En la mejor final en la historia de los mundiales de fútbol, la selección de Argentina superó a la de Francia en la definición por cobros desde el punto penalti y conquistó su tercer título, tras los que había conseguido en 1978 y 1986.
Análisis: Argentina ganó su tercer Mundial en una de las mejores finales de la historia
Ni el más creativo de los guionistas habría escrito semejante final para el Mundial de 2022, al que si le faltaba algo para dejar huella era un epílogo tan dramático, una pelea de toma y dame entre los dos mejores futbolistas de la actualidad: Lionel Messi y Kylian Mbappé, presente y futuro del deporte más popular del planeta, el que más dinero y sentimientos mueve.
La tercera estrella en el escudo albiceleste se bordó a punta de carácter y actitud, porque sus jugadores salieron a jugar la final como lo que era, el partido más importante de sus vidas. Se pusieron en ventaja con goles de Lionel Messi y Ángel Di María y durante 80 minutos le pasaron por encima a la campeona defensora, que hizo honor a su jerarquía e igualó las acciones cuando parecía liquidada gracias a un Mbappé imparable.
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Tras el 2-2 en el tiempo reglamentario, en la prórroga Messi volvió a anotar y puso a celebrar a los 50-000 argentinos que llegaron al estadio le Lusail, en Doha. Pero apareció de nuevo Mbappé y puso el 3-3 que obligó a la definición desde el punto de los 11 metros. Mayor drama, imposible.
Apareció entonces Emiliano Dibu Martínez y atajó el segundo cobro galo, el de Kingsley Coman. Luego Aurelien Chouameni falló el tercero, mientras los cuatro disparos argentinos se fueron al fondo de la red, el último del defensa Gonzalo Montiel, el que puso a celebrar a sus 47 millones de compatriotas y a muchos seguidores de la albiceleste y de Messi en todos los rincones del mundo.
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Porque este fue el Mundial del 10, para muchos el mejor futbolista de todos los tiempos, solo comparable con Pelé y Maradona. Completó 42 títulos como profesional, siendo este el más importante. Lo ganó merecidamente. Fue la figura en seis de los siete partidos que ganó su equipo, marcó siete goles y quedó como segundo artillero del torneo detrás de Mbappé, quien hizo ocho. Fue el máximo asistidor y ganó el Balón de Oro. Llegó a 26 partidos, para convertirse en el futbolista que más ha actuado en los mundiales. Y superó a Gabriel Batistuta como goleador cañonero argentino en los mundiales, al llegar a 13 tantos.
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Por encima de todo, cumplió el gran sueño de su carrera: levantar la Copa Mundo, que le fue esquiva en la final de Brasil 2014 ante Alemania y que le exigían sus detractores para que ingresara al Olimpo del fútbol.
Pero en Catar, la albiceleste fue mucho más que Messi. Comenzando por el entrenador, Lionel Scaloni, quien llegó en medio de la incredulidad y ya ganó una Copa América y un Mundial, además de la Finalissima ante Italia, todo con apenas 47 años. Al entrenador no le tembló la mano a la hora de hacer cambios o no convocar jugadores. Y en lo táctico, fue flexible y, en vez de apostarle a un esquema rígido, logró aprovechar al máximo los hombres que tenía.
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También se destacaron Rodrigo de Paul, el pulmón, el motor del equipo, y Enzo Fernández, elegido Mejor joven del campeonato, la revelación. También el delantero Julián Álvarez, efectivo en momentos claves del campeonato.
Mención aparte merecen el arquero Emiliano Martínez, salido de tono y equivocado en sus celebraciones, pero determinante en las definiciones por penaltis y de muy buen rendimiento en todos los juegos; y Ángel Di María, quien superó problemas físicos para ser titular en la final. Generó el primer penalti y marcó el segundo gol. Volvió a ser clave como en la final olímpica de Pekín 2008 y la Copa América en Río de Janeiro 2021. Hombre de goles importantes.
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A Francia, que al final vendió cara su derrota, tal vez le faltó ambición para salir a imponer condiciones como campeón mundial. Se dejó superar por el rival y apenas reaccionó gracias a la rebeldía de Mbappé. Por momentos se vio sin corazón, sin alma para pelear. En el partido que menos debían, desaparecieron Antoine Griezmann, Oliver Giroud y Ousmane Dembélé. No obstante, es un equipo joven que seguro volverá a pelear títulos.
Catar y la FIFA, ganadores
A pesar de las polémicas con las que comenzó, del boicot de buena parte de los hinchas europeos y de las críticas por la falta de cultura y tradición futbolera, Catar terminó haciendo un fantástico mundial, el de los estadios espectaculares (usó ocho de los 16 que hay en Doha), tremenda infraestructura hotelera y de transportes, campos de entrenamiento y logística.
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Sus gobernantes, abiertos a los cambios y a la necesaria globalización, aspiran ahora a organizar unos Juegos Olímpicos. Realmente tienen con qué. Después del Mundial, nada volverá a ser igual en este pequeño país de tres millones de personas, el 90 % extranjeros, que se mostró como es, con defectos y virtudes, con costumbres y tradiciones extrañas para muchos, pero que deben ser respetadas, como esperamos que se haga con las nuestras.
Fue el Mundial de Marruecos, el primer africano en meterse en semifinales; de Japón, que ratificó el progreso del balompié en Asia; de presentaciones dignas de Ecuador y Uruguay, aunque se fueron en primera ronda; de Brasil, una vez más eliminado teniendo cómo llegar más lejos; y de Alemania, Bélgica y España como decepciones.
Un Mundial sin Colombia, ojalá el último, porque desde 2026, cuando México, Estados Unidos y Canadá sean sedes, habrá 48 equipos en contienda, con siete u ocho de Suramérica.
Fue el Mundial de Mbappé, quien pinta para superar todos los récords de la historia, pero por encima de todo fue de Lionel Messi, el mejor del mundo.
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