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¿Y si Rafael Nadal, a un paso de un estratosférico 14º título sobre la tierra batida parisina, después de haber desafiado a la lógica contra Novak Djokovic en cuartos de final, y de vencer a Alexander Zverev en semis, está disputando su último Roland Garros?
De su inesperada victoria en el Abierto de Australia en enero (su 21º Grand Slam, marca absoluta) a sus enigmáticas declaraciones sobre su futuro en pleno Roland Garros, donde este viernes cumplió 36 años, la cuestión se hace cada vez más presente. ”Lo que pasó en Australia fue casi un milagro” resumió el propio Nadal varios meses después de su enésima gesta.
En 2022, a pesar del inexorable paso del tiempo y de los repetitivos problemas físicos que le han acompañado a lo largo de toda su carrera, el mallorquín demostró al conquistar Melbourne que aún es capaz de imponerse en los escenarios más prestigiosos.
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Su título en el primer grande del año ante el ruso Daniil Medvedev, entonces número dos del mundo, le permitió convertirse en solitario en el jugador más laureado en la historia del Grand Slam, superando a Roger Federer y a Novak Djokovic. Y eso que cuando aterrizó en Australia unas semanas antes, Nadal llevaba casi ocho meses sin competición, desde su dolorosa derrota en semifinales de Roland Garros contra el serbio a comienzos de junio.
El final de su carrera podría ser el resultado de su problema en el pie izquierdo, el síndrome de Müller-Weiss, una displasia degenerativa con la que ha tenido que lidiar desde los 18 años.
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— Roland-Garros (@rolandgarros) June 3, 2022
Rafael Nadal y una nueva traición de su pie
En la recta final antes de Roland Garros, Nadal, recuperado desde hacía poco de una fisura por estrés en las costillas, fue, una vez más, traicionado por su pie en pleno partido. En Roma, en medio de un suplicio por el dolor y con evidentes problemas de movilidad, perdió en octavos de final ante Denis Shapovalov (1-6, 7-5, 6-2).
“Tengo lo que tengo en el pie. Si no somos capaces de encontrar una solución o una mejoría, se va a convertir en superdifícil para mí”, reconoce. Competir al más alto nivel con ese problema en el pie izquierdo puede comprometer no solo la carrera del jugador sino su vida posterior al retiro. Nadal ha buscado una solución a la displasia degenerativa sin éxito.
¿Terminarán por imponerse a su moral de hierro la fatiga y los problemas físicos?
Eso parece. El pasado domingo, después de su combate de cinco sets contra Félix Auger-Aliassime, sus declaraciones hicieron correr ríos de tinta: “Cada partido que juego aquí soy consciente que puede ser mi último en el torneo”.
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