueno” , expresó años después la atleta con una gran emoción al recordar su hazaña.
Y fue por un estrecho margen, por una exhalación, que Ximena alcanzó la medalla de bronce con registro de 49,64 segundos, superando en la propia línea de meta a Nazarova (49,69). La francesa Perec ganó con 48,83, seguida por Bryzhina (49,05). En casi 48 horas, la colombiana hizo dos veces menos de 50 segundos para la distancia.
Así, la antioqueña ingresó al privilegiado club de 22 corredoras del mundo que en los 400 metros se colgaba al menos una medalla olímpica entre 1964 (año en que por primera vez esa prueba figuró como disciplina olímpica femenina) y 1992.
“Yo tuve suerte de que una empresa como Postobón se hubiera fijado en mí, porque gracias a ellos pude tener una entrenadora y unas temporadas en Europa preparándome, pero no era lo normal, ya que la mayoría de personas no tenían patrocinadores”.
Por esa hazaña, y sin desconocer lo hecho por sus antecesores, nadie puede negarle a Ximena Restrepo Gaviria el reconocimiento como la mejor atleta del siglo XX en Colombia. Nacida el 10 de marzo de 1969, mide 1,74 metros de estatura, pesa 62,8 kilogramos (en su época de alta competencia), primera de cuatro hijos del matrimonio de Carlos Alberto Restrepo y María Victoria Gaviria, esta pisciana se inmortalizó con su presea olímpica en Barcelona 92. La primera para Colombia y Suramérica en pruebas de pista.
Los únicos antecedentes que los países del Cono Sur conocían son los de la argentina Noemí de Portela, segunda en salto largo en Londres 1948, y la chilena Marlene Ahrens, plata en jabalina, en Melbourne 1956. Es decir, nuestro continente debió esperar 36 años para que una mujer volviera a colgarse una medalla olímpica en atletismo.
Lea también: Cabal y Farah, campeones del Abierto de Barcelona
Para nuestro medio, hasta ese entonces, Ximena es la segunda atleta que más se acercó a una marca mundial. Los 13:53.4 de Álvaro Mejía, en 1964, diez años antes hubiera sido registro universal en los 5.000 metros. Los 49,64 segundos que la colombiana hizo en la final olímpica estuvieron a 16 años de la plusmarca en los 400 metros planos.
“Acá lo importante es tener claro que el deporte significa trabajo duro. Como todo en la vida, no significa que el deportista sea más sacrificado que una persona que va todos los días a la oficina, porque todos tenemos que esforzarnos mucho. Pero sí que el deportista tenga presente que la motivación para ser un buen atleta debe venir de adentro y no solo estar pensando qué me van a pagar, sino tener esa garra y ese gusto por el deporte y trabajar por ser cada día mejor. Eso es lo yo quisiera dejarles a las nuevas generaciones: trabajar por ser cada día mejor, independiente de la competencia, y cada día entrenar mejor y dar lo máximo que se pueda”.
*Autor del libro “La fabulosa historia del atletismo colombiano”.