Yaneth Arias, la ingeniera del baloncesto colombiano
De la mano de esta barranquillera de 35 años, la selección femenina logró el triunfo más importante en su historia: la medalla de oro en los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, al vencer en la final a Cuba por 67-65. Su emprendimiento fue vital para el equipo dirigido por el antioqueño Luis Cuenca.
Camilo Amaya
Alguna vez el exfutbolista Jorge Valdano dijo que el deporte era como la vida misma, con caminos bifurcados, oportunidades únicas y hasta errores parecidos. Y que la habilidad del atleta estaba en tomar los instrumentos y las experiencias del diario vivir para hacerlas trascender en una cancha, en una pista o en cualquier escenario. Yaneth Arias es ingeniera industrial y a la vez la capitana de la selección de baloncesto femenina que obtuvo la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla. En septiembre del año pasado decidió regresar al equipo de mayores luego de priorizar la academia por un largo tiempo, de entrar en la rutina de los horarios de oficina y reuniones, de entender los sueños de los demás para materializarlos a través de asesorías realistas, pero soñadoras.
“Estuve alejada de la competencia, pero eso no quiere decir que no me mantuve en forma”. Por eso, en su dura jornada fue habitual verla con un morral en vez de un bolso, con unos tenis, una toalla, un jabón, una pantaloneta y una blusa de entrenar, por si había el espacio para hacerlo. También lo fue verla salir a las seis de la tarde rumbo a las canchas panamericanas de Cali o la Liga vallecaucana para hacer trabajos de repetición, lanzar la pelota una y otra vez y emular movimientos de un partido real con el fin de no perder el ritmo, tampoco la distancia, mucho menos la motivación de volver.
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Así se mantuvo durante tres años, yendo al gimnasio en las mañanas y teniendo contacto con el balón en las noches. Y con la misma intensidad lideró el sistema de gestión de calidad de la regional del Sena en el Valle, estuvo al frente de 11 líderes seccionales y recibió y se encargó de las auditorías de la Contraloría y las de la Procuraduría, hasta las de Icontec, con el fin de que el esquema mejorara, para que ayudar a los demás fuera una especie de redención, otro estímulo además del deporte. Era llevar dos vidas en una. La primera, la de la atleta consagrada que quería mantener el nivel de antes, y la segunda, la de la profesional con intenciones de consagrarse lejos de un maderamen.
“Me costó mucho acoplarme al juego. Porque, por más que entrenes nunca vas a tener el choque y el roce físico que te da la competencia y que son necesarios en un deporte como el baloncesto. Aún hoy, luego del triunfo, puedo decir que todavía me sigue costando. De hecho, en este campeonato mi efectividad no fue la de antes”. Sí, su promedio de puntos disminuyó en comparación a otros torneos, a otros años, pero su motivación grupal fue mayor, su liderazgo más profundo y su voz en el camerino del equipo dirigido por el antioqueño Luis Cuenca más certera.
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Desde un comienzo, antes de iniciar el camino que terminó con el triunfo sobre Cuba por 67-64, Yaneth procuró que el campeonato fuera un proyecto a alcanzar, con la suma del esfuerzo colectivo, con el ánimo constante, con la visualización de la meta antes de iniciar el recorrido. En otras palabras, tomó las bases de lo que hace día a día en su oficina y las aplicó dentro de la selección con la autoridad que le dio llevar la cinta de capitana, con la experiencia que a veces permite un tono de firmeza y con la consigna de que la dignidad en su máximo esplendor es luchar.
“Hay varias maneras de llegar al éxito, todas correctas. Ya depende de uno cuál elige, cómo la elige y de qué manera la desarrolla. Creo que lo hicimos bien y por eso somos campeonas centroamericanas, algo impensado hace algunos años y que ahora debe volverse un hábito para las niñas que vienen atrás. Siempre pelear con las mejores, aprender de las derrotas con las potencias, para así estar a la par”.
El baloncesto, una cuestión de disciplina para Arias, seguirá alternando con los días en la oficina, con los afanes y los pormenores hasta donde sea posible, mientras la mente tenga la fuerza suficiente de impulsar el cuerpo y hasta que la ilusión de Tokio 2020 sea algo tangible. “Emprender siempre cuesta, pero al final, si se da la dosis necesaria de sacrificio y lucha, todo se cumple. Y creo que con Colombia lo podemos lograr”.
Alguna vez el exfutbolista Jorge Valdano dijo que el deporte era como la vida misma, con caminos bifurcados, oportunidades únicas y hasta errores parecidos. Y que la habilidad del atleta estaba en tomar los instrumentos y las experiencias del diario vivir para hacerlas trascender en una cancha, en una pista o en cualquier escenario. Yaneth Arias es ingeniera industrial y a la vez la capitana de la selección de baloncesto femenina que obtuvo la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla. En septiembre del año pasado decidió regresar al equipo de mayores luego de priorizar la academia por un largo tiempo, de entrar en la rutina de los horarios de oficina y reuniones, de entender los sueños de los demás para materializarlos a través de asesorías realistas, pero soñadoras.
“Estuve alejada de la competencia, pero eso no quiere decir que no me mantuve en forma”. Por eso, en su dura jornada fue habitual verla con un morral en vez de un bolso, con unos tenis, una toalla, un jabón, una pantaloneta y una blusa de entrenar, por si había el espacio para hacerlo. También lo fue verla salir a las seis de la tarde rumbo a las canchas panamericanas de Cali o la Liga vallecaucana para hacer trabajos de repetición, lanzar la pelota una y otra vez y emular movimientos de un partido real con el fin de no perder el ritmo, tampoco la distancia, mucho menos la motivación de volver.
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Así se mantuvo durante tres años, yendo al gimnasio en las mañanas y teniendo contacto con el balón en las noches. Y con la misma intensidad lideró el sistema de gestión de calidad de la regional del Sena en el Valle, estuvo al frente de 11 líderes seccionales y recibió y se encargó de las auditorías de la Contraloría y las de la Procuraduría, hasta las de Icontec, con el fin de que el esquema mejorara, para que ayudar a los demás fuera una especie de redención, otro estímulo además del deporte. Era llevar dos vidas en una. La primera, la de la atleta consagrada que quería mantener el nivel de antes, y la segunda, la de la profesional con intenciones de consagrarse lejos de un maderamen.
“Me costó mucho acoplarme al juego. Porque, por más que entrenes nunca vas a tener el choque y el roce físico que te da la competencia y que son necesarios en un deporte como el baloncesto. Aún hoy, luego del triunfo, puedo decir que todavía me sigue costando. De hecho, en este campeonato mi efectividad no fue la de antes”. Sí, su promedio de puntos disminuyó en comparación a otros torneos, a otros años, pero su motivación grupal fue mayor, su liderazgo más profundo y su voz en el camerino del equipo dirigido por el antioqueño Luis Cuenca más certera.
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Desde un comienzo, antes de iniciar el camino que terminó con el triunfo sobre Cuba por 67-64, Yaneth procuró que el campeonato fuera un proyecto a alcanzar, con la suma del esfuerzo colectivo, con el ánimo constante, con la visualización de la meta antes de iniciar el recorrido. En otras palabras, tomó las bases de lo que hace día a día en su oficina y las aplicó dentro de la selección con la autoridad que le dio llevar la cinta de capitana, con la experiencia que a veces permite un tono de firmeza y con la consigna de que la dignidad en su máximo esplendor es luchar.
“Hay varias maneras de llegar al éxito, todas correctas. Ya depende de uno cuál elige, cómo la elige y de qué manera la desarrolla. Creo que lo hicimos bien y por eso somos campeonas centroamericanas, algo impensado hace algunos años y que ahora debe volverse un hábito para las niñas que vienen atrás. Siempre pelear con las mejores, aprender de las derrotas con las potencias, para así estar a la par”.
El baloncesto, una cuestión de disciplina para Arias, seguirá alternando con los días en la oficina, con los afanes y los pormenores hasta donde sea posible, mientras la mente tenga la fuerza suficiente de impulsar el cuerpo y hasta que la ilusión de Tokio 2020 sea algo tangible. “Emprender siempre cuesta, pero al final, si se da la dosis necesaria de sacrificio y lucha, todo se cumple. Y creo que con Colombia lo podemos lograr”.