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Francia 1938: la antesala de la Segunda Guerra Mundial

Italia, nuevamente con la influencia de Benito Mussolini, gritó campeona del mundo en el último Mundial hasta 1950. Eran tiempos de guerra. Nueva entrega de “Disparos a gol”, del especial de El Espectador sobre Catar 2022; la relación entre el fútbol y la política.

13 de octubre de 2022 - 10:52 p. m.
Así celebró la selección italiana su bicampeonato.
Así celebró la selección italiana su bicampeonato.
Foto: Archivo particular
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Jules Rimet nació en Theuley les Lavoncourt, un pequeño pueblo al oriente de Francia que le otorgó inmortalidad a través de una placa conmemorativa. Su nombre, adornado con la copa que él mismo entregó a los máximos campeones del balompié, yace en el centro de la ciudad cincelado dentro un rectángulo de cerámica. Su legado en la historia de la humanidad es la creación del Mundial de Fútbol de la FIFA.

Mire nuestro especial: ¿A qué jugamos?: La identidad de fútbol colombiano

En su juventud, Jules ayudaba a su padre atendiendo un local de alimentos en París. Estudiaba derecho en las tardes y recorría las calles de la ciudad fijándose en el nuevo deporte que practicaban ricos y pobres por igual. Le resultaba curioso, y romántico, la forma en que el balompié tranzaba acuerdos entre personas de diferente origen. Como lo explica Yves Rimet, su nieto, en el libro El Padre del Mundial, la segregación no existía en la cabeza de Jules, de hecho, creía en el fútbol como medio de fraternización de los estratos sociales. Luego, cuando llegó a ser el máximo dirigente de la FIFA, viendo el éxito de los primeros Mundiales en América y Europa, no dudó en obsequiarle a su país el honor de celebrar el certamen.

Para elegir la sede del tercer Mundial, se realizó el congreso de Berlín de 1936. Entonces, la ciudad alemana estaba celebrando los XI Juegos Olímpicos con la participación de 49 países, y casi 4.000 atletas. El más destacado de todos: Jesse Owens, un velocista afroamericano, ganador de cuatro medallas de oro en tierra nazi. Todo ante la mirada de Adolf Hitler, quien utilizó las justas para enseñarle al mundo la grandeza de su imperio, como lo hizo Mussolini con el Mundial de Fútbol de 1934.

De este especial: Italia 1934: La pelota a los pies de un dictador

Las delegaciones de Argentina, Alemania y Francia presentaron, en aquella oportunidad, su candidatura para la Copa del Mundo de 1938. Los sudamericanos fueron descartados, a pesar de que Jules Rimet les había prometido una suerte de rotación continental tras disputarse el Mundial en Italia. Los teutones, por su parte, ya eran todo un imperio despótico a punto de iniciar otra guerra en Europa y no eran bien vistos por las demás delegaciones. Así las cosas, la mayoría de organizaciones se decantaron por elegir a Francia como sede, país que ofreció nuevos estadios y mejores condiciones de transporte para los participantes. El presidente de la FIFA, creador de la Copa Mundial de Fútbol, llevó el torneo a su nación.

Los grandes ausentes del Mundial de 1938

La mayoría de países sudamericanos decretaron un boicot para no participar en la fase clasificatoria del Mundial. Los primeros en retirarse fueron los argentinos, pues el presidente de la FIFA había incumplido su promesa de darles la organización. Seguido de ellos, la asociación uruguaya declinó su participación porque en su copa –1930– las selecciones europeas se ausentaron adrede. La delegación colombiana, dando sus primeros pasos en el profesionalismo, se unió a la lucha sudamericana y se negó a participar en Francia 1938. Los únicos que aceptaron ir a Europa fueron los brasileños, pues estaban interesados en organizar tal competencia en 1942.

Además, los japoneses se negaron a asistir porque Hirohito, su emperador, le había declarado la guerra a China invadiéndola por el noroeste, y no tenía tiempo para pensar en delegaciones deportivas. El Imperio japonés controlaba la vasta región de Manchuria y tenía como objetivo conquistar toda la costa pacífica asiática. Desde la depresión de 1929, que afectó la economía y estabilidad del país nipón, los japoneses habían adoptado una posición fascista y tan expansionista como la de Hitler. De hecho, el Imperio alemán financió a los japoneses durante la Guerra del Pacifico, disputa sangrienta que Estados Unidos decidió, en 1945, con el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

Por su parte, España se encontraba en una sangrienta guerra civil. Hacía un año, la Legión Cóndor –una tropa de aviación enviada por Adolf Hitler– había bombardeado Guernica, colaborando con las aspiraciones dictatoriales del General Francisco Franco. Entonces, el pintor Pablo Picasso retrató el horror de la guerra a través un magnifico cuadro cubista cuyo nombre le rindió honores a esta ciudad. Cuando se disputaron las eliminatorias al Mundial, el Generalísimo Francisco Franco, como fue nombrado por los altos mandos militares que se sublevaron en España, estaba acorralando poco a poco a los Republicanos en las principales ciudades españolas. Así entonces, la selección española no asistió a un certamen al cual podía ir trotando.

Tensión en la cancha

La FIFA dispuso fases de eliminación directa para la Copa del Mundo de 1938. Los 16 equipos empezarían desde octavos de final hasta el último partido que definiría al campeón.

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El encuentro inaugural fue disputado el 4 de junio en el Estadio Parque de los Príncipes, entre las selecciones de Suiza y Alemania. Para realizar el saque de honor, el Presidente francés, Albert Lebrun, se posicionó frente al balón y trató de darle un puntapié, sin embargo, para la burla de los asistentes, lo único que pateó fue el césped. Los alemanes fueron silbados durante todo el partido debido a que las ambiciones de Adolf Hitler ya afectaban las principales esferas de Europa. Tanto así que, tres meses antes del Mundial, Austria fue invadida y anexada al Imperio germano. La selección de Alemania, con un nuevo territorio en sus dominios, incluyó nueve jugadores austriacos en su nómina. Aquel partido inaugural quedó 1-1. Luego, cinco días después, en el partido de vuelta, la selección de Suiza se impuso 4-2.

Los demás partidos de octavos de final se jugaron al día siguiente. El equipo francés derrotó a Bélgica 3-1. Hungría recibió al primer representante asiático en un Mundial, las Indias Orientales Neerlandesas, con una goleada 6-0. Los defensores del título, Italia, ganaron su partido contra Noruega mientras el público los chiflaba. Checoslovaquia sacó del camino a Países Bajos con un contundente 3-0. En un encuentro emocionante, Brasil venció 5-4 a la selección de Polonia. La sorpresiva Cuba, por su parte, envió a los rumanos a casa en el partido de vuelta. Finalmente, la selección de Suecia pasó a cuartos de final tras dejar en el camino a… nadie. Tras el sorteo del Mundial, los escandinavos debían enfrentarse a la selección austriaca, sin embargo, cuando llegó la cita orbital ya no había Austria que derrotar.

En cuartos de final, a la anfitriona del Mundial –Francia– le correspondió medirse con los italianos. Como ambos equipos usaban uniforme azul, los dirigidos por Vittorio Pozzo jugaron con indumentaria negra. Era una copia de la vestimenta fascista, utilizada por los altos mandos militares a las órdenes de Benito Mussolini. En cancha, antes de iniciar el partido, la selección de Italia realizó el saludo romano, a lo cual los asistentes del Estadio Colombes respondieron con insultos y chiflidos. Los defensores del título ganaron 3-1.

También de este especial: Uruguay 1930: la historia del primer Mundial

Luego de esto, la selección de Italia avanzó a la final tras derrotar a Brasil 2-1. El técnico de los sudamericanos había dejado en la banca a su mejor jugador –Leónidas– porque lo estaba reservando para la final. De hecho, compró boletos de avión para ese último partido al cual nunca clasificó.

El 17 de junio se jugó la final de la Copa del Mundo de 1938. Las selecciones de Italia y Hungría se midieron en el Estadio Colombes en París, ante la mirada de 50.000 espectadores. Ambas selecciones se ubicaron en una fila horizontal, donde fueron saludados por el presidente francés Albert Lebrun. De nuevo, amenazas de Benito Mussolini llegaron a su selección de fútbol. Esta vez, bastó con una simple frase: vencer o morir. Los italianos jugaron por su vida, y no tuvieron mayores complicaciones para vencer a Hungría. Con el partido 4-2, los dirigidos por Vittorio Pozzo levantaron el trofeo como lo habían hecho en su país cuatro años antes. El más tranquilo de todos fue el arquero húngaro, Antal Szabo, a pesar de la goleada que recibió: “Nunca en mi vida me sentí tan feliz por haber perdido. Con los cuatro goles que me hicieron, salve la vida de once seres humanos”, sentenció en una entrevista, como lo explica el periodista Luciano Wernicke en su libro Historias Insólitas de los Mundiales de Fútbol. Italia bicampeona del mundo.

Italia, curioso festejo

Cuando regresaron a Italia, los campeones del mundo fueron acogidos por el César Divino con todos los honores que merecían. Benito Mussolini les tenía preparada una ceremonia con distinciones individuales para cada uno de sus soldados. Sí, soldados. Ese día los jugadores de fútbol tuvieron que vestir trajes militares para recibir las condecoraciones. Las gruesas piernas que lucharon por Italia en suelo francés, se escondieron en pantalones de dotación y zapatos elegantes, diferentes a los botines rústicos del fútbol. Las cabezas que remataron balones en defensa y ataque, estaban protegidas con gorros militares tan suaves como el rostro del dictador cuando los recibió.

Después del Mundial de Francia 1938, la situación se pondría turbia en Europa. El 18 de septiembre de 1938, el Imperio italiano publicó el Manifiesto de la Raza, presentando de manera seudocientífica que existen razas superiores e inferiores. El Imperio alemán, por su parte, invadió Polonia el año siguiente, desatando la Segunda Guerra Mundial. Es bien sabido que, en el territorio teutón, se transportaban ciudadanos judíos en camiones de ganado, para ser envenenados e incinerados en campos de concentración. Luego, en 1940, el Imperio japonés se unió a alemanes e italianos, importando la violencia al continente asiático. El planeta se paralizó por una nueva guerra, esta vez con más beligerantes, y no se celebraría, hasta 1950, un nuevo Mundial de Fútbol.

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Por Jhoan Sebastian Cote

Comunicador social con énfasis en periodismo y producción radiofónica de la Pontificia Universidad Javeriana. Formación como periodista judicial, con habilidades en cultura, deportes e historia. Creador de pódcast, periodismo narrativo y actualidad noticiosa.@SebasCote95jcote@elespectador.com

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