¿Y qué se hicieron los estafadores de bases?
Hasta hace muy poco tiempo, en el béisbol el ‘’robo’’ de bases era una de las jugadas más apetecidas en el ataque. Lentamente esa acción ha venido siendo desechada del juego.
Antonio Andraus Burgos - Especial para El Espectador
¡Qué maravilla era ver raudamente desplazarse sobre las almohadillas a los peloteros que, con la agilidad en sus piernas y la malicia indígena que los caracterizaba, estafaban las almohadillas!
Con el transcurrir de los años, hemos observado en el béisbol de las Grandes Ligas que muy pocos peloteros se dedican, de tiempo completo, en desarrollar esa letal arma para el ataque de su novena, y en contadas ocasiones, los corredores convierten en realidad alcanzar la base siguiente, a base de sus condiciones físicas, su velocidad y la intuición de salir a tiempo de una base a otra, para alcanzar la siguiente sin que sea puesto out antes de llegar a la almohadilla.
Algunos colegas, con quienes hemos discutido el tema, que a nuestro modo de ver debe ser más frecuentemente usada, sostienen, para contradecirnos, que es que ‘’hoy día el béisbol cuenta con mejores receptores, y los peloteros son menos osados para salir de una base hacia la otra’’.
Eso en parte puede ser cierto, pero en el fondo, la discusión es que cada día los riesgos son menores y la jugada, es decir, el robo de base, ya no hace parte, dentro del vademécum esencial del béisbol, como una de las fortalezas ofensivas en las novenas. Tan cierto es ello, que hace muchos años que ningún jugador llega a la primera base con la consigna de avanzar al segundo cojín, estafándosela.
El inolvidable Rickey
El rey de las bases estafadas en las Grandes Ligas, a mil millas de distancia de sus inmediatos seguidores, es el inolvidable Rickey Henderson, el único pelotero con más de 1.000 bases estafadas en su prolongada carrera en la Gran Carpa.
Rickey estuvo vigente en la pelota organizada entre 1979 y 2003, y en ese trayecto, luciendo los uniformes de los Atléticos de Oakland, los Yanquis de Nueva York, los Azulejos de Toronto, los Padres de San Diego, los Angelinos de California, los Mets de Nueva York, los Marineros de Seattle, los Medias Rojas de Boston y los Dodgers de Los Ángeles, acumuló 1.406 bases robadas, marca considerada hoy día, como una de las pocas que podrán ser superadas en el inmediato futuro.
Sus 3.081 partidos jugados en las Grandes Ligas y sus 10.961 turnos oficiales al bate, además de las 2.251 bases por bolas recibidas, 61 de las cuales fueron intencionales, le permitieron Henderson hacer de las suyas sobre los diamantes, estafándose las almohadillas una y otra vez, pese a que en 335 oportunidades fue puesto out por los receptores.
Henderson es el rey de los estafadores de bases en las Mayores, y difícilmente exista en el panorama actual, un pelotero que esté pensando en romper esa marca, especialmente porque los que están vigentes y de vez en cuando intentan avanzar hacia la almohadilla siguiente, lo hacen muy esporádicamente.
En ese vaivén luciendo tantos uniformes de la pelota organizada, Rickey se dio el lujo de anotar 2.295 carreras, otro de los registros que difícilmente pueda ser superado en los años venideros, pues es la cifra más alta de todos los tiempos; y remolcar 1.115 rayitas, además de llevarse el título de mejor estafador de bases en una docena de oportunidades, y en tres ocasiones, superó la barrera de las 100 almohadillas robadas.
Rickey consiguió su mejor registro con almohadillas estafadas en 1982, cuando alcanzó 130 bases robadas; y tuvo otros dos años con tres dígitos compilados, al sumar 108 en 1983 y 100 más, en 1980.
En la era moderna
Sin mirar los tiempos lejanos, es decir, sin tener en cuenta los años posteriores a 1.900, apenas cuatro peloteros lograron cruzar la barrera de las 100 bases estafadas y desde hace más de 30 años, no hay en los registros jugador alguno que haya alcanzado 80 almohadillas robadas en una temporada.
Todo el mundo recuerda con nostalgia en cierta parte y con entusiasmo al otro lado, que cuando Maury Will alcanzó las 104 almohadillas estafadas, se hizo evidente que ofensivamente el robo de base era una excelente manera para mirar con buenos ojos la acción encaminada a buscar carreras.
Y otro buen cantar sobre esa misma jugada, se produjo cuando Lou Brock , en 1974, compiló nada más y nada menos que 118 bases robadas. Todo quedó para la historia en esos años, hasta cuando apareció Henderson con sus 130 cojines estafados en 1982, lo que dejó sin alientos a los grandes corredores de la época.
Con más de 100 almohadillas robadas en los últimos 118 años, aparecen desde luego, Rickey Henderson, cuyas hazañas con 100 o más bases a su favor, ya registramos; Lou Brock, con 118, en el año de 1974; Vince Coleman, con 110 en 1985; 109 en 1987; y 107 en 1986; y Maury Wills, con 104 estafadas en el año de 1962.
En la era moderna, varios consagrados en bases estafadas estuvieron muy cerca de poder llegar a las 100 robadas, pero fallaron en el intento por muy poco.
Ron LeFlore, por ejemplo, se quedó en 97 estafadas en 1980; mientras que el siempre recordado Ty Cobb, compiló 96 robadas en 1915 y el panameño Omar Moreno igualó ese registro en 1980.
En el nuevo siglo
Al empezar el nuevo siglo, se pensó que el béisbol en la Gran Carpa podría contar con un buen número de peloteros que, gracias a su capacidad física, a su talento y a su manera de avanzar sobre las almohadillas, podrían hacer parte del gran espectáculo entre una base y otra, para obligar a los receptores a exigirse más detrás del plato, y a los corredores, en intentar ser más rápidos en cada jugada camino a la base siguiente.
Pero por lo que hay sobre la mesa, poco o nada se puede esperar en los años venideros, porque en este nuevo siglo, ninguno de los considerados peloteros veloces, han llegado a la marca de por lo menos, 80 bases estafadas.
Claro que alcanzar 100 o más almohadillas robadas, no es cosa de poca monta. Eso hay que reconocerlo. Pero vale la pena señalar que, dentro de la majestuosidad que encierra el juego del béisbol, en los actuales momentos muy contados son los jugadores que se arriesgan en lanzarse al éxito o al fracaso en el intento de llegar a la base siguiente, gracias a la velocidad de sus piernas y a la intuición de arrebatarle segundos preciosos al lanzador que está de turno.
También se comenta en los bancos de juego, que una buena mayoría de los estrategas de las novenas de las Grandes Ligas, en contadas ocasiones ordenan el robo de las almohadillas, quizás pensando en que no cuentan con peloteros con los elementos indispensables para alcanzar el éxito, y en algunas otras ocasiones, al considerar que, apoyándose en otras jugadas, es más seguro el avance sobre las bases en determinados momentos del juego.
Algunos nombres
Fue José Reyes el dominicano que encendió con muchos bríos las posibilidades de convertirse en un excelente estafador de bases cuando despuntaba el nuevo siglo, luciendo el uniforme de los Mets de Nueva York. Pero finalmente, no obtuvo los registros que de él se esperaban.
Su mejor registro, conseguido en el año 2007, fue de 78 bases estafadas, a 22 almohadillas para alcanzar la envidiable cifra de las 100 robadas. Condiciones las tenía, indiscutiblemente, pero en los 99 intentos que hizo en esa temporada, en 21 ocasiones fue puesto out.
Otro pelotero que obtuvo muchos elogios fue Jacoby Ellsbury, jugador insigne de la raza indígena norteamericana, quien defendiendo a los Medias Rojas de Boston, alcanzó las 70 bases estafadas en el año 2009, pero posteriormente, una serie de lesiones, lo fueron alejando de las posibilidades de seguir siendo un hombre rápido sobre las almohadillas. En esa campaña, Ellsbury fue capturado en intentos avanzar sobre las almohadillas en 12 oportunidades.
Otro dominicano, Willy Taveras, emergió como un jugador con las posibilidades de ser un excelente estafador de bases, con los Rockies de Colorado, pero se quedó en 68 almohadillas alcanzadas en el año 2008. En otras 7 ocasiones, fue puesto out.
En el 2014, Dee Gordon, con el bombacho de los Dodgers de Los Ángeles, acumuló 64 bases estafadas, pero esa cifra pudo ser mejor, si no es porque lo atraparon en el intento en 19 oportunidades en esa temporada.
El dominicano Jonathan Villar, con los Cerveceros de Milwaukee, tuvo una estupenda campaña en el 2016, compilado 62 bases robadas, aun cuando en otras 18 ocasiones fue puesto out.
Finalmente, citemos otro jugador que está activo en la Gran Carpa, que tuvo una magnífica campaña en el pasado año. Nos referimos a Barry Hamilton, de los Rojos de Cincinnati, quien llegó a las 59 bases estafadas, aun cuando fue capturado en otras 13 ocasiones en el intento de robo.
En el juego del béisbol una base estafada cuenta mucho a la hora de pensar en las carreras y en los triunfos, porque cuando un corredor llega a la intermedia, bien por imparable ora por el robo de la almohadilla, muchas cosas buenas están a favor de la novena que está a la ofensiva.
Y entonces, ¿qué se hicieron los estafadores de bases en los últimos años? La respuesta no es sencilla. A lo mejor táctica y técnicamente ya es poco usual hacer uso de esa jugada en la era moderna, pero en el fondo, ¡ah! falta que le hace al espectáculo observar como velozmente un corredor se desplaza sobre las bases, desafiando tanto al lanzador como al receptor, y mucho más es ver cuando se consume el robo de la base o es puesto out. ¡Fabuloso, por decir lo menos!
¡Qué maravilla era ver raudamente desplazarse sobre las almohadillas a los peloteros que, con la agilidad en sus piernas y la malicia indígena que los caracterizaba, estafaban las almohadillas!
Con el transcurrir de los años, hemos observado en el béisbol de las Grandes Ligas que muy pocos peloteros se dedican, de tiempo completo, en desarrollar esa letal arma para el ataque de su novena, y en contadas ocasiones, los corredores convierten en realidad alcanzar la base siguiente, a base de sus condiciones físicas, su velocidad y la intuición de salir a tiempo de una base a otra, para alcanzar la siguiente sin que sea puesto out antes de llegar a la almohadilla.
Algunos colegas, con quienes hemos discutido el tema, que a nuestro modo de ver debe ser más frecuentemente usada, sostienen, para contradecirnos, que es que ‘’hoy día el béisbol cuenta con mejores receptores, y los peloteros son menos osados para salir de una base hacia la otra’’.
Eso en parte puede ser cierto, pero en el fondo, la discusión es que cada día los riesgos son menores y la jugada, es decir, el robo de base, ya no hace parte, dentro del vademécum esencial del béisbol, como una de las fortalezas ofensivas en las novenas. Tan cierto es ello, que hace muchos años que ningún jugador llega a la primera base con la consigna de avanzar al segundo cojín, estafándosela.
El inolvidable Rickey
El rey de las bases estafadas en las Grandes Ligas, a mil millas de distancia de sus inmediatos seguidores, es el inolvidable Rickey Henderson, el único pelotero con más de 1.000 bases estafadas en su prolongada carrera en la Gran Carpa.
Rickey estuvo vigente en la pelota organizada entre 1979 y 2003, y en ese trayecto, luciendo los uniformes de los Atléticos de Oakland, los Yanquis de Nueva York, los Azulejos de Toronto, los Padres de San Diego, los Angelinos de California, los Mets de Nueva York, los Marineros de Seattle, los Medias Rojas de Boston y los Dodgers de Los Ángeles, acumuló 1.406 bases robadas, marca considerada hoy día, como una de las pocas que podrán ser superadas en el inmediato futuro.
Sus 3.081 partidos jugados en las Grandes Ligas y sus 10.961 turnos oficiales al bate, además de las 2.251 bases por bolas recibidas, 61 de las cuales fueron intencionales, le permitieron Henderson hacer de las suyas sobre los diamantes, estafándose las almohadillas una y otra vez, pese a que en 335 oportunidades fue puesto out por los receptores.
Henderson es el rey de los estafadores de bases en las Mayores, y difícilmente exista en el panorama actual, un pelotero que esté pensando en romper esa marca, especialmente porque los que están vigentes y de vez en cuando intentan avanzar hacia la almohadilla siguiente, lo hacen muy esporádicamente.
En ese vaivén luciendo tantos uniformes de la pelota organizada, Rickey se dio el lujo de anotar 2.295 carreras, otro de los registros que difícilmente pueda ser superado en los años venideros, pues es la cifra más alta de todos los tiempos; y remolcar 1.115 rayitas, además de llevarse el título de mejor estafador de bases en una docena de oportunidades, y en tres ocasiones, superó la barrera de las 100 almohadillas robadas.
Rickey consiguió su mejor registro con almohadillas estafadas en 1982, cuando alcanzó 130 bases robadas; y tuvo otros dos años con tres dígitos compilados, al sumar 108 en 1983 y 100 más, en 1980.
En la era moderna
Sin mirar los tiempos lejanos, es decir, sin tener en cuenta los años posteriores a 1.900, apenas cuatro peloteros lograron cruzar la barrera de las 100 bases estafadas y desde hace más de 30 años, no hay en los registros jugador alguno que haya alcanzado 80 almohadillas robadas en una temporada.
Todo el mundo recuerda con nostalgia en cierta parte y con entusiasmo al otro lado, que cuando Maury Will alcanzó las 104 almohadillas estafadas, se hizo evidente que ofensivamente el robo de base era una excelente manera para mirar con buenos ojos la acción encaminada a buscar carreras.
Y otro buen cantar sobre esa misma jugada, se produjo cuando Lou Brock , en 1974, compiló nada más y nada menos que 118 bases robadas. Todo quedó para la historia en esos años, hasta cuando apareció Henderson con sus 130 cojines estafados en 1982, lo que dejó sin alientos a los grandes corredores de la época.
Con más de 100 almohadillas robadas en los últimos 118 años, aparecen desde luego, Rickey Henderson, cuyas hazañas con 100 o más bases a su favor, ya registramos; Lou Brock, con 118, en el año de 1974; Vince Coleman, con 110 en 1985; 109 en 1987; y 107 en 1986; y Maury Wills, con 104 estafadas en el año de 1962.
En la era moderna, varios consagrados en bases estafadas estuvieron muy cerca de poder llegar a las 100 robadas, pero fallaron en el intento por muy poco.
Ron LeFlore, por ejemplo, se quedó en 97 estafadas en 1980; mientras que el siempre recordado Ty Cobb, compiló 96 robadas en 1915 y el panameño Omar Moreno igualó ese registro en 1980.
En el nuevo siglo
Al empezar el nuevo siglo, se pensó que el béisbol en la Gran Carpa podría contar con un buen número de peloteros que, gracias a su capacidad física, a su talento y a su manera de avanzar sobre las almohadillas, podrían hacer parte del gran espectáculo entre una base y otra, para obligar a los receptores a exigirse más detrás del plato, y a los corredores, en intentar ser más rápidos en cada jugada camino a la base siguiente.
Pero por lo que hay sobre la mesa, poco o nada se puede esperar en los años venideros, porque en este nuevo siglo, ninguno de los considerados peloteros veloces, han llegado a la marca de por lo menos, 80 bases estafadas.
Claro que alcanzar 100 o más almohadillas robadas, no es cosa de poca monta. Eso hay que reconocerlo. Pero vale la pena señalar que, dentro de la majestuosidad que encierra el juego del béisbol, en los actuales momentos muy contados son los jugadores que se arriesgan en lanzarse al éxito o al fracaso en el intento de llegar a la base siguiente, gracias a la velocidad de sus piernas y a la intuición de arrebatarle segundos preciosos al lanzador que está de turno.
También se comenta en los bancos de juego, que una buena mayoría de los estrategas de las novenas de las Grandes Ligas, en contadas ocasiones ordenan el robo de las almohadillas, quizás pensando en que no cuentan con peloteros con los elementos indispensables para alcanzar el éxito, y en algunas otras ocasiones, al considerar que, apoyándose en otras jugadas, es más seguro el avance sobre las bases en determinados momentos del juego.
Algunos nombres
Fue José Reyes el dominicano que encendió con muchos bríos las posibilidades de convertirse en un excelente estafador de bases cuando despuntaba el nuevo siglo, luciendo el uniforme de los Mets de Nueva York. Pero finalmente, no obtuvo los registros que de él se esperaban.
Su mejor registro, conseguido en el año 2007, fue de 78 bases estafadas, a 22 almohadillas para alcanzar la envidiable cifra de las 100 robadas. Condiciones las tenía, indiscutiblemente, pero en los 99 intentos que hizo en esa temporada, en 21 ocasiones fue puesto out.
Otro pelotero que obtuvo muchos elogios fue Jacoby Ellsbury, jugador insigne de la raza indígena norteamericana, quien defendiendo a los Medias Rojas de Boston, alcanzó las 70 bases estafadas en el año 2009, pero posteriormente, una serie de lesiones, lo fueron alejando de las posibilidades de seguir siendo un hombre rápido sobre las almohadillas. En esa campaña, Ellsbury fue capturado en intentos avanzar sobre las almohadillas en 12 oportunidades.
Otro dominicano, Willy Taveras, emergió como un jugador con las posibilidades de ser un excelente estafador de bases, con los Rockies de Colorado, pero se quedó en 68 almohadillas alcanzadas en el año 2008. En otras 7 ocasiones, fue puesto out.
En el 2014, Dee Gordon, con el bombacho de los Dodgers de Los Ángeles, acumuló 64 bases estafadas, pero esa cifra pudo ser mejor, si no es porque lo atraparon en el intento en 19 oportunidades en esa temporada.
El dominicano Jonathan Villar, con los Cerveceros de Milwaukee, tuvo una estupenda campaña en el 2016, compilado 62 bases robadas, aun cuando en otras 18 ocasiones fue puesto out.
Finalmente, citemos otro jugador que está activo en la Gran Carpa, que tuvo una magnífica campaña en el pasado año. Nos referimos a Barry Hamilton, de los Rojos de Cincinnati, quien llegó a las 59 bases estafadas, aun cuando fue capturado en otras 13 ocasiones en el intento de robo.
En el juego del béisbol una base estafada cuenta mucho a la hora de pensar en las carreras y en los triunfos, porque cuando un corredor llega a la intermedia, bien por imparable ora por el robo de la almohadilla, muchas cosas buenas están a favor de la novena que está a la ofensiva.
Y entonces, ¿qué se hicieron los estafadores de bases en los últimos años? La respuesta no es sencilla. A lo mejor táctica y técnicamente ya es poco usual hacer uso de esa jugada en la era moderna, pero en el fondo, ¡ah! falta que le hace al espectáculo observar como velozmente un corredor se desplaza sobre las bases, desafiando tanto al lanzador como al receptor, y mucho más es ver cuando se consume el robo de la base o es puesto out. ¡Fabuloso, por decir lo menos!