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Desde hace una década la maratón ya no es considerada una prueba únicamente de resistencia, sino también de velocidad.
Para explicar la diferencia, muchos de los entrenadores más experimentados utilizan una analogía automovilística. Antes, los maratonianos debían tener un motor diésel; ahora, los mejores tienen motores turbodiésel, capaces de proporcionar tanto una tenaz resistencia como un ritmo demoledor, según cita el periodista estadounidense Ed Caesar en su libro Dos horas.
Ahora, no basta con tener un motor potente, sino que es necesario que la anatomía del atleta esté montada sobre unas poderosas llantas que lo ayuden a correr aún más rápido y con menor gasto energético.
El 12 de octubre de 2019, el atleta keniano Eliud Kipchoge, en una prueba no oficial, se convirtió en el primer ser humano en correr en menos de dos horas (1h59:40) la maratón (42.195 metros). Ese día, en Viena, calzaba zapatillas con placa de fibra de carbono (CFP) Nike Alphafly. Menos de 24 horas después, su compatriota Brigid Kosgei impuso nuevo récord mundial de maratón femenina, en Chicago, con el prototipo CFP de Nike.
El 28 de febrero de este año las alarmas se prendieron de nuevo cuando el japonés Kengo Suzuki, equipado con unas zapatillas Nike de nueva tecnología, pasó a la historia como el primer atleta nacido fuera de África en correr la distancia en menos de 2 horas y 5 minutos e imponerse en la maratón del Lago Biwa, la más antigua de Japón, con nuevo récord local: 2h04:56. En esta prueba, muchos atletas se calzaron las Vaporfly Next v2 y AlphaFly, los nuevos prototipos de ASICS y las New Balance RC Elite v2 (que saldrán a la venta en mayo en Europa), según reseña el portal soycorredor.es.
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Lo que parecía una buena noticia, no solo por la marca (que no superó el récord mundial: 2h01:39, en poder de Kipchoge), sino porque los nipones les recortaron ventaja a los africanos, hasta ahora reyes mundiales indiscutibles de la maratón, se convirtió en desazón para un sector de la comunidad atlética, todo al juzgar por los comentarios de preocupación publicados en las redes sociales y periódicos, especialmente en Europa.
Los últimos cuatro años
Consultado por El Espectador, el fisiólogo español Borja Muñiz Pardo, candidato a doctorado en ciencias del deporte e integrante del Grupo de Investigación de la Universidad de Zaragoza, explica que “en 2016 Nike introdujo las zapatillas con placa de fibra de carbono (CFP). Y mirando las estadísticas de los últimos cuatro años vemos cómo todos los récords del mundo, desde los 5.000 metros hasta la maratón, se han batido y muchos de ellos -como los récords históricos de 5.000 y 10.000 en pista de Kenenisa Bekele- los han pulverizado, es mucha casualidad”, dice con tono irónico.
Entre las características de las zapatillas de Nike CFP (ver infografía), Muñiz señala que sobresalen su ligereza, la fibra de carbono a lo largo de toda la suela que, junto con una espuma, consigue una amortiguación óptima. Además, en el interior de esta suela la plaza de fibra de carbono se dobla y logra acumular energía elástica que propulsa parcialmente hacia delante al corredor permitiéndole economizar energía durante la competencia.
El razonamiento para utilizar una placa de carbono era sencillo: es un material muy rígido, muy ligero y reduce el rango de flexión del pie, especialmente de las articulaciones de las falanges y los metatarsianos del pie. Es decir, si mantenemos rígidos los dedos del pie, aprovecharemos mejor la energía elástica de la pierna, comenta el experto en biomecánica Darren Stefanyshyn en foroatletismo.com.
Lo que logran estas zapatillas, explica el profesor Muñiz, es que el corredor consuma menos oxígeno durante la maratón, lo que se traduce en mejor economía de carrera. Eso le permite sostener una intensidad del ejercicio más elevada y llegar con mayor reserva de energía para acelerar en el tramo final de la competencia.
Muñiz no critica el avance tecnológico. “Creo que es algo necesario, pero cuando la ayuda tecnológica es tal, que uno no puede diferenciar entre los mejores atletas en la línea de salida de una final, pues desprestigia el límite de la fisiología humana enmascarada un poco por la tecnología”.
Sobre el tema, recientemente, Muñiz y su equipo publicaron en Sport Medicine un estudio crítico de lo que muchos llaman el “dopaje tecnológico”. Allí señalan que “el aumento gradual en el rendimiento coincide con los avances recientes en la tecnología del calzado que aumentan las propiedades elásticas del zapato, reduciendo así el costo energético de correr. Las últimas zapatillas son reconocidas porque aumentan la economía de carrera en más de l 4%, lo que corresponde a una mejora superior al 2 % en el rendimiento/carrera hora”.
No obstante, aclara que si bien el verdadero impacto de las zapatillas CFP en el rendimiento de la carrera está pendiente de ser probado científicamente en el campo, ya hay fuertes indicios de recientes mejoras en carreras de larga distancia.
Por ejemplo, el éxito de las CFP se refleja en los informes de carreras y récords publicados en la red social Strava, que contiene cientos de maratones, y que muestra que las CFP proporcionan una ventaja del 3 al 4 % sobre el calzado tradicional para correr.
“Observado en 578 maratonistas de élite (308 hombres y 270 mujeres), que cambiaron a zapatillas de correr CFP, resultó que el 75 % de hombres corrieron 1,5-2,9 % más rápido (de 2 a 4 minutos) y 71 % de las mujeres corrieron 0,8-2,4 % más rápido (de 1 a 4 minutos) durante una maratón”, dice el estudio.
El fisiólogo ibérico cree que las reglas actuales diseñadas por la World Athletics (máximo organismo rector del atletismo mundial) ya no son adecuadas para su propósito y exigen una revisión para salvaguardar la integridad del deporte.
Poner límites
Muñiz y sus compañeros de estudio proponen, en ese documento, que el grosor de la suela de la zapatilla que hoy está limitado a 40 milímetros se reduzca a máximo 20 milímetros. “Esta sencilla y práctica solución evitaría que la tecnología del calzado tuviera un tamaño demasiado grande, ya que creemos que dentro de ese espacio, por mucha capa de carbono que se pueda meter, no va a obtener tal ventaja mecánica como ocurre con una suela de 40 milímetros”.
El investigador va más allá al considerar que “esto suena a dopaje tecnológico, porque hay una tecnología que consigue menor consumo de oxígeno y energía dentro de la carrera, y en mi opinión un calzado para corredores tiene que prevenir lesiones, proteger el pie, no mejorar el rendimiento físico. Entonces, parece que es algo que no lo tiene claro World Atlethics, o que al final la industria de las zapatillas tiene demasiado poder”.
Para Muñiz no es necesario anular las marcas que los atletas de élite logren con ayuda de la tecnología, como lo han propuesto algunos, aunque sí está de acuerdo en suspenderlas. “Bastaría con un asterisco para diferenciar esos récords. Es importante hacerlo para proteger la integridad del deporte y del deportista”.
Además, expresa su temor porque en los Juegos Olímpicos de Tokio, que se realizarán en julio próximo, se superen las marcas mundiales del jamaicano Usain Bolt, en 100 y 200 metros. Y lo dice porque Nike lanzará un nuevo modelo de zapatillas para pruebas de velocidad. “Esto me preocupa, porque no creo que Christian Coleman, uno de los mejores velocistas actualmente, sea mejor sprinter que Bolt, y que por estas zapatillas pueda batirlo me aterroriza y me da pena al mismo tiempo, ya que no reflejaría la calidad del deportista”.
Una posibilidad que descarta el exmarchista y entrenador boyacense Enrique Peña, quien echó raíces en Estados Unidos. Con todo y el avance tecnológico, explica, en el caso de las pruebas de velocidad que ningún zapato especialmente diseñado garantizará que un atleta corra más rápido que Bolt, porque “además del implemento se requieren talento y mucho entrenamiento para lograrlo”.
“No es dopaje tecnológico”
Desde Roma (Italia), consultado por El Espectador, el médico fisoterapeuta Salvio Di Guida expresa una opinión diferente a la de Muñiz al afirmar que desde el punto de vista médico ve las bondades de las zapatillas, porque evitan lesiones en los pies al absorber el impacto sobre ellos, pero también ve el beneficio deportivo para los atletas por la mejora en sus registros personales.
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Sin embargo, el maratonista Kenesisa Bekele, reconocido con el segundo tiempo más rápido de todos los tiempos, se vio obligado a retirarse en 2020 de la Maratón de Londres tras alegar que el uso de zapatillas CFP le causó varias lesiones originadas por la inestabilidad del pie, cita el estudio de la Universidad de Zaragoza.
“No lo veo como un dopaje tecnológico, sino como un mejoramiento de la tecnología, como cuando en el ciclismo la bicicleta de aluminio reemplazó a la de acero, o en el tenis la raqueta de madera fue suplida por la de fibra de carbono. Lo importante es que todos los atletas puedan gozar de esa tecnología para evitar desventajas”, señala Di Guida. Un punto en el que coincide con Muñiz.
El fisioterapeuta romano, quien ha ayudado a recuperarse de sus lesiones a deportistas de talla mundial como Yulimar Rojas y Caterine Ibargüen, celebra que previo a los Juegos Olímpicos de Río 2016 ayudó a Rojas a superar una lesión incorporando en sus zapatillas una plantilla de fibra de carbono que solo fue usada en los entrenamientos, no en la competición. En esas justas, Ibargüen fue medalla de oro y Rojas se llevó la plata en salto triple.
Al final no hay que perder de vista que las zapatillas no corren. Como dice Joe Baker, psicólogo del deporte de la York University de Toronto: “No hay un solo genetista o fisiólogo que diga que el esfuerzo no es importante. Nadie piensa que los deportistas olímpicos se entrenen en el sofá”.
*Ricardo Ávila Palacios, autor del libro La fabulosa historia del atletismo colombiano. (historiadelatletismo@gmail.com)